No me
arrepiento de haber estado de acuerdo con ir a votar. Los resultados son los
esperados: fraudulentos. El fraude es público y notorio y ni siquiera hacen
falta las actas de las mesas de votación para demostrarlo. Las cifras son las
siguientes, según el CNE:
- Registro Electoral Permanente: 18.082.006 (100%)
- Votos emitidos: 10.930.165 (60,54% de votos emitidos, es decir 39,46% de abstención)
- Votos a favor de candidato oficialistas ganadores: 5.754.154 (52.64% de votos / 31,82% del REP)
- Votos a favor de candidatos no-oficialistas: 5.095.545 (46.62% de votos / 28,11% del REP)
Los
reportes de testigos en la calle hacen pensar que hubo más concurrencia que tanto
para las elecciones de la ANC como para las de la consulta del 16 de julio,
pero es difícil saber la verdad. Esas elecciones recientes sirven de todas
maneras para aproximar el sentimiento del electorado por lo cual, si fueran a
creerse las cifras, tanto el oficialismo como la oposición deberían estar
alrededor de los 7MM de votos en una elección con abstención “normal”. La
última elección nacional (AN 2015) le dio 7,7MM a la coalición opositora,
mientras que la coalición oficialista obtuvo 5,6MM de votos.
Con estas
cifras a la mano, es difícil creer que de 7,7MM para la AN2015 y 7,5MM para el
referendo consultivo 2017, el voto opositor bajase a 5,5MM. La tendencia
“irreversible” de la oposición ha sido en el sentido contrario. En elecciones
nacionales ha subido, según datos oficiales, de 6,6MM (Presidenciales 2012), a
7,4MM (Presidenciales 2013) hasta 7,7MM (AN2015); en cambio para la oposición
ha sido el contrario, 8,2MM (presidenciales 2012), 7,6MM (Presidenciales 2013)
y 5,6MM (AN 2015). La condición del país no ha cambiado para bien, como para
premiar a sus gobernantes con un cambio de apoyo popular en el voto, y las
tendencias lo señalan.
Pero al
existir la trampa/mito de la abstención esos “ausentes” pueden manipularse.
Primero, hay que asegurarse de que existan. Por eso la campaña oficialista a favor
de la abstención de la oposición. Me he pronunciado sobre este tema
anteriormente y no vale la pena debatirlo mucho, pero creo que las razones de
los líderes opositores que en una primera instancia acogieron la posición
abstencionista son válidas y no se las critico en absoluto. El oficialismo vio
en ese llamado, sin embargo, una oportunidad que no dejo escapar y promovió
activamente esa posición.
La fuerza
con la que la oposición votante respondió, sorprendió al oficialismo y por ello
tuvo que recurrir a compra de votos, cambios en reglas, boletas mal diseñadas y
cambios en centros de votación, e incluso intimidación directa para confundir, desalentar e impedir el voto
opositor. Hace falta un “pool” de votos no contabilizables para poder hacer la
trampa. Para eso usaron abstencionistas y nulos. Según el Consejo Nacional
Electoral, los votos obtenidos por el oficialismo representan el 31,82% del
registro electoral y los votos emitidos en contra de los “candidatos del
pueblo” (como los calificaba el mismo CNE) fue 28,18%. Los analistas y expertos
en cuestiones de fraude electoral han determinado que es difícil detectar
fraude en diferencias menores o alrededor del 5%. En este caso la diferencia fue de 3,64% en el registro electoral.
La diferencia en votos emitidos fue 6,03%.
Sin lugar a
dudas hubo fraude. Ni siquiera hacen falta las actas para saber que la elección
fue una burla a lo que representan elecciones bajo una democracia. Pero eso se
sabía que iba a ocurrir, eso no es sorpresa. A mi juicio debía votarse para
demostrar contundentemente el fraude y ejercer entonces toda la presión nacional
e internacional en contra del régimen; para eso si hacen falta las actas. Las declaraciones de Maria Corina Machado en
su rueda de prensa cabalgan sobre esta realidad, y es lo que debe hacer toda la
tolda opositora. Ante el fraude anunciado (o esperado) lo que la MUD y todo
opositor tenía que tener era una estrategia para fortalecer la democracia—y
debilitar la dictadura. Lo que se esperaba del liderazgo opositor y no se le ha visto hacer fuertemente es lo siguiente:
- Defender físicamente el voto – testigos nacionales e internacionales abundantes y con capacidad de documentación.
- Defender la integridad del voto – mantener la cadena de custodia de las actas y copia pública de las mismas.
- Denunciar claramente y con pruebas irregularidades en los dos primeros puntos e introducir recursos legales en tribunales y organismos internacionales (para lo cual debían haberse contactado con dichos tribunales y organismos previamente).
