(A propósito del libro: Mitos de nuestra humanidad - Relatos de siempre para hoy)
Resumen breve
En este ensayo se prolonga la conversación entre Carlos J. Rangel y el Dr. Asdrúbal Aguiar originada por el
libro Mitos de nuestra humanidad (2024), y es en respuesta al ensayo “Mitos que
conspiran contra la libertad en Venezuela”, del Dr. Aguiar. Ambos autores
conciben el mito no como falsedad, sino como raíz cultural e imaginario
político. Coinciden en que los mitos de El Dorado y el milenarismo moldearon
las esperanzas redentoras de América Latina. El Dr. Aguiar en su nuevo ensayo
incorpora el mito de Sísifo a la conversación, describiendo a la historia
venezolana como un ciclo de recomienzos y frustraciones democráticas.
Rangel desarrolla su perspectiva a través de tres
grandes mitos nacionales: El Gendarme Necesario, que legitima al
caudillo; El Desposeído, que convierte la pobreza en virtud política; y El
Delincuente Obligado-Revolucionario, figura moderna del poder como
transgresión. Estas narrativas, heredadas de guerras fratricidas y del
“militarismo genético” del país, ayudan a explicar la persistente dependencia
venezolana del líder fuerte y el Estado paternalista.
El autor de Mitos de nuestra humanidad propone superar el destino sisifiano mediante la creación de un nuevo mito: La Libertad, inspirado en el ideal republicano de Bolívar en Angostura. Así, el bagaje cultural deja de ser condena y se convierte en herramienta de renacimiento moral y cívico, capaz de despertar al país de su ciclo de constante repetición histórica e iniciar una cultura democrática de dignidad, igualdad y razón.
MITOS, LIBERTAD Y VENEZUELA: UN DIÁLOGO NECESARIO
El Dr. Asdrúbal Aguiar ha tenido la gentileza de utilizar mi libro más reciente para escribir un gran ensayo, “Mitos que conspiran contra la libertad en Venezuela,” para la Revista Hispanoamericana de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras.1 Su ensayo pudiera calificarse como una continuación del diálogo iniciado con nuestra conversación sostenida en META Miami en 2025, durante una presentación pública de mi más reciente libro.2 Los ensayos del blog “Mitos en META I,” y “Mitos en META II (Los mitos fundacionales de Venezuela)” parten de ese diálogo iniciado en la galería de arte. El ensayo del Dr. Aguiar lo mantiene.
Es importante despejar el uso del concepto de mito en el contexto de este nuevo aporte al dialogo. Tanto el Dr. Aguiar como yo estamos utilizando el concepto de mito como raíz de nuestra civilización y cultura. Relatos y figuras que de cierta manera ilustran las ideas e imágenes comunes que conforman nuestra herencia cultural y forman o describen el carácter de una nación o civilización. Ni él ni yo usamos la palabra en el sentido de “mentira”, raíz de la palabra mitómano, el ocultamiento de la verdad, común entre inescrupulosos, frecuente entre políticos – quienes incluso a veces se creen sus propias mentiras.Coincidimos el Dr. Aguiar y yo en calificar el mito de
El Dorado y el Milenarismo como fundacionales. Estos son definitorios de la civilización
occidental (hago referencia a su universalidad mediante uno de estos en mi libro:
el simple cuento de La Cenicienta – una indigente que a través de fuerzas superiores
y un redentor logra la felicidad para siempre), Ese Dorado del pasado y vida
futura feliz están detrás de las promesas de redención del marxismo, que tan
nocivas han sido para el desarrollo económico de la región y, por supuesto,
Venezuela.
Coincidimos también el Dr, Aguiar y yo en que los héroes son un producto del medio cultural. Los llamados héroes son figuras clave en una transición, generalmente política, a veces religiosa. En mi libro utilizo el mito de la Gorgona y Perseo, quien pone su propia supervivencia en riesgo casi insuperable a favor del bien común. Los héroes son importantes en cualquier cultura y surgen por lo general durante períodos de transición entre un paradigma de gobernanza y uno nuevo – o la defensa del existente ante el reto del nuevo. El héroe será ungido por el paradigma vencedor. Pero si en el futuro el vaivén de la historia voltea el paradigma, los héroes de ayer serán los villanos de hoy y viceversa. En mi capítulo acerca de héroes, traidores y cobardes (y en mi única referencia extensa y directa a Venezuela en el libro, salvo un breve in Memoriam a Oscar Pérez algunas páginas antes, y un epígrafe posterior) uso el caso de Francisco de Miranda y sus reveses de fortuna. He aquí una coincidencia inesperada con el nuevo ensayo del Dr. Aguiar.
