Autor, emprendedor, analista económico y político.
Artículos y Ensayos, tanto en español como en inglés, sobre la condición de Venezuela y otros temas de interés internacional.
Rompe el
amanecer. Hoy es Domingo de Resurrección, el día que conmemora el retorno a la
vida del redentor Jesucristo. Es el día que reafirma la fe cristiana en una
nueva vida después del sufrimiento, después del calvario, después del valle de
lágrimas.
Frecuentemente
escribo a estas tempranas horas, absorbiendo el despertar del mundo: pájaros
trinando, animales curucuteando; el sonido del despertar de los vecinos:
puertas abriendo y cerrando, algunas voces, motores zumbando. Uno que otro avión
sobrevolando. No hay guacamayas.
Pongo
música para esta hora del despertar, frecuentemente Gabriela Montero lanzando
al aire con energía acordes inspirados en la tierra venezolana, nuestra patria común lejana.
En este
día, al igual que todos, recuerdo el sufrimiento y agonía que atraviesa nuestro país. Hay quienes se lavan las manos de culpa, tanto en nuestra tierra
como en otras, tanto lideres nacionales como internacionales. Venezuela sufre,
todo indicador humanitario lo dice a gritos. Las generaciones futuras serán
afectadas por el hambre física, moral e institucional que han sufrido. Los
venezolanos tendremos menos estatura, menos fortaleza física, menos capacidad
intelectual, por esta tortura corporal y espiritual a la cual un régimen criminal
ha sometido a la nación.
La tristeza
me embarga, siempre, al pensar en este sufrimiento. Al pensar en los caídos, en
los presos, en los torturados, en los desaparecidos y en todos los perseguidos,
algunos enconchados, otros en el exilio forzado. Me embarga una tristeza
profunda, pero también la esperanza, no la desesperación. La esperanza de que la nación
venezolana despertará y tendrá su nuevo renacer.
En este día, Domingo de Resurrección, esta esperanza está más viva que nunca. Tengo la fe de que todos nuestros compatriotas tienen la resistencia, la capacidad y la fuerza para este renacer. Lo han demostrado al régimen y al mundo con creces. Sobreviremos el viacrucis y llegará una nueva vida con reunificación y reconciliación para Venezuela. Una Venezuela con paz y prosperidad en democracia y libertad.
Este ensayo/entrevista busca responder inquietudes
surgidas en la video-entrevista de Napoleón Bravo a Carlos J. Rangel sobre su
nuevo libro, MITOS DE NUESTRA HUMANIDAD: RELATOS DE SIEMPRE PARA HOY conducida
el 7 de diciembre, 2024. Estas preguntas le fueron planteadas a CJR en un chat
de WhatsApp, y son suficientemente interesantes como para compartirlas en este
blog.
La entrevista en BRAVO24
Estimado Ofer:
Agradezco que te hayas tomado el tiempo para ver la
entrevista y enunciar preguntas que surgieron de la misma. No se ve en la
entrevista publicada en YouTube, pero Napoleón tuvo que editar parcialmente el
video puesto que se nos acabó el tiempo. Me dijo que esa era la primera vez que
le había ocurrido eso, que perdió la noción del tiempo por lo amplio y fascinante
de los temas discutidos. Igualmente, tuve una gran satisfacción participando en
esa entrevista. Mi nuevo libro tiene como objetivo generar este tipo de discusión
amplia acerca de la democracia liberal y ciertamente esta entrevista cumple con
ese objetivo.
Lamento no haberte dado respuesta más rápidamente,
pero tus preguntas tocan temas profundos que preferí ponderar con tiempo antes que
dar respuestas superficiales. Trato de responder tus inquietudes elaborando
algo sobre temas que he desarrollado anteriormente, con la esperanza que de
alguna manera sean satisfactorias. Para hacer la lectura más estructurada la divido por tema que genera la inquietud. He aquí mis respuestas:
En primer lugar, en el minuto 17:03 habla de
liderazgo populista y "la respuesta simple" es NO cuando se le
pregunta sobre ser capaz de alcanzar una posición de liderazgo nacional sin ser
populista.
La respuesta simple es “no” porque meritocracia y tecnocracia
de por sí no movilizan votos. Personas con gran preparación y sentido de
lo que moviliza a los segmentos de población necesarios para obtener una mayoría
del voto popular son rara avis, si es que existen. El voto popular que
logra las mayorías necesarias para triunfar generalmente no es un voto bien
ponderado y se moviliza por la emoción más que la razón. Es un voto que, en la percepción del votante, rechaza
al status quo que le niega oportunidades y bienestar. La fracción
que emite votos deliberadamente ponderados por el candidato de su ideología preferida
generalmente es entre 10% al 30%. En una elección entre dos partidos
principales o por balotaje, eso significa que entre el 40 al 80% de los ciudadanos
con derecho al voto no utilizarán criterios ponderados para emitir su voto. De
esa gran masa de votantes (más cuando se aproxima a 80 que cuando se aproxima a
40) muchos son apáticos ante las alternativas presentadas en la elección y se
abstienen de votar. Para energizar el voto de la masa electoral la herramienta más
efectiva es el populismo y por eso toda opción ganadora tiene un componente de
este. Las promesas de cambio del status quo hechas con cariz populista
generalmente son efectivas, pero las promesas exageradas y evidentemente irrealizables
también generan movilización electoral, aun cuando el votante sepa que son
irrealizables. Este populismo extremo apela a la emoción de la identificación,
es decir, le hace sentir al votante que el candidato entiende sus problemas y que
si no los puede solucionar no es por ignorarlos, ni siquiera por decepcionarlos,
sino por fuerzas ajenas (y esto es común en el discurso populista) que le
adversan, por algún enemigo identificable, típicamente imaginario y expiatorio.
Todo político en contienda electoral tiene que incluir
entre su arsenal de campaña una dosis del populismo movilizador del voto para
sumar la mayoría ganadora a su favor. Cuando el candidato basa su campaña en
una promesa de futuro utópico o regreso al pasado glorioso que los enemigos de
la nación han truncado, es decir la campaña de la promesa milenaria y el
redentor que la hará cumplir, dicho candidato se acerca al populismo extremo;
un populismo que fácilmente puede caer en mando autoritario al convertir a los
opositores a su candidatura en enemigos de su mandato (y de la nación) en vez de
adversarios a sus políticas.
Usted ilustra el esquema de la pirámide y el
lugar óptimo para una democracia es estar en el centro de la pirámide. Jóvenes,
más idealistas, al que Usted le da el apodo de izquierdistas buscan
oportunidades en la base de la pirámide, mientras que los dueños de la
propiedad privada son menos idealistas, más conservadores, al que Usted le da
el apodo de derechistas en la cima, que buscan proteger sus pertenencias.
En una entrevista como la realizada es difícil
explicar la complejidad de la economía social en términos sencillos. El número
de variables excede tres, lo que Daniel Patrick Moynihan definía como un problema
super complejo (tres variables es un modelo complejo, según DPM). Si mal no recuerdo, Napoleón me preguntó acerca de la validez
de los términos derecha e izquierda, a lo cual respondí que francamente hoy en día
se usan más como epítetos que como definición de ideología. Esta pregunta surge
de una parte del libro en donde argumento que los derechos de oportunidad son
los que caen bajo el manto del llamado izquierdismo y los derechos de propiedad
bajo el llamado derechismo. Debido a que la naturaleza de la humanidad es
definida por sus etapas de infancia, juventud, madurez y vejez, es observable
la correlación entre jóvenes buscando oportunidades y mayores protegiendo sus
activos acumulados, sean tradiciones, morales o monetarios. La interpretación que
usted aparentemente sugiere es que yo dije que los viejos son derechistas y los
jóvenes izquierdistas. Eso se parece a lo que quise decir, pero no lo es exactamente.
