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jueves, 21 de noviembre de 2024

VENEZUELA HOY Y SU NUEVO MAÑANA

 El 21 de noviembre de 2024, El Club de la Libertad, en Corrientes, Argentina, invitó a Carlos J. Rangel a hablar acerca de Venezuela, su estado actual y su futuro. Este es el discurso / ponencia de Rangel en el evento.  


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Gracias a todos los presentes, damas y caballeros, por participar en este foro, un evento enfocado sobre el futuro y potencial de nuestras economías. Economías que enfrentan gran incertidumbre ante las tensiones por el cambio. Cambio desde un mundo esencialmente unipolar hacia uno en donde las potencias se disputan activamente los centros del poder económico y político. Esas tensiones, que parecen contradictoriamente aislacionistas e imperialistas simultáneamente, crean aperturas aprovechables, incluso para una situación como la que vive mi país, Venezuela.  La oposición venezolana le agradece mucho a Argentina su solidaridad con la causa y el albergue a nuestros compatriotas. Muchas gracias. Quiero agradecer especialmente al Club de la Libertad y a su presidente, Alberto Medina Méndez, por utilizar estos eventos para mantener viva la causa de la libertad en Venezuela, y por su invitación a que yo compartiese por algunos minutos con ustedes mis reflexiones sobre el presente y el mañana en Venezuela.

El 28 de julio de 2024 fue una fecha trascendental para Venezuela. Puede esperarse incluso que en algún futuro posible, y manteniendo esa costumbre común de nuestros países, alguna avenida, plaza o barriada sea nombrada con esa fecha; la fecha que definitivamente evidenció el anhelo indiscutible de los ciudadanos venezolanos de terminar el experimento chavista.

La propuesta chavista era cambiar las estructuras económicas y sociales del país para lograr igualdad y justicia social administrada mediante un fuerte gobierno central. Bajo esa propuesta, el gobierno central asumía el control sobre los recursos naturales y activos fijos del país, y la administración de su explotación. La propuesta se basaba sobre la premisa de que Venezuela era un país rico, rico en minerales básicos necesarios para la economía mundial. Con los amplios recursos financieros obtenidos por ese control, el gobierno podría satisfacer las necesidades de todos los venezolanos. Esa fue la promesa de Chávez.

Hay muchas razones por las cuales ese experimento resultó en un gran fracaso. Pero la razón fundamental es debido a su contradicción interna: lograr orden, igualdad y justicia mediante el control central y absoluto de la sociedad y la economía. Ese control eventualmente y necesariamente será autoritario, y es imposible lograr igualdad y justica bajo esas condiciones. No solo Venezuela ha vivido la tragedia generada por esa contradicción conceptual. Cuba, por no mencionar otros, es otro gran ejemplo en nuestro hemisferio de autoritarismos de izquierda con fantasías de utopías. Por supuesto la Unión Soviética, Corea del Norte y China Comunista son ejemplos notorios en el mundo.

Sin embargo, no debemos descartar ese otro vértice ideológico cuyos resultados igualmente resultan en fracaso: el autoritarismo de derecha. Fracaso de otra índole, pero en la misma familia. Las contradicciones estructurales de esta otra propuesta autoritaria también estancan a la sociedad enquistando oligarquías, sean civiles o militares. Esto lo hemos visto en el pasado de Latinoamérica y el Caribe: en el Paraguay de Stroessner, la Nicaragua de Somoza, el Haití de Papa Doc, hasta en el México de Porfirio Díaz a principios del siglo pasado, cuando Civilización y Barbarie se confundían fácilmente; y alrededor del mundo con el Irak de Hussein, el Irán del Chá, y tantos otros ejemplos frecuentemente citados por la izquierda y que ustedes han oído.  Hoy día incluso estamos viendo lo que podemos calificar de autoritarismo de derecha en países como Rusia y la China actual, con creciente desigualdad, tiranía y economías en descenso estructural, buscando su rescate mediante la expansión imperialista.  Al igual que las de izquierda, las élites dirigentes de derecha pretenden mantener sus privilegios eternamente, viviendo esa fantasía de Voltaire de que viven en el mejor de los mundos posibles, y que todo cambio es innecesario, indeseable y peligroso.  

Esto ocurre por igual tanto en los autoritarismos de derecha como en los de izquierda. Ambos han creado un mundo para sus élites con privilegios basados en rentas monopólicas, sean del estado o de los oligarcas, acumulando poder y activos. Un mundo que quieren mantener, conservar a toda costa; es decir son conservadores. Todo mandato autoritario es conservador, viven en su mejor mundo posible y no quieren que cambie. Venezuela tiene un gobierno conservador, al igual que Cuba. Irán, Hungría, Rusia y China. Son variaciones de la combinación mandato autoritario / capitalismo, o mandato autoritario / comunismo. Combinaciones destinadas al fracaso económico, social, conducentes a gran descontento popular con la consecuente represión totalitaria. Represión que va desde la pasiva mediante fraudes electorales y control de medios, hasta las activas con milicias, prisión, tortura y muerte.  

Hayek nos instruye para entender mejor esta dicotomía derecha / izquierda en su “Postdata a Fundamentos de la Libertad”. Hayek denuncia tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda por ser ideologías que buscan suprimir la individualidad para asumir el control de la sociedad. Ese control se basa en el supuesto de que el bienestar colectivo es mejor entendido por su élite de ideólogos que por un individuo cualquiera en búsqueda de su bienestar propio; que ciertos elementos, anhelos o “perversiones” de esa individualidad es mejor controlarlos en aras del bienestar colectivo. Por eso, esos ideólogos de derecha o de izquierda proponen leyes, reglamentos y acciones que coartan la libertad. Esa intelligentsia de izquierda o de derecha pontifica que ella es la que mejor sabe lo que es mejor para cada quien en aras del bienestar social.