El libro Mitos... se centra en el eterno conflicto humano entre
la razón y la emoción manifestado políticamente con el conflicto entre
democracia y autocracia. Surgida en su forma moderna de la revolución liberal,
y a su vez de la ilustración, la democracia es una respuesta racional al
problema de gobernar una sociedad en la que cada miembro tiene derechos naturales
por igual, y existen múltiples intereses disimiles. La autocracia es un sistema
que, legado desde la antigüedad (y de la “ley del más fuerte”), gobierna suprimiendo
esa igualdad de derechos a favor de los intereses de una elite privilegiada, frecuentemente
motivada por emociones básicas y racionalización interesada. Parece existir un ir
y venir histórico entre experimentos en democracia y dominio de autocracias. Con
la mirada sobre la historia de Venezuela el Dr. Aguiar propone algo más allá, equiparando
el esfuerzo de los demócratas al esfuerzo de Sísifo, empujando hasta llegar a
la cumbre de la montaña para ver sus ideales derrumbarse poco después. Un revés
de fortuna política constante para la sociedad. Lo describe así en dos pasajes:
La tragedia, sin opciones a la vista, la de la deconstrucción de la
república que al cabo nos ha pulverizado como sociedad, decantando en la
presencia del mal radical y que lleva algo más de 30 años, a partir de 1989 —no
nos olvidemos de El Caracazo—como en el «Mito de Sísifo» nos devuelve a la hora
germinal, al constante y vicioso recomienzo.
El vicioso recomienzo, el siempre hacer todo de nuevo,
borrón y cuenta nueva, un ciclo enfatizado en este segundo pasaje:
…le escuchaba decir a mis mayores que era Venezuela, justamente, ese
cuero que se pisa por un lado y se levanta por el otro, es decir, la de un ser
que busca su ser sin alcanzarlo o que se encuentra condenado al repetido «Mito
de Sísifo» tras el trauma de su emancipación violenta y fratricida. ¡Es como
querer renovar esa emancipación y a la vez enmendarla, en cadena, sin solución
de continuidad, cada día, a cada hora, cada vez que nos molestamos con el
gendarme de ocasión e innecesario!
Precisamente, de esta tortura insufrible originada en cada
lucha fratricida en nuestros territorios, surge el deseo, la tentación, de
tener un héroe, un caudillo, un líder que acabe con el desorden, ponga orden y
pare las pugnas; de allí surge el primer gran mito fundacional autóctono: El Gendarme Necesario.
BOLÍVAR Y EL
HOMBRE FUERTE
El Dr. Aguiar ubica acertadamente el mito fundacional venezolano
del Gendarme Necesario y su origen en la exaltación del Libertador, Simón
Bolívar. Mucho se ha escrito acerca de Bolívar: libertario, autoritario; demócrata,
autócrata; soldado, ciudadano. Su prolífica obra escrita, y ejecutada, genera un
sin número de interpretaciones. Hay coincidencias y divergencias en la
interpretación de Bolívar que tenemos el Dr. Aguiar y yo, pero las
coincidencias acerca de su impacto sobre el mito del hombre fuerte son
absolutas. Ese es el primer gran mito originario de la nación venezolana, que,
a fin de cuentas, vio nacer en su territorio a esta figura histórica.
Nos describe el Dr. Aguiar cómo la semilla libertaria de
los precursores y fundadores de la primera republica se enfrenta al lado
autoritario de Bolivar, reflejado claramente en su “Manifiesto
de Cartagena”. Este documento es su Prueba No. 1 del afán aristocrático
y antidemocrático de Bolívar.
La pérdida de la Primera República sin lugar a duda
generó numerosos dimes, diretes y acusaciones cruzadas, a las cuales el futuro
Libertador seguramente no fue inmune, en particular por su participación en la
entrega de Miranda a las fuerzas del Imperio Español. Cuando Bolívar acusa a
los forjadores de “repúblicas aéreas” de debilidad ante enemigos y
conspiradores, e ingenuidad ante la realidad de la guerra puede ser que buscase
exoneración o distracción de su propia culpa; pero la historia la escriben los
vencedores.