Aquellos que ofrecen proteger y ampliar las oportunidades para el desarrollo individual
son acogidos por los que desean tener nuevas oportunidades o piensan que se las
han quitado, sean jóvenes o no. Generalmente la demografía en busca de
oportunidades es mayoritariamente joven, y en Latinoamérica la pirámide etaria
tiene una amplia base, por lo tanto ese mensaje de oportunidad, el clásicamente
izquierdista, reverbera en este continente. Pero el triangulo de Hayek al cual
yo me refería es otra dimensión de variables. Él coloca en cada vórtice conservadores,
progresistas y liberales (identificándose a sí mismo como liberal). Su tesis
era que los conservadores y los progresistas quieren mejorar la sociedad obligándola
a adoptar sus dogmas, sean conservadores o progresistas, mientras que los
liberales consideran que forzar dogmas de comportamiento social o económico obstaculiza
el desarrollo del bienestar individual y. por ende, el colectivo (esencialmente
el mismo paradigma de la mano invisible de Adam Smith). Los extremos del dogma progresista
y el conservador se ilustran con las autocracias sostenidas en la Unión Soviética
y con la Inquisición Medieval. La crítica que se le hace a este modelo de Hayek
es que en el extremo liberal se desarrolla el anarquismo el cual, creando un vacío
de poder, es vulnerable a otras autocracias dogmáticas. Era este triangulo al
cual me refería en la entrevista, no la pirámide etaria. Este es el triángulo en
cuyo centro se encuentra la democracia, siempre en pugna hacia cualquiera de
los extremos, y generando el caos creativo y renovación que produce el mayor
bienestar social.
¿Qué piensa de ese esquema piramidal del que
habla en el contexto de una república, no de una democracia, y de un líder
populista de derecha que ha alcanzado la cima del poder en ese escenario? ¿Cómo
terminaría esa película?
Hoy día se habla mucho acerca de la diferencia entre república
y democracia suponiendo, o insinuando, un valor superior en la manera de
gobernar de una sobre la otra. Si buscamos la diferencia esencial, nos
encontramos con ideales cuasi platónicos que definen una como un sistema institucional
en donde los poderes del estado se ejercen con representantes del poder
soberano (los ciudadanos) escogidos mediante el voto, con pesos y contrapeso
que defienden las instituciones, y con el gobierno basado sobre leyes
establecidas y precedente institucional. La democracia pura, es decir directa (como
ha sugerido Elon Musk instituir en sus colonias en Marte) no tiene esa
institucionalidad, precedente y legado, y fácilmente puede caer en la llamada “tiranía
de las mayorías” con plebiscitos a diestra y siniestra – mob rule. Estipulando
entonces que una republica es mejor manera de gobernar (y difícil de
mantener) que una democracia pura (imposible de mantener), pasemos a la cuestión del líder populista.
El líder populista, sea que diga que protege los derechos de
propiedad o los derechos de oportunidad, combinado con tendencias conservadoras
o progresistas (los liberales rara vez son populistas, llegan al poder por el
hartazgo del soberano con los otros vértices del triángulo de Hayek – caso Milei
o MCM), tiene dos opciones una vez que llega al poder: romper la
institucionalidad republicana para mantenerse en el poder, o someterse al
juicio de los votantes de una república con fuertes instituciones. Por eso, y
porque -como argumentaba anteriormente- todo candidato para llegar al poder debe
tener algo de populista, la democracia institucional con alternabilidad y rotación
de ideologías (el caos creativo que genera bienestar social), siempre está en
peligro. Recae sobre el soberano, los ciudadanos de la nación, elegir a representantes
que defiendan a las instituciones (siempre perfectibles) en vez de aquellos que trasparentemente
buscarán mantenerse en el poder eternamente. Cabe mencionar en este momento la referencia hecha durante la entrevista al “Poder Moral” al que aludía Simón Bolívar, una
serie de escribas independientes que registran la actuación moral, o no, de los
representantes en los otros poderes de una nación. Es decir, la prensa libre e
independiente.
Finalmente, pensar que la película termina es no darse
cuenta de que el proceso de gobierno y el avance social y económico es un
proceso interminable, inacabable, sin fin y perfectible cuyo modus operandi
es el probar, errar, corregir. La naturaleza humana prefiere el orden predecible (terminar la película) a la incertidumbre caótica (el interminable valle de lágrimas), pero es en ese caos, en esa destrucción creativa de
la cual hablaba Schumpeter refiriéndose al capitalismo, allí es que existe la innovación
y el avance en todos los aspectos sociales y económicos de una sociedad.
Estancarse es morir. La película no acaba.
En segundo lugar, en el minuto 26:43 usted habla
de que China ha hecho cambios y difiere sustancialmente de otras naciones
comunistas en su manejo de la economía, aunque concluye que no va bien.
Si uno considera el buen gobierno, la
planificación económica central o las fuertes inversiones en educación e
infraestructura como medio para alcanzar un fin, entonces el modelo chino es
uno de los más eficaces de la historia de la humanidad. A pesar de su liderazgo
tiránico, el modelo chino tuvo como resultado la extracción de la mayor parte
de su población de la pobreza extrema - al menos la mitad de su población, es
decir, 800 millones de personas - a una fuerte clase media y una clase rica
sustancial en un período de tiempo muy, muy corto: ¿sería el modelo chino uno
de los mejores modelos del mundo? ¿Sería un buen modelo de gobierno o una buena
política económica? ¿Es sostenible?
Menos tiránicas pero similarmente efectivas son
las historias de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y otros Tigres Asiáticos,
aunque todos ellos tuvieron, en su momento, un liderazgo autocrático que los
llevó a donde están ahora.
El “modelo chino” es atractivo y hace algún tiempo yo también
lo encontraba seductor. Los resultados evidentes de mejora en el bienestar social
efectivamente lo hacen digno de estudio profundo y sinceramente no he hecho ese
estudio, pero si estoy familiarizado con la idea. El presidente chino, Xi
Jinping, está convencido de que la hegemonía de los modelos sociales y económicos
de occidente durante los últimos 200 años son un paréntesis histórico en la supremacía
china sobre el mundo, y está haciendo su parte para restaurar esa supremacía.
No es único en esa visión, puesto que ya hace unos cuarenta años un alto
dirigente chino, Chou En-Lai respondió al preguntársele que opinaba acerca de
la revolución francesa y respondió que era demasiado pronto para llegar a
conclusiones. Esa perspectiva histórica de los lideres chinos se manifiesta hoy
día en el expansionismo económico que ha mantenido durante los últimos diez años
(abiertamente), y con la bienvenida de muchos receptores de ese expansionismo
por suponer que “el modelo chino” puede ayudar al bienestar propio de su país.
No debemos dejar de recordar que China sufrió bajo el régimen
del PCC de Mao una de las peores hambrunas del mundo en los años 60 del siglo pasado.
Esto, en combinación con la purga de la revolución cultural y la caída del muro
de Berlín creó las condiciones para el cambio del modelo de uno autocrático-comunista
a uno autocrático-capitalista, esencialmente promovido por Deng Xiao Ping, el primer presidente chino que visitara a los EE.UU. Las
instituciones creadas por el PCC se mantuvieron y mantienen, pero ante la desintegración
de la Unión Soviética, y el temor a la recaída en la disfuncionalidad económica
que causó la hambruna, la apertura a occidente fue inevitable. La incorporación de China a la economía mundial
comienza con su designación como MFN condicional en los años 80, y así comienza
el despegue económico. Es su aceptación del
modelo occidental de desarrollo lo que le permite modernizarse.