Todos esos son experimentos destinados al fracaso y al rechazo, como lo demostró Venezuela el 28 de julio. Ese día la ciudadanía venezolana dijo “ya basta”. Dijo que el experimento chavista, ni nada que se le parezca, no solucionaba la desigualdad, ni mejoraba la vida, ni ofrecía futuro; dijo que el experimento chavista quebraba familias y generaba miseria; dijo, utilizando la poderosa voz del voto democrático de cada uno, que la élite chavista no merecía su confianza ni merecía gobernar. El 28 de julio, los ciudadanos venezolanos optaron por ese concepto difuso de “libertad”, uno de esos conceptos que a veces uno no sabe qué es exactamente, pero que si sabe cuándo no la tiene.

Anteriormente he tenido la temeridad de definir la libertad como la condición bajo la cual un ser humano tiene la oportunidad de desarrollar su pleno potencial como tal. Un gobierno que busca controlar a cada individuo para obligarlo a aportar su esfuerzo y mente al modelo que dicho gobierno prescribe como ideal, no es un gobierno apegado a la libertad. Contra eso, y a sabiendas que la opción era un salto al vacío, que ese voto sería el comienzo de un proceso de restauración que no sería fácil, los ciudadanos votaron masivamente y con alegría por Edmundo González Urrutia, quien simboliza y unifica el anhelo de libertad del pueblo venezolano. Venezuela optó por democracia y libertad. La oportunidad de hacer mejor vida.

La dicotomía democracia / autocracia existe desde hace siglos, y cuando el anhelo democrático ha prevalecido, la humanidad ha prosperado, ha progresado.  El afán de superación individual es una sublimación del instinto natural de supervivencia, y se manifiesta en emociones como la codicia y la ambición las cuales, de por sí, no son malas, como diría Gordon Gekko en “Wall Street”. O mejor, como argumentaría durante aquel momento del despertar liberal del S. XVIII Adam Smith: cuando existen las condiciones para que cada individuo busque, persiga, trabaje por su mejora personal, toda la sociedad mejora. Es decir, el capitalismo es un mecanismo eficiente que utiliza la libertad para mejorar la sociedad como un todo.  El capitalismo se contrapone al mercantilismo, cuyas diferencias esenciales son que el primero se basa en la creación de la riqueza, el otro en la acumulación de la riqueza. El comunismo es la manifestación moderna de la mentalidad mercantilista, enfocado en la distribución de lo que para su modelo es un recurso limitado, la riqueza, la cual extrae como renta, sea de la naturaleza o de la sociedad, hasta agotarla.

Sociedades que han experimentado con esa idea de la distribución de la riqueza como base fundamental para generar bienestar social han fracasado en esa meta, y algunas ahora experimentan con lo que se puede describir como mandato autoritario con capitalismo; Rusia, China, Hungría, e incluso, con tanteos y asomos, en Venezuela. En Cuba han habido innumerables “procesos de apertura” permitiendo microempresas y otros experimentos.

Pero bajo regímenes autoritarios, estos intentos proto-capitalistas están destinados al fracaso, solo refuerzan al régimen. He definido recientemente al mandato autoritario como aquel en donde los seres humanos sobreviven y prosperan dependiendo de los caprichos oportunistas de un régimen cuyo centro ideológico es el derecho legítimo de concentrar el máximo poder en su líder. Dicho con el viejo refrán popular, tal vez revelando alguna simpatía de nuestras culturas por el mandato autoritario: “el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. Pregúntenle a Jack Ma, el fundador de Ali Baba, que tal funciona eso.

Depender del capricho oportunista, de la sombra reconfortante, de un líder autoritario, aun cuando dicho líder haga aperturas hacia el capitalismo, es una propuesta peligrosa para cualquier individuo. Más aun, es ineficiente para una sociedad e insostenible a largo plazo.

Es esa combinación de democracia con capitalismo la que genera riqueza, y tiene la capacidad de renovación y regeneración que con mayor efectividad y eficiencia incrementa el llamado bienestar social. La propuesta ganadora en las elecciones presidenciales de Venezuela, la aceptada por más de tres cuartas partes de los que pudieron votar, fue democracia con capitalismo, la combinación que ha generado la mayor prosperidad de las naciones y el mundo desde su surgimiento en el S. XVIII.

En conversaciones y comunicaciones con ciertas personas del liderazgo opositor mucho antes y después del 28 de julio, estábamos claros de que las elecciones presidenciales, aun siendo clave, no eran sino un paso, una etapa más en la restauración de la democracia en Venezuela, al igual que lo había sido el 22 de octubre del año pasado, el día en que las primarias opositoras ratificaron la dirigencia indiscutible de Maria Corina Machado como su líder. Desde hace más de dos años ya habíamos planteado la necesidad de obtener la prueba en las mesas electorales de la victoria de la oposición democrática en las elecciones presidenciales. Esta estrategia, implementada tácticamente con los “comanditos” recabando evidencias, ha demostrado fehacientemente, ante cualquier persona u organismo independiente, que Edmundo González Urrutia es el presidente legítimamente electo de Venezuela.  Desde la noche del 28 tengo la costumbre de revisar periódicamente la página web del Consejo Nacional Electoral, del CNE. Aquel día la página se cayó alrededor de las 8PM, si recuerdo bien. El régimen culpó a la oposición de hacer un jaqueo que había tumbado la página. Esa excusa, o revela una ineptidud abismal por el equipo técnico del CNE, y sus aliados internacionales, o es una mentira más grande que cualquier nariz imaginable de Pinocho puesto que hasta el día de hoy, casi cuatro meses después, sigue caída esa página.   

