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sábado, 28 de diciembre de 2024

NECESIDAD DEL POPULISMO EN DEMOCRACIA Y OTROS TEMAS

Este ensayo/entrevista busca responder inquietudes surgidas en la video-entrevista de Napoleón Bravo a Carlos J. Rangel sobre su nuevo libro, MITOS DE NUESTRA HUMANIDAD: RELATOS DE SIEMPRE PARA HOY conducida el 7 de diciembre, 2024. Estas preguntas le fueron planteadas a CJR en un chat de WhatsApp, y son suficientemente interesantes como para compartirlas en este blog.

La entrevista en BRAVO24

Estimado Ofer:

Agradezco que te hayas tomado el tiempo para ver la entrevista y enunciar preguntas que surgieron de la misma. No se ve en la entrevista publicada en YouTube, pero Napoleón tuvo que editar parcialmente el video puesto que se nos acabó el tiempo. Me dijo que esa era la primera vez que le había ocurrido eso, que perdió la noción del tiempo por lo amplio y fascinante de los temas discutidos. Igualmente, tuve una gran satisfacción participando en esa entrevista. Mi nuevo libro tiene como objetivo generar este tipo de discusión amplia acerca de la democracia liberal y ciertamente esta entrevista cumple con ese objetivo.

Lamento no haberte dado respuesta más rápidamente, pero tus preguntas tocan temas profundos que preferí ponderar con tiempo antes que dar respuestas superficiales. Trato de responder tus inquietudes elaborando algo sobre temas que he desarrollado anteriormente, con la esperanza que de alguna manera sean satisfactorias. Para hacer la lectura más estructurada la divido por tema que genera la inquietud. He aquí mis respuestas:

En primer lugar, en el minuto 17:03 habla de liderazgo populista y "la respuesta simple" es NO cuando se le pregunta sobre ser capaz de alcanzar una posición de liderazgo nacional sin ser populista.


La respuesta simple es “no” porque meritocracia y tecnocracia de por sí no movilizan votos. Personas con gran preparación y sentido de lo que moviliza a los segmentos de población necesarios para obtener una mayoría del voto popular son rara avis, si es que existen. El voto popular que logra las mayorías necesarias para triunfar generalmente no es un voto bien ponderado y se moviliza por la emoción más que la razón. Es un voto que, en la percepción del votante, rechaza al status quo que le niega oportunidades y bienestar. La fracción que emite votos deliberadamente ponderados por el candidato de su ideología preferida generalmente es entre 10% al 30%. En una elección entre dos partidos principales o por balotaje, eso significa que entre el 40 al 80% de los ciudadanos con derecho al voto no utilizarán criterios ponderados para emitir su voto. De esa gran masa de votantes (más cuando se aproxima a 80 que cuando se aproxima a 40) muchos son apáticos ante las alternativas presentadas en la elección y se abstienen de votar. Para energizar el voto de la masa electoral la herramienta más efectiva es el populismo y por eso toda opción ganadora tiene un componente de este. Las promesas de cambio del status quo hechas con cariz populista generalmente son efectivas, pero las promesas exageradas y evidentemente irrealizables también generan movilización electoral, aun cuando el votante sepa que son irrealizables. Este populismo extremo apela a la emoción de la identificación, es decir, le hace sentir al votante que el candidato entiende sus problemas y que si no los puede solucionar no es por ignorarlos, ni siquiera por decepcionarlos, sino por fuerzas ajenas (y esto es común en el discurso populista) que le adversan, por algún enemigo identificable, típicamente imaginario y expiatorio.  

Todo político en contienda electoral tiene que incluir entre su arsenal de campaña una dosis del populismo movilizador del voto para sumar la mayoría ganadora a su favor. Cuando el candidato basa su campaña en una promesa de futuro utópico o regreso al pasado glorioso que los enemigos de la nación han truncado, es decir la campaña de la promesa milenaria y el redentor que la hará cumplir, dicho candidato se acerca al populismo extremo; un populismo que fácilmente puede caer en mando autoritario al convertir a los opositores a su candidatura en enemigos de su mandato (y de la nación) en vez de adversarios a sus políticas.

Usted ilustra el esquema de la pirámide y el lugar óptimo para una democracia es estar en el centro de la pirámide. Jóvenes, más idealistas, al que Usted le da el apodo de izquierdistas buscan oportunidades en la base de la pirámide, mientras que los dueños de la propiedad privada son menos idealistas, más conservadores, al que Usted le da el apodo de derechistas en la cima, que buscan proteger sus pertenencias.

En una entrevista como la realizada es difícil explicar la complejidad de la economía social en términos sencillos. El número de variables excede tres, lo que Daniel Patrick Moynihan definía como un problema super complejo (tres variables es un modelo complejo, según DPM). Si mal no recuerdo, Napoleón me preguntó acerca de la validez de los términos derecha e izquierda, a lo cual respondí que francamente hoy en día se usan más como epítetos que como definición de ideología. Esta pregunta surge de una parte del libro en donde argumento que los derechos de oportunidad son los que caen bajo el manto del llamado izquierdismo y los derechos de propiedad bajo el llamado derechismo. Debido a que la naturaleza de la humanidad es definida por sus etapas de infancia, juventud, madurez y vejez, es observable la correlación entre jóvenes buscando oportunidades y mayores protegiendo sus activos acumulados, sean tradiciones, morales o monetarios. La interpretación que usted aparentemente sugiere es que yo dije que los viejos son derechistas y los jóvenes izquierdistas. Eso se parece a lo que quise decir, pero no lo es exactamente. Aquellos que ofrecen proteger y ampliar las oportunidades para el desarrollo individual son acogidos por los que desean tener nuevas oportunidades o piensan que se las han quitado, sean jóvenes o no. Generalmente la demografía en busca de oportunidades es mayoritariamente joven, y en Latinoamérica la pirámide etaria tiene una amplia base, por lo tanto ese mensaje de oportunidad, el clásicamente izquierdista, reverbera en este continente. Pero el triangulo de Hayek al cual yo me refería es otra dimensión de variables. Él coloca en cada vórtice conservadores, progresistas y liberales (identificándose a sí mismo como liberal). Su tesis era que los conservadores y los progresistas quieren mejorar la sociedad obligándola a adoptar sus dogmas, sean conservadores o progresistas, mientras que los liberales consideran que forzar dogmas de comportamiento social o económico obstaculiza el desarrollo del bienestar individual y. por ende, el colectivo (esencialmente el mismo paradigma de la mano invisible de Adam Smith). Los extremos del dogma progresista y el conservador se ilustran con las autocracias sostenidas en la Unión Soviética y con la Inquisición Medieval. La crítica que se le hace a este modelo de Hayek es que en el extremo liberal se desarrolla el anarquismo el cual, creando un vacío de poder, es vulnerable a otras autocracias dogmáticas. Era este triangulo al cual me refería en la entrevista, no la pirámide etaria. Este es el triángulo en cuyo centro se encuentra la democracia, siempre en pugna hacia cualquiera de los extremos, y generando el caos creativo y renovación que produce el mayor bienestar social.