Ese modelo aceptado tiene sus condicionantes. El
occidente celebra la casi infinita mano de obra barata que ofrece China y se
dedica a invertir construyendo fábricas de todo tipo. Occidente también ve con
ojos ambiciosos el potencial de un enorme mercado consumidor, fácil presa de
las baratijas brillantes que ofrece– o así pensaban muchos. Pero el liderazgo chino ve la apertura de otra
manera, utilizando espionaje industrial y simple copia, comienza a producir sus
propis clones de los productos occidentales e impone barreras formidables a la penetración
del mercado chino por las empresas occidentales. Al mismo tiempo conduce un
gran programa de capacitación técnica y administrativa, becando a decenas si no
cientos de miles de jóvenes leales a estudiar en las mejores universidades de
occidente. Todos estos factores que permiten el despegue económico chino son
irrepetibles en cualquier otro país que pretenda emularlo, comenzando por el tamaño
del mercado interno, salvo India, que no parece tener planes hegemónicos mundiales,
y también ha logrado un cierto despegue económico bajo una forma de democracia perfectible.
El engaño de la ilusión del modelo chino que vende ese país, es tentador para países
pobres y con liderazgo autocrático, puesto que ven su posibilidad de mantener el
poder, pero despegar económicamente. Eso es una ilusión; el caso de China es único,
su despegue se inicia al aceptar las ideas de desarrollo y economía occidentales,
y su autoengaño acerca del bienestar producido por la economía dirigida y la
sociedad estratificada comienza a derrumbarse. Las ciudades fantasmas,
despobladas y en desuso son apenas un signo evidente y superficial de la enorme
corrupción e ineficiencias generadas por “el modelo chino”. Los vaivenes de su
mercado de valores manipulado han destruido fortunas. La supercomputadora del
mercado libre es imposible de controlar de manera eficiente y la mano invisible
castigará esas ineficiencias. A largo plazo (y recordemos lo que el corto plazo
es para los chinos) su modelo económico no es sostenible. La planificación central,
el monopolio estatal, y el adoctrinamiento de la población a favor de un modelo
de castas determinadas por la lealtad al partido (La India tiene un problema
similar) no es sostenible.
¿Qué piensa sobre la aplicación de esas políticas
inicialmente autocráticas – en conjunto – a los países latinoamericanos y
específicamente a la Venezuela post-chavismo? ¿Sería posible, seria cultural,
ética de trabajo, caudillismo, religión?
Nuevamente, reitero, el modelo chino es malentendido,
y esa mala interpretación es generada por la misma China mediante propaganda que
hace pensar que es un modelo alterno al modelo de libre mercado y democracia. Muchas naciones, con la excepción casi explicable
(pero no es el momento) de los EE.UU., tienen su origen como nación-estado con
un régimen autocrático estableciendo el monopolio de la violencia dentro de sus
territorios. En el caso venezolano, Juan Vicente Gómez es el que unifica a
Venezuela como estado-nación. Esa es una etapa superada, pero es posible que en
un escenario post-chavista sea necesario nuevamente unificar el país mediate
ciertas tácticas generalmente indeseables, violentas y cuasi autocráticas. Existen
otros escenarios de reconciliación que no nos regresan a los tiempos de la
Lucha Armada, mucho menos a los inicios el S. XX y Gómez. Recuperar el monopolio
de la violencia puede lograrse bajo un régimen democrático, sin necesidad de tácticas
autocráticas exageradas. Podemos ver el ejemplo de Polonia o África del Sur y.
posiblemente, veremos algo que aprender en la Siria post-Assad. Ciertamente espero que haya lecciones aprendidas del fracaso de la no-reconciliación en el caso del Irak post-Saddam.
No me gusta especialmente citar o recordar a Bolívar,
por su asociación a la excesiva e hipócrita referencia que tantos hacen de él, pero
él lo tenía claro: la creación de republicas aéreas que no contemplen la realidad
cultural, la ética de trabajo, la fascinación con el caudillismo, y la relación
con la religión de los habitantes de nuestro país, está condenada al fracaso.
No hay modelo chino, o estadounidense o europeo que valga. El modelo que
debemos seguir es el modelo venezolano, y este todavía está por cuajar. Es un modelo
con sus raíces en los cuarenta años de democracia perfectible que vivimos, los años
que nos demostraron el verdadero potencial de Venezuela.
Espero que haya logrado responder de
alguna manera las inquietudes generadas por la entrevista y que amablemente me
hiciste.
El 21 de noviembre de 2024, El Club de la Libertad, en Corrientes, Argentina, invitó a Carlos J. Rangel a hablar acerca de Venezuela, su estado actual y su futuro. Este es el discurso / ponencia de Rangel en el evento.
******
Gracias a
todos los presentes, damas y caballeros, por participar en este foro, un evento
enfocado sobre el futuro y potencial de nuestras economías. Economías que
enfrentan gran incertidumbre ante las tensiones por el cambio. Cambio desde un mundo
esencialmente unipolar hacia uno en donde las potencias se disputan activamente
los centros del poder económico y político. Esas tensiones, que parecen
contradictoriamente aislacionistas e imperialistas simultáneamente, crean
aperturas aprovechables, incluso para una situación como la que vive mi país,
Venezuela. La oposición venezolana le agradece mucho a Argentina su
solidaridad con la causa y el albergue a nuestros compatriotas. Muchas gracias.
Quiero agradecer especialmente al Club de la Libertad y a su presidente,
Alberto Medina Méndez, por utilizar estos eventos para mantener viva la causa
de la libertad en Venezuela, y por su invitación a que yo compartiese por
algunos minutos con ustedes mis reflexiones sobre el presente y el mañana en
Venezuela.
El 28 de
julio de 2024 fue una fecha trascendental para Venezuela. Puede esperarse incluso
que en algún futuro posible, y manteniendo esa costumbre común de nuestros
países, alguna avenida, plaza o barriada sea nombrada con esa fecha; la fecha que
definitivamente evidenció el anhelo indiscutible de los ciudadanos venezolanos
de terminar el experimento chavista.
La propuesta
chavista era cambiar las estructuras económicas y sociales del país para lograr
igualdad y justicia social administrada mediante un fuerte gobierno central.
Bajo esa propuesta, el gobierno central asumía el control sobre los recursos
naturales y activos fijos del país, y la administración de su explotación. La
propuesta se basaba sobre la premisa de que Venezuela era un país rico, rico en
minerales básicos necesarios para la economía mundial. Con los amplios recursos
financieros obtenidos por ese control, el gobierno podría satisfacer las
necesidades de todos los venezolanos. Esa fue la promesa de Chávez.
Hay muchas
razones por las cuales ese experimento resultó en un gran fracaso. Pero la
razón fundamental es debido a su contradicción interna: lograr orden, igualdad
y justicia mediante el control central y absoluto de la sociedad y la economía.
Ese control eventualmente y necesariamente será autoritario, y es imposible
lograr igualdad y justica bajo esas condiciones. No solo Venezuela ha vivido la
tragedia generada por esa contradicción conceptual. Cuba, por no mencionar
otros, es otro gran ejemplo en nuestro hemisferio de autoritarismos de
izquierda con fantasías de utopías. Por supuesto la Unión Soviética, Corea del
Norte y China Comunista son ejemplos notorios en el mundo.