La estrategia para llegar hasta el final se mantiene en pie. Todas las piezas están donde deben estar y están encajando como deben encajar. El régimen ha reaccionado a la revelada desnudez de su descarado fraude con el desespero y temor de una bestia acorralada, lanzando gruñidos, zarpazos y dentelladas. Sus 200 presos políticos de costumbre, por coincidencia el mismo número que mantenía el tirano Rosas, los ha multiplicado por diez. Actualmente en las cárceles, mazmorras, y sótanos ocultos de la tiranía hay alrededor de 2000 personas detenidas con cargos espurios de incitación al odio, a la violencia y al terrorismo, cargos levantados por alzar su voz defendiendo la soberanía popular manifestada el 28 de julio. A esos 2000 se le suman centenares, miles de personas atemorizadas, refugiadas, exiladas por la persecución del régimen, por estar “en la lista”; persecución y prisión que ha resultado en muertes, escalando la violencia criminal del régimen. Recordando a Winston Churchill, ante la lucha contra la sanguinaria tiranía solo puede prometerse sangre, trabajo, lágrimas y sudor hasta lograr la victoria, la libertad. Estos héroes venezolanos son héroes de la libertad.

Por favor, un momento de silencio para los caídos.

La comunidad internacional ha sido pieza clave en debilitar y deslegitimar al régimen. El desconocimiento, incluso por supuestos aliados vecinos, del resultado "oficial" de las elecciones se mantiene como columna principal de la fuerza opositora; los homenajes y reconocimientos internacionales a la líder opositora fortalecen su posición como tal; la diplomacia experta del presidente electo en países y organismos internacionales acorralan cada vez más a las élites de la tiranía.  No voy a decir en este foro que hay negociaciones en curso con algunos miembros de esas élites tiranas. No lo voy a decir.  Las elecciones presidenciales en los EE.UU. hace unas semanas aclaran vías en esas negociaciones que no están ocurriendo con algunos miembros del régimen; esos que ven con anhelo alguna playa distante y tranquila, con familiares y amigos cercanos a su lado, lejos de hogueras, horcas y muchedumbres enardecidas. Aquellos dentro de las élites del régimen que no ven esa negociación, que no está ocurriendo, es probable que pronto se percaten de que rechazaron una oferta que no podían rechazar. Porque ya están del lado equivocado de la historia.

Esquilo, hace unos dos mil quinientos años, nos decía: “es enfermedad que llega con toda tiranía, la de no confiar en amigos”. Sabemos por qué.

La historia nos ha demostrado que la combinación democracia / capitalismo es la combinación que genera mayor prosperidad. La historia nos ha enseñado también que la democracia es un torbellino de ideas permanente, un agitar creativo indetenible, un ir y venir circular de propuestas, riñas entre lideres con opiniones contradictorias; una apariencia de caos constante, con contiendas electorales donde los vencedores se creen dueños de la razón, la verdad y el mundo, y los perdedores se rasgan las vestiduras y se halan los cabellos -- hasta la próxima elección.  

Ante el caos y la incertidumbre permanente de la democracia la ilusión del mandato autoritario que promete orden y certeza es tentadora. Todo aquel que dice o escribe que la democracia está en peligro tiene razón, siempre. Pero la democracia vale la pena; la historia nos ha enseñado que es ella en combinación con la libertad la que genera paz y prosperidad en las naciones, y por eso vale la pena luchar por ella. Todo esto nos hace recordar nuevamente a Churchill, quien calificaba a la democracia como el peor de los sistemas de gobierno, salvo todos los demás.  

Las élites del régimen venezolano, esas élites conservadoras, mercantilistas, monopólicas, tiránicas que pretenden aferrarse al poder y someter al país están del lado equivocado de la historia. Su visión de su mejor mundo posible se derrumba y algunos todavía le hacen caso cándidamente al bla bla bla del profesor Pangloss, todos los profesores Pangloss en sus medios. Pronto despertarán en el nuevo mañana de Venezuela, el nuevo mañana; porque la historia también nos ha lo enseñado: tiranías eternas no son.

Muchas gracias.

VIDEO DE LA PRESENTACION EN LA CONFERENCIA:




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Carlos J. Rangel
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domingo, 11 de agosto de 2024

LA LUZ DE LA LIBERTAD

En las primeras semanas de enero de 1958 mi tío fue detenido por la Seguridad Nacional, la policía política del régimen de Marcos Pérez Jiménez.  El primero de enero de ese año había ocurrido un fallido intento de golpe por un grupo de militares con simpatías comunistas (era la época de la Guerra Fría), encabezado por el Coronel Hugo Trejo.

