El
régimen encabezado por Nicolás Maduro se fortalece a medida que destruye el proceso
electoral y la representatividad pluralista en el país. El modelo social y económico
del régimen hunde cada vez más al país en miseria y no parece haber salida. La oposición
demócrata se debilita y busca alternativas para restaurar al país con el objetivo
simple de cualquier demócrata: crear las condiciones para
que existan democracia y libertad, bases de la prosperidad y el bienestar.
En
un momento se pensó que era posible obtener el cambio y las condiciones haciendo
una coalición electoral opositora y enfrentando al oficialismo en contienda
directa. El régimen se endurece ante la debilidad de la voluntad del compromiso
ciudadano de votar, y esa vía está arrinconada en un callejón sin salida
debido a las argucias y manipulaciones del mismo régimen. Aun así la vía
electoral no debe descartarse por completo.
Hay
quien está esperando que algún sector de las Fuerzas Armadas se harte del desastre económico, administrativo y fiscal de un régimen secuestrado por delincuentes, y que de alguna manera
ponga orden. Esta vía es un callejón sin
destino conocido. Tanto adeptos al modelo y legado del “Comandante Eterno” como
algunos que puedan permanecer en el seno castrense opuestos a dicho legado
pudiesen hacer intentos que difícilmente lograrán sacudir al régimen en el
poder, dado su apoyo externo por el régimen cubano. Aun así no debe descartarse
la necesidad del apoyo de sectores en las FF.AA. durante el proceso de
restauración de las condiciones democráticas del país.
Unos
últimos suponen que una posible intervención extranjera de corte militar, sea como
“operación quirúrgica” o sea como un “cuerpo multinacional de cascos azules”
pudiese lograr el cambio de condición necesario. Una intervención de este tipo
se puede saber cuándo comienza, pero no cuando termina y es un camino incierto
y volátil. Aun así no debe descartarse el apoyo de los aliados internacionales
que reconocen a la democracia plena como fundamental para la libertad.
El
primer enfoque, el enfoque electoral, es el más cercano al objetivo de crear, preservar
y fortalecer la democracia. La MUD como agrupación electoral con el objetivo de
retar al oficialismo tuvo su momento y razón de ser. Las energías opositoras
eran suficientemente fuertes como para suponer que una oposición unida
derrotaría a la coalición oficialista en las urnas y eso efectivamente sucedió.
Las elecciones del 2013 que llevaron al poder a Maduro fueron ganadas por la
oposición, como ha sido admitido por personas cercanas a dicha elección. El
fraude electoral derrotó al candidato de la MUD, y cuando hacía falta no se
utilizaron las otras armas de la democracia y la sociedad civil: protesta popular,
denuncia de la prensa, apoyo de ONGs independientes y aliados internacionales,
etc., por fallas del liderazgo opositor.
Los
resultados de las elecciones parlamentarias del 2015 fueron tan abrumadoramente
en contra del oficialismo que reflejan el verdadero sentimiento del país en
relación con la gestión de gobierno. El resultado fue tan contundente que
sobrepasó la posibilidad de fraude que existe cuando los márgenes son menores
al 5% del electorado. Dos lecciones de estos comicios son importantes: que la
participación electoral masiva es posible e importante, y que las entropías
intrínsecas a la coalición electoral de la MUD no son conducentes a una gestión
efectiva. El fracaso en la gestión de la Asamblea Nacional para imponer el estado democrático es
directamente atribuible a esa entropía.
Como
he definido en otro lugar, los partidos son agrupaciones de personas con
ideología compartida con el objetivo de llegar o de influenciar al poder. Las diferencias
ideológicas entre partidos eventualmente desintegrarán una coalición opositora
como la MUD, tal y como ocurrió. Un grave error de percepción tanto de
dirigentes dentro de la MUD como del electorado, comentaristas y observadores
es haber considerado a la MUD como un partido político y querer operar o tener
expectativas de que se comportara como tal. La coalición electoral de la MUD no
agrupa personas con ideología compartida, agrupa partidos con el objetivo de
crear condiciones para una contienda electoral democrática y, dentro de esos partidos, individuos con ambiciones personales pragmáticas. El problema es que
en dicha agrupación algunos suponían un grado de observancia y obediencia
política de sus miembros que no es realista. Aun cuando se hicieran primarias
para escoger un candidato único de oposición, es probable que hubiese
opositores que no votarían por dicho candidato en la elección general por
muchas razones, y todas relacionadas con el amplio espectro ideológico de los
partidos políticos que contiene la oposición.
