El 23 de enero de1958 marca el inicio de la segunda era democrática en Venezuela, era cuyo ocaso comienza en 1992, pero vira decididamente hacia el autoritarismo militar tras los eventos de abril del 2002. El 23 de enero del 2019 se estableció el experimento constitucional del interinato, con el propósito de destacar la usurpación ilegítima del poder del estado e intentar instrumentar una vía hacia la restauración democrática. También a principios de enero, pero esta vez el 15, en 2018, el régimen autocrático ejecutó vilmente a unos jóvenes expolicías y exmilitares que habían depuesto sus armas para entregarse a la mal llamada justicia del régimen. En aquel momento, aquel día, mi reacción escrita el 23 de enero, fue la siguiente:
“A pesar de entenderlo, estoy en
desacuerdo con el lema “ellos no se rindieron…”, por confundir la verdad de los
hechos. Ellos sí se rindieron ante las fuerzas del “orden” que venían por
ellos. Por supuesto no se rindieron en sus ideales y sueños de libertad, pero
sí ante los que los asediaban para apresarlos. Ellos se rindieron, pero los
sicarios que venían por ellos tenían órdenes de no aceptar dicha rendición.
Ellos se rindieron físicamente, a sabiendas que lo que les esperaba era tortura
y sevicia por no rendirse moralmente. Pero sus asesinos no aceptaron esa
rendición.
Estos jóvenes son héroes y
enturbiar su heroísmo con confusiones no los enaltece. Ellos murieron con
honor, creyendo en Venezuela y su lucha por la libertad tanto que hacían un
llamado a todos a unirse con ellos y, al final, un llamado por las redes
sociales para que la inmolación que veían por venir no fuese en vano.
Ellos fueron traicionados por un
régimen terrorista que no tiene ningún interés en el estado de derecho ni las
apariencias del mismo. Ellos lucharon por una Venezuela mejor, por un diálogo
mejor, por una conciencia mejor de lo que representa ser ciudadano.”
Pero Oscar Pérez no fue ni el primero ni el último de una larga lista de víctimas en el seno de las fuerzas militares y policiales que han tomado conciencia acerca de lo que representa el régimen “cívico-militar”. Ese parapeto que Chávez soñaba imponer sobre la república desde que lo concibiera en 1992 con su panfleto “¿Y cómo salir de este laberinto?”.
Actualmente hay entre 150 a 200 o hasta más miembros activos y “retirados”
de las fuerzas armadas y policiales presos en mazmorras del régimen
por oponerse y objetar la corrupción y las violaciones a los derechos de los venezolanos.
Hay cientos, si no miles de efectivos desde raso al alto mando y retirados
viviendo en el exilio como opositores a las acciones de sus antiguos compañeros,
comandantes y altos funcionarios del régimen que van en contra de los mejores
intereses de la nación. Son patriotas en contra de la corrupción, el narcotráfico
y la guerrilla, y a favor de los derechos humanos y constitucionales de sus conciudadanos.
En las cárceles languidecen y mueren
estos patriotas opuestos a la arbitrariedad y violencia contra nuestro país
perpetrada por el régimen encabezado por un usurpador que tiene precio a su
cabeza en el mundo de la justicia internacional.
Estos representantes de las fuerzas del orden público y defensa nacional opuestos
al régimen incluyen desde el fallecido General Raul Isaías Baduel, pasando por
el comisario Iván Simonovis forzado al exilio, hasta un soldado raso cuyo
nombre se identifica solamente como Rafael y que, junto con su destacamento, negó acatar la orden de disparar contra
manifestantes civiles en 2017. A Rafael no le quedó otra opción sino desertar y
finalmente huir, atravesando las selvas del Darién hasta llegar a los Estados
Unidos, buscando libertad y medios para sostener a su mamá, esposa e hija, que
viven por ahora humildemente en una casita en los Andes. Rafael cree en la
libertad y en los ideales de justicia y convivencia en Venezuela, pero sabe que
bajo este régimen usurpador no existen ni existirán.
Y esa es una gran traición. Esa es LA gran traición de Hugo Chávez. Porque
Hugo Chávez llegó al poder prometiendo justicia y paz social; prometiendo
acabar con la corrupción; prometiendo un futuro mejor, un mar de felicidad,
para Venezuela. La lista de altos jefes militares y oficiales que lo apoyaron
primero y que luego se dieron cuenta de su traición es larga, y sus nombres
están entre las listas de presos, sometidos, exilados y muertos que sigue acumulando
el régimen como trofeos de caza. La lista de soldados rasos, de ciudadanos que
se incorporaron a las fuerzas armadas y del orden público porque quieren proteger a la soberanía del país, a sus compatriotas
y a la constitución, pero que se dieron cuenta de que el régimen hace todo lo
contrario, también es larga, y sus nombres se incluyen ahora entre los
desertores, los presos y las listas negras de los autócratas criminales en el
poder y sus cómplices en las filas.
Hugo Chávez manchó el honor de las fuerzas armadas de Venezuela. Hugo
Chávez engañó a sus compañeros y traicionó sus promesas de reivindicación
social, aprovechando la naturaleza desordenada y caótica de toda democracia,
para prometer un orden y control que supuestamente sería mejor para el futuro
de Venezuela. Señores, estamos viviendo ese futuro que nos trajo el chavismo.
Su mar de felicidad resultó ser un océano de miserias. El futuro prometido lo
busca una quinta parte de los venezolanos en otras tierras. La dependencia de
Venezuela a un régimen imperialista extranjero es tal, que es prioridad enviarles
a ellos la gasolina que se necesita en el país.
Existen y existieron venezolanos seducidos por la promesa del orden y
justicia social chavista, incluso dentro de las filas militares del país; venezolanos
de bien que verdaderamente quieren lo mejor para su país y están comprometidos
con Venezuela. Para esos venezolanos el mensaje desde la oposición está
claro. El modelo chavista no está simplemente desviado; no es un modelo que
necesita mejores chavistas; no es un modelo traicionado por los criminales
en el poder. La verdad es otra: el modelo chavista es un modelo que está fundamentalmente
errado; es una estructura que, no importa quien esté al tope de la pirámide, siempre
caerá en la corrupción masiva, las alianzas criminales y la represión; es un modelo equivocado para Venezuela o cualquier país que aspira crear oportunidad y riqueza para sus ciudadanos bajo una condición de libertad.
La alternativa a la situación que existe en Venezuela no es un “chavista
bueno”; la alternativa no es hacer lo mismo repetidamente esperando un
resultado distinto. La alternativa es una democracia que permita e incentive la
oportunidad, la generación de ideas y la renovación de liderazgos. Es cierto,
la democracia es desordenada, es complicada, no todo el mundo se pone de
acuerdo en todo y a veces hasta se da un tiro en el pie. La democracia es un
caos creativo constante. Pero señores, y esta no es la primera vez que se dice,
la democracia es el peor de los sistemas de gobierno, salvo todos los demás.
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