Buenas noches. Quiero
agradecer al Sistema Universitario Ana G. Méndez y a VenAmérica por haberme
invitado a compartir con ustedes esta noche unas reflexiones derivadas de mi
libro, “La Venezuela imposible”.
Quiero agradecer en particular a Luis Corona y a Gonzalo Aguerrevere,
presidente y directivos de VenAmérica por esta iniciativa positiva que busca
discutir lo que queremos de una democracia moderna en este mundo y, en
particular, en el caso de Venezuela; y, por supuesto, quiero agradecerles a
todos ustedes su interés por venir a este evento y compartir con nosotros su valioso
tiempo esta noche.
Comencemos por
internalizar que el principio básico de la democracia es que cualquier persona
sujeta a una ley debe tener voz en la promulgación y ejecución de dicha ley. En
una república democrática los gobernados tienen el derecho a decidir y decir cómo
son gobernados; o sea las leyes e instituciones que rigen al estado son
formuladas e instrumentadas con y por el consentimiento de sus ciudadanos. Es
eso en lo que consiste la soberanía en el pueblo, la república. Cuando un gobierno regenta con este principio,
obtiene el apoyo, la acción y el aliento de su ciudadanía. Los gobiernos que violan
este principio lo hacen bajo riesgo de rebelión o tendrán que aplicar medidas represivas
a sus ciudadanos para mantenerse en el poder.
Para que exista
democracia debe existir un estado de derecho que respete ese principio básico.
Esto se logra cuando la formulación de las leyes es independiente de las
instituciones encargadas de ejecutar y de interpretar dichas leyes. En el ideal
democrático las leyes son formuladas por un cuerpo deliberante con
multiplicidad de opiniones, debido a que una sola persona o un pequeño grupo de
personas nunca tendrán la capacidad suficiente para saber o velar por todos los
intereses del gran número de ciudadanos que componen la república. Por esta
misma razón, la ciudadanía debe ser consultada periódicamente para ratificar
que sus voces e intereses están siendo escuchados y protegidos.
Una república democrática
respeta esta voz del ciudadano. Esta voz se manifiesta a través de las herramientas
de la democracia, y el voto, por supuesto, es una de éstas. Las elecciones son
condición sine qua non de una
democracia pero no por existir elecciones existe democracia. La voz del ciudadano
en democracia incluye la libre expresión de ideas, el pluralismo y la tolerancia;
y la libre asociación de personas en partidos, sindicatos y otras agrupaciones
de la sociedad civil con capacidad de influenciar las decisiones de gobierno.
La estructura democrática, entonces, incluye herramientas, procesos y mecanismos
que maximizan la posibilidad de que los distintos sectores de la ciudadanía
tengan voz relevante y frecuente en el gobierno de su república.
Por último, el
poder concentrado es antidemocrático. Concentrar el poder en sí no es el
problema, el problema es la naturaleza humana. El ser humano vela por su
interés propio como parte de su instinto de supervivencia. Si aceptamos esto
como natural, la ilusión del tirano todopoderoso y benevolente se desenmascara
como tal: una ilusión. Un tirano nunca será benevolente y, eventualmente,
utilizará ese poder para su propio beneficio. Cualquier interés contrario a ese
beneficio propio será reprimido. Es por ello que la estructura democrática debe
desconcentrar y favorecer la desconcentración del poder. Esto se logra en
primera instancia dividiendo la formulación, aplicación e interpretación de
leyes en instituciones independientes. En segunda instancia se logra asegurando
que las herramientas de la democracia permitan la convivencia de intereses
múltiples, y a veces contrarios, dentro del consenso general de país; el
consenso, espero, de que el sistema democrático es el mejor para regir los
destinos de una nación.
De esta manera
llegamos a las conclusiones de que:
1. Una democracia
es un sistema de gobierno en el cual los gobernados en sociedad tienen la
capacidad dinámica para decidir, opinar e influir acerca de cómo son gobernados.