Hay algo de cierto en esa acusación a los líderes de la Primera República; después de todo Monteverde entró a la provincia de Coro con un puñado de cien aventureros y entró a Valencia con un ejército de miles de soldados.3 La clase dirigente de la república, la cual incluía a Bolívar, no buscaba revolucionar la condición del país (lo cual, si querían “el hijo de la panadera” advenedizo,4 y los libertarios originales), sino independizarse del imperio para manejar el territorio a su antojo. Surgen facciones con intereses encontrados, tal vez irreconciliables, entre provincias, ciudades y clases. Aquellos sin privilegios no querían mantener su misma situación existente bajo un gobierno distinto y la independencia era impopular entre ellos; muchos de estos serán los mismos que después se unirán a Boves -y luego a Zamora- buscando cambiar su situación de opresión sin libertad.
Mantener el dominio y legado mantuano, suprimir libertades
y facciones provincianas de intereses opuestos hizo sucumbir a la Primera República
(aparte, según Bolívar, de la ruina del tesoro público por un estado
innecesariamente grande). Aun cuando luminarias liberales como Miranda, Roscio
y Toro buscaron crear una república con libertad, la presión para mantener los
privilegios mantuanos y provinciales creó divisiones que debilitaron la
república. El significado de las palabras lo dice todo: en Venezuela y Latinoamérica
esas guerras fratricidas las llamaron comúnmente la Guerra de Independencia,
mientras que en las colonias británicas del territorio que será los Estados
Unidos se llamó la Guerra Revolucionaria (The Revolutionary War).
La Prueba No. 2 acerca del autoritarismo de Bolívar que nos presenta el Dr. Aguiar en su ensayo no es tan contundente como la primera: el Discurso ante el Congreso Constituyente de Angostura.
Bolívar presenta ante este Congreso el resultado de sus análisis y reflexiones sobre la mejor manera de gobernar, estudiada desde los griegos hasta la nueva nación al norte, matizados por su experiencia como el guerrero que decretó la guerra a muerte, y después la derogó. Comienza Bolívar su discurso agradeciendo que el Congreso Constituyente le releva del cargo Dictador Jefe Supremo de la República, liberándole de la “inmensa autoridad que me agobia”. Propone Bolívar un gobierno con tres poderes representativos y un cuarto poder moral.5 Cierto, hay visos de aristocracia en su propuesta de una Cámara Alta modelada por la Cámara de los Lores de Inglaterra, pero esta propuesta representa un contrapeso contra su otra propuesta de un fuerte ejecutivo unitario, constituyéndose una continuidad institucional que atentaría contra ese posible Sísifo que reinventa cada generación o dos la mejor manera de gobernar.6 La manera de seleccionar los miembros de esa cámara alta, como agradecimiento y recompensa a los héroes de la guerra, es también una maniobra política para apaciguar guerreros ambiciosos tentados a levantarse contra la nueva república.7
Como estudioso de modelos de gobierno, posiblemente Bolívar
origina su concepción del amplio poder ejecutivo en la primera frase del Artículo
2 de la Constitución de los EE.UU.: “El
Poder Ejecutivo reside en el presidente de los Estado Unidos”. Esta frase ha
sido debatida desde su propuesta inicial hasta el día de hoy por implicar un amplio
e indefinido poder que, bajo manos inescrupulosas, puede ser abusado e
imperial. El Dr. Aguiar refleja ese debate cuando argumenta que Bolívar “bebe de las aguas que nutren el derecho
divino de los reyes” al proponer
un ejecutivo cuasi-imperial, a su parecer. Pero el Discurso de Angustura tiene
plenitud de semillas de liberalismo democrático, por ejemplo:
“Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares,
porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo
ciudadano el poder”.
“Un gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus
bases deben ser la soberanía del pueblo: la división de los poderes, la
libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía
y de los privilegios.”
Mas adelante, recontando formas de gobierno
sustentable le recomienda a los Constituyentes modelar el gobierno venezolano siguiendo
el modelo británico, pero…
Cuando hablo de Gobierno Británico sólo me refiero a lo que tiene de
republicanismo, y a la verdad ¿puede llamarse pura monarquía un sistema en el
cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los
poderes, la libertad civil, de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en
la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de república?
Su defensa del poder del ejecutivo es elocuente
argumentando, esencialmente, que un individuo se enfrenta por sí solo a una
gran muchedumbre que quiere arrebatarle su capacidad de decisión. Es por eso que,
institucionalmente, propone que la persona encarnando al poder ejecutivo debe
tener gran poder. Ese debate entre el gran poder del ejecutivo unitario como
contrapeso al del legislativo multitudinario (como el debate surgido por el
Artículo 2 en los EE. UU.) lo dirime con la supremacía del judicial y la
institucionalidad de la Cámara Alta, todos bajo el escrutinio permanente del
Poder Moral. Lo que algunos ven como autoritario y aristocrático, otros ven
como institucionalmente robusto.