- Publicar las actas de mesa válidas en caso de ganar alguna gobernación con documentación del proceso de voto y custodia, y retar a los candidatos oficialistas ganadores a que hagan lo mismo.
- Rechazar la juramentación ante la ANC y juramentar ante sus representados, así sea en alguna plaza pública de la capital del estado respectivo.
Hasta ahora
el único que parece estar tratando de demostrar de manera activa el fraude en
el conteo es Andrés Velásquez, en el estado Bolívar, por tener en su poder
(según dice) las actas electorales auténticas. Según el CNE faltan tres actas y
según el mismo CNE Velásquez perdió por 1.471 votos (0,26%).
Las
elecciones en sí no importan, y espero que ni se les ocurra a los candidatos
opositores ganadores juramentarse ante la ANC, por muchas razones entre ellas
que, bajo el concepto de federación, su juramento corresponde hacerlo ante el
Consejo Legislativo de sus respectivos estados, es decir, dicho juramento sería anticonstitucional y debemos suponer que, aun en su delirio, la ANC no está por encima de la constitución vigente.
Pero las
confusiones, falta de criterio y “unidad” en la Mesa de Unidad demuestran que
francamente no parece existir pensamiento estratégico a largo plazo en esa coalición oposicionista.
Luis Almagro ya había redactado su respuesta ante las elecciones tanto en
español como en inglés; Maria Corina Machado evidentemente estaba preparada con
su discurso. ¿Cómo es posible que ante un fraude anunciado, telegrafiado y
previsible no existiese una respuesta ya lista, coherente y unida por la
dirigencia de la Mesa de Unidad Democrática? La recaudación de pruebas era lo
más importante, pruebas visuales, documentales e irrefutables para presentar
ante organismos a todo nivel la ilegitimidad tanto de la elección como de su
organismo rector, el CNE. Ese era mi pensar, mi razón para apoyar el
voto, un sentido estratégico del proceso, pero la falla de liderazgo en este
aspecto es abismal.
Vamos a
estar claros: el llamado a la abstención no caló. Siempre equivocado y
siempre contradictorio, el dictador afirma que estas elecciones históricamente
fueron las más concurridas. No hay que buscar mucho para saber que miente, tanto
porcentualmente como en números absolutos. Las regionales de 2008 con un REP de
16.8MM tuvo una votación de 11MM para una participación de 65,61%. Las cifras
en las del 2017 son REP 18MM, votos 10.9MM y participación 60,54%. Pero,
suponiendo que ese 5% de diferencia hubiese sido un 80% opositor (una aproximación
de Pareto), aun así los resultados finales serían 5.818.825 votos opositores
contra 5.934.974 oficialistas. El problema no fue la abstención, fue el fraude.
Un punto
más y final sobre este resultado. La coalición opositora de la MUD no parece
estar clara en sus objetivos, y eso confunde al electorado. La coalición la
componen un número de partidos con diversos programas de gobierno, piensa uno,
supone uno. Pero el objetivo original de la MUD no es gobernar, es cambiar el
modelo electoral—salir del régimen dictatorial y competir en democracia
abierta. Es por eso que el PSUV y el oficialismo tienen una cierta ventaja
estructural: están proponiendo y prometiendo gobernar, mientras que el mensaje
percibido por el electorado acerca de la MUD es que quiere anarquizar: destruir
el gobierno, “salir del régimen y después veremos”. Se le pide al electorado un
salto al vacío, que acepten un futuro de incertidumbre. Por supuesto que muchos
viven en un presente certero de miseria e inseguridad, pero el dicho que para
muchos aplica es “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Para el burócrata
estatal, el buhonero, el ruletero, mata-tigres y el de a pie, le hace falta que le propongan
algo que vaya más allá de elecciones y protestas. ¿Cómo se van a crear empleos
verdaderos? ¿Cómo se va a fortalecer la pequeña y gran empresa privada? ¿Cuál es
el plan de abrir los canales humanitarios? ¿Cómo se va a estabilizar la moneda
y la inflación? No hay varita mágica y eso se le tiene que decir al electorado,
pero también hay que presentar un plan realista con objetivos concretos. Hay
que argumentar por un nuevo consenso de lo que es el país, una hegemonía ideológica que descarte la existente. Eso es lo que han hecho movimientos opositores
exitosos contra dictaduras que eventualmente han desarrollado democracias. Lo
contrario es venderle promesas vacías a un pueblo percibido por sus líderes
como incapaces de aceptar la cruda realidad; y Venezuela ya ha tenido suficientes
líderes de ese tipo.
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