2. Esta capacidad
se ejerce mediante elecciones libres, libertad de expresión y libertad de
asociación.
3. El estado de
derecho es característica intrínseca a la democracia.
4. Los límites al
poder y la multiplicidad de intereses son esenciales para la estructura y el fortalecimiento
de la democracia.
Existen otros
modelos de gobierno que no son democráticos y que “funcionan”, por decirlo así.
Gente nace, vive, crece y muere en esas sociedades bajo esos gobiernos. Recordemos
que en los 6.000 años de historia civilizada que tiene el mundo, la existencia
de la democracia es un instante de esa historia; pero el experimento
democrático vale la pena. Es bajo democracia que se ha desarrollado el
potencial humano que proviene de la libertad, un potencial insospechado a principios
del S. XIX, cuando se inician los experimentos democráticos modernos alrededor
del mundo.
En mi libro, La Venezuela imposible, defino la
libertad como “la condición bajo la cual el ser humano tiene la oportunidad de
desarrollar plenamente su potencial como tal.” Al definirla así, democracia y
libertad van mano a mano, se complementan la una con la otra, democracia como
el derecho a tener voz propia en nuestros destinos y libertad como el derecho a
tener la oportunidad de desarrollar plenamente nuestro propio potencial. La
sinergia entre estos dos derechos es la que ha logrado que este breve período
de civilización, en el cual ha florecido lo más parecido a democracia y
libertad, ha sido el período de civilización que ha tenido el mayor incremento
de desarrollo y bienestar en 6.000 años de historia. Es por eso que democracia y
libertad es la meta deseable para cualquier país. Esa combinación es la más
conducente al mayor grado de paz y prosperidad para una nación.
En Venezuela no
existe democracia. Vale la pena acotar que en el período anterior a este régimen que ahora gobierna Venezuela la
democracia no era plena, no satisfacía todas las condiciones necesarias
mencionadas anteriormente, principalmente la referida al estado de derecho. Esa
fue una de las razones por las que triunfó la llamada “tercera vía”
anti-institucional de Hugo Chávez que prometía renovar la democracia y poner
orden. En mi libro incluyo más de un par de ensayos sobre ese tema. Pero, a
pesar de no haber sido esa una democracia perfecta, lo que se vivía en
Venezuela antes de esta llamada Quinta República
era una democracia perfectible. En contraste, lo que se vive hoy en el
país que es una tiranía enquistada. La característica principal del gobierno
tiránico, la concentración de poder arbitrario en un pequeño grupo u oligarquía,
es manifiesta en Venezuela; y esta tiranía concentra su poder en ciclos de una represión
cada vez mayor.
La represión
tiene tres componentes: la represión política, la represión económica y la llamada
represión biológica. Las acciones de la represión política incluyen la violencia
mortal contra manifestantes y marchas, golpizas, intimidación por milicianos,
encarcelamientos, secuestros, torturas, etc.
La represión económica incluye desde el “bozal de arepa” hasta el chantaje
para el acceso a divisas preferenciales y la creciente importancia del Carnet
de Patria para transacciones ordinarias eliminando así el dinero. La represión
biológica incluye las dificultades e inseguridad para satisfacer necesidades de
supervivencia básica: alimentos, salud y techo, el nivel más bajo en la
jerarquía de Maslow. Muchos de los problemas humanitarios que vemos a diario no
son únicamente consecuencia del modelo económico errado en ejecución desde hace
50 años en Venezuela sino que son mecanismos que utiliza la tiranía deliberadamente
para concentrar su poder mermando el apoyo, acción y aliento necesarios de la
ciudadanía para que se pueda vivir en sociedad con paz y prosperidad.