Sin embargo,
no debemos descartar ese otro vértice ideológico cuyos resultados igualmente
resultan en fracaso: el autoritarismo de derecha. Fracaso de otra índole, pero
en la misma familia. Las contradicciones estructurales de esta otra propuesta
autoritaria también estancan a la sociedad enquistando oligarquías, sean
civiles o militares. Esto lo hemos visto en el pasado de Latinoamérica y el
Caribe: en el Paraguay de Stroessner, la Nicaragua de Somoza, el Haití de Papa
Doc, hasta en el México de Porfirio Díaz a principios del siglo pasado, cuando Civilización y Barbarie se confundían fácilmente; y alrededor del mundo con el
Irak de Hussein, el Irán del Chá, y tantos otros ejemplos frecuentemente
citados por la izquierda y que ustedes han oído. Hoy día incluso estamos
viendo lo que podemos calificar de autoritarismo de derecha en países como
Rusia y la China actual, con creciente desigualdad, tiranía y economías en
descenso estructural, buscando su rescate mediante la expansión imperialista.
Al igual que las de izquierda, las élites dirigentes de derecha pretenden
mantener sus privilegios eternamente, viviendo esa fantasía de Voltaire de que
viven en el mejor de los mundos posibles, y que todo cambio es innecesario,
indeseable y peligroso.
Esto ocurre
por igual tanto en los autoritarismos de derecha como en los de izquierda.
Ambos han creado un mundo para sus élites con privilegios basados en rentas
monopólicas, sean del estado o de los oligarcas, acumulando poder y activos. Un
mundo que quieren mantener, conservar a toda costa; es decir son conservadores.
Todo mandato autoritario es conservador, viven en su mejor mundo posible y no
quieren que cambie. Venezuela tiene un gobierno conservador, al igual que Cuba.
Irán, Hungría, Rusia y China. Son variaciones de la combinación mandato
autoritario / capitalismo, o mandato autoritario / comunismo. Combinaciones
destinadas al fracaso económico, social, conducentes a gran descontento popular
con la consecuente represión totalitaria. Represión que va desde la pasiva
mediante fraudes electorales y control de medios, hasta las activas con
milicias, prisión, tortura y muerte.
Hayek nos
instruye para entender mejor esta dicotomía derecha / izquierda en su “Postdata
a Fundamentos de la Libertad”. Hayek denuncia tanto a la extrema derecha como a
la extrema izquierda por ser ideologías que buscan suprimir la individualidad
para asumir el control de la sociedad. Ese control se basa en el supuesto de que
el bienestar colectivo es mejor entendido por su élite de ideólogos que por un
individuo cualquiera en búsqueda de su bienestar propio; que ciertos elementos,
anhelos o “perversiones” de esa individualidad es mejor controlarlos en aras
del bienestar colectivo. Por eso, esos ideólogos de derecha o de izquierda
proponen leyes, reglamentos y acciones que coartan la libertad. Esa intelligentsia
de izquierda o de derecha pontifica que ella es la que mejor sabe lo que es
mejor para cada quien en aras del bienestar social.
Todos esos
son experimentos destinados al fracaso y al rechazo, como lo demostró Venezuela
el 28 de julio. Ese día la ciudadanía venezolana dijo “ya basta”. Dijo que el
experimento chavista, ni nada que se le parezca, no solucionaba la desigualdad,
ni mejoraba la vida, ni ofrecía futuro; dijo que el experimento chavista
quebraba familias y generaba miseria; dijo, utilizando la poderosa voz del voto
democrático de cada uno, que la élite chavista no merecía su confianza ni merecía gobernar.
El 28 de julio, los ciudadanos venezolanos optaron por ese concepto difuso de
“libertad”, uno de esos conceptos que a veces uno no sabe qué es exactamente,
pero que si sabe cuándo no la tiene.
Anteriormente
he tenido la temeridad de definir la libertad como la condición bajo la cual un
ser humano tiene la oportunidad de desarrollar su pleno potencial como tal. Un
gobierno que busca controlar a cada individuo para obligarlo a aportar su
esfuerzo y mente al modelo que dicho gobierno prescribe como ideal, no es un
gobierno apegado a la libertad. Contra eso, y a sabiendas que la opción era un
salto al vacío, que ese voto sería el comienzo de un proceso de restauración
que no sería fácil, los ciudadanos votaron masivamente y con alegría por
Edmundo González Urrutia, quien simboliza y unifica el anhelo de libertad del pueblo
venezolano. Venezuela optó por democracia y libertad. La oportunidad de hacer
mejor vida.
La dicotomía democracia
/ autocracia existe desde hace siglos, y cuando el anhelo democrático ha prevalecido,
la humanidad ha prosperado, ha progresado. El afán de superación individual es una
sublimación del instinto natural de supervivencia, y se manifiesta en emociones
como la codicia y la ambición las cuales, de por sí, no son malas, como diría
Gordon Gekko en “Wall Street”. O mejor, como argumentaría durante aquel momento
del despertar liberal del S. XVIII Adam Smith: cuando existen las condiciones
para que cada individuo busque, persiga, trabaje por su mejora personal, toda la
sociedad mejora. Es decir, el capitalismo es un mecanismo eficiente que utiliza
la libertad para mejorar la sociedad como un todo. El capitalismo se contrapone al mercantilismo,
cuyas diferencias esenciales son que el primero se basa en la creación de la riqueza,
el otro en la acumulación de la riqueza. El comunismo es la manifestación
moderna de la mentalidad mercantilista, enfocado en la distribución de lo que para
su modelo es un recurso limitado, la riqueza, la cual extrae como renta, sea de
la naturaleza o de la sociedad, hasta agotarla.
Sociedades
que han experimentado con esa idea de la distribución de la riqueza como base
fundamental para generar bienestar social han fracasado en esa meta, y algunas
ahora experimentan con lo que se puede describir como mandato autoritario con
capitalismo; Rusia, China, Hungría, e incluso, con tanteos y asomos, en
Venezuela. En Cuba han habido innumerables “procesos de apertura” permitiendo
microempresas y otros experimentos.
Pero bajo
regímenes autoritarios, estos intentos proto-capitalistas están destinados al
fracaso, solo refuerzan al régimen. He definido recientemente al mandato
autoritario como aquel en donde los seres humanos sobreviven y prosperan dependiendo
de los caprichos oportunistas de un régimen cuyo centro ideológico es el
derecho legítimo de concentrar el máximo poder en su líder. Dicho con el
viejo refrán popular, tal vez revelando alguna simpatía de nuestras culturas por
el mandato autoritario: “el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo
cobija”. Pregúntenle a Jack Ma, el fundador de Ali Baba, que tal funciona
eso.
Depender del
capricho oportunista, de la sombra reconfortante, de un líder autoritario, aun cuando
dicho líder haga aperturas hacia el capitalismo, es una propuesta peligrosa
para cualquier individuo. Más aun, es ineficiente para una sociedad e insostenible
a largo plazo.
Es esa
combinación de democracia con capitalismo la que genera riqueza, y tiene la capacidad
de renovación y regeneración que con mayor efectividad y eficiencia incrementa
el llamado bienestar social. La propuesta ganadora en las elecciones
presidenciales de Venezuela, la aceptada por más de tres cuartas partes de los
que pudieron votar, fue democracia con capitalismo, la combinación que ha
generado la mayor prosperidad de las naciones y el mundo desde su surgimiento
en el S. XVIII.
