El 30 de enero fui invitado a participar en un panel de discusión sobre el nuevo libro de Ibéyise Pacheco, "Las Muñecas de la Corona". Esta es la intervención preparada para dicho panel:
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Buenas tardes a todos. Quiero antes que nada
agradecer a la organización de la Miami Biennale, en persona de Milagros
Maldonado, Amelia Sosa, a otros representantes aquí
presentes y a la insigne activadora del pensamiento Beatrice Rangel, la
invitación a este evento en el cual me honra acompañar a la periodista Ibéyise
Pacheco y al político y escritor Alexis Ortiz. Y quiero agradecerles a todos
ustedes por venir hoy a este evento.
Ibéyise, Alexis y yo recientemente hemos escrito tres visiones de la vivencia venezolana. Hay muchas más, y todas esas conforman lo que a fin de cuentas es la complejidad de un país, sus gentes, su historia y su transformación. Ni por disimulo ni yo ni ninguno de los que me acompañan en esta discusión pretende tener el cuento completo, la historia oficial, la verdad absoluta. Pero la combinación de estas visiones ofrece una ventana a lo que es Venezuela hoy día. Esperemos también que de alguna manera este diagnóstico por pseudo galenos sociales sirva de alguna manera para contribuir a un cambio positivo que enfrente las realidades descritas por nosotros.
Para comentar “Las Muñecas de la Corona”, el libro de Ibéyise que nos convoca
aquí esta tarde, quiero comenzar refiriéndome a un par de líneas que me
impactaron mucho del más reciente libro de Alexis, “Venezuela, Democracia civil’. Venezuela ha vivido al menos tres
grandes exilios. En el primero, con motivo de la dictadura de Juan Vicente
Gómez, Alexis relata que Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Ricardo Montilla
sobrevivieron en Barranquilla, Colombia, manejando durante un tiempo entre los
tres una frutería. Entre esos menesteres y atendiendo clientes, idearon el “Plan
de Barranquilla”, un documento que analizaba estructuralmente la sociedad y
economía venezolana de entonces y proponía soluciones para salir de la
dictadura y desarrollar el país. Cabe destacar que, entre la rivalidad de
ideologías de aquellos años—capitalismo, fascismo y comunismo, la predominante en este plan se acercaba más
al comunismo, que como bien sabemos en aquella época todavía se pensaba que era
una utopía social realizable. Pero comunistas declarados y ortodoxos, como
Miguel Otero Silva, decían que ese plan no era suficientemente radical y le reclamaban
a Betancourt y a sus amigos que más bien debían seguir el ejemplo de la
revolución rusa. Otros intelectuales de la época como Mariano Picón Salas
calificaron a ese plan como “una crítica clara y realista acerca de la política
en Venezuela” y fue comparado con otros documentos históricos tales como el Manifiesto de Cartagena y La Carta de Jamaica.
Hoy podemos ver la semilla de la social-democracia contrapuesta
al comunismo en ese documento y en los tempranos comentarios de Betancourt. Quiero
recalcar que uno de los puntos del Plan de Barranquilla era la exclusión de
militares del manejo de cargos públicos, algo eventualmente consagrado en la
constitución de 1961, años después, y revertido con saña en la de 1999 con las
consecuencias que se viven hoy. Todo esto ideado mientras esos tres jóvenes
amigos se ganaban la vida vendiendo mangos, granadas y guayabas a unas amas de
casa pendencieras. La vida del exilio.
Las otras líneas que me impactaron profundamente
en el libro de Alexis se refieren a una anécdota con el gobernador copeyano
del estado Sucre bajo el nuevo gobierno de Luis Herrera Campíns. Un amigo de la
infancia del recién designado gobernador se le acerca y le dice “por fin le
quitamos el gobierno a esos adecos…” y añade: “yo voté por ustedes y vine a
buscar lo mío”. Ante esto, el gobernador le dice a su secretario de gobierno
que busque a ver que trabajo se le puede dar a su amigo de infancia. Alexis
relata entonces: “Espantado el hombre reclamó: ‘Carajo Carmelo, ¡que bolas! Yo
no quiero trabajo, chico. A mí lo mío me
lo dan en efectivo’”.