La meta del
régimen es clara: establecer una mal llamada “democracia” de partido único,
eliminando las voces de cualquier otro interés que no sea el de ese partido. Un
partido único, o con una oposición conformada por convidados de piedra, acumula
el poder de manera tiránica e inclusive hace simulacros casi creíbles de
democracia para aquellos que comulgan bajo su misma hegemonía. Esto ocurre con
mayor o menor éxito en Cuba, en Corea del Norte, en Irán, en Rusia y la China.
Ocurría en el Egipto de Mubarak; en el Irak de Hussein; en la Unión Soviética.
En mi libro específicamente ilustro similitudes entre el régimen norcoreano y
el de Chávez-Maduro en un ensayo titulado “La
Locura del Liderazgo”, escrito ya hace casi tres años. En ese ensayo
argumento que el modelo de gobierno venezolano cada vez más se aproxima al
modelo norcoreano, incluyendo el fetichismo religioso-político como instrumento
de manipulación ideológica, la demonización de “el imperio”, y el aislamiento
internacional. Es de hacer notar que Venezuela y Corea del Norte tienen un
tratado de defensa mutua.
Ante esa
tiranía controlando a Venezuela —sustentada a su vez por ser simultáneamente
una pieza clave en las ambiciones imperiales del régimen cubano y una pieza
clave en las redes de tráfico internacional de drogas— es natural que una gran parte
del pueblo venezolano, ya sea por razones de supervivencia básica o por razones
de rechazo moral, se haya ido del país voluntariamente. No es fácil tomar esa
decisión. Mi padre abandonó el país de la dictadura de Pérez Jiménez en 1956
para hacer carrera en los EE.UU. ante el asco que le causaba aquella dictadura,
pero tuvo la fortuna de poder regresar en 1959 a apoyar y participar directamente
en la formación de la nueva democracia.
Entre las redes
sociales hay personas que a veces acusan a los exiliados de abandonar a la
patria, de escaparse como ratas traidoras, de no querer ser “solidarios” con la
tragedia del país... El colectivismo cultural que identificó Hofstede en
Venezuela en los años 60 se mantiene vigente en estos reclamos infundados del
colectivo a la decisión individual.
Quiero aclarar
mi opinión sobre esto. Para mí, los que realmente han abandonado a Venezuela
son sus mal llamados gobernantes actuales. Ellos transformaron al país en un mero
instrumento de su propio enriquecimiento y para la satisfacción de sus ansias
de poder e influencia. La verdad es que no hay que estar fuera del territorio
venezolano para sentirse exiliado. El país que construyeron estos tiranos delincuentes
no es la Venezuela que existe en el corazón de muchos, la que ya no es más en
ningún lugar del mundo. Esos que mal gobiernan al país, esos son los verdaderos
vende patrias, esos son los traidores al pueblo de Venezuela, los traidores al
legado histórico y cultural de un gran país; los traidores al potencial de grandeza
del capital humano de los venezolanos. Ellos son los traidores. Pretenden
robarnos la memoria del país; le han robado el futuro al país. Ellos son los
traidores.
A esos
traidores en el gobierno les conviene crear la división entre exiliados y a los
que llamaremos nacionales, los que se quedaron en nuestra tierra. Les conviene
la división entre exiliado y nacional. A esos traidores en el gobierno les
conviene crear la división entre exiliado y exiliado; entre nacional y nacional; les conviene la división de metas, el desacuerdo
en tácticas y estrategias para llegar a cualquier meta. Es útil y fácil para el
régimen dividir y desprestigiar cualquier liderazgo que proponga metas. Estos
son los trucos de espejo y juegos de mano que usa el régimen para fortalecer y
cimentar su estructura totalitaria de partido único en el poder.
Por eso es que
el opositor en el exilio y el opositor nacional debemos simplificar la meta,
regresar al objetivo primordial y único: restaurar la democracia en
Venezuela. Una vez que esa meta sea lograda pueden existir tantas
divisiones como se quieran en contienda electoral libre y democrática, con
agendas y programas de gobierno distintos.