Las
elecciones regionales del 15 de octubre resaltaron las debilidades
estructurales de este enfoque y su caducidad. Tanto por el endurecimiento del
régimen y sus destrezas en perpetrar manipulación y fraude electoral como por
el fraccionamiento natural de la coalición electoral opositora, hay que llegar a
la conclusión que la vía electoral planteada como contienda entre una
agrupación oficialista y una agrupación opositora está cerrada. Eso no
significa que la vía democrática está cerrada.
Si
se ven las cifras de participación del electorado, puede verse que los grupos
aglutinados por el oficialismo nunca han superado mucho más del 33% del
registro electoral en todas las elecciones desde las de 1998. Ante esa realidad
numérica, en caso de persistir por la vía electoral, sería más efectivo
competir separadamente, enfocarse en aumentar la participación electoral, y
gobernar coordinadamente, es decir un nuevo “pacto de Punto Fijo”. Pero esto
solo podrá ocurrir en caso de tener contiendas electorales imparciales, para lo
cual las condiciones no existen en la actualidad.
Democracia es una condición en la cual la ciudadanía participa en el gobierno.
Esta participación se manifiesta mediante elecciones, mediante protestas,
en agrupaciones civiles de interés focalizado (federaciones, sindicatos,
asociaciones, organizaciones, iglesias) y por supuesto con prensa tanto libre como
clandestina. Las elecciones en este momento en Venezuela han sido apropiadas/secuestradas
por el régimen. Las otras armas de la democracia se mantienen vigentes.
Para recuperar la plena democracia en Venezuela hay que recuperar las
elecciones libres e imparciales y ese debe ser el objetivo tanto de la
aplicación de las otras armas de la democracia como de los otros dos enfoques
mencionados al principio. Una vez recuperadas las elecciones, entonces podrán
debatirse las ideologías y sus variantes entre sí, incluyendo social
democracia, democracia cristiana, liberalismo, e incluso el comunismo en su
ropaje chavista demócrata.
El
segundo enfoque, un levantamiento militar, se basa sobre la ilusión de que el
poder militar es el árbitro final de la democracia en el país. Esto tiene
raíces en varias líneas culturales y de pensamiento, pero todas derivan de la
añoranza paternalista por el liderazgo fuerte y de la asociación mental (por
demás lógica) de las armas con el poder. La ciudadanía y el poder civil no
pueden claudicar ante esta ilusión. El alto riesgo que implica dejar en manos
de unos pocos ambiciosos (armados) los destinos del país nunca ha tenido resultados
positivos—ni en Venezuela ni en ningún otro país del mundo. Los proponentes de
este enfoque dan por sentado que salir del régimen por cualquier vía es
esencial, pero no se les puede hacer un llamado a “los militares” para que
tumben al gobierno sin un resultado planificado y con un sentido estratégico. Es
probable que existan militares ambiciosos que piensan que el legado de Chávez
está siendo traicionado y que ellos pueden poner mano dura para proteger dicho
legado. Eso sería un desastre para las verdaderas aspiraciones democráticas del
país.
Las
Fuerzas Armadas se han convertido en un gran pulpo multipropósito. Su
injerencia en el sector civil es agigantada y creciente, profundizando el
objetivo de Chávez de establecer un gobierno “cívico-militar,” modelado bajo el
mismo tipo de estructura existente en Cuba. Esto ha resultado que Venezuela
fácilmente tenga el mayor número de generales per cápita a nivel mundial
(salvo, quizás, Cuba). Esto—al mismo tiempo que hace pensar que existe un gran
poderío militar—es una gran debilidad.