¿Qué piensa de ese esquema piramidal del que habla en el contexto de una república, no de una democracia, y de un líder populista de derecha que ha alcanzado la cima del poder en ese escenario? ¿Cómo terminaría esa película?

Hoy día se habla mucho acerca de la diferencia entre república y democracia suponiendo, o insinuando, un valor superior en la manera de gobernar de una sobre la otra. Si buscamos la diferencia esencial, nos encontramos con ideales cuasi platónicos que definen una como un sistema institucional en donde los poderes del estado se ejercen con representantes del poder soberano (los ciudadanos) escogidos mediante el voto, con pesos y contrapeso que defienden las instituciones, y con el gobierno basado sobre leyes establecidas y precedente institucional. La democracia pura, es decir directa (como ha sugerido Elon Musk instituir en sus colonias en Marte) no tiene esa institucionalidad, precedente y legado, y fácilmente puede caer en la llamada “tiranía de las mayorías” con plebiscitos a diestra y siniestra – mob rule. Estipulando entonces que una republica es mejor manera de gobernar (y difícil de mantener) que una democracia pura (imposible de mantener), pasemos a la cuestión del líder populista.

El líder populista, sea que diga que protege los derechos de propiedad o los derechos de oportunidad, combinado con tendencias conservadoras o progresistas (los liberales rara vez son populistas, llegan al poder por el hartazgo del soberano con los otros vértices del triángulo de Hayek – caso Milei o MCM), tiene dos opciones una vez que llega al poder: romper la institucionalidad republicana para mantenerse en el poder, o someterse al juicio de los votantes de una república con fuertes instituciones. Por eso, y porque -como argumentaba anteriormente- todo candidato para llegar al poder debe tener algo de populista, la democracia institucional con alternabilidad y rotación de ideologías (el caos creativo que genera bienestar social), siempre está en peligro. Recae sobre el soberano, los ciudadanos de la nación, elegir a representantes que defiendan a las instituciones (siempre perfectibles) en vez de aquellos que trasparentemente buscarán mantenerse en el poder eternamente. Cabe mencionar en este momento la referencia hecha durante la entrevista al “Poder Moral” al que aludía Simón Bolívar, una serie de escribas independientes que registran la actuación moral, o no, de los representantes en los otros poderes de una nación. Es decir, la prensa libre e independiente.

Finalmente, pensar que la película termina es no darse cuenta de que el proceso de gobierno y el avance social y económico es un proceso interminable, inacabable, sin fin y perfectible cuyo modus operandi es el probar, errar, corregir. La naturaleza humana prefiere el orden predecible (terminar la película) a la incertidumbre caótica (el interminable valle de lágrimas), pero es en ese caos, en esa destrucción creativa de la cual hablaba Schumpeter refiriéndose al capitalismo, allí es que existe la innovación y el avance en todos los aspectos sociales y económicos de una sociedad. Estancarse es morir. La película no acaba.

En segundo lugar, en el minuto 26:43 usted habla de que China ha hecho cambios y difiere sustancialmente de otras naciones comunistas en su manejo de la economía, aunque concluye que no va bien.

Si uno considera el buen gobierno, la planificación económica central o las fuertes inversiones en educación e infraestructura como medio para alcanzar un fin, entonces el modelo chino es uno de los más eficaces de la historia de la humanidad. A pesar de su liderazgo tiránico, el modelo chino tuvo como resultado la extracción de la mayor parte de su población de la pobreza extrema - al menos la mitad de su población, es decir, 800 millones de personas - a una fuerte clase media y una clase rica sustancial en un período de tiempo muy, muy corto: ¿sería el modelo chino uno de los mejores modelos del mundo? ¿Sería un buen modelo de gobierno o una buena política económica? ¿Es sostenible?

Menos tiránicas pero similarmente efectivas son las historias de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y otros Tigres Asiáticos, aunque todos ellos tuvieron, en su momento, un liderazgo autocrático que los llevó a donde están ahora.

El “modelo chino” es atractivo y hace algún tiempo yo también lo encontraba seductor. Los resultados evidentes de mejora en el bienestar social efectivamente lo hacen digno de estudio profundo y sinceramente no he hecho ese estudio, pero si estoy familiarizado con la idea. El presidente chino, Xi Jinping, está convencido de que la hegemonía de los modelos sociales y económicos de occidente durante los últimos 200 años son un paréntesis histórico en la supremacía china sobre el mundo, y está haciendo su parte para restaurar esa supremacía. No es único en esa visión, puesto que ya hace unos cuarenta años un alto dirigente chino, Chou En-Lai respondió al preguntársele que opinaba acerca de la revolución francesa y respondió que era demasiado pronto para llegar a conclusiones. Esa perspectiva histórica de los lideres chinos se manifiesta hoy día en el expansionismo económico que ha mantenido durante los últimos diez años (abiertamente), y con la bienvenida de muchos receptores de ese expansionismo por suponer que “el modelo chino” puede ayudar al bienestar propio de su país.

No debemos dejar de recordar que China sufrió bajo el régimen del PCC de Mao una de las peores hambrunas del mundo en los años 60 del siglo pasado. Esto, en combinación con la purga de la revolución cultural y la caída del muro de Berlín creó las condiciones para el cambio del modelo de uno autocrático-comunista a uno autocrático-capitalista, esencialmente promovido por Deng Xiao Ping, el primer presidente chino que visitara a los EE.UU. Las instituciones creadas por el PCC se mantuvieron y mantienen, pero ante la desintegración de la Unión Soviética, y el temor a la recaída en la disfuncionalidad económica que causó la hambruna, la apertura a occidente fue inevitable.  La incorporación de China a la economía mundial comienza con su designación como MFN condicional en los años 80, y así comienza el despegue económico.  Es su aceptación del modelo occidental de desarrollo lo que le permite modernizarse.

