Analytics

Mostrando las entradas con la etiqueta Caldera. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Caldera. Mostrar todas las entradas

sábado, 11 de marzo de 2023

¿LOS PUEBLOS TIENEN EL GOBIERNO QUE SE MERECEN?

La pregunta que titula y motiva este ensayo surge ante los resultados de una encuesta que está circulando este mes, elaborada por la firma Meganálisis, y que busca establecer la intención de voto hipotética de una candidatura de Chávez para la campaña presidencial. Esa pregunta es: “Si Hugo Chávez estuviera vivo, y fuese candidato Presidencial, ¿Usted votaría por Chávez?”

No tengo por qué dudar de la confiabilidad de la encuesta y el método (teléfono residencial, una persona por hogar), pero dadas las circunstancias del país, los resultados no son sorpresa: casi el 71% de los encuestados responde "NO". El 29% restante se divide entre el "SI" (17%) y el "NO SABE" (12%), con un MdE de 3,86%. Esto no es noticia. Las implicaciones para candidaturas opositoras, sin embargo, francamente lucen poco favorables, dada la historia electoral de Venezuela y su tendencia reciente del voto y participación electoral. Los resultados de esta encuesta son positivos para el chavismo y su eventual candidato presidencial.

Aquellos que no recuerdan la historia están condenados a repetirla, dijo un sabio español que yace en una tumba en Roma, olvidado por muchos. Cuando a Chávez le fue sobreseída la causa por su intento de derrocar al gobierno de CAP y sale de su celda de Yare en 1994, en las encuestas de posibles candidatos a las elecciones de 1998 el comandante tocaba fondo con alrededor de 8% de intención de voto.  Sin embargo, y según cifras oficiales que podemos estipular como confiables, ganó esas elecciones con el 56,20% de los votos tabulados. Esa es la cifra que circula entre los propagandistas y de la que se ufanó en su discurso de victoria en la Plaza del Ateneo, anunciando un nuevo amanecer para Venezuela, declamando que “¡el por ahora, se convirtió en el llegó la hora!”. La que no mencionó Chávez ese día ni circula como dato es la gran abstención en esas elecciones, casi del 37%. Si se calcula el porcentaje de votos obtenidos por Chávez a partir del total del Registro Electoral, su elección de 1998 la ganó con el 33% de los votantes inscritos, un tercio del país. Es decir, casi 70% del electorado no votó por Chávez. Esa cifra está dentro del margen de error de la encuesta de Meganálisis en marzo de este año.  

Las primeras cuatro elecciones de la era democrática en Venezuela tuvieron participación de 95% o más del electorado. Es a partir de 1978 que comienza a disminuir la participación, alrededor del 85% todavía, pero atribuible a los ataques al sistema democrático de pequeños partidos atacando a la “falsa democracia” para restarle votos a los partidos tradicionales. Así comienza la actitud cínica y apática sobre el proceso electoral y los partidos. Toca fondo esta actitud con “el chiripero” en las elecciones de 1993, arrojando una participación de 60% del electorado. Chávez en 1998, con sus promesas redentoras del sistema, logra activar su base electoral, subiendo la participación al 63% de los inscritos en el REP. A partir del 2000 las estadísticas son menos confiables, debido a irregularidades en el registro electoral, y fraudes observables y documentados en las elecciones desde entonces.

Es indudable que hay un sector “duro” del chavismo que la encuesta de Meganálisis nos hace suponer que ronda entre el 15 al 20% del electorado.  Se han ganado elecciones presidenciales en Venezuela con el 29% de los votos (1968, Rafael Caldera, participación 96.72%), lo cual nos lleva a la conclusión de que, dada su “base dura”, el candidato del chavismo tiene amplia oportunidad de ganar, en particular en una elección con baja participación del electorado.  La otra conclusión es que, con una gran participación electoral, es posible que gane un candidato opositor al chavismo por lo mismo de que la “base dura” es igual o menor al 20% del electorado. 

