La Venezuela Imposible: Introducción
Quien hubiese dicho en vana ilusión que la democracia es la forma natural de
gobernar los pueblos está equivocado. La historia contradice esa afirmación. En seis
mil años de historia civilizada, la democracia apenas tiene segundos efímeros
de existencia. Grandes obras, grandes monumentos, grandes aportes a la
civilización fueron hechos por, bajo y en nombre de tiranos que sometían a sus
pueblos, algunos de manera benevolente, la mayoría de manera represiva,
combinando en diversas ponderaciones el poder económico, militar y religioso en una figura o élite autocrática.
El
experimento democrático moderno iniciado a mediados del S. XVIII tiene su mejor
ejemplo contemporáneo en Los Estados Unidos, cuyo documento originario
fundamental es su Declaración de Independencia de 1776. Este documento es un
argumento a favor de la representatividad, en contra del régimen
autoritario, e incluye famosamente el enunciado de los “derechos inalienables y autoevidentes
de todo ser humano": vida, libertad y procura de felicidad. La revolución
francesa poco después, en 1789, tiene una variación sutil pero importante sobre los derechos humanos bajo
el lema, “libertad, igualdad, fraternidad”. Son enfoques distintos que conducirán por distintos caminos el desarrollo político de las naciones.
No tan
casualmente, este hervidero de ideas políticas y revolucionarias ocurre en
medio de un período que incluye la publicación de ese tomo que cambió
fundamentalmente la manera de pensar acerca de la economía: La Riqueza de las
Naciones, de Adam Smith, publicado en 1776. Dos ideas claves surgen de este
libro: la riqueza se crea mediante la transacción económica, y el ser humano en
procura de su interés propio genera bienestar social. La riqueza de las
naciones antes de este libro se calculaba de manera mercantilista: cuánto oro,
piedras preciosas o bienes acumulados tenía un país. A partir de ese libro se
va a medir la riqueza por la suma del número de transacciones económicas: lo
que hoy llamamos el Producto Nacional Bruto. La segunda idea propone que la
individualidad, el interés propio no es una condición antisocial, de huraños,
de egoístas. Propone este concepto despojarse del sentido comunal colectivo
como medio para favorecer el bienestar social. Postula que si cada quien
mejora su propia condición por su propio esfuerzo, la comunidad en general
mejora. Una idea radical contraria al paternalismo de estado benevolente o
totalitario prevaleciente en su época.
En 1859
ocurre otro golpe de timón al pensamiento mundial, con un tomo que cambió en
sus bases la manera de pensar acerca del universo: El Origen de las Especies. Este tomo es una afrenta directa a la
concepción de un mundo creado por origen divino de manera perfecta y
estática. La intelligentsia, ya escéptica del mandato divino de sus dirigentes, tiene nuevas municiones para argumentar acerca del desarrollo político de la
sociedad. Cambio y extinción son naturales y comunes en el universo, ergo
existe la posibilidad de una mejor sociedad. La pregunta es, ¿cómo llegar a ella?
Once años antes, ya se había publicado un panfleto sugiriendo una respuesta: El
Manifiesto Comunista. Según este documento, la sociedad avanza de manera
inexorable desde un estado pre-capitalista, al capitalista, socialista y
finalmente al comunista.
Las utopías
sociales descritas en el Manifiesto Comunista...
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