El
sector militar con mando efectivo de tropas en Venezuela es proporcionalmente
menor que en un gobierno civil. El sector civil democrático debe tomar la
iniciativa de cambiar el poder y buscar alianzas con el sector militar con
mando de tropas. El cambio democrático tiene que surgir del sector civil, y
algunos sectores militares aliarse al movimiento. No debe ser lo contrario,
puesto que esa vía es conducente a una nueva represión totalitaria. Es decir,
no se descarta la necesidad de una alianza con algún sector militar opuesto al
régimen, pero esta alianza debe ser iniciativa civil, demócrata y liderada por
dichos demócratas civiles, no al revés. Los militares se deben sumar a la
inercia positiva de un movimiento que busca restaurar las condiciones de
democracia, tal y como ha sucedido históricamente en toda transición hacia una
democracia exitosa, puesto que esta será la única manera de defenderse de la represión
brutal que surgirá del régimen ante la posibilidad de enfrentarse a su final.
Por
último el tercer enfoque, el de intervencionismo militar extranjero debe ser
discutido. Hay quienes piensan que dado que la vía electoral está trancada y que
“los militares del país están vendidos al régimen”, no hay opción posible salvo
una intervención militar extranjera que “cure el cáncer” que aflige al país; que
no hay solución interna posible. El argumento a favor de esta opción postula
que el liderazgo político en el país es inefectivo y nunca podrá salir del
régimen. Esta opción es una variante del segundo enfoque, salvo que descarta la
posibilidad que los militares en el país tomen acción en contra del régimen, y
por ello solicitan su equivalente extranjero.
Suponer
que esta medida desesperada de alguna manera pueda resultar en un resultado
positivo para el país, es una falacia. Una intervención de este tipo
fraccionaría aún más el país entre enemigos acérrimos, y precipitaría una
verdadera guerra entre “nacionalistas”, “patriotas”, “independentistas”, “defensores”,
y cualquier otro auto-nombrado que se sienta con derecho a opinar mediante un
fusil, saliendo a la calle. Adicionalmente, los intereses geopolíticos de Cuba,
Rusia y China harían del conflicto uno excesivamente cruento y largo. Este es
un escenario que tendría una fecha de inicio con acciones concretas y ciertas,
pero una fecha final totalmente desconocida con resultados inciertos. Para los
proponentes de esta opción una consecuencia certera sería la eliminación de
cualquier semblanza o personaje del liderazgo de la oposición política actual,
sea por descrédito o físicamente.
El
apoyo internacional para el cambio del régimen en Venezuela es esencial y dicho
apoyo ha presionado de manera efectiva hasta ahora. Las sanciones individuales
y corporativas están cercando al régimen. El reconocimiento a la Asamblea
Nacional y al Tribunal Supremo en exilio –y el desconocimiento a la Asamblea Nacional Constituyente—son de
gran ayuda para lograr una transición política; la comunidad está a la espera
de un nuevo Consejo Nacional Electoral.
No se podrá salir del régimen sin lograr un acuerdo con el
régimen cubano y en eso la comunidad internacional es fundamental. No se podrá
salir del régimen (lamentablemente) sin obtener un lugar al cual dirigentes del
régimen puedan “escaparse”, para lo cual transacciones internacionales hacen
falta. No se puede recuperar la economía del país, enfrentarse al problema de
la deuda, ni obtener la ayuda humanitaria necesaria sin la comunidad
internacional. No se podrá convocar elecciones percibidas como imparciales sin colaboración
internacional. Esos son los enlaces, acciones y apoyos que hacen falta
construir, no una intervención militar internacional que acrecentaría el caos y
la destrucción.
El
objetivo es crear las condiciones para que existan democracia y libertad. La
combinación estratégica de los tres enfoques discutidos es necesaria para crear
estas condiciones. Cada uno es una pieza del rompecabezas que debe ser armado
por el cuerpo civil democrático del país. Sin este trio de acciones coordinadas
estratégicamente, el régimen se mantendrá por el futuro previsible y el país caerá
en mayor miseria, esa miseria que no permite otra acción sino las de la
supervivencia del día a día.
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