En
conversaciones y comunicaciones con ciertas personas del liderazgo opositor mucho
antes y después del 28 de julio, estábamos claros de que las elecciones
presidenciales, aun siendo clave, no eran sino un paso, una etapa más en la
restauración de la democracia en Venezuela, al igual que lo había sido el 22 de
octubre del año pasado, el día en que las primarias opositoras ratificaron la
dirigencia indiscutible de Maria Corina Machado como su líder. Desde hace más
de dos años ya habíamos planteado la necesidad de obtener la prueba en las
mesas electorales de la victoria de la oposición democrática en las elecciones
presidenciales. Esta estrategia, implementada tácticamente con los “comanditos”
recabando evidencias, ha demostrado fehacientemente, ante cualquier persona u
organismo independiente, que Edmundo González Urrutia es el presidente legítimamente
electo de Venezuela. Desde la noche del 28
tengo la costumbre de revisar periódicamente la página web del Consejo Nacional
Electoral, del CNE. Aquel día la página se cayó alrededor de las 8PM, si
recuerdo bien. El régimen culpó a la oposición de hacer un jaqueo que había
tumbado la página. Esa excusa, o revela una ineptidud abismal por el equipo
técnico del CNE, y sus aliados internacionales, o es una mentira más grande que
cualquier nariz imaginable de Pinocho puesto que hasta el día de hoy, casi
cuatro meses después, sigue caída esa página.
La estrategia
para llegar hasta el final se mantiene en pie. Todas las piezas están donde
deben estar y están encajando como deben encajar. El régimen ha reaccionado a
la revelada desnudez de su descarado fraude con el desespero y temor de una
bestia acorralada, lanzando gruñidos, zarpazos y dentelladas. Sus 200 presos
políticos de costumbre, por coincidencia el mismo número que mantenía el tirano
Rosas, los ha multiplicado por diez. Actualmente en las cárceles, mazmorras, y
sótanos ocultos de la tiranía hay alrededor de 2000 personas detenidas con
cargos espurios de incitación al odio, a la violencia y al terrorismo, cargos
levantados por alzar su voz defendiendo la soberanía popular manifestada el 28
de julio. A esos 2000 se le suman centenares, miles de personas atemorizadas,
refugiadas, exiladas por la persecución del régimen, por estar “en la lista”;
persecución y prisión que ha resultado en muertes, escalando la violencia
criminal del régimen. Recordando a Winston Churchill, ante la lucha contra la
sanguinaria tiranía solo puede prometerse sangre, trabajo, lágrimas y sudor
hasta lograr la victoria, la libertad. Estos héroes venezolanos son héroes de
la libertad.
Por favor, un momento de
silencio para los caídos.
La comunidad
internacional ha sido pieza clave en debilitar y deslegitimar al régimen. El desconocimiento,
incluso por supuestos aliados vecinos, del resultado "oficial" de las elecciones
se mantiene como columna principal de la fuerza opositora; los homenajes y
reconocimientos internacionales a la líder opositora fortalecen su posición
como tal; la diplomacia experta del presidente electo en países y organismos
internacionales acorralan cada vez más a las élites de la tiranía. No voy a decir en este foro que hay
negociaciones en curso con algunos miembros de esas élites tiranas. No lo voy a
decir. Las elecciones presidenciales en
los EE.UU. hace unas semanas aclaran vías en esas negociaciones que no están
ocurriendo con algunos miembros del régimen; esos que ven con anhelo alguna
playa distante y tranquila, con familiares y amigos cercanos a su lado, lejos
de hogueras, horcas y muchedumbres enardecidas. Aquellos dentro de las élites
del régimen que no ven esa negociación, que no está ocurriendo, es probable que pronto
se percaten de que rechazaron una oferta que no podían rechazar. Porque ya
están del lado equivocado de la historia.
Esquilo, hace unos dos mil quinientos años, nos decía: “es enfermedad que
llega con toda tiranía, la de no confiar en amigos”. Sabemos por qué.
La historia
nos ha demostrado que la combinación democracia / capitalismo es la combinación
que genera mayor prosperidad. La historia nos ha enseñado también que la
democracia es un torbellino de ideas permanente, un agitar creativo indetenible,
un ir y venir circular de propuestas, riñas entre lideres con opiniones contradictorias;
una apariencia de caos constante, con contiendas electorales donde los
vencedores se creen dueños de la razón, la verdad y el mundo, y los perdedores se
rasgan las vestiduras y se halan los cabellos -- hasta la próxima elección.
Ante el caos
y la incertidumbre permanente de la democracia la ilusión del mandato autoritario
que promete orden y certeza es tentadora. Todo aquel que dice o escribe que la
democracia está en peligro tiene razón, siempre. Pero la democracia vale la
pena; la historia nos ha enseñado que es ella en combinación con la libertad la
que genera paz y prosperidad en las naciones, y por eso vale la pena luchar por
ella. Todo esto nos hace recordar nuevamente a Churchill, quien calificaba a la
democracia como el peor de los sistemas de gobierno, salvo todos los demás.
Las élites
del régimen venezolano, esas élites conservadoras, mercantilistas, monopólicas,
tiránicas que pretenden aferrarse al poder y someter al país están del lado
equivocado de la historia. Su visión de su mejor mundo posible se derrumba y
algunos todavía le hacen caso cándidamente al bla bla bla del profesor Pangloss,
todos los profesores Pangloss en sus medios. Pronto despertarán en el nuevo mañana de
Venezuela, el nuevo mañana; porque la historia también nos ha lo enseñado: tiranías
eternas no son.
La elección
del 28 de julio del 2024 eliminó toda posibilidad de credibilidad democrática del
PSUV. Cualquier miembro del partido que pensaba que podía coexistir con la facción
elitista del partido y con la oposición democrática para propagar los ideales sociales
de Chávez dentro de un sistema pluralista, debe reconocer en este momento que
esa posibilidad es nula. Maduro es un dictador sanguinario que hará todo lo que
considere necesario para mantenerse en el poder, desde un descarado y obvio fraude
electoral y la detención arbitraria de oponentes y sus seguidores, hasta el uso
de mercenarios armados para la represión asesina de la protesta cívica. Ya no
es solamente que “el mal chavista” está en el poder, cosa que pudiera solucionarse
dentro de un sistema democrático, sino que “el verdadero chavista” se aferra al
poder, demostrando la estirpe original de Hugo Chávez como el antidemócrata primigenio,
conspirando contra la democracia venezolana desde 1983 bajo el Samán de Güere.
Este verdadero legado de Hugo Chávez destruye cualquier capacidad que la elite del PSUV pueda tener
convivencia en un sistema democrático. Todo defensor de la constitución y la democracia observando las acciones de Maduro desde ese domingo, sabe lo que esta sucediendo: la usurpación del poder por un autócrata que ignora descaradamente la soberanía popular. El legado actual de Maduro es la destrucción del PSUV como participante creíble en un sistema democrático, la destrucción del partido como tal. Cualquier miembro del partido con anhelo de convivencia democrática saldrá del mismo, "por las buenas o por las malas" por no tener futuro en el mismo.