Ese modelo aceptado tiene sus condicionantes. El occidente celebra la casi infinita mano de obra barata que ofrece China y se dedica a invertir construyendo fábricas de todo tipo. Occidente también ve con ojos ambiciosos el potencial de un enorme mercado consumidor, fácil presa de las baratijas brillantes que ofrece– o así pensaban muchos.  Pero el liderazgo chino ve la apertura de otra manera, utilizando espionaje industrial y simple copia, comienza a producir sus propis clones de los productos occidentales e impone barreras formidables a la penetración del mercado chino por las empresas occidentales. Al mismo tiempo conduce un gran programa de capacitación técnica y administrativa, becando a decenas si no cientos de miles de jóvenes leales a estudiar en las mejores universidades de occidente. Todos estos factores que permiten el despegue económico chino son irrepetibles en cualquier otro país que pretenda emularlo, comenzando por el tamaño del mercado interno, salvo India, que no parece tener planes hegemónicos mundiales, y también ha logrado un cierto despegue económico bajo una forma de democracia perfectible. El engaño de la ilusión del modelo chino que vende ese país, es tentador para países pobres y con liderazgo autocrático, puesto que ven su posibilidad de mantener el poder, pero despegar económicamente. Eso es una ilusión; el caso de China es único, su despegue se inicia al aceptar las ideas de desarrollo y economía occidentales, y su autoengaño acerca del bienestar producido por la economía dirigida y la sociedad estratificada comienza a derrumbarse. Las ciudades fantasmas, despobladas y en desuso son apenas un signo evidente y superficial de la enorme corrupción e ineficiencias generadas por “el modelo chino”. Los vaivenes de su mercado de valores manipulado han destruido fortunas. La supercomputadora del mercado libre es imposible de controlar de manera eficiente y la mano invisible castigará esas ineficiencias. A largo plazo (y recordemos lo que el corto plazo es para los chinos) su modelo económico no es sostenible. La planificación central, el monopolio estatal, y el adoctrinamiento de la población a favor de un modelo de castas determinadas por la lealtad al partido (La India tiene un problema similar) no es sostenible.

¿Qué piensa sobre la aplicación de esas políticas inicialmente autocráticas – en conjunto – a los países latinoamericanos y específicamente a la Venezuela post-chavismo? ¿Sería posible, seria cultural, ética de trabajo, caudillismo, religión?

Nuevamente, reitero, el modelo chino es malentendido, y esa mala interpretación es generada por la misma China mediante propaganda que hace pensar que es un modelo alterno al modelo de libre mercado y democracia.  Muchas naciones, con la excepción casi explicable (pero no es el momento) de los EE.UU., tienen su origen como nación-estado con un régimen autocrático estableciendo el monopolio de la violencia dentro de sus territorios. En el caso venezolano, Juan Vicente Gómez es el que unifica a Venezuela como estado-nación. Esa es una etapa superada, pero es posible que en un escenario post-chavista sea necesario nuevamente unificar el país mediate ciertas tácticas generalmente indeseables, violentas y cuasi autocráticas. Existen otros escenarios de reconciliación que no nos regresan a los tiempos de la Lucha Armada, mucho menos a los inicios el S. XX y Gómez. Recuperar el monopolio de la violencia puede lograrse bajo un régimen democrático, sin necesidad de tácticas autocráticas exageradas. Podemos ver el ejemplo de Polonia o África del Sur y. posiblemente, veremos algo que aprender en la Siria post-Assad. Ciertamente espero que haya lecciones aprendidas del fracaso de la no-reconciliación en el caso del Irak post-Saddam.

No me gusta especialmente citar o recordar a Bolívar, por su asociación a la excesiva e hipócrita referencia que tantos hacen de él, pero él lo tenía claro: la creación de republicas aéreas que no contemplen la realidad cultural, la ética de trabajo, la fascinación con el caudillismo, y la relación con la religión de los habitantes de nuestro país, está condenada al fracaso. No hay modelo chino, o estadounidense o europeo que valga. El modelo que debemos seguir es el modelo venezolano, y este todavía está por cuajar. Es un modelo con sus raíces en los cuarenta años de democracia perfectible que vivimos, los años que nos demostraron el verdadero potencial de Venezuela.

Espero que haya logrado responder de alguna manera las inquietudes generadas por la entrevista y que amablemente me hiciste.

Un gran saludo,

CJR

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Carlos J. Rangel
twitter: @CarlosJRangel1
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Libros de Carlos J. Rangel:



jueves, 21 de noviembre de 2024

VENEZUELA HOY Y SU NUEVO MAÑANA

 El 21 de noviembre de 2024, El Club de la Libertad, en Corrientes, Argentina, invitó a Carlos J. Rangel a hablar acerca de Venezuela, su estado actual y su futuro. Este es el discurso / ponencia de Rangel en el evento.  


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Gracias a todos los presentes, damas y caballeros, por participar en este foro, un evento enfocado sobre el futuro y potencial de nuestras economías. Economías que enfrentan gran incertidumbre ante las tensiones por el cambio. Cambio desde un mundo esencialmente unipolar hacia uno en donde las potencias se disputan activamente los centros del poder económico y político. Esas tensiones, que parecen contradictoriamente aislacionistas e imperialistas simultáneamente, crean aperturas aprovechables, incluso para una situación como la que vive mi país, Venezuela.  La oposición venezolana le agradece mucho a Argentina su solidaridad con la causa y el albergue a nuestros compatriotas. Muchas gracias. Quiero agradecer especialmente al Club de la Libertad y a su presidente, Alberto Medina Méndez, por utilizar estos eventos para mantener viva la causa de la libertad en Venezuela, y por su invitación a que yo compartiese por algunos minutos con ustedes mis reflexiones sobre el presente y el mañana en Venezuela.

El 28 de julio de 2024 fue una fecha trascendental para Venezuela. Puede esperarse incluso que en algún futuro posible, y manteniendo esa costumbre común de nuestros países, alguna avenida, plaza o barriada sea nombrada con esa fecha; la fecha que definitivamente evidenció el anhelo indiscutible de los ciudadanos venezolanos de terminar el experimento chavista.