Es para enfocarme en esta meta y aclarar lo que se busca que comencé
hablando acerca de las estructuras de la democracia.
La democracia
se fortalece con una amplia participación ciudadana. Mientras mayor, fuerte y
diversa sea esa participación, menor será la probabilidad de que se fortalezcan
tiranías coyunturales por existir el interés de compromiso político entre los distintos
grupos de interés ciudadanos que conforman el poder de la república. Es por eso
que las tiranías quieren uniformizar a los miembros de sus sociedades. A la
resistencia, para restaurar la democracia en Venezuela, nos hace falta toda la
diversidad ideológica de todos los venezolanos, tanto de aquellos en la patria
como de los que estamos por otros lares. Tanto de aquel dentro del régimen que,
como Saúl de Tarso fulminado en el camino a Damasco, es ahora converso, como de
los que siempre supimos lo que representaba Chávez y clamábamos en el desierto.
Tanto de aquel que quiere usar sanguinariamente ejércitos y milicias para
ajusticiar a cualquiera con franela roja, como del que quiere desesperadamente
evitar esos ríos de sangre. La meta verdadera sigue siendo una sola: restaurar
la democracia. Todos tienen voz, todos aportan, la solución no es mañana ni
pasado mañana, pero sí existe y va a llegar. Una vez que la democracia esté
restaurada se podrá ir a la contienda electoral y ver a quién escoge la
ciudadanía soberana.
La estructura cabal
de la democracia permite crear un gobierno en el cual los ciudadanos ejercen el
control consensuado sobre su gobierno, en vez de que los gobiernos ejerzan el control
represivo sobre sus ciudadanos. Defender la democracia, entonces, equivale a defender
los derechos humanos. Los derechos no son esa concepción totalitaria
castro-cubana: una gracia otorgada por el estado. Los derechos existen por el
hecho de ser humano, y un derecho humano fundamental es el derecho a la
libertad. Es por eso que la defensa de la voz de la democracia es la defensa de
la voz de la libertad; y defender a la libertad es defender a la democracia.
Hace muchos
años salí de Venezuela, pero Venezuela nunca salió de mí. A pesar de las
frustraciones y emociones desesperadas, como las de aquel que ve en cámara
lenta un accidente ocurriendo, he mantenido mi fe en Venezuela. Recientemente
hablé por teléfono con mi tía, ya anciana, y me decía que no espera que llegará
a ver la recuperación de nuestro país. Pero esas palabras me lo dicen todo:
espera que el país se recupere de esta destrucción social que ella observa
diariamente a su alrededor. Ese día ella iba a votar, en las elecciones
municipales recientes. Sabía que su voto en realidad no contaría, en el mejor
de los casos sería anulado, en el peor robado, pero ella no quería que le
robaran también su derecho al voto. Su derecho a tener
voz, derecho por el cual lucharon y murieron muchos en el pasado lejano y reciente.
Ella aporta su grano de arena a la democracia como mejor puede, como ciudadana.
De granos de arena es que se hacen las más bellas playas, cada grano minúsculo,
y todos contribuyendo al gran espectáculo que nos maravilla al pararnos ante la
inmensidad del mar, bajo un sol tropical. De gota en gota esa mar rompe en poderosas
olas, reventando peñas; gota a gota se riegan las selvas, donde cada hoja de
cada árbol aporta el oxígeno que respiramos cada día para sobrevivir. Cada grano,
cada gota, cada hoja, cada minúsculo aporte de apoyo a la democracia, de acción
contra el régimen y de aliento a la resistencia, cuenta para construir el mundo
que queremos, ese en el que queremos vivir. Cada aporte que cada uno de ustedes
pueda hacer es valioso para lograr la meta de un país con paz y prosperidad en
democracia y libertad.
Muchas gracias.