Esa triste realidad de un retroceso político, desde
un trio de jóvenes vendiendo nísperos mientras piensan como mejorar el país
hasta unos amigos del gobierno de turno que se sienten con derecho a recibir lo
suyo en efectivo, la vemos reflejada en el extraordinario libro de Ibéyise
Pacheco, “Las Muñecas de la Corona”.
Les confieso, francamente, que cuando iba por la mitad del libro mi dolor era
tal que casi se me salían las lágrimas. La tristeza que lo embarga a uno cuando
ve documentada y detalladamente la corrupción que ha llevado a Venezuela a la
condición en la que se encuentra hoy es abrumadora. La documentación no tanto
de los crímenes, que de por sí son horrendos, sino de la mentalidad detrás de
ellos que parece una barrera insalvable para lograr que el país prospere, es profundamente
dolorosa.
El uso de la ficción y relatos es eficaz para
influenciar la opinión pública. En eso Ibéyise nos lleva una morena, como le dicen
en Venezuela a la ventaja, a Alexis y a mí. En Venezuela es clásica la
influencia que tuvo la telenovela “Por estas calles” en aumentar el cinismo y
la apatía contra políticos y el gobierno, sentimientos que contribuyeron al
triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998.
El héroe y patriota Oscar Pérez, recientemente
asesinado vilmente por el régimen, decidió hacer su película “Muerte
suspendida” motivado por un incidente, descrito en un artículo del New York
Times por ese amigo de la democracia en Venezuela Nicholas Casey, en el cual
trata de convencer a un joven de barrio que no se incorpore a un grupo hamponil,
a una vida de crimen. Pérez relata la influencia de la televisión sobre este
joven: “Literalmente, él olvidaba el hambre viendo televisión”, dijo Pérez. “Es
ahí cuando tú te das cuenta del poder tan grande que tienen los medios
audiovisuales, el cine”. Ese protagonismo de ficción ejemplarizante no fue
suficiente para Pérez. Su frustración eventualmente lo llevó a tomar acciones
de rebeldía heroica que lo insertan ahora en los libros de la historia, no en
relatos de ficción.
En aquella tradición de ficción aleccionadora, Ibéyise
nos presenta “Las Muñecas de la Corona”
donde destapa e identifica las relaciones y los crímenes descomunales de
corrupción cambiaria, administrativa, tráfico de mercancías e influencia, de
narcotráfico, de violencia delictiva patrocinada por el estado, y de manipulación
criminal de la información de este régimen. Esta exposición de crímenes es fruto
de su gran capacidad como investigadora, y es presentada dentro del marco de una
novela en clave donde personajes como Diosdado Cabello, Rafael Ramírez, Néstor
Reverol, Jorge Arreaza, Diego Salazar, Víctor Vargas, Raquel Bernal o Jimena
Araya y, evidentemente, Osmel Sousa, son fácilmente identificables. Otros no
tanto, pero ya en su momento ella nos dirá.
La cuantificación parcial de los dineros robados
a la nación descrita en el libro se acerca o supera la deuda externa del país.
Para los que les extraña el empeño del gobierno en servir esa deuda llamada
“externa”, Ibéyise aclara que muchos de estos bonos de deuda externa fueron
comprados con dólares preferenciales por cómplices y amigos del gobierno para así
ganar por partida doble, con esos intereses pagados en dólares a los bonos y
con el diferencial cambiario al vender dichos bonos e intereses. Mientras la
gente se muere de mengua en el país por falta de medicinas y comida.
La corrupción es tan normalizada en la vida
diaria de estos parásitos, que en la novela Ibéyise pone en boca de un
personaje refiriéndose a la “muñecas”, una frase lapidaria evidentemente aplicable
a toda esta sarta de cómplices del régimen, “bueno, todas son putas, pero
algunas lo disimulan con clase”.
La investigación de Ibéyise de alguna manera
puede servir como el inicio de un mapa para identificar el destino de esos dineros
robados y mal habidos por esos delincuentes que se apoderaron del país con la
intención de “recibir lo mío en efectivo”. Dineros que deberán ser confiscados,
al igual que en el Plan de Barranquilla se postulaba para los bienes mal
habidos de Juan Vicente Gómez.
