Dos perspectivas acerca de la reunión informal del consejo de seguridad de las NNUU acerca de la situación en Venezuela:
- El cuidadoso lenguaje diplomático y las posiciones soberanas de las naciones hacen de este tipo de reunión una serie de ponencias sin mayor consecuencia—es decir es una habladera y pérdida de tiempo, con discursos llenos de dignidad pero vacíos de mensaje. Una ocasión para que los diplomáticos luzcan su habilidad para perder tiempo.
- Esta reunión establece precedente legal internacional para coordinar un canal humanitario, al destacar la perentoria y urgente crisis de salud y alimentación en el territorio, para coordinar acciones del sector financiero y de capitales, y para una posible intervención directa internacional contra la criminalidad de un gobierno vinculado con el narcotráfico, su creciente peligro como fuente desestabilizadora en la región, y la creciente violencia fratricida en el país.
Hay medidas de presión internacional que en coordinación con acciones internas pueden llevar a la salida de los criminales al mando del país. Sólo entonces, al expulsar a dichos criminales, se podrá ir al diálogo verdadero y constructivo entre las partes políticas del país, dialogo que todos los representantes diplomáticos presentes en la reunión de las NNUU consideran pieza clave para lograr que el país salga de la crisis que lo mantiene en sus garras y que apoyan siempre y cuando sea un "legítimo diálogo".
Esta convocatoria por parte de algunos miembros del Consejo de Seguridad para discutir la situación venezolana ha sentado el precedente para justificar la coordinación y preparación de mecanismos de ayuda humanitaria y financiera internacional, al igual que para intervenir directamente de manera multilateral en caso de que llegue a ser inevitablemente necesario para detener violencia política originada por los criminales en el poder. La ausencia y silencio cómplice de parte de cuatro miembros del Consejo (Rusia, China, Bolivia y Egipto) y los que se amparan bajo falsos llamados de no intervención y soberanía, los hace practicantes de lo que Luis Almagro denuncia como una perversión del realpolitik: "inmoralpolitik".
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