Reconoce Bolívar la característica “sisifiana” que identifica el Dr. Aguiar en sus tesis acerca de la fragilidad democrática cuando hace la pregunta: “¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo, poder, prosperidad, y permanencia?” Reconoce también que los gobiernos que han perdurado más han sido imperios, de entre los cuales utiliza el Romano, el Español y el Británico en su exposición de motivos. Destaca, sin embargo, primero, los intentos infructuosos de incorporar republicanismo en el Imperio Español8 y, segundo, la transformación republicana exitosa por el Británico. Utiliza su narrativa histórica para el aprendizaje, no para la mímica.
El corolario que se puede extraer del Discurso de
Angostura y la afirmación de que “el sistema de gobierno más perfecto es
aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad
social y mayor suma de estabilidad política” es que, para El Libertador,
ese gobierno es una república, con una robusta división de poderes sujetos por
contrapesos, institucionalidad definida, derechos universales de igualdad
política y jurídica, y elecciones periódicas. Es decir, una república liberal democrática.
La animosidad de Bolívar en contra de los fundadores legisladores de la primera
república, manifestada desde Cartagena y ratificada en Angostura no lo descalifica,
sino que precisamente lo convierte en interlocutor del debate democrático.
Podemos igualmente analizar los visos aristocráticos / autoritarios contrapuestos a una interpretación acerca de los peligros de los mismos en la Prueba No. 3 que presenta el Dr. Aguiar: La Carta al General Flores, en conjunto con la dirigida a Esteban Palacios. De hacerlo, sin embargo, se alargaría demasiado este argumento, y se desviaría del punto principal: el origen del mito del Gendarme Necesario y su impacto sobre la historia política de Venezuela. Lo mas importante es establecer que Simón Bolívar es un héroe que sirve para todo, y repetidamente ha sido utilizado por hombres fuertes para justificar la espada en lugar de la levita.
(para otras reflexiones sobre el Discurso ante el Congreso de Angostura véase también "La República Bolivariana" y "Carta a Carlos Alberto Montaner")
OTRA VEZ SÍSIFO
El Gendarme Necesario fue codificado por Laureano
Vallenilla Lanz como apología al régimen tiránico de Juan Vicente Gómez. La leyenda
del hombre fuerte que impone el orden se consolida cuando Gómez solidifica
la nación, que hasta entonces era levantisca por los cuatro costados: el cuero
seco al que se refiere el Dr. Aguiar. La Revolución Libertadora había sido el
último enfrentamiento abierto fratricida entre venezolanos y no habrá otro sino
hasta la Lucha Armada, en los años 60, al inicio de la era democrática moderna –y
posteriormente durante la transición sangrienta del chavismo imponiendo su dominio
hegemónico a principios del S. XXI, transición que costó más de 25.000 vidas
segadas con la violencia impulsada por el odio de clases.
Tomando en cuenta que la nación se consolida bajo un
gobierno centralista fuerte (como el que Bolívar dice que es necesario en
un primer momento para controlar las bandas de maleantes que azotan el
territorio, es decir, concentrar el monopolio de la violencia en el estado) se entiende
al gobierno de Gómez como necesario para construir el país que viviremos
el resto del S. XX. También se pone en perspectiva la figura de Eleazar López Contreras
y su lugar en la transición hacia un país moderno. Es así que llegamos a la identificación de los tres grandes mitos fundacionales que forjan a la Venezuela del
S. XXI: El Gendarme Necesario, con sus raíces en el bolivarianismo de
espada, El Desposeído, instrumento del marxismo-leninismo y la guerra
fría, y que es personificado en el país como Juan Bimba, y el Delincuente
Obligado-Revolucionario, ideado por Hugo Chávez como instrumento para subvertir
la sociedad e instituciones de la Cuarta República. Estos tres mitos son discutidos
con mayor profundidad en el ensayo “Mitos
en Meta II”, pero ¿cómo son matizados por el mito de Sísifo?