Ahora, No quiero de ninguna manera justificar a
los personajes y corrupción descritos por Ibéyise, pero sí quiero compartir una
conclusión final que se ilustra con su libro.
Hace unos 250 años, Adam Smith postuló que el
interés propio es parte de la naturaleza humana. Si esto se toma como cierto,
entonces un corolario pudiera ser que cuando existen oportunidades de
enriquecimiento lo natural, en la mayoría de las personas, es aprovecharse de
esas oportunidades. Estas oportunidades pueden ser oportunidades de corrupción
y delincuencia; el famoso “póngame donde haiga”. La “Pax Cadívica” fue un gran
ejemplo de cómo se puede diseñar la corrupción, institucionalizando un dilema
del prisionero, moral, en donde mucha gente justificaba su pequeño arbitraje
cambiario con la racionalización de “todos lo están haciendo” y “esos son los
dólares que me tocan”; o sea “lo mío lo quiero en efectivo”. Algo similar
ocurre ahora con la distribución de las bolsas de los Comités Locales de
Abastecimiento y Producción—los CLAP.
Entonces, para combatir la corrupción, hace
falta disminuir esas oportunidades de corrupción, no solo enjuiciar a los
corruptos de turno en venganza política, tradición común en nuestra historia
republicana. Hay que hacer una gran reforma estructural para combatir la
corrupción.
En aquellas líneas del libro de Alexis sobre el
gobernador de Sucre y su amigo, podemos ver ese error estructural pernicioso en
Venezuela. El gobernador, como respuesta a su amigo, le propone un cargo de
gobierno. Es decir, aumentar el tamaño del estado. El crecimiento desmesurado
del estado, sus organismos y afines no permite combatir la corrupción de manera
efectiva. La respuesta ante la
corrupción no es un gran estado benefactor que otorga empleo, es un estado
limitado que estimula la productividad y la innovación. La concentración del
poder en un pequeño grupo, sea un gabinete ministerial, una cúpula partidista,
o una oligarquía empresarial, siempre tenderá a favorecer prácticas corruptas. En
“Las Muñecas de la Corona” se ven
claramente las consecuencias nefastas de la concentración del poder, una
concentración plasmada en las leyes y constitución de Venezuela.
Si estipulamos que la corrupción es parte de la
naturaleza humana, combatirla a fondo no recae únicamente en perseguir sus
artífices sino en la estructura del sistema que les brinda las oportunidades
para perpetrarla. Para disminuir esas oportunidades el estado tiene que
limitarse a responsabilidades de gobierno y el poder no puede ser concentrado.
No quiero decir con ello que los corruptos deben ser perdonados porque su mamá
no los quiso bien cuando eran chiquitos; ellos deberán ser perseguidos con todo
el rigor de la ley y relevados de sus bienes mal habidos. Lo cual nos lleva a
otro punto: el estado de derecho. Pero la noche y el tiempo son cortos, por lo
cual no voy a ahondar en ese tema.
A mademoiselle Madeleine de Scudery en el siglo
17, allá por los mil seiscientos y pico, se le atribuye haber ideado el llamado
Román a Clef, la novela en clave,
para hablar acerca de las cortes de la época. Su novela, Artemène, o el Gran Ciro,
tiene casi dos millones de palabras en 10 volúmenes y se considera la más larga
novela escrita en la historia de la humanidad. Las élites cortesanas y las
cortes de Europa se divertían mucho con los relatos de la mademoiselle, con sus
recuentos de los pecadillos, indiscreciones, menudencias y hasta crímenes de
los poderosos de su época, con nombres ficticios escudando identidades pero
obvios en muchos casos.
La gran periodista e investigadora Ibéyise
Pacheco en su novela, “Las Muñecas de la
Corona”, nos ofrece su propia visión acerca de las cortes, cortesanos y
cortesanas de la Venezuela chavista. Un solo volumen. Esperemos que no tenga
que escribir diez.
Muchas gracias
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