En los sótanos del palacio presidencial de Miraflores, mi tío me relató que hizo amistad con gran cantidad de futuros dirigentes de la democracia venezolana, los cuales habían sido recogidos como parte de la represión iniciada tras ese intento de golpe, y como respuesta del régimen ante la creciente inestabilidad política. La oposición civil clandestina organizó en esos días, mediante volantes impresos en mimeógrafos clandestinos y pintas en la calle, una huelga general y otras movilizaciones que el régimen trató inútilmente de reprimir. La caída ocurre cuando en la Escuela Militar los cadetes se organizan en contra del régimen, el tirano ordena al ejército disparar contra los cadetes, y los comandantes del ejército desobedecen la orden.

El 23 de enero de 1958 amanece Venezuela sin dictador. Las puertas de las mazamorras se abren, y mi tío ve el sol brillar nuevamente.[1] Lo que la oposición civil y la disidencia militar no habían podido lograr por su cuenta, derrocar al régimen, se logró cuando ambos se unieron con el fin de derrocar una tiranía corrupta y autoritaria cuyos líderes ponían sus intereses propios por encima de los intereses de la nación, iniciándose así la era del experimento democrático de Venezuela que duró cuarenta años.

Debido a que a ese régimen no le interesaba realmente la nación venezolana, la falta de una transición ordenada resultó temporalmente en violencia callejera y anarquía, con la consecuente sangre derramada, en su mayoría de adeptos al régimen que no pudieron embarcarse clandestinamente a un exilio dorado.

El régimen que actualmente azota las libertades y los derechos de los venezolanos ha emprendido una ola de represión y encarcelamiento arbitrario que supone es una demostración de fuerza, cuando lo que demuestra es su debilidad. Supone, que al igual que en Cuba suponen sus líderes, lo que hace falta es unos cuantos perros ladrando para conducir un gran rebaño de ovejas. Subestima el régimen la capacidad de una nación que canta y entiende la letra de su himno nacional, cantando vigorosamente estrofas como “abajo cadenas” y “el pobre en su choza, libertad pidió” al igual que la temporalidad del “vil egoísmo”. Subestima el régimen a una nación que prende una vela, enciende una luz, que no apagará hasta que la libertad regrese para todos los prisioneros políticos.

La tragedia venezolana bajo la satrapía actual toca de manera personal a cada uno de nuestros ciudadanos, algunos más de cerca que a otros, y algunos más trágicamente que a otros, aunque ninguna tragedia personal es pequeña. Recientemente una persona con la que he interactuado frecuentemente durante los últimos cinco años o más, y le tengo afecto hasta paternal, fue apresada de manera escalofriante e injustificable por esbirros del régimen. Hasta hoy está desaparecida. Sus logros en la lucha por la libertad han sido crecientes durante ese periodo en que la he conocido, y es una joven que, para mí, representa el futuro posible de Venezuela, con amor de patria (y del beisbol). No quiero minimizar de ninguna manera la importancia de cualquier otro preso político, desde Rocío San Miguel hasta Freddy Superlano, Dignora Hernández y Henry Alviarez, o los recogidos por demostrar su patriotismo en cualquier marcha estas semanas. No quiero minimizar la tragedia personal que representa estar asilados y asediados en la embajada de Argentina, con incertidumbre diaria acerca de las intenciones del régimen; de ninguna manera quiero que se olviden a los más de 20.000 caídos por violencia del régimen, desde Bassil Da Costa, y tantos otros más derramando sangre en el asfalto de protestas cívicas, incluyendo un primo de mi esposa, hasta los asesinados por las PLO como venganza hamponil y consolidación del poder de pranes aliados al régimen. Para mí, sin embargo, la detención de María Oropeza es casi como que me hubiesen secuestrado a mi hija. Enciendo mi vela de libertad por ella y, con ella, por todos los otros detenidos arbitrariamente y sin debido proceso bajo leyes apegadas a derechos civiles y humanos básicos bajo cualquier definición de sociedad civilizada.


#PrendeUnaLuz #EnciendeUnaVela

VIDEO DE MARIA OROPEZA ENTREVISTANDO A CARLOS J. RANGEL




[1] La ola de detenciones políticas y arbitrarias desatada fue contraproducente para la estabilidad y resaltó la profunda ilegitimidad del régimen ante sus mismos partidarios. Mi tío no era activista político ni tenía afiliación partidista, era un comerciante que había sido arrestado al visitar como amigo de la familia a la esposa de un detenido político y militante copeyano que acababa de dar luz a un bebé. Esta anécdota la detallo en la primera sección de mi libro La Venezuela imposible.


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miércoles, 5 de abril de 2023

CARLOS ALBERTO MONTANER Y SU CONCEPTO DE LA LIBERTAD

 Presentación el 1 de abril del 2023 con ocasión de un homenaje a Carlos Alberto Montaner efectuado por la Fundación Club de la Libertad, en Buenos Aires, Argentina.

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Hola a todos y buenas tardes, gracias por participar en este evento. Muchas gracias Ricardo por ese excelente vistazo a la vida de Montaner. Agradezco profundamente a la Fundación Club de la Libertad en Buenos Aires, Argentina, a Alberto Medina Méndez, su presidente, a nuestro moderador, Ariel, y a los coorganizadores de este evento, la Fundación Internacional Bases, la Fundación Cívico Republicana, la Cátedra Alberdi, la Fundación Liberar, y la Asociación Civil Río Paraná, por haberme invitado a participar como ponente en este homenaje a una persona admirable, luchador incansable por la democracia de su país, en el hemisferio y el mundo. Una mente que distingue cuando se asoman el populismo o el autoritarismo disfrazados en ropaje democrático. 