La campaña
de la oposición contra el gobierno ideada hace alrededor de dos años tuvo un
objetivo claro: la unificación y reconciliación del país. Este objetivo busca
aliviar el gran malestar de fondo que cansa y mantiene al país en una depresión
emocional (y debilidad económica) desde hace 10 años al menos, y originado por
las prácticas implementadas por el chavismo durante los 12 años anteriores. Este
objetivo de campaña se instrumenta en la unificación de la oposición y el
mensaje de reunificación familiar, que incluye reunificar a los que se fueron a
buscar fortuna a otras tierras con su familia que se quedó, y reunificar a los que
fueron separados por la guerra psicológica civil divisionista del chavismo, enfrentando
hermano contra hermano, padres contra hijos, y vecino contra vecino en su misma
patria. Esta reunificación y reconciliación
busca hacer al país en uno fuerte y unido contra aquellos que pretenden
dividirlo y expoliarlo para su propio provecho mediante execrable corrupción adminstrativa
o condenable corrupción criminal. Se dice fácil, pero tiene práctica difícil:
en la unión está la fuerza. Es mucho más fácil dividir y destruir -la táctica del
PSUV para lograr y mantenerse en el poder- que unir y construir, el mensaje de
la oposición liderada por Maria Corina Machado.
La farsa democrática
del régimen se basa sobre un fraude electoral que cree que dará legitimidad a
su pretensión de mantenerse en el poder. El régimen pretende crear una ilusión de
democracia mediante unos resultados evidentemente fraudulentos, y proclama a
cuatro vientos que celebrar elecciones demuestra que son demócratas. Pero al
igual que su pretensión de legitimidad democrática por el voto nos demuestra su
irrespeto a la soberanía popular, sus acciones contra los otros factores que
conforman la democracia revelan su talante antidemocrático: la represión de la voz
de protesta pacífica, el irrespeto a la ley por igual para todos, y la carencia
del debido proceso, incluso contraviniendo acuerdos internacionales suscritos. La falta de libertad de asamblea, libertad de expresión,
igualdad ante la ley y apego a la misma son evidente señal de régimen autoritario.
En esto, Maduro ha demostrado ser peor que Pinochet, y fiel seguidor de los
sanguinarios autócratas que usurparon la revolución cubana.
La destrucción
de la credibilidad democrática del PSUV recae directamente sobre el triunvirato
de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez. Cada uno tiene sus razones propias para
aferrarse al poder, pero su complicidad antidemocrática y anticonstitucional es
común. Los defensores de la democracia y los defensores de la constitución tienen
ahora un objetivo común: la verdadera restauración de la democracia y la reconstrucción
del país apegados a las leyes y las normas que harán a este un país unido y fuerte.
Los gruñidos, coletazos y zarpazos de bestia acorralada son peligrosos y poderosos, pero la verdad, la voluntad y la persistencia de la ciudadanía
venezolana prevalecerá sin duda. La oposición alzó su voz y voluntad fuerte
contra el régimen, muchos individuos, instituciones y naciones la acompañarán
para y hasta derrocar la satrapía y regresar a la verdadera paz y prosperidad
que el país merece y anhela, rechazando el legado antidemocrático de la empresa Hugo Chávez Frías & Sucesores.
Se dice
que la suerte no existe, sino que cada quien se la hace. También se dice que
existe el destino, y que no importa que tan cuidadoso sea el plan, ese destino
es inexorable.
El domingo
22 de octubre es una fecha en la que la voluntad democrática de los ciudadanos
de Venezuela puede demostrar la capacidad de hacerse la suerte y forjarse el
destino. Los votantes podrán demostrar que las elecciones democráticas son el instrumento
de su voz transformada en acción. Una acción
que iniciará la transformación de Venezuela en un país democrático, próspero y
con oportunidades crecientes para todos sus ciudadanos.
Los
distintos grupos de la oposición han logrado hacer campaña como rivales, no
como enemigos. Rivales con distintas propuestas, personalidades y perspectivas
que ofrecen sin embargo una visión en común: la democratización de Venezuela. Una
visión de una Venezuela democrática con oportunidades para crecer y prosperar juntos
en nuestro propio país. Esta visión unida es la que es capaz de derrotar las
fuerzas autoritarias que buscan aferrarse y mantenerse en el poder. Los
venezolanos somos capaces de sustituir a los que se creen con derecho por la fuerza
de tener una sociedad bajo un orden donde cada uno está donde está y hace lo que hace, para la conveniencia de la autoridad; una autoridad que reclama la confianza en su líder para mantener
ese orden, un líder que (supuestamente) sabe lo que más le conviene al país. A fin de cuentas, es el líder del "partido del pueblo".
Los venezolanos somos capaces de tener la confianza necesaria en
nosotros mismos para participar activamente en la creación de oportunidades, a
veces disparatadas, a veces brillantes, que permiten crear la prosperidad democrática
bajo un “caos creativo” institucional que estimula esa iniciativa, creatividad e ingenio
que tantos venezolanos insignes y comunes han demostrado tener a lo largo de
nuestra historia.
Pero no
nos engañemos, este no es el final, es apenas el inicio. Las rivalidades,
querellas, malentendidos y malquerencias que hemos vivido en los últimos meses
no se comparan con lo que viene, una verdadera prueba de esa voluntad y
resistencia democrática ante el autoritarismo y sus cómplices. La celebración
de la primaria no es el final del camino para derrotar a las fuerzas
autoritarias. Es apenas un primer paso en un camino torcido y empinado con
maleza, trampas y emboscadas. Las elecciones presidenciales del 2024 no son
nada seguras en este momento. La lucha continúa y arrecia. La unidad de
voluntades para lograr esa Venezuela libre, próspera y democrática será puesta
a prueba cada día durante los próximos meses con zancadillas y empujones hasta
llegar a la culminación del enfrentamiento directo entre democracia y autoritarismo.
Cada participante en este proceso democrático que
no logró una victoria temporal en una elección pasajera no es un perdedor. Es un baluarte
y defensor de la democracia. Es un
ciudadano miembro de un proceso y una institución que permite a sus conciudadanos
vivir en libertad y prosperidad. Es un elemento esencial en el futuro de
Venezuela.
Como ciudadano
venezolano que cree en la visión de una Venezuela libre, democrática y próspera
agradezco profundamente a todos los que dedicaron cuerpo, alma y corazón para
lograr el éxito de este primer paso en la restauración de la democracia en
Venezuela. Todavía no se otea el fin del camino, pero estamos en la ruta. El
domingo 22 de octubre se vadeó este río. El lunes 23 de octubre se inicia la
segunda fase de la restauración democrática en Venezuela.
La
pregunta esencial acerca de quién es la oposición al régimen ha sido contestada
ampliamente por encuestas, la opinión y el “voto a pie” de los ciudadanos
venezolanos. Todo indica que la ciudadanía en general está convencida de que el
modelo social y económico chavista es un fracaso, se opone a él, y está
dispuesta a ensayar la democracia liberal como modelo para transformar a Venezuela
en un país que libere su potencial. ¿Será posible que cada venezolano esté dispuesto
a asumir su responsabilidad en la promesa del país? La capacidad, poder y
voluntad de los ciudadanos para transformar una nación es indiscutible, porque es
en la ciudadanía que reside la soberanía y el estado.
Un líder
político puede en un momento transitorio canalizar ese poder y voluntad para
conducir y ejecutar la transformación, pero no es él o ella quien la impulsa. En
Venezuela en la historia reciente han habido dos instancias de esa voluntad
ciudadana cambiando el rumbo y transformando al país. Rómulo Betancourt con el llamado a sus conciudadanos, ayudó a establecer una democracia representativa a
partir de 1958. Hugo Chávez en 1998, se consolidó como el cambio reclamado por
la ciudadanía ante la sordera que había estancado las necesidades de oportunidad
liberal en aquella democracia. Jorge Giordani en su famosa conversación con Guaicaipuro
Lameda probablemente tenía razón: hacen falta al menos tres generaciones para consolidar
un cambio de modelo social y económico. La democracia incipiente en Venezuela surgida
en 1958 apenas llegó a dos.