La propuesta chavista era cambiar las estructuras económicas y sociales del país para lograr igualdad y justicia social administrada mediante un fuerte gobierno central. Bajo esa propuesta, el gobierno central asumía el control sobre los recursos naturales y activos fijos del país, y la administración de su explotación. La propuesta se basaba sobre la premisa de que Venezuela era un país rico, rico en minerales básicos necesarios para la economía mundial. Con los amplios recursos financieros obtenidos por ese control, el gobierno podría satisfacer las necesidades de todos los venezolanos. Esa fue la promesa de Chávez.

Hay muchas razones por las cuales ese experimento resultó en un gran fracaso. Pero la razón fundamental es debido a su contradicción interna: lograr orden, igualdad y justicia mediante el control central y absoluto de la sociedad y la economía. Ese control eventualmente y necesariamente será autoritario, y es imposible lograr igualdad y justica bajo esas condiciones. No solo Venezuela ha vivido la tragedia generada por esa contradicción conceptual. Cuba, por no mencionar otros, es otro gran ejemplo en nuestro hemisferio de autoritarismos de izquierda con fantasías de utopías. Por supuesto la Unión Soviética, Corea del Norte y China Comunista son ejemplos notorios en el mundo.

Sin embargo, no debemos descartar ese otro vértice ideológico cuyos resultados igualmente resultan en fracaso: el autoritarismo de derecha. Fracaso de otra índole, pero en la misma familia. Las contradicciones estructurales de esta otra propuesta autoritaria también estancan a la sociedad enquistando oligarquías, sean civiles o militares. Esto lo hemos visto en el pasado de Latinoamérica y el Caribe: en el Paraguay de Stroessner, la Nicaragua de Somoza, el Haití de Papa Doc, hasta en el México de Porfirio Díaz a principios del siglo pasado, cuando Civilización y Barbarie se confundían fácilmente; y alrededor del mundo con el Irak de Hussein, el Irán del Chá, y tantos otros ejemplos frecuentemente citados por la izquierda y que ustedes han oído.  Hoy día incluso estamos viendo lo que podemos calificar de autoritarismo de derecha en países como Rusia y la China actual, con creciente desigualdad, tiranía y economías en descenso estructural, buscando su rescate mediante la expansión imperialista.  Al igual que las de izquierda, las élites dirigentes de derecha pretenden mantener sus privilegios eternamente, viviendo esa fantasía de Voltaire de que viven en el mejor de los mundos posibles, y que todo cambio es innecesario, indeseable y peligroso.  

Esto ocurre por igual tanto en los autoritarismos de derecha como en los de izquierda. Ambos han creado un mundo para sus élites con privilegios basados en rentas monopólicas, sean del estado o de los oligarcas, acumulando poder y activos. Un mundo que quieren mantener, conservar a toda costa; es decir son conservadores. Todo mandato autoritario es conservador, viven en su mejor mundo posible y no quieren que cambie. Venezuela tiene un gobierno conservador, al igual que Cuba. Irán, Hungría, Rusia y China. Son variaciones de la combinación mandato autoritario / capitalismo, o mandato autoritario / comunismo. Combinaciones destinadas al fracaso económico, social, conducentes a gran descontento popular con la consecuente represión totalitaria. Represión que va desde la pasiva mediante fraudes electorales y control de medios, hasta las activas con milicias, prisión, tortura y muerte.  

Hayek nos instruye para entender mejor esta dicotomía derecha / izquierda en su “Postdata a Fundamentos de la Libertad”. Hayek denuncia tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda por ser ideologías que buscan suprimir la individualidad para asumir el control de la sociedad. Ese control se basa en el supuesto de que el bienestar colectivo es mejor entendido por su élite de ideólogos que por un individuo cualquiera en búsqueda de su bienestar propio; que ciertos elementos, anhelos o “perversiones” de esa individualidad es mejor controlarlos en aras del bienestar colectivo. Por eso, esos ideólogos de derecha o de izquierda proponen leyes, reglamentos y acciones que coartan la libertad. Esa intelligentsia de izquierda o de derecha pontifica que ella es la que mejor sabe lo que es mejor para cada quien en aras del bienestar social.

Todos esos son experimentos destinados al fracaso y al rechazo, como lo demostró Venezuela el 28 de julio. Ese día la ciudadanía venezolana dijo “ya basta”. Dijo que el experimento chavista, ni nada que se le parezca, no solucionaba la desigualdad, ni mejoraba la vida, ni ofrecía futuro; dijo que el experimento chavista quebraba familias y generaba miseria; dijo, utilizando la poderosa voz del voto democrático de cada uno, que la élite chavista no merecía su confianza ni merecía gobernar. El 28 de julio, los ciudadanos venezolanos optaron por ese concepto difuso de “libertad”, uno de esos conceptos que a veces uno no sabe qué es exactamente, pero que si sabe cuándo no la tiene.

Anteriormente he tenido la temeridad de definir la libertad como la condición bajo la cual un ser humano tiene la oportunidad de desarrollar su pleno potencial como tal. Un gobierno que busca controlar a cada individuo para obligarlo a aportar su esfuerzo y mente al modelo que dicho gobierno prescribe como ideal, no es un gobierno apegado a la libertad. Contra eso, y a sabiendas que la opción era un salto al vacío, que ese voto sería el comienzo de un proceso de restauración que no sería fácil, los ciudadanos votaron masivamente y con alegría por Edmundo González Urrutia, quien simboliza y unifica el anhelo de libertad del pueblo venezolano. Venezuela optó por democracia y libertad. La oportunidad de hacer mejor vida.

La dicotomía democracia / autocracia existe desde hace siglos, y cuando el anhelo democrático ha prevalecido, la humanidad ha prosperado, ha progresado.  El afán de superación individual es una sublimación del instinto natural de supervivencia, y se manifiesta en emociones como la codicia y la ambición las cuales, de por sí, no son malas, como diría Gordon Gekko en “Wall Street”. O mejor, como argumentaría durante aquel momento del despertar liberal del S. XVIII Adam Smith: cuando existen las condiciones para que cada individuo busque, persiga, trabaje por su mejora personal, toda la sociedad mejora. Es decir, el capitalismo es un mecanismo eficiente que utiliza la libertad para mejorar la sociedad como un todo.  El capitalismo se contrapone al mercantilismo, cuyas diferencias esenciales son que el primero se basa en la creación de la riqueza, el otro en la acumulación de la riqueza. El comunismo es la manifestación moderna de la mentalidad mercantilista, enfocado en la distribución de lo que para su modelo es un recurso limitado, la riqueza, la cual extrae como renta, sea de la naturaleza o de la sociedad, hasta agotarla.