---
ABAJO SIGUEN IDEAS POSIBLES DE DISCUSIÓN PARA
DESARROLLAR, INCLUIR O EDITAR
Posibles desarrollos adicionales a incluir en el discurso/discusión:
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[INICIO INSERTO A]
[Para
establecer una democracia plena y duradera, durante el periodo de transición
habrá que formular un modelo democrático y un plan de ejecución que utilice las
lecciones aprendidas. ¿Qué errores pueden considerarse como estructurales y
cuáles deben evaluarse para fortalecer la democracia? Esas y otras preguntas
son las que el exilio y la oposición podemos hacernos para preparar el modelo
democrático que deseamos una vez derrocada la tiranía.
En mi libro incluyo un ensayo acerca de la
concentración del poder y el efecto que tiene sobre la libertad. Habiendo
estipulado que la mejor manera de estimular el progreso y bienestar es
maximizando la libertad, considero importante establecer una estructura
institucional que haga eso precisamente, maximizar la libertad. Sí, es cierto,
estoy hablando de modificar la constitución, posiblemente de cambiarla. Esto lo
digo con poca renuencia, porque hay que estar claro: los resultados que ha
arrojado la constitución vigente no pueden considerarse un éxito. Es cierto que
han existido abusos a la constitución por parte del régimen y no se le puede
echar toda la culpa a la víctima, por decirlo así. Pero la constitución es
débil y frágil en sus capacidades de defensa de la democracia. Por ello
considero que, como mínimo, debe modificarse.
En la constitución hay elementos y detalles para
modelar las instituciones del país sobre los cuales tengo desacuerdo, pero
considero que su falla fundamental, la que atenta contra la democracia plena,
es la concentración del poder en el ejecutivo y la capacidad (legal y no) de
éste de aumentar dicha concentración.
La tradición del poderoso al mando es una constante,
no solo en Venezuela sino en gran cantidad de países latinoamericanos. Tal vez
habría que repensar y considerar los beneficios de sistemas parlamentarios. A
fin de cuentas históricamente no parece haber sido una estrategia exitosa eso
de tener un individuo todopoderoso al mando de nuestros países. Pocos países democráticos
alrededor del mundo en realidad tienen un ejecutivo centralizado sobre la
persona del presidente. Uno de ellos, lamentablemente para Latinoamérica, es
los EE.UU., a cuyo presidente se le refiere con frecuencia como “el hombre más
poderoso del mundo”. Este es un vecino que, a pesar de ser tan odiado, quiere
ser emulado, y por lo cual todas las constituciones de Latinoamérica utilizan
el modelo presidencialista, en la suposición supersticiosa de que esto puede
ser un factor de éxito. Otros elementos del modelo de gobierno de los EE.UU.
sin embargo no son copiados y son esos los que de cierta manera limitan el
poder del presidente de este país y, como argumenté anteriormente, los límites
al poder son esenciales para el buen funcionamiento de una democracia.
[[INICIO INSERTO B]]
[[Como un aparte, quiero decir que el modelo
presidencialista puede desvirtuarse como un modelo de “guardián” gerencial, el
modelo exitoso sobre el cual se basa la estructura empresarial típica. Al ver
una gran empresa exitosa hay quien piensa que sería ideal que un país fuese
gerenciado de manera similar. Hay varias razones por las cuales esta línea de
pensamiento es peligrosa para la democracia. En el libro hablo acerca de la
relación gobierno-empresa y las diferencias entre las habilidades y metas del
político exitoso y las del empresario exitoso, calificándolas como
incompatibles. En el libre mercado es raro aquel político exitoso retirado que
establece una empresa exitosa. El empresario exitoso por lo general tampoco
hace carrera política exitosa en el sentido de mejorar el bienestar de sus
representados, y con frecuencia se le asocia con escándalos de corrupción o
abusos de poder. Sirva Silvio Berlusconi de ejemplo. Más allá de poder o no
trascender las diferencias de talento que lo hacen exitoso en el mundo
empresarial para ser exitoso en el mundo de la política, el empresario exitoso
es el “guardián” de su empresa, y se comporta como tal; pero esa burocracia
estricta necesaria para manejar una gran empresa no emula los procesos
democráticos de una sociedad. Finalmente, es de hacer notar que los países, por
lo general, duran mucho más que las empresas.]]