La lacra
del autoritarismo se mantiene como pecado original en Venezuela. Muchos “líderes democráticos”
opositores mantienen esa toxina en sus venas, no solo por la ambición política
necesaria para tener la voluntad de conducir los destinos de un país, sino como tendencia
intrínseca de nuestra clase política, indistintamente de su origen social. “El
pueblo”, como lo quieren llamar los aspirantes a populistas autócratas, o “la ciudadanía”,
como la califican los demócratas, ha demostrado ampliamente que ansía la
libertad. El control represivo y/o económico impuesto por élites ha sido
rechazado, como lo indican las dos instancias señaladas anteriormente. El ansia
de libertad, esa capacidad de tomar decisiones propias está hasta en el
refranero popular: “¡Más abajo pisó Bolívar!”. Los gobernantes ciegos a esa ansia
de libertad usaran sus poderes cada vez más para reprimirla soterrada o abiertamente. Esa no es manera eficiente de gobernar un país o conducirlo a la prosperidad.
Se avecina
una tormenta. La élite del régimen autocrático mercantilista criminal hará todo
lo posible por mantenerse en el poder y mantenerse impune, desde el uso de falsa
oposición hasta medidas coercitivas de toda índole y, por supuesto, saboteo, artimañas y
fraude electoral. La unidad de la fuerza ciudadana que apenas se asoma ahora es lo único que
puede arremeter contra esas iniquidades. Líderes que canalicen y multipliquen esta fuerza son
indispensables para lograr el cambio de rumbo que le hace falta al país para
encaminarlo hacia una democracia justa, participativa, próspera y libre. Las
elecciones, tanto primarias como presidenciales, son apenas catalizadoras de la
fuerza ciudadana que logrará el cambio, y la transición no se anticipa que sea pacífica.
Es aquí que el diablo se cuela con su tentación de ese gusanillo de control autoritario
por acumulación del poder bajo cualquier signo ideológico. Un líder democrático que represente
la voluntad ciudadana puede hacer papel de “redentor”, ungirse con el gran
poder del soberano, y caer en esa tentación.
En una
democracia la ciudadanía le delega al gobierno la administración de la
soberanía y el estado. En una autocracia, los “gobernantes” usurpan la
soberanía y administran el estado para provecho propio. En una entrevista extensa
que me hicieron para una revista liberal brasilera (Crusoe) a principios del
2021, toco parcialmente este tema. Enfocado sobre la tendencia de lideres
populistas de malinterpretar su arrastre y carisma, respondo ante una
pregunta sobre AMLO por su reclamación al rey de España exigiendo una disculpa por la conquista
de la siguiente manera:
“…En cuanto a si el pueblo mexicano piensa
igual que AMLO, no tengo manera de saberlo pero, a decir verdad, no importa si
piensa igual o no. AMLO usa el agravio histórico para tratar de encender
emociones y nublar la razón de suficiente gente como para transformarlas en “el
pueblo”—el objetivo del populista. El populista no quiere que existan
ciudadanos utilizando la razón para participar activamente en sociedad y
exigirle al gobierno actuar de manera responsable. El populista quiere
convertir a ciudadanos en “pueblo” manipulable por la emoción que él o ella genera
para concentrar el poder. En corolario equivalente al del Rey Sol, Luis XIV, a
quien se le atribuye haber dicho “el estado soy yo”, el populista se proclama
como el pueblo mismo. Tanto AMLO como Chávez declararon haber perdido su
identidad y pertenecer al pueblo –“ya no me pertenezco, le pertenezco al
pueblo”— es decir “el pueblo soy yo”. Por lo tanto, y por la ley transitiva de
las matemáticas, la voluntad del populista es la voluntad del pueblo y el
bienestar y recompensa del populista es el bienestar y recompensa del pueblo.
Y, ¡Que alguien se atreva a decir lo contrario!”
En un modelo
ideal del estado democrático son los ciudadanos los que óptimamente controlan los destinos
de un país. Los líderes son representantes transitorios de la voluntad
ciudadana. Es fácil para un líder democrático (o uno ocultamente autoritario, electo democráticamente) dejarse cegar por esa voluntad
ciudadana y creerse ese “redentor”, potenciando agravios y usurpando el poder
del soberano: “Le pertenezco al pueblo; el pueblo soy yo,” y tantas otras
variantes. El verdadero demócrata reconoce su transitoriedad, la soberanía en
los ciudadanos y la independencia de las instituciones. El protagonista en la
transición hacia la democracia en Venezuela es su ciudadanía empoderada. No es ningún nombre liderando transitoriamente las encuestas. El líder opositor que no entienda eso, es un líder populista,
no un conciudadano. El líder opositor que no entienda eso, ha quitado la mira
del objetivo. El líder opositor que no entienda eso, confusamente piensa haber
personificado la oposición y amenaza la unidad necesaria para lograr el
objetivo de restaurar la democracia y la libertad.
Existe una
gran ansia ciudadana que busca cambiar el país y potenciarlo como una tierra
de oportunidad, crecimiento, seguridad y familia. Un país en el cual se quiera
vivir, no un país del cual se quiera salir. Un país donde existan opciones,
oportunidades y libertad de decidir. La
responsabilidad asumida de canalizar esas ansias hacia la democracia liberal como
mejor modelo de país, es muy grave y nada envidiable, y esa responsabilidad la
han asumido ciertos lideres que buscan, algunos sinceramente, otros pareciera
que no tanto, mejorar la condición de todos los ciudadanos del país. Pero el
protagonismo necesario para impulsar esa mejora no vendrá de ningún líder. Son
los ciudadanos.
Desde hace años esa
frase es común y argumenta una realidad que es difícil de refutar. Es notoria la
capacidad de fraude electoral que desde tiempos de Chávez ha perpetrado el grupúsculo
manejando los destinos, y los haberes, del país. Desde la perversa
representación en la asamblea constituyente del 2000, en donde a pesar de que el
“Polo Patriótico” obtuvo un 65% de los votos se presentó con más del 90% de los
asambleístas, pasando por el referendo revocatorio con su manipulación por
bozal de arepa y la lista Tascón, el conteo interrumpido en el 2013, etc.,
etc., etc., el régimen siempre usa tácticas diversas para manipular resultados
electorales. Estas van desde la alteración del registro electoral permanente,
como se evidencia en su aumento en más de 50% entre el año 1998 y 2006, -crecimiento
sin precedentes ni repetido después- hasta la reubicación de centros de votación
fuera de enclaves opositores, el uso de “colectivos” en esos centro demandando ver
el “Carnet de Patria”, la inhabilitación de candidatos, y la alteración de
resultados en las mesas de votación y en el CNE. Defender el voto no es fácil.
Las denuncias por
testigos, organismos e instituciones internacionales internacionales son
ignoradas o manipuladas para efectos de propaganda. El caso más notorio de esto
último fue el “informe Carter” sobre las elecciones del 2012 y el 2013. En un artículo
publicado en el New York Times, Nicolás Maduro declara que dicho informe establece
que el proceso electoral en Venezuela es “el mejor del mundo”. Ese es el
titular que utilizó el régimen en Venezuela para validar elecciones manipuladas.
Esa es el cuento que se comió el pueblo venezolano sin cuestionarlo y que
hasta el día de hoy denigra los esfuerzos del Centro Carter. Propaganda usada para
desprestigiar ante los venezolanos una institución mundialmente reconocida de observación
de procesos electorales.