Los mitos occidentales de El Dorado y del Milenarismo son
claras raíces de estos tres mitos fudacionales de Venezuela. Sísifo tal vez no
tanto, pero en el discurso
de presentación de mi libro La Venezuela
imposible (2017), ante el Interamerican Institute for Democracy (IID), me
aproximo a la imagen revelada por el Dr. Aguiar:
“Me acuerdo que, hace alrededor de un año, la gran cantautora Soledad
Bravo decía en un foro, aquí mismo, que le encantaba ver el Ávila, la montaña
esa que se impone espectacularmente sobre el valle de Caracas. Decía ella que
le encantaba verlo porque el Ávila con frecuencia tenía incendios y derrumbes,
pero que siempre estaba allí, perduraba, reverdecía, siempre verde de nuevo.
Eso, a fin de cuentas, es lo que quisiéramos ver en Venezuela. Pero realmente,
y contemplando ese Ávila, ¿es que vivimos en eso, un ciclo recurrente de
destrucción y reverdecer?”
Y mas específicamente, con la repetida imagen de
destrucción y reconstrucción del país que nos presenta el Dr. Aguiar en su
ensayo:
Sería raro que uno tirase tres piedras a una muchedumbre de venezolanos
y no le diera a dos personas en cuya ascendencia hubo coroneles, generales o
caudillos en las llamadas gestas heroicas de la historia del país—la guerra de
independencia, las guerras federales, las batallas contra el Cabito Castro,
contra Gómez, Pérez Jiménez, o en la lucha armada. Salvo inmigrantes muy
recientes, ese es el caso típico. Posiblemente allí se encuentre ese
“militarismo genético” del cual hablaba mi amigo…
…Y es que esa era la realidad hasta hace apenas dos generaciones, los
pocos venezolanos que habían, porque la población no era tan numerosa, eran
sobrevivientes. Sobrevivientes de pugnas fratricidas feroces que masacraron un
tercio de la población dejando leyendas de guerreros en familia. Pugnas que
dejaron reconcomios tribales subyacentes, fácilmente explotables por algún
populista advenedizo.
Sobrevivientes también de una naturaleza inhóspita, cundida de
enfermedades y una vegetación y aguas que lo arrasan todo. Entre los enemigos
más debilitantes de los guerrilleros durante la lucha armada estaban la
enfermedad y el hambre, acechándolos en esas montañas y montes aislados.
Los sobrevivientes de guerras, enfermedades, hambrunas y miserias
necesitan esa mano fuerte y noble que los guie a través de su debilidad y
recuperación. La dependencia del sobreviviente ante el líder es natural,
y es la que ha signado la historia de Venezuela. Cada nuevo ciclo de
sobrevivientes ha dependido de un nuevo líder redentor con una nueva generación
de expectativas, eventualmente irrealizables. Me temo, tengo miedo, que
pronto veremos un nuevo libertador o elegido liderando los sobrevivientes de la
actual miseria venezolana.
Desde las montoneras de Monteverde, Boves y Zamora,
hasta los Colectivos de Chávez, el afán fratricida en este país de
sobrevivientes es recurrente. El desposeído no es una invención leninista
impulsada por el estalinismo, es el vocablo de un sentimiento canalizable por algún
nuevo libertador o elegido con ansias de poder. El temor es que el ciclo sisifiano
no sea entre demócrata libertarios y autoritarios de toda estripe, como indica el
Dr. Aguiar, sino entre destrucción y reconstrucción por hombres fuertes de
turno. En aquel discurso hago la
pregunta retórica: “¿Acaso una sociedad entera puede tener [la condena de
una aterradora reencarnación permanente]? ¿Vivir y reencarnar de esa manera,
cometer los mismos errores, siempre los mismos? ¿Nunca ‘despertar’?”
Hugo Chávez y otros lideres transformadores nos pueden
dar pistas, o incluso la clave para despertar. Chávez tuvo la capacidad de actualizar
y transformar a su conveniencia el mito del desposeído al mito del delincuente
revolucionario, fundamental para el chavismo. Lo que esto significa es que es
posible usar nuestra herencia cultural e histórica para crear nuevos mitos
poderosos y transformadores. ¿Es acaso descabellado pensar en recrear los
ideales de libertad y democracia de la Promera Republica? ¿La que concibieron
esas levitas salidas de la Pontificia
Universidad de Caracas, llamada de Santa Rosa de Lima y del Beato Tomás de
Aquino? Ahora que la nación está consolidada, ¿se puede rescatar
la concepción de la república liberal democrática que describe Bolívar ante el
Congreso de Angostura? ¿Podemos concebir el mito de la libertad—esa
condición bajo la cual el ser humano tiene la oportunidad de desarrollar
plenamente su capacidad como tal? ¿Es este el nuevo mito que nos conducirá a
una tierra prometida con paz, prosperidad y democracia?