Sociedades que han experimentado con esa idea de la distribución de la riqueza como base fundamental para generar bienestar social han fracasado en esa meta, y algunas ahora experimentan con lo que se puede describir como mandato autoritario con capitalismo; Rusia, China, Hungría, e incluso, con tanteos y asomos, en Venezuela. En Cuba han habido innumerables “procesos de apertura” permitiendo microempresas y otros experimentos.

Pero bajo regímenes autoritarios, estos intentos proto-capitalistas están destinados al fracaso, solo refuerzan al régimen. He definido recientemente al mandato autoritario como aquel en donde los seres humanos sobreviven y prosperan dependiendo de los caprichos oportunistas de un régimen cuyo centro ideológico es el derecho legítimo de concentrar el máximo poder en su líder. Dicho con el viejo refrán popular, tal vez revelando alguna simpatía de nuestras culturas por el mandato autoritario: “el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. Pregúntenle a Jack Ma, el fundador de Ali Baba, que tal funciona eso.

Depender del capricho oportunista, de la sombra reconfortante, de un líder autoritario, aun cuando dicho líder haga aperturas hacia el capitalismo, es una propuesta peligrosa para cualquier individuo. Más aun, es ineficiente para una sociedad e insostenible a largo plazo.

Es esa combinación de democracia con capitalismo la que genera riqueza, y tiene la capacidad de renovación y regeneración que con mayor efectividad y eficiencia incrementa el llamado bienestar social. La propuesta ganadora en las elecciones presidenciales de Venezuela, la aceptada por más de tres cuartas partes de los que pudieron votar, fue democracia con capitalismo, la combinación que ha generado la mayor prosperidad de las naciones y el mundo desde su surgimiento en el S. XVIII.

En conversaciones y comunicaciones con ciertas personas del liderazgo opositor mucho antes y después del 28 de julio, estábamos claros de que las elecciones presidenciales, aun siendo clave, no eran sino un paso, una etapa más en la restauración de la democracia en Venezuela, al igual que lo había sido el 22 de octubre del año pasado, el día en que las primarias opositoras ratificaron la dirigencia indiscutible de Maria Corina Machado como su líder. Desde hace más de dos años ya habíamos planteado la necesidad de obtener la prueba en las mesas electorales de la victoria de la oposición democrática en las elecciones presidenciales. Esta estrategia, implementada tácticamente con los “comanditos” recabando evidencias, ha demostrado fehacientemente, ante cualquier persona u organismo independiente, que Edmundo González Urrutia es el presidente legítimamente electo de Venezuela.  Desde la noche del 28 tengo la costumbre de revisar periódicamente la página web del Consejo Nacional Electoral, del CNE. Aquel día la página se cayó alrededor de las 8PM, si recuerdo bien. El régimen culpó a la oposición de hacer un jaqueo que había tumbado la página. Esa excusa, o revela una ineptidud abismal por el equipo técnico del CNE, y sus aliados internacionales, o es una mentira más grande que cualquier nariz imaginable de Pinocho puesto que hasta el día de hoy, casi cuatro meses después, sigue caída esa página.   

La estrategia para llegar hasta el final se mantiene en pie. Todas las piezas están donde deben estar y están encajando como deben encajar. El régimen ha reaccionado a la revelada desnudez de su descarado fraude con el desespero y temor de una bestia acorralada, lanzando gruñidos, zarpazos y dentelladas. Sus 200 presos políticos de costumbre, por coincidencia el mismo número que mantenía el tirano Rosas, los ha multiplicado por diez. Actualmente en las cárceles, mazmorras, y sótanos ocultos de la tiranía hay alrededor de 2000 personas detenidas con cargos espurios de incitación al odio, a la violencia y al terrorismo, cargos levantados por alzar su voz defendiendo la soberanía popular manifestada el 28 de julio. A esos 2000 se le suman centenares, miles de personas atemorizadas, refugiadas, exiladas por la persecución del régimen, por estar “en la lista”; persecución y prisión que ha resultado en muertes, escalando la violencia criminal del régimen. Recordando a Winston Churchill, ante la lucha contra la sanguinaria tiranía solo puede prometerse sangre, trabajo, lágrimas y sudor hasta lograr la victoria, la libertad. Estos héroes venezolanos son héroes de la libertad.

Por favor, un momento de silencio para los caídos.

La comunidad internacional ha sido pieza clave en debilitar y deslegitimar al régimen. El desconocimiento, incluso por supuestos aliados vecinos, del resultado "oficial" de las elecciones se mantiene como columna principal de la fuerza opositora; los homenajes y reconocimientos internacionales a la líder opositora fortalecen su posición como tal; la diplomacia experta del presidente electo en países y organismos internacionales acorralan cada vez más a las élites de la tiranía.  No voy a decir en este foro que hay negociaciones en curso con algunos miembros de esas élites tiranas. No lo voy a decir.  Las elecciones presidenciales en los EE.UU. hace unas semanas aclaran vías en esas negociaciones que no están ocurriendo con algunos miembros del régimen; esos que ven con anhelo alguna playa distante y tranquila, con familiares y amigos cercanos a su lado, lejos de hogueras, horcas y muchedumbres enardecidas. Aquellos dentro de las élites del régimen que no ven esa negociación, que no está ocurriendo, es probable que pronto se percaten de que rechazaron una oferta que no podían rechazar. Porque ya están del lado equivocado de la historia.

Esquilo, hace unos dos mil quinientos años, nos decía: “es enfermedad que llega con toda tiranía, la de no confiar en amigos”. Sabemos por qué.

La historia nos ha demostrado que la combinación democracia / capitalismo es la combinación que genera mayor prosperidad. La historia nos ha enseñado también que la democracia es un torbellino de ideas permanente, un agitar creativo indetenible, un ir y venir circular de propuestas, riñas entre lideres con opiniones contradictorias; una apariencia de caos constante, con contiendas electorales donde los vencedores se creen dueños de la razón, la verdad y el mundo, y los perdedores se rasgan las vestiduras y se halan los cabellos -- hasta la próxima elección.  

Ante el caos y la incertidumbre permanente de la democracia la ilusión del mandato autoritario que promete orden y certeza es tentadora. Todo aquel que dice o escribe que la democracia está en peligro tiene razón, siempre. Pero la democracia vale la pena; la historia nos ha enseñado que es ella en combinación con la libertad la que genera paz y prosperidad en las naciones, y por eso vale la pena luchar por ella. Todo esto nos hace recordar nuevamente a Churchill, quien calificaba a la democracia como el peor de los sistemas de gobierno, salvo todos los demás.  