Hay tres sectores mermando la participación electoral: (1) personajes del gobierno que difunden la idea de que la elección ya está perdida por la oposición, diciendo que no hay manera de que pierda el candidato oficial e insinuando abiertamente su capacidad y voluntad de cometer fraude electoral; y (2 y 3) personajes de la oposición que conceden esa “realidad”, unos por la supuesta abrumadora hegemonía del chavismo, otros porque no piensan que se podrá ganar contra el fraude anunciado, o cobrar victoria: la "falsa democracia". 

Los miembros de la oposición concediendo de manera anticipada y en mentalidad derrotista la victoria del hegemonismo chavista nos presentan esto como una realidad práctica. Nos ofrecen una convivencia con el régimen que conceda (por su gracia y beneplácito) aperturas de limitados sectores convenientes para sus intereses y posibles migajas para los demás. Esta convivencia, este vivir con la cabeza agachada, es aceptar el modelo social y económico que ha llevado nuestro país a la ruina; es conceder que el 94% o más de la población viviendo en pobreza y 75% en pobreza extrema es un costo aceptable; es aceptar que las mejores oportunidades para nuestros hijos nunca existirán en Venezuela; es considerar inevitable que la infraestructura del país sea mal construida (si acaso) a sobreprecio por cómplices del gobierno; es, en fin,  aceptar un modelo de país que mantiene las condiciones existentes para una ciudadanía que las debe aceptar sin reclamo y echarse a disfrutar mal que bien su condición de víctima. ¿Es ese el gobierno que se merecen los venezolanos?

Podemos aprender de la historia, y la historia nos enseña que desconfiar del proceso democrático es abrirle la puerta al fraude; que descartar los procesos y mecanismos que nos permiten vivir en democracia como ejercicios inútiles, hacen que efectivamente sean ejercicios inútiles. Destruir la democracia comienza al perder la confianza en ella. Es por eso que, comenzando con el proceso de la primaria, los ciudadanos venezolanos que quieran demostrar que el gobierno que tienen no es el que se merecen tienen que alzar su voz más allá de un cacerolazo y más allá de una marcha; tienen que usar su voz electoral y votar masivamente, la mejor protesta que se puede hacer contra el régimen.

Las elecciones presidenciales del 2024 son una oportunidad única para Venezuela. Es probable que ese domingo por la noche en octubre, noviembre o diciembre del 2024, el CNE anuncie una victoria por poco margen del candidato de gobierno. Pero sabemos que si hay una participación masiva del electorado, que si hay una movilización ciudadana sin precedentes que refleje la voz de Venezuela, la voz que dice ¡ya basta!, ese fraude no podrá cuajar. En ese momento, la protesta cívica, la defensa de la constitución, y las presiones internas y externas harán caer la dictadura, cambiarán el régimen y enderezarán los destinos de Venezuela. El fraude anunciado será desenmascarado con la logística democrática preparada anticipadamente de testigos ciudadanos en cada mesa y centro de votación que documenten y difundan al mundo en tiempo real la realidad de la elección. Es en ese momento que la población venezolana demostrará al mundo cuál es el gobierno que se merece y defenderá su victoria. Y todo comienza desde ya con el voto de cada ciudadano que confía en su voz, no se deja confiar por las encuestas suponiendo que otro votará por él o ella, y no le permite al régimen que cuente su voto como más le convenga y sin consecuencias. Ejercer tu derecho al voto es el primer paso para renovar a Venezuela. Y eso no es imposible.



viernes, 6 de enero de 2017

Manifiesto por Venezuela

Hace casi sesenta años, una generación de venezolanos se manifestó en contra de un gobierno que coartaba participación, limitaba oportunidad y detentaba las herramientas del poder con aras a mantenerse en el mismo. Esta generación originaria contaba con líderes e intelectuales provenientes de múltiples sectores; que habían sido perseguidos y asediadados; forzados a la clandestinidad o al exilio por decreto o por principio; con venezolanos de larga data, de generación reciente y de adoptivos.