Tengo el placer de conocer a Carlos Alberto Montaner personalmente. No quiero exagerar, no es que salgamos frecuentemente a comer o algo así, pero en múltiples encuentros y a través de correspondencias hemos interactuado, además de conversar sobre un par de mis ensayos que fueron de su especial interés. Sus palabras relativas a mi ensayo sobre las falacias en el pensamiento de Heinz Dietrich, y sobre mi nueva introducción a la obra clave de mi padre, Del buen salvaje al buen revolucionario, fueren especialmente alentadoras. Me honra el Club de la Libertad con su invitación para el homenaje a esta importante figura del liberalismo.

Quisiera hablar hoy acerca de Montaner y su concepción de la libertad. Otros expositores han hablado y hablarán acerca de la vida de Montaner y disculpen si repito algo, pero necesito para mis propósitos decir que a los catorce o quince años, en su isla natal, Montaner reconoce que vive en dictadura. Las condiciones en la Cuba bajo Fulgencio Batista eran limitantes y coartaban las opciones de futuro en la isla por lo cual Montaner, como muchos otros, simpatizó e incluso se unió como pudo con aquellos “barbudos del monte” que prometían acabar con eso y cambiarlo todo. Dedicó energías a la causa y sintió alivio cuando Batista salió hacia su exilio dorado buscando refugio con otros miembros de ese “club” de tiranos, primero con Trujillo, en la República Dominicana, y después con Salazar, en Portugal. Pero cuando Fidel y el Che desatan su ideal de renovación y cambio, buscando construir al “hombre nuevo” con las cenizas del viejo, rápidamente Montaner se opuso a ese ideal. Y eso no fue por haber estudiado liberalismo o dogmas filosóficos a su edad, sino porque encontraba las razones ante sus propias narices: represión, complicidad, arbitrariedad, terror; una “vida nueva” mil veces peor que la sufrida bajo Batista por tener una supuesta legitimidad ideológica, en vez de ser simplemente un régimen descaradamente plutocrático. Su oposición a la visión prometida por los barbudos lo puso preso a los 17 años, en una cárcel llena de niños compartiendo historias de padres fusilados y familias quebradas.

De esa manera su noción de libertad se forja tempranamente. Decide y logra escapar de la cárcel, llega a los Estados Unidos para reencontrase con su familia, y hasta ahora no ha vuelto a su tierra natal, pero no por eso ha dejado de ser cubano. Es aquí que se debe resaltar que, más allá de su lucha permanente en contra de la tiranía azotando su patria natal, y obviamente motivado por ella, Montaner ha conducido investigaciones acerca de las causas y palabras que mantienen a la región en un estado de mercantilismo medieval con caudillos feudales rotándose el poder. Se destacan en particular en este área de interés de Montaner sus libros, Manual del perfecto idiota latinoamericano, y Los latinoamericanos y la cultura occidental. Entre esas palabras investigadas encontramos el equívoco y escurridizo concepto de la palabra libertad, la cual hoy nos junta.

Vemos con frecuencia grandes manifestaciones, particularmente en América Latina, con gritos clamando por libertad. El himno nacional de mi país, Venezuela, con su letra escrita en 1810, incluye el verso “y el pobre en su choza, libertad pidió”. Por supuesto, el lema de la revolución francesa incluye esta reivindicación. La libertad tiene amplias variantes, pero se puede estipular que la acepción más simple y común es que uno está libre mientras no está preso.  

Pero esta condición simple obviamente no es suficiente. Estar preso no es la única situación bajo la cual no existe libertad, pregúntenselo si no a ese pobre en su choza. El argumento de mucho dictador hoy en día es que existe libertad bajo su autoridad puesto que esas turbas no pudiesen salir a la calle alterando el orden público si no fuera así.  Pero, la realidad es que se puede argumentar que hay personas que dentro de una cárcel están más libres que otros caminando por estas calles de Dios. No recuerdo bien si es apócrifa o auténtica la anécdota del notorio déspota argentino, Juan Manuel Rosas, de mediados del S. XIX; esa anécdota que relata que todos los meses apresaba unos 50 ciudadanos al azar para soltarlos un mes más tarde, sólo para demostrar su poder. Ese no era un pueblo libre. La puerta giratoria periódica en Venezuela es de alrededor de 100 presos políticos, del total de unos 300 en cualquier momento. Ese no es un pueblo libre.

Montaner ayuda a clarificar el sentido moderno de lo que es la libertad. Para él la libertad individual es el control propio sobre las decisiones. En sus propias palabras: “Es la facultad que tenemos para tomar decisiones basadas en nuestras creencias, convicciones e intereses individuales sin coacciones exteriores”.  La pérdida de la libertad se identifica cuando: “el estado decide dónde vas a trabajar, cuanto vas a ganar, qué vas a estudiar, que vas a leer, que es conveniente que tú creas o que es conveniente que tú rechaces; llega al extremo del estado decidir sobre tu corazón y a decirte ‘ustedes no pueden tratar a sus parientes desafectos al régimen’”.