Las élites del régimen venezolano, esas élites conservadoras, mercantilistas, monopólicas, tiránicas que pretenden aferrarse al poder y someter al país están del lado equivocado de la historia. Su visión de su mejor mundo posible se derrumba y algunos todavía le hacen caso cándidamente al bla bla bla del profesor Pangloss, todos los profesores Pangloss en sus medios. Pronto despertarán en el nuevo mañana de Venezuela, el nuevo mañana; porque la historia también nos ha lo enseñado: tiranías eternas no son.

Muchas gracias.

VIDEO DE LA PRESENTACION EN LA CONFERENCIA:




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Carlos J. Rangel
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domingo, 4 de agosto de 2024

EL LEGADO

La elección del 28 de julio del 2024 eliminó toda posibilidad de credibilidad democrática del PSUV. Cualquier miembro del partido que pensaba que podía coexistir con la facción elitista del partido y con la oposición democrática para propagar los ideales sociales de Chávez dentro de un sistema pluralista, debe reconocer en este momento que esa posibilidad es nula. Maduro es un dictador sanguinario que hará todo lo que considere necesario para mantenerse en el poder, desde un descarado y obvio fraude electoral y la detención arbitraria de oponentes y sus seguidores, hasta el uso de mercenarios armados para la represión asesina de la protesta cívica. Ya no es solamente que “el mal chavista” está en el poder, cosa que pudiera solucionarse dentro de un sistema democrático, sino que “el verdadero chavista” se aferra al poder, demostrando la estirpe original de Hugo Chávez como el antidemócrata primigenio, conspirando contra la democracia venezolana desde 1983 bajo el Samán de Güere. Este verdadero legado de Hugo Chávez destruye cualquier capacidad que la elite del PSUV pueda tener convivencia en un sistema democrático. Todo defensor de la constitución y la democracia observando las acciones de Maduro desde ese domingo, sabe lo que esta sucediendo: la usurpación del poder por un autócrata que ignora descaradamente la soberanía popular. El legado actual de Maduro es la destrucción del PSUV como participante creíble en un sistema democrático, la destrucción del partido como tal. Cualquier miembro del partido con anhelo de convivencia democrática saldrá del mismo, "por las buenas o por las malas" por no tener futuro en el mismo.

La campaña de la oposición contra el gobierno ideada hace alrededor de dos años tuvo un objetivo claro: la unificación y reconciliación del país. Este objetivo busca aliviar el gran malestar de fondo que cansa y mantiene al país en una depresión emocional (y debilidad económica) desde hace 10 años al menos, y originado por las prácticas implementadas por el chavismo durante los 12 años anteriores. Este objetivo de campaña se instrumenta en la unificación de la oposición y el mensaje de reunificación familiar, que incluye reunificar a los que se fueron a buscar fortuna a otras tierras con su familia que se quedó, y reunificar a los que fueron separados por la guerra psicológica civil divisionista del chavismo, enfrentando hermano contra hermano, padres contra hijos, y vecino contra vecino en su misma patria.  Esta reunificación y reconciliación busca hacer al país en uno fuerte y unido contra aquellos que pretenden dividirlo y expoliarlo para su propio provecho mediante execrable corrupción adminstrativa o condenable corrupción criminal. Se dice fácil, pero tiene práctica difícil: en la unión está la fuerza. Es mucho más fácil dividir y destruir -la táctica del PSUV para lograr y mantenerse en el poder- que unir y construir, el mensaje de la oposición liderada por Maria Corina Machado.

La farsa democrática del régimen se basa sobre un fraude electoral que cree que dará legitimidad a su pretensión de mantenerse en el poder. El régimen pretende crear una ilusión de democracia mediante unos resultados evidentemente fraudulentos, y proclama a cuatro vientos que celebrar elecciones demuestra que son demócratas. Pero al igual que su pretensión de legitimidad democrática por el voto nos demuestra su irrespeto a la soberanía popular, sus acciones contra los otros factores que conforman la democracia revelan su talante antidemocrático: la represión de la voz de protesta pacífica, el irrespeto a la ley por igual para todos, y la carencia del debido proceso, incluso contraviniendo acuerdos internacionales suscritos.  La falta de libertad de asamblea, libertad de expresión, igualdad ante la ley y apego a la misma son evidente señal de régimen autoritario. En esto, Maduro ha demostrado ser peor que Pinochet, y fiel seguidor de los sanguinarios autócratas que usurparon la revolución cubana.

La destrucción de la credibilidad democrática del PSUV recae directamente sobre el triunvirato de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez.  Cada uno tiene sus razones propias para aferrarse al poder, pero su complicidad antidemocrática y anticonstitucional es común. Los defensores de la democracia y los defensores de la constitución tienen ahora un objetivo común: la verdadera restauración de la democracia y la reconstrucción del país apegados a las leyes y las normas que harán a este un país unido y fuerte. Los gruñidos, coletazos y zarpazos de bestia acorralada son peligrosos y poderosos, pero la verdad, la voluntad y la persistencia de la ciudadanía venezolana prevalecerá sin duda. La oposición alzó su voz y voluntad fuerte contra el régimen, muchos individuos, instituciones y naciones la acompañarán para y hasta derrocar la satrapía y regresar a la verdadera paz y prosperidad que el país merece y anhela, rechazando el legado antidemocrático de la empresa Hugo Chávez Frías & Sucesores.

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Carlos J. Rangel
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viernes, 20 de octubre de 2023

ALEA IACTA EST

Se dice que la suerte no existe, sino que cada quien se la hace. También se dice que existe el destino, y que no importa que tan cuidadoso sea el plan, ese destino es inexorable.

El domingo 22 de octubre es una fecha en la que la voluntad democrática de los ciudadanos de Venezuela puede demostrar la capacidad de hacerse la suerte y forjarse el destino. Los votantes podrán demostrar que las elecciones democráticas son el instrumento de su voz transformada en acción.  Una acción que iniciará la transformación de Venezuela en un país democrático, próspero y con oportunidades crecientes para todos sus ciudadanos.