Algunos de estos originarios habían participado en el primer experimento democrático de la segunda mitad de la década de los ‘40 y reconocieron los errores de ese período, tratando de corregirlos y ser más incluyentes en este nuevo intento democrático. Todos ellos veían en el país un gran potencial de futuro al alcance de la mano y aquel gobierno de turno, transformado en régimen de dictadura, mantenía los rezagos del personalismo haciendista del pasado. Al sacudirse de ese régimen, y ante la oportunidad de reconstruir las bases de la república los principios liberales de estos originarios incluyeron:

  •         Protección de la dignidad humana
  •         Igualdad de oportunidad
  •         Igualdad ante la ley
  •         Respeto a las minorías
  •         Libertad de expresión tanto en voz como en voto
  •         Derecho a la propiedad individual

Estos principios parten del derecho universal a la libertad, derecho fundamental adquirido por todo ser humano nacido en esta tierra. Estos principios fueron base de constitución, gobierno e ideología de la hoy llamada “Cuarta República.” Como todo principio idealista, fueron metas a lograr, a perseguir y por luchar. Su implementación incluyó la supeditación de las fuerzas armadas a la sociedad civil (incluyendo separación en forma e institución de las FF. AA. del mundo político), la representación proporcional de las minorías políticas, la no reelección inmediata, y la Independencia del poder judicial, entre otras.

Los años sesenta fueron un período de transición con atentados contra esa promesa de futuro tanto por agentes externos, títeres de la guerra fría, como por agentes internos con ambiciones de poder, reforma unipersonal y costumbres caudillescas. Ante estos embates, los originarios tomaron atajos institucionales y debilitaron sus principios base, infringiendo libertades y derechos, alienando minorías, suspendiendo garantías a conveniencia, y alimentando demagogias y populismos tanto a su favor como en su contra, llevando eventualmente a una crisis de madurez política.

Sin madurez política no existe desarrollo posible. La madurez política consiste en proteger los principios universales sobre los cuales se basa el Estado. El desarrollo consiste en estructurar un sistema que permita al individuo maximizar su potencial posible ajustado a esos principios y a los derechos humanos y sociales del hombre. El deber primordial del Estado es defender dicho sistema y crear las condiciones que permitan oportunidades para ese desarrollo individual, semilla del desarrollo nacional.

Hemos visto lo que la falta de madurez política nos ha traído. Líderes políticos aprovechando su posición, otorgada de buena fe por el pueblo elector, traicionaron los principios de defender el estado de derecho y de crear condiciones de oportunidad individual. De esta manera la nación fue llevada a las condiciones en las que se encuentra hoy, tres generaciones después del inicio de aquel experimento democrático original.

El gobierno de Venezuela a principios del S. XXI, nuevamente transformado en régimen de dictadura, ha traicionado al país y su potencial. Las causales de dicha traición son arrogancia, sectarismo y ambición de perpetuidad en el poder. La traición se manifiesta con el sufrimiento y daño causado a la nación mediante acciones directas e intencionales, entre las cuales se pueden enumerar las siguientes:

  • Ha infligido destrucción de bienes patrimoniales de la nación, tanto naturales como humanos.
  • Se ha burlado de la defensa de los derechos humanos y sociales de todos los venezolanos, incluyendo vida, libertad, salud, trabajo y educación.
  • Ha pervertido la democracia representativa, distorsionado el sistema electoral y desconociendo la voluntad popular tanto de resultados como de intención.
  • Ha causado el empobrecimiento brutal de la población, insistiendo en la aplicación de un modelo asfixiante de toda iniciativa que no esté bajo el control estricto del estado mediante usurpación, regulación excesiva o amenaza directa.
  • Ha abdicado la soberanía a naciones extranjeras tanto en los recursos del país como en su defensa, haciendo negocios, tratados, hipotecas y acuerdos secretos con naciones y entidades extranjeras.
  • Ha supeditado el poder civil al poder militar, denigrando el rol de ambos en la conformación de un Estado centrado en la libertad del ciudadano como condición básica.
  • Ha obstruido la administración de justicia y la legalidad, interfiriendo repetidamente en la independencia judicial con el fin de reprimir oposición legítima a sus políticas.
  • Ha protegido y facilitado prácticas corruptas y criminales de sus miembros, adeptos y acólitos, contribuyendo activamente al colapso del contrato social basado en el respeto a la ley, la propiedad y la vida.
  • En afán de hipertrofia cancerígena ha debilitado, intervenido, socavado, sustituido, callado  o atacado organismos e instituciones independientes de la sociedad civil tales como sindicatos, cámaras de comercio, asociaciones vecinales o educativas, la iglesia, colegios y gremios profesionales, la prensa y otros que canalizan y amplifican la voz ciudadana ante el gobierno.
  • Ha sembrado y exacerbado odios fratricidas entre el pueblo venezolano dividiendo y debilitando el gentilicio nacional.
  • Ha esquivado la responsabilidad de defender la integridad física de la nación al desistir, por conveniencia política de una nación extranjera, a la negociación legítima del diferendo territorial del Esequibo.