Para los que leyeron
el informe, las conclusiones son contundentemente en contra del proceso electoral 2013. Es cierto, Carter mencionó en un artículo de prensa que las máquinas
utilizadas eran buenas máquinas, pero la manera en que fueron utilizadas esas máquinas y se manejó el proceso de votación, reclamación y auditoria fue lo que denunciaron el Centro Carter y el mismo Carter. Lo que el informe
final dice es que esas máquinas fueron utilizadas para intimidar votantes por insinuar
que detectaban la identidad y voto de los votantes a través del capta huellas,
que el software usado no garantizaba que cada votante solo pudiera votar una
vez, que el gobierno utilizó tácticas de intimidación durante la campaña y
recursos del gobierno para influenciar el voto. Esas no son conclusiones que
describen “el mejor proceso electoral del mundo”. El Centro Carter ha mantenido
su denuncia sobre las elecciones en Venezuela, recientemente calificando las elecciones
regionales del 2021 con las siguientes conclusiones: interferencia política y
del gobierno sobre el CNE, limitaciones legales sobre la libertad de expresión y
de los medios, suspensión de derechos políticos, inhabilitación arbitraria de
candidatos, y financiamiento irregular e indebido de campañas. Testigos de la
Unión Europea calificaron esta misma elección como una que no estuvo apegada a
la ley, afectando la igualdad de condiciones, el equilibrio y la transparencia
del proceso. Defender el voto no es cosa fácil.
Elecciones
no definen democracia. Por supuesto, si no hay elecciones
no hay democracia, pero que haya elecciones no significa que haya democracia.
Casos ampliamente conocidos son el Iraq de Hussein, el Irán de los Ayatolás o
la Corea del Norte de los Kim (la "República Democrática Popular de Corea"). Recientemente me encontré con cuatro características
que conforman una democracia, de acuerdo con el Dr. Gerardo L. Munck: elecciones
competitivas, elecciones participativas, ejercicio de poder representando a las
mayorías, y libertades políticas. Estas características combinan proceso con condiciones,
arrojando un resultado: democracia. Mi propia lista de cuatro características, enumeradas en un discurso en el 2018, está más enfocada sobre
condiciones que procesos: los gobernados tienen capacidad de decidir, opinar e influenciar
sobre la manera en que son gobernados; la capacidad de decisión e influencia del
ciudadano se ejerce mediante elecciones, libertad de expresión y asamblea; el
estado de derecho es intrínseco a la democracia; y límites al poder y
multiplicidad de intereses crean fortaleza democrática. Todo esto significa que
para derrotar al régimen no basta con tener elecciones, apenas una parte de
lo que es una democracia.
Lamentablemente, para crear las condiciones
que restauren la democracia en Venezuela las instituciones encargadas de velar por los
intereses democráticos del país, tanto el TSJ, demostrado ampliamente
en Barinas, como el CNE, están entramoyadas con el régimen. Hacer elecciones bajo la tutela del CNE, calificado
por el Centro Carter como manipulable por presiones políticas del gobierno y un
organismo claramente dependiente en su totalidad del régimen, arrojará los mismos
resultados que tuvieron en México durante 80 años con un organismo electoral dependiente
del régimen: hegemonía partidista única, con sucesión presidencial a dedo. Liberar
el proceso de esa tutela e influencia del régimen es difícil, sin embargo (1)
hay que intentarlo y (2) hay que buscar una solución alterna basada en testigos
de toda índole antes, durante y después del proceso con una mecánica electoral transparente,
auditable y no manipulable. Para lograr este objetivo la presión internacional es
fundamental. Esta presión es la que puede aproximarse a obligar un proceso y mecanismo electoral distanciado del CNE, traducible en confianza por el electorado, como lo
indican numerosas encuestas al respecto.
En 1986, el “Poder
del Pueblo” en Filipinas culminó en una gran marcha de más de un millón de ciudadanos,
en rebelión contra la ley marcial del dictador, y obligó la salida de Ferdinand
Marcos, después de 23 años de dictadura. Marcos se caracterizó por robo y
peculado descarado en un país con creciente pobreza, y la tortura y ejecución de
opositores encarcelando familias enteras para erradicar su oposición,
verdadera e imaginaria. En Polonia un período
de creciente movilización popular durante diez años, a veces clandestina, a veces
abierta, culmina en protestas masivas en 1988 que obligan al régimen a convocar
elecciones (calificadas de “parcialmente libres” por inhabilitación de partidos
y candidatos) en 1989. En estas elecciones el movimiento Solidaridad triunfa de
manera contundente. Esta victoria electoral es un hito histórico en la caída del
comunismo a nivel mundial.
Kluivert Roa, asesinado durante protestas contra el régimen, 24 de febrero, 2015.
La condición democrática de
libertad de asamblea -la protesta- se manifiesta en grandes movimientos como estos
en muchos países, resultando en procesos que restauran democracias. Estas
protestas y la participación en procesos electorales también reflejan la voz y
el voto de los caídos, que no olvidamos, bajo un regimen que busca reprimir las condiciones de
democracia. No desestimemos tampoco la importancia de los medios de comunicación en estas
voces, incluyendo los clandestinos. Los comunicados mimeografiados a principios de
enero de 1958 en Venezuela fueron instrumento clave en la movilización de la rebelión
popular que tumbó al dictador Perez Jiménez para instalar una democracia con
las cuatro condiciones en el país.
El argumento de
la solución de fuerza, el quiebre constitucional con un “gendarme necesario”, es
una ilusión. Pensar que este tipo de solución para el dilema democrático en Venezuela
sería aceptable tanto a nivel nacional como internacional es afín a la idea que
tenía Putin de que Ucrania sería fácil de invadir. Se sabe cuándo empieza, pero
no cómo termina. Suponer que este tipo de solución tiene consecuencias
negativas, pero que su resultado neto es positivo es un despeñadero que ha llevado muchos
al infierno.
Escoger entre un
Pinochet y un Castro inaceptables indica la necesidad de una tercera opción,
puesto que en la geopolítica actual ninguna de estas dos es admisible. Si, por
ejemplo, un equivalente a Pinochet llegase al poder en Venezuela, con su mismo
tipo de tácticas y objetivos, de inmediato sería un nuevo paria internacional,
objeto de sanciones, ICC, y demás, al igual que lo es Maduro, el equivalente de
Castro, en este momento. A los que sueñan con esta solución hay que ponerlos en
la misma categoría de los que soñaban que una intervención militar extranjera
sería efectiva: ilusos. La tercera opción es mantener e incrementar la lucha por aproximarse a las
condiciones de democracia que permitan canalizar el rechazo masivo al régimen mediante
procesos democráticos, aceptables para la sociedad de naciones y conducentes a la reconciliación interna. Intentar lo contrario es inestabilidad y
violencia permanente.
Sin las condiciones
de democracia, los procesos democráticos son ejercicios sin valor e inútiles. Ni las
elecciones ni la representatividad política (y su ejercicio del poder) son legítimas.
La condición fundamental que ningún régimen puede evitar es el rechazo ciudadano
a una autoridad represiva arbitraria cuya finalidad es mantenerse en el poder y
enriquecerse. Las armas principales contra dicha represión son la protesta masiva, el rechazo por y a través de cualquier medio de comunicación,
y la participación ciudadana.
Las elecciones como instrumento y proceso validan las condiciones democráticas.
Aunque cada país hace su propia historia, ésta nos señala que las elecciones deben
instrumentarse lo más independientemente posible del régimen autoritario en el
poder para convocar masivamente a la oposición y asentar una victoria a prueba
de fraude. Es cierto, con elecciones no sale Maduro; pero con democracia, sí.