Los distintos grupos de la oposición han logrado hacer campaña como rivales, no como enemigos. Rivales con distintas propuestas, personalidades y perspectivas que ofrecen sin embargo una visión en común: la democratización de Venezuela. Una visión de una Venezuela democrática con oportunidades para crecer y prosperar juntos en nuestro propio país. Esta visión unida es la que es capaz de derrotar las fuerzas autoritarias que buscan aferrarse y mantenerse en el poder. Los venezolanos somos capaces de sustituir a los que se creen con derecho por la fuerza de tener una sociedad bajo un orden donde cada uno está donde está y hace lo que hace, para la conveniencia de la autoridad; una autoridad que reclama la confianza en su líder para mantener ese orden, un líder que (supuestamente) sabe lo que más le conviene al país. A fin de cuentas, es el líder del "partido del pueblo".

Los venezolanos somos capaces de tener la confianza necesaria en nosotros mismos para participar activamente en la creación de oportunidades, a veces disparatadas, a veces brillantes, que permiten crear la prosperidad democrática bajo un “caos creativo” institucional que estimula esa iniciativa, creatividad e ingenio que tantos venezolanos insignes y comunes han demostrado tener a lo largo de nuestra historia. 



Pero no nos engañemos, este no es el final, es apenas el inicio. Las rivalidades, querellas, malentendidos y malquerencias que hemos vivido en los últimos meses no se comparan con lo que viene, una verdadera prueba de esa voluntad y resistencia democrática ante el autoritarismo y sus cómplices. La celebración de la primaria no es el final del camino para derrotar a las fuerzas autoritarias. Es apenas un primer paso en un camino torcido y empinado con maleza, trampas y emboscadas. Las elecciones presidenciales del 2024 no son nada seguras en este momento. La lucha continúa y arrecia. La unidad de voluntades para lograr esa Venezuela libre, próspera y democrática será puesta a prueba cada día durante los próximos meses con zancadillas y empujones hasta llegar a la culminación del enfrentamiento directo entre democracia y autoritarismo.  

Cada participante en este proceso democrático que no logró una victoria temporal en una elección pasajera no es un perdedor. Es un baluarte y defensor de la democracia.  Es un ciudadano miembro de un proceso y una institución que permite a sus conciudadanos vivir en libertad y prosperidad. Es un elemento esencial en el futuro de Venezuela.

Como ciudadano venezolano que cree en la visión de una Venezuela libre, democrática y próspera agradezco profundamente a todos los que dedicaron cuerpo, alma y corazón para lograr el éxito de este primer paso en la restauración de la democracia en Venezuela. Todavía no se otea el fin del camino, pero estamos en la ruta. El domingo 22 de octubre se vadeó este río. El lunes 23 de octubre se inicia la segunda fase de la restauración democrática en Venezuela.  

Carlos J. Rangel
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miércoles, 7 de junio de 2023

FUENTEOVEJUNA

La pregunta esencial acerca de quién es la oposición al régimen ha sido contestada ampliamente por encuestas, la opinión y el “voto a pie” de los ciudadanos venezolanos. Todo indica que la ciudadanía en general está convencida de que el modelo social y económico chavista es un fracaso, se opone a él, y está dispuesta a ensayar la democracia liberal como modelo para transformar a Venezuela en un país que libere su potencial. ¿Será posible que cada venezolano esté dispuesto a asumir su responsabilidad en la promesa del país? La capacidad, poder y voluntad de los ciudadanos para transformar una nación es indiscutible, porque es en la ciudadanía que reside la soberanía y el estado.

Un líder político puede en un momento transitorio canalizar ese poder y voluntad para conducir y ejecutar la transformación, pero no es él o ella quien la impulsa. En Venezuela en la historia reciente han habido dos instancias de esa voluntad ciudadana cambiando el rumbo y transformando al país. Rómulo Betancourt con el llamado a sus conciudadanos, ayudó a establecer una democracia representativa a partir de 1958. Hugo Chávez en 1998, se consolidó como el cambio reclamado por la ciudadanía ante la sordera que había estancado las necesidades de oportunidad liberal en aquella democracia. Jorge Giordani en su famosa conversación con Guaicaipuro Lameda probablemente tenía razón: hacen falta al menos tres generaciones para consolidar un cambio de modelo social y económico. La democracia incipiente en Venezuela surgida en 1958 apenas llegó a dos.

La lacra del autoritarismo se mantiene como pecado original en Venezuela. Muchos “líderes democráticos” opositores mantienen esa toxina en sus venas, no solo por la ambición política necesaria para tener la voluntad de conducir los destinos de un país, sino como tendencia intrínseca de nuestra clase política, indistintamente de su origen social. “El pueblo”, como lo quieren llamar los aspirantes a populistas autócratas, o “la ciudadanía”, como la califican los demócratas, ha demostrado ampliamente que ansía la libertad. El control represivo y/o económico impuesto por élites ha sido rechazado, como lo indican las dos instancias señaladas anteriormente. El ansia de libertad, esa capacidad de tomar decisiones propias está hasta en el refranero popular: “¡Más abajo pisó Bolívar!”. Los gobernantes ciegos a esa ansia de libertad usaran sus poderes cada vez más para reprimirla soterrada o abiertamente. Esa no es manera eficiente de gobernar un país o conducirlo a la prosperidad.

Se avecina una tormenta. La élite del régimen autocrático mercantilista criminal hará todo lo posible por mantenerse en el poder y mantenerse impune, desde el uso de falsa oposición hasta medidas coercitivas de toda índole y, por supuesto, saboteo, artimañas y fraude electoral. La unidad de la fuerza ciudadana que apenas se asoma ahora es lo único que puede arremeter contra esas iniquidades. Líderes que canalicen y multipliquen esta fuerza son indispensables para lograr el cambio de rumbo que le hace falta al país para encaminarlo hacia una democracia justa, participativa, próspera y libre. Las elecciones, tanto primarias como presidenciales, son apenas catalizadoras de la fuerza ciudadana que logrará el cambio, y la transición no se anticipa que sea pacífica. Es aquí que el diablo se cuela con su tentación de ese gusanillo de control autoritario por acumulación del poder bajo cualquier signo ideológico. Un líder democrático que represente la voluntad ciudadana puede hacer papel de “redentor”, ungirse con el gran poder del soberano, y caer en esa tentación.