[[FINAL INSERTO B]]
La experiencia mundial es útil para ver que funciona y
que no funciona. En Uruguay, como relato en el libro, después de una dictadura
traumática, avenida por el colapso en su sistema de legitimación de la
representatividad por vía electoral, se estableció el sistema de balotaje (segunda
vuelta). Chile y Argentina también adoptaron el balotaje. Esto por supuesto
manteniendo el sistema presidencialista al cual están acostumbrados nuestros
pueblos.
La flexibilidad del sistema parlamentario puede de
alguna manera incrementar la posibilidad de representación legítima de los
ciudadanos. Una virtud de las constituciones venezolanas es haber mantenido la
representación proporcional de las minorías. Esto aumenta la diversidad de
opiniones y la necesidad de compromiso entre partidos y facciones, proceso
fundamental para la legitimación de decisiones democráticas. Además se establece
así la necesidad de proteger las minorías de la tiranía de las mayorías.
Sea bajo un sistema parlamentario o un sistema
presidencialista, hay una idea inserta en las palabras de Simón Bolívar ante la
primera asamblea constituyente de la república de la Gran Colombia, el Congreso
de Angostura. Bolívar reconocía la dificultad de gobernar y la necesidad de
mantener una memoria política en los organismos del estado para disminuir la
volatilidad y discrecionalidad de los gobernantes de turno. Por eso hizo una
propuesta basada sobre el parlamento de Inglaterra: un congreso bicameral con
senadores hereditarios, similar a los Lores del parlamento inglés. Su argumento
era que si una persona es cultivada desde la infancia para ser funcionario
público en el cuerpo legislativo de manera vitalicia, dicha persona será menos
susceptible a la volatilidad de las políticas coyunturales y se enfocará más
sobre las políticas estructurales de la nación. La propuesta de Bolívar no
prosperó por muchos motivos, pero considerar la importancia de su enfoque para
la memoria política en el liderazgo del país no debe ser descartado y algún
mecanismo puede incorporarse para disminuir la volatilidad política, mecanismo
que existe en muchas democracias modernas. Ya mencioné la Casa de los Lores en
Inglaterra. Las monarquías constitucionales, como España, Holanda, etc.,
utilizan sus reyes con ese mismo fin. En los EE.UU. la memoria política se
mantiene mediante designaciones vitalicias para los jueces federales y de la
Corte Suprema y, en menor grado, con un congreso bicameral cuya cámara alta
tiene períodos largos con rotación electoral escalonada. El instrumento para
mantener la memoria política del país se intentó en Venezuela mediante la
figura del Senador Vitalicio para los expresidentes en la constitución del ‘61.
En caso de considerarse nuevamente, el instrumento deberá ser algo más fuerte
que un senador cada periodo presidencial y puede residir en el cuerpo
legislativo, el judicial o ambos. Está abierto a la consideración de los
futuros constituyentes. Espero que el ejecutivo hereditario o por designación
sucesoral—a lo Corea del Norte, o Cuba—no entre bajo su consideración.
Finalmente hay que destacar esa característica
importante de la naturaleza del ser humano que lo impulsa a la acción y que
mencioné anteriormente: el interés propio. En el caso de los funcionarios
públicos esto puede conducir a la corrupción. Si se estipula como un hecho que
la corrupción es naturaleza humana, los mecanismos ex-ante para evitar que
ocurra pueden y deben ser diseñados de manera firme. En ocasión anterior ya
hablé sobre este tema, basta decir por ahora que en un gobierno simple y
limitado existen mejores mecanismos de control y menores oportunidades de
corrupción que en un gigantesco aparato de estado burocrático. ]
[FINAL INSERTO A]
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