Estas causas enumeradas bastan para inculpar al régimen de usurpadores que manejan los destinos de la nación de traición a los principios fundamentales que conforman un estado y un país, y la protección y defensa de sus pobladores. Ante esa traición, es legítima la invocación de defensa implícita en el artículo 350 de la Constitución vigente de la nación:

“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”

Hay venezolanos en el territorio y en el extranjero dispuestos a ser fieles a esa lucha. Dispuestos a poner en práctica ideales para construir un futuro posible que necesita reconocer el pasado y utilizar el presente; que necesita reconocer que construir un país es un proceso permanente, no una meta lograda; que necesita de todos los venezolanos, permitiendo que sea cada uno el que construya su parte del país.

El régimen de usurpadores ha traicionado lo que significa ser gobierno y será juzgado como tal. Los colaboradores desde la oposición facilitando el subdesarrollo político serán llamados a justificar su responsabilidad. La República de Venezuela ha sido, es y será siempre una sola y los principios universales que rigen estados bajo preceptos de justicia, respeto a los derechos y democracia prevalecerán cuando el pueblo unido reclame y ponga a usurpadores y colaboradores en su lugar de la historia. Así será.

-----

ESTE ENSAYO Y OTROS ESTÁN DISPONIBLES EN SU TOTALIDAD EN
LA VENEZUELA IMPOSIBLE: 


jueves, 1 de octubre de 2015

Promesas Cumplidas


Chávez cumplió su promesa de conducir al país hacia un nuevo destino, una nueva sociedad la cual, en su mente, comparaba con un mar de felicidad.  Desde un primer momento visualizaba al modelo cubano como el modelo a seguir y nunca lo negó. Quienes negaron que el proponía esa vía fueron un gran número de venezolanos, empezando por los medios de comunicación y los políticos que se dejaron seducir por el discurso y los ojos de Chávez.

Poco después del intento de golpe de estado el 4 de febrero de 1992 por Chávez contra el presidente Carlos Andrés Pérez, el mundo político respondía de la siguente manera: 
2 de Abril 1992: La Marcha del Silencio exige la “libertad de los insurgentes y la renuncia de Pérez.” La marcha fue convocada a pesar de estar las garantías suspendidas a raíz de la intentona golpista.
Oswaldo Álvarez Paz (27 de Abril, 1992): “No tengo dudas en cuanto a la rectitud de propósitos que los animó a la aventura del 4-F.”
Claudio Fermín (octubre 1992): hay que considerar “la posibilidad de decretar una amnistía para los militares y encapuchados” del golpe.
Luis Herrera Campíns (2 de noviembre 1992): el expresidente “considera posible que los rebeldes de febrero puedan aportar ideas para salir de la crisis, por lo que reta al Presidente Pérez a ponerlos en libertad y permitir que busquen sus votos en la calle”.

Solo pasarán veinticinco días de esas declaraciones de Herrera Campíns cuando...


-----

ESTE ENSAYO Y OTROS ESTÁN DISPONIBLES EN SU TOTALIDAD EN
LA VENEZUELA IMPOSIBLE: 



VENEZUELA HOY Y SU NUEVO MAÑANA

 El 21 de noviembre de 2024, El Club de la Libertad, en Corrientes, Argentina, invit ó  a Carlos J. Rangel a hablar acerca de Venezuela, su ...