Esta definición de Montaner visualiza las vías hacia la pérdida de la libertad y todas conducen a una meta común: el estado como un gigante y poderoso monopolio. La libertad que nos define Montaner es un antídoto a ese poder del estado. Su lista acerca de la pérdida de la libertad es esclarecedora: si el estado controla todas las oportunidades de trabajo, obviamente decide donde trabajas y cuánto ganas; si el estado controla la educación, decide quién estudia y qué es lo que estudia; si el estado controla la información, decide quiénes son los buenos y quiénes son los villanos; y si el estado tiene tanto poder, lo mejor para uno es ser amigo del estado y denunciar a quién no lo sea, así sea esa persona familia de uno.  Esta condición, este Mundo Feliz de Aldous Huxley donde al individuo se le ha limitado o quitado la capacidad de decidir, no es ficción. Lamentablemente esta situación extrema se vive hoy día en Cuba, se vive en Venezuela, en Nicaragua; existe en Irán y en Rusia; en Corea del Norte.  

Hay una observación importante que hacer sobre esta lista de países que acabo de mencionar. No solamente son los regímenes llamados de izquierda los que destruyen la libertad. Montaner nos recalca que sus denuncias se refieren a regímenes autoritarios. La amenaza a la libertad no viene solamente de la izquierda, sino también de la derecha. La dicotomía no es entre ideologías sino entre formas de gobierno: la democracia y el autoritarismo. Carlos Rangel, su gran amigo, detalla en El Tercermundismo, su libro más profundo sobre el tema, las tácticas del imperialismo soviético alentando autoritarismos, ahora un legado toxico en el mundo. Es por este legado tóxico que hay mayor aceptación de gobiernos autocráticos con ropaje izquierdista entre la comunidad de las naciones y entre las elites imbuidas de falsa intelectualidad, que con gobiernos opuestos a esa ideología; y es por ese legado que pululan, como zombis de la guerra fría, autócratas que se auto-declaran “revolucionarios izquierdistas”.

Montaner está en el bando de aquellos que perciben la libertad definida por el individuo, más que por las condiciones externas al individuo. Al centrarse más sobre el individuo que en el utilitarismo, Montaner nos permite ampliar el concepto de libertad. Su definición es así una denuncia contra personas y gobiernos acomodaticios que con la excusa de Realpolitik negocian con regímenes autoritarios para tener acceso a recursos naturales, bellas playas, mano de obra barata o peor, simple complicidad. Pero más allá de eso, la definición de Montaner nos hace ponderar los límites que aceptamos a nuestra capacidad de decisión. En su más reciente libro, Sin ir más lejos, que prefacia como su último, nos dice que él esperaba retornar a Cuba; a una Cuba libre del régimen que ha llevado esa isla a la ruina. Nos dice que piensa que eso ya no será posible en lo que le queda de vida. Conozco personas que dicen o les ha ocurrido lo mismo con Venezuela. La reunificación alemana nos hizo ver las cadenas que no solo los que vivían en Alemania Oriental cargaban, sino también las de sus hermanos en Alemania Occidental. Es una liberación que anhelan también los Coreanos del Sur. Los regímenes autoritarios exportan su represión de la libertad a los corazones de todos aquellos que se han escapado. Montaner no puede decidir libremente ir a Cuba. Sabemos sin duda lo que le sucedería si lo hiciera. Las garras de la represión del autoritarismo se extienden y hacen sufrir a millones. Lo vemos con el régimen cubano, con el Chile de Pinochet, la Rusia de Putin, con el régimen iraní, y con todo gobierno cuya meta es la acumulación y permanencia en el poder a toda costa.

Pero ¿por qué es importante la libertad, a fin de cuentas? Esta no es una pregunta capciosa, sino importante. En su discurso de aceptación del IV Premio Juan de Mariana en el 2010, Montaner asocia la libertad a la dignidad humana citando la definición del cubano José Martí, quien afirma que la "libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y hablar sin hipocresía". Montaner nos dice que “Las tiranías nos arrebatan el derecho a ser honrados cuando nos obligan a aplaudir lo que detestamos o a rechazar lo que secretamente admiramos...” creando así lo que él llama “una incómoda disonancia psicológica,” y una conducta hipócrita que “hiere al que la practica y repugna al que la sufre.” La libertad exalta la dignidad humana, esa condición interna al individuo.

Vale la pena citar algo más de ese discurso, donde nos clarifica el propósito más utilitario de la libertad con base en esa condición interna. Relata Montaner “Cuando el socialista español Fernando de los Ríos preguntó a Lenin cuándo iba a instaurar un régimen de libertades en la naciente URSS, el bolchevique le respondió con una pregunta cargada de cinismo: ‘Libertad, ¿para qué?’. Sigue entonces Montaner:
La respuesta es múltiple: libertad para investigar, para generar riquezas, para buscar la felicidad, para reafirmar el ego individual en medio de la marea humana, tareas todas que dependen de nuestra capacidad de tomar decisiones. La historia de Occidente es la de sociedades que han ido ampliando progresivamente el ámbito de las personas libres. Poco a poco arrancaron a los monarcas y a las oligarquías religiosas y económicas las facultades exclusivas que tenían de decidir en nombre del conjunto. Los pobres y los extranjeros alcanzaron sus derechos. Lo mismo sucedió con las razas consideradas inferiores, con las mujeres, con las personas marginadas por sus preferencias sexuales. La esclavitud, finalmente, fue erradicada.”

Montaner, a lo largo de su obra, nos ofrece esa idea sencilla en múltiples facetas: la libertad genera prosperidad. Esto no es una propuesta o postulado hipotético, es una realidad concreta. Los países que tienen los más altos índices de libertad en el ranking del Freedom House, están correlacionados positivamente con el índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas, ese índice que combina el PIB, mortalidad, salud, educación, seguridad, etc., para cuantificar el bienestar de una sociedad. Objetivamente, esta es la realidad: la libertad es el mejor vehículo para el bienestar y la prosperidad social.