La nación venezolana requiere de un cambio paradigmático
de su modelo existencial para poder prosperar como un pueblo unido, una
ciudadanía activa, una gente con futuro. El hombre fuerte que encabeza un
capitalismo de estado paternalista y clientelar ha sido el modelo que ha
llevado el país a la ruina, miseria, enfermedad, empobrecimiento, muerte,
terror, desconfianza, división, fratricidio, esclavitud física y moral… todos los
males de Pandora. El ciclo recurrente de Sísifo no conduce sino a la oscuridad y
la desesperación. Bolívar en Angostura nos señala la importancia de aprender de
los errores del pasado, los intentos de las democracias antiguas, los imperios exitosos,
los experimentos recientes, no como ciclos recurrentes sino como lecciones para
mejorar el futuro y romper el ciclo. Para Bolívar, nos da a entender, una república
democrática liberal es el “gobierno más perfecto”, a sabiendas que es frágil y
que el camino para llegar a ese gobierno no es fácil:
“…son rarísimas las [naciones] que han sabido gozar algunos preciosos
momentos de libertad; muy luego han recaído en sus antiguos vicios políticos;
porque son los pueblos más bien que los gobiernos los que arrastran tras sí la
tiranía. … miran con indolencia la gloria de vivir en el movimiento de la
libertad, bajo la tutela de leyes dictadas por su propia voluntad. …
Sólo la democracia, en mi concepto, es susceptible de una absoluta
libertad; pero, ¿cuál es el gobierno democrático que ha reunido a un tiempo,
poder, prosperidad, y permanencia?”
Nos recuenta Bolívar desde Cartagena los errores de la Primera República, y advierte (y en Bolivia trata de implementar) que para consolidar una nación hay un periodo de dureza y tiranía. Hemos consolidado el país, hemos recorrido una parte del camino difícil. Esa es la fundación sobre la cual el nuevo país, surgido de las cenizas de la presente tiranía renacerá. No para sucumbir nuevamente, sin haber aprendido de los errores, sino para despertar de ellos y crear la condición donde cada quien pueda maximizar su potencial y prosperar. Tal vez fuese necesario un gendarme para consolidar la nación; tal vez los desposeídos no tuvieron libertad; tal vez el delincuente revolucionario no tuvo voz propia sino con la violencia; pero esos mitos ya no componen nación. Llegó la hora de la libertad. Los tiranos y los mitos que los sostienen serán parte del basurero de la historia. Pero...
Hace algún tiempo me dijo una persona que prefería ser analista sorprendido que optimista decepcionado. Eso, en realidad, solo lo diria una persona que quisiera ser optimista. Cuando marcar el gol esta al alcance, el arquero se contrapone, o el arco se aleja. No por eso los luchadores no mantienen su energía. Los luchadores por la democracia y la libertad son optimistas y aun a sabiendas que serán decepcionados mantienen la lucha. Saber que probablemente les espera decepción -si no inmediata, en un futuro- solo aclara la mente e impulsa el corazón. Viene Sísifo a la mente.
1 Aguiar Aranguren, Asdrúbal. Mitos que conspiran contra la libertad en Venezuela. A propósito del libro de Carlos J. Rangel. Revista Hispano Americana, núm. 13–14 (2023–2024). https://revista.raha.es/42B_2025.pdf Para una versión más resumida del ensayo, véase la nota en el diario El Nacional.
2 Rangel, Carlos J. Mitos de nuestra humanidad: Relatos de siempre para hoy. Santa Clara: Relatos de Tierra Firme, 2024. ISBN 9798991567718. – Versión KINDLE: https://a.co/d/f1SQK6U (ISBN 979-8991567725)
3 El contingente acumulado por Monteverde era tal que se estima que perdió 2.000 hombres an las batallas de La Victoria. Ganó esas y más batallas.
4 Así se referían a Miranda.
5 Este “Poder Moral”, tal y como lo describe Bolívar, es equivalente a una libre, diversa y fuerte prensa independiente.
6 Puede interpretarse la institución de “Senador Vitalicio” para los expresidentes, establecida en la constitución de 1961, como derivada de esta propuesta de Bolívar.
7 Juan Vicente Gómez, a su manera, hará lo mismo menos de 100 años después, incorporando caudillos regionales a su gobierno, o exiliando y fusilando a otros.
8 Manifestado principalmente en la Constitución Española, “La Pepa”, que de cierta manera impulsó también al movimiento independentista en las colonias.
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