Carlos Alberto Montaner tiene la desgracia de ser una de esas personas que piensan. Eso, y su aguda perspicacia, lo ha condenado a tener que denunciar las grandes idioteces que utilizan sátrapas de toda estirpe para justificar lo injustificable. Lo injustificable que arruina vidas, pueblos y naciones cuando claramente la historia nos ofrece la oportunidad de observar infinidad de opciones políticas y sus consecuencias que, con algo de empatía y sentido común, sirven para modelar sociedades con mayor prosperidad y bienestar. Estas denuncias de Montaner son centradas en una idea que le fue inculcada desde temprana edad: la libertad, vivida como una decisión.

Muchas gracias.

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lunes, 9 de enero de 2023

ESTRUCTURAS DE CORRUPCIÓN: LA POBREZA DE LAS NACIONES

Entre los temas que surgen con frecuencia en las pugnas políticas de Latinoamérica está el tema de la corrupción. El vocablo ¡corrupto! se lanza como improperio por opositores de todo bando para descalificar a rivales o atacar instituciones. Es un término que por su uso constante y ubicuo se ha devaluado como una vil moneda sin respaldo. Esa devaluación y ubicuidad es precisamente lo que hace difícil combatir a fondo esta lacra económica que corroe las instituciones y la moral de los ciudadanos. La corrupción existe. La corrupción empobrece al país. Recursos son desviados a bolsillos que inmisericorde e indiferentemente permiten el empobrecimiento de la condición y productividad general, creando desigualdad injustificable y miseria creciente. La corrupción no es un delito sin víctimas.

Para entender la corrupción es posible que nos ayude una premisa básica del capitalismo: cada quien tiene interés propio en mejorar su condición de vida. En su esencia esta no es una característica perniciosa y es más bien una sublimación de una condición animal básica: el instinto de supervivencia. Este instinto ha sido canalizado para el bien de la sociedad bajo reglas de convivencia a sabiendas que, y según Hobbes, sin estas reglas sociales y un Leviatán que las imponga, la vida es brusca, brutal y corta. 

Se puede argumentar que con esas reglas (leyes) el interés propio se convierte en un motor de crecimiento dinámico para la sociedad, creando riqueza y satisfacción para todos sus miembros y, por supuesto, desigualdad. Igualmente, se puede argumentar que esa desigualdad material es un estímulo para la creación de mayor riqueza, cuando se combina con la igualdad de oportunidad, impulsando el trabajo, la creatividad y la renovación. Nuevamente el estado tiene un papel en la creación de esta igualdad de oportunidad, empezando por un sistema de seguridad y justicia que protege al individuo, a los contratos y a la propiedad privada, fortaleciendo sistemas para distribuir la mejora individual (educación y salud), y estimulando el desarrollo de infraestructura.

El propio Adam Smith reconoce en su tratado sobre la riqueza de las naciones que debe haber un coto a la capacidad de un individuo para acaparar el mercado, es decir, que el interés propio como creador de riqueza puede llegar a distorsionar el mercado si se le permite a un individuo o un pequeño grupo de individuos distorsionar las fuerzas del mercado. Esto es válido tanto para los monopolios oligarcas como para los monopolios del estado. Toda fuerza monopólica que distorsiona al mercado va en detrimento de la mejora y la creación de la riqueza de la nación.

Cuando el gobierno se convierte en un instrumento de las élites monopólicas (sean de oligarcas o del mismo estado) para la dominación de los ciudadanos, el estado de derecho que mantiene a raya aquel pre-estado Hobbesiano se debilita y el mejor negocio, la manera de prosperar, es ser amigo del gobierno. Es la condición en la cual las leyes se aplican a los enemigos y se ignoran para los amigos. Un estado estructurado de esta manera no tiene interés en crear igualdad de oportunidad puesto que esta es la base para el cambio de las élites, la búsqueda de la felicidad Jeffersoniana, y la creación destructiva de Schumpeter; es decir, la renovación de la sociedad y de la economía. Por supuesto que élites enquistadas en el poder no tienen ningún interés en ser renovadas, desplegando todo su poder en ejercicio del básico instinto de supervivencia. 

Siendo así las cosas, una sociedad rentista-mercantilista combinada con unas élites enquistadas sin interés de renovación, es casi inevitable el crecimiento del estado en un pulpo burocrático gigante. Si es un gran negocio ser amigo del estado, mejor negocio todavía es ser el estado. En un círculo vicioso de amiguismos y componendas, se construye una inevitable, creciente y simbiótica estructura de corrupción.

Si el modelo de estado y sociedad se basa sobre la transferencia de riqueza rentista en vez de la creación de riqueza, la corrupción es inevitable, y todo el mundo espera y supone que ocurra. Esto trae como consecuencia tres cuasi-paradojas políticas observables con frecuencia en muchos países latinoamericanos:

·        La inevitabilidad de la corrupción, y la expectativa de que cualquier persona en funciones del gobierno es corrupta, genera una especie de dilema de prisionero para los funcionarios públicos. Siempre serán corruptos en la opinión pública aun sin pruebas ni demostración, por lo cual, algunos caen en la racionalización de “si no lo hago yo, lo hace el otro, el siguiente o el de más allá.” Cualquier funcionario no sabe a ciencia cierta si su colega es corrupto o no, pero los dos serán igual e invariablemente presuntos corruptos.  La paradoja es que aun si no lo son el sistema los incentiva a serlo, y siempre serán acusados de serlo.

·        No importa si los funcionarios son corruptos con tal de que repartan riqueza, o al menos la promesa de riqueza y bienestar. De allí vienen sentimientos como los reflejados en frases como “roba, pero hace obra”, justificativo común para muchos dictadores de derecha, o “con hambre y desempleo, con Chávez me resteo” o similares para populistas como Chávez que en campaña electoral decía regalar viviendas a la gente, cuando en realidad era un papel con una promesa (mayormente incumplida) de que les seria concedida una vivienda en un futuro. Se estima que la fortuna personal de Hugo Chávez cuando murió superaba los US$500 millones, aunque hay quienes las estiman muy superior. Se acepta “el buen patrón” que cuida a sus esclavos, haciendo ganancias corruptas a expensas del erario público cuando reparte gratuitamente condiciones mínimas de subsistencia como, por ejemplo, “bolsas CLAP”. La paradoja es que la corrupción no es mala si se reparten sus frutos (o si se promete su repartición).

·        Todo político opositor siempre acusa a todo político en el gobierno de corrupto, aun cuando exista rotación de liderazgo y partido. No hacen falta pruebas basta la denuncia por lo cual, cuando se obtienen pruebas, éstas son ignoradas o denunciadas como falsas y/o interesadas. La paradoja es que la corrupción pierde valor como denuncia política.

En una sociedad con estructuras de corrupción establecidas en su sistema de gobierno, el valor moral de la misma sociedad también se corrompe. En el caso de Venezuela, es paradigmático el uso de tasas de cambio preferenciales utilizadas por funcionarios de gobierno para comprar bonos de la deuda a dólar preferencial y cobrar intereses (y revender los bonos) a dólar libre. Pero al mismo tiempo las tasas para estudiantes, para turistas, y para el ciudadano de a pie permitieron el gran desfalco de las reservas del país, convirtiendo a la clase media en cómplice del arbitraje cambiario que lo hizo posible. Hasta el día de hoy la degradación moral que representó esa estructura corrupta creada por el gobierno chavista afecta el sentido del bien y el mal en el país, justificándose con la excusa de la “viveza criolla” y que “si no lo hubiese hecho yo, lo hubiese hecho mi cuñado”. 

Hay gente corrupta. Hay funcionarios que abusan de sus cargos extorsionando -no existe mejor palabra que describa su conducta- a entidades del sector privado, o incluso otras entidades públicas para provecho de su bolsillo. Estas personas aprovechan las estructuras de corrupción creadas y la debilidad del estado de derecho para cobrar desde una pequeña “multa” en efectivo o hasta hacerse multimillonarios. Combatir la corrupción no es únicamente poner preso a estos corruptos, hay que desmantelar también las estructuras que crean la oportunidad para estas personas a conducirse de manera corrupta de manera impune y hasta celebrada por la sociedad, la cual a veces se ha calificado como “sociedad de cómplices”, donde cada uno espera que le llegue su turno para repartirse el botín que promete el estado empresarial. Un estado empresarial donde no hay verdaderos accionistas o dolientes de los resultados de la empresa, solo un sistema conducente a la depredación de sus activos.

Ante esta situación de corrupción estructural, la manera de combatirla de manera efectiva es cambiar las estructuras.  Los incentivos en las llamadas “empresas del estado”, a falta de algún gerente excepcional (y, a la larga, sustituible), no son conducentes a eficiencias ni creación de riqueza y bienestar – todo lo contrario. Al desviarse el estado de sus razones fundamentales, resguardo de seguridad y fronteras, justicia equitativa y creación de condiciones para la oportunidad de los ciudadanos, se distorsiona, por no decir tulle, la capacidad creativa de la sociedad. El potencial de los recursos del país, sean naturales o humanos se limita a una extracción y repartición de rentas, con un inevitable crecimiento en el estancamiento y la desigualdad social. La limitación en el crecimiento de la riqueza y su acaparamiento por los mecanismos de corrupción crea gran descontento social, únicamente contenido mediante represión en aumento.

Cambiar las estructuras gubernamentales conducentes a la corrupción implica reducir el tamaño del estado. Implica privatizar funciones que no son inherentes a la función estado como, por ejemplo en Venezuela, las empresas del estado que se ocupan desde la distribución de alimentos hasta la hotelería, pasando por agricultura y comercio e incluyendo cerca de 150 empresas manufactureras. Incluso implica fortalecer las ONG y las organizaciones intermediarias para cubrir funciones sociales y humanitarias suministradas de manera más efectiva por estas. Pero la transformación del estado pulpo a un estado leopardo no es sencilla y tiene sus propias trampas de corrupción. El caso más visible de esto es la transformación de las empresas de la Unión Soviética en una serie de oligopolios otorgados a socios del antiguo régimen bajo un disfraz de privatización acelerada. 

La protección de los activos de la nación y la transferencia de recursos a nuevas empresas privadas de manera transparente es un gran reto jurídico, comercial y político, pero mantener las estructuras existentes que incentivan la corrupción solamente hará crecer la miseria, la desigualdad, las obras abandonadas y unos pocos bolsillos a la cabeza del régimen y los de sus amigos. Esa no es la via hacia la riqueza de una nación. 

CJR

Para otras reflexiones de Carlos J. Rangel sobre la corrupción véase la reseña del libro “LAS MUÑECAS DE LA CORONA”, por la periodista Ibéyise Pacheco.




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