En una democracia la ciudadanía le delega al gobierno la administración de la soberanía y el estado. En una autocracia, los “gobernantes” usurpan la soberanía y administran el estado para provecho propio. En una entrevista extensa que me hicieron para una revista liberal brasilera (Crusoe) a principios del 2021, toco parcialmente este tema. Enfocado sobre la tendencia de lideres populistas de malinterpretar su arrastre y carisma, respondo ante una pregunta sobre AMLO por su reclamación al rey de España exigiendo una disculpa por la conquista de la siguiente manera:

“…En cuanto a si el pueblo mexicano piensa igual que AMLO, no tengo manera de saberlo pero, a decir verdad, no importa si piensa igual o no. AMLO usa el agravio histórico para tratar de encender emociones y nublar la razón de suficiente gente como para transformarlas en “el pueblo”—el objetivo del populista. El populista no quiere que existan ciudadanos utilizando la razón para participar activamente en sociedad y exigirle al gobierno actuar de manera responsable. El populista quiere convertir a ciudadanos en “pueblo” manipulable por la emoción que él o ella genera para concentrar el poder. En corolario equivalente al del Rey Sol, Luis XIV, a quien se le atribuye haber dicho “el estado soy yo”, el populista se proclama como el pueblo mismo. Tanto AMLO como Chávez declararon haber perdido su identidad y pertenecer al pueblo –“ya no me pertenezco, le pertenezco al pueblo”— es decir “el pueblo soy yo”. Por lo tanto, y por la ley transitiva de las matemáticas, la voluntad del populista es la voluntad del pueblo y el bienestar y recompensa del populista es el bienestar y recompensa del pueblo. Y, ¡Que alguien se atreva a decir lo contrario!”

En un modelo ideal del estado democrático son los ciudadanos los que óptimamente controlan los destinos de un país. Los líderes son representantes transitorios de la voluntad ciudadana. Es fácil para un líder democrático (o uno ocultamente autoritario, electo democráticamente) dejarse cegar por esa voluntad ciudadana y creerse ese “redentor”, potenciando agravios y usurpando el poder del soberano: “Le pertenezco al pueblo; el pueblo soy yo,” y tantas otras variantes. El verdadero demócrata reconoce su transitoriedad, la soberanía en los ciudadanos y la independencia de las instituciones. El protagonista en la transición hacia la democracia en Venezuela es su ciudadanía empoderada. No es ningún nombre liderando transitoriamente las encuestas. El líder opositor que no entienda eso, es un líder populista, no un conciudadano. El líder opositor que no entienda eso, ha quitado la mira del objetivo. El líder opositor que no entienda eso, confusamente piensa haber personificado la oposición y amenaza la unidad necesaria para lograr el objetivo de restaurar la democracia y la libertad.

Existe una gran ansia ciudadana que busca cambiar el país y potenciarlo como una tierra de oportunidad, crecimiento, seguridad y familia. Un país en el cual se quiera vivir, no un país del cual se quiera salir. Un país donde existan opciones, oportunidades y libertad de decidir.  La responsabilidad asumida de canalizar esas ansias hacia la democracia liberal como mejor modelo de país, es muy grave y nada envidiable, y esa responsabilidad la han asumido ciertos lideres que buscan, algunos sinceramente, otros pareciera que no tanto, mejorar la condición de todos los ciudadanos del país. Pero el protagonismo necesario para impulsar esa mejora no vendrá de ningún líder. Son los ciudadanos.

¿Quién es la oposición? Los ciudadanos, señor.



viernes, 3 de marzo de 2023

CON ELECCIONES NO SALE MADURO


Desde hace años esa frase es común y argumenta una realidad que es difícil de refutar. Es notoria la capacidad de fraude electoral que desde tiempos de Chávez ha perpetrado el grupúsculo manejando los destinos, y los haberes, del país. Desde la perversa representación en la asamblea constituyente del 2000, en donde a pesar de que el “Polo Patriótico” obtuvo un 65% de los votos se presentó con más del 90% de los asambleístas, pasando por el referendo revocatorio con su manipulación por bozal de arepa y la lista Tascón, el conteo interrumpido en el 2013, etc., etc., etc., el régimen siempre usa tácticas diversas para manipular resultados electorales. Estas van desde la alteración del registro electoral permanente, como se evidencia en su aumento en más de 50% entre el año 1998 y 2006, -crecimiento sin precedentes ni repetido después- hasta la reubicación de centros de votación fuera de enclaves opositores, el uso de “colectivos” en esos centro demandando ver el “Carnet de Patria”, la inhabilitación de candidatos, y la alteración de resultados en las mesas de votación y en el CNE. Defender el voto no es fácil.

Las denuncias por testigos, organismos e instituciones internacionales internacionales son ignoradas o manipuladas para efectos de propaganda. El caso más notorio de esto último fue el “informe Carter” sobre las elecciones del 2012 y el 2013. En un artículo publicado en el New York Times, Nicolás Maduro declara que dicho informe establece que el proceso electoral en Venezuela es “el mejor del mundo”. Ese es el titular que utilizó el régimen en Venezuela para validar elecciones manipuladas. Esa es el cuento que se comió el pueblo venezolano sin cuestionarlo y que hasta el día de hoy denigra los esfuerzos del Centro Carter. Propaganda usada para desprestigiar ante los venezolanos una institución mundialmente reconocida de observación de procesos electorales.

Para los que leyeron el informe, las conclusiones son contundentemente en contra del proceso electoral 2013. Es cierto, Carter mencionó en un artículo de prensa que las máquinas utilizadas eran buenas máquinas, pero la manera en que fueron utilizadas esas máquinas y se manejó el proceso de votación, reclamación y auditoria fue lo que denunciaron el Centro Carter y el mismo Carter. Lo que el informe final dice es que esas máquinas fueron utilizadas para intimidar votantes por insinuar que detectaban la identidad y voto de los votantes a través del capta huellas, que el software usado no garantizaba que cada votante solo pudiera votar una vez, que el gobierno utilizó tácticas de intimidación durante la campaña y recursos del gobierno para influenciar el voto. Esas no son conclusiones que describen “el mejor proceso electoral del mundo”. El Centro Carter ha mantenido su denuncia sobre las elecciones en Venezuela, recientemente calificando las elecciones regionales del 2021 con las siguientes conclusiones: interferencia política y del gobierno sobre el CNE, limitaciones legales sobre la libertad de expresión y de los medios, suspensión de derechos políticos, inhabilitación arbitraria de candidatos, y financiamiento irregular e indebido de campañas. Testigos de la Unión Europea calificaron esta misma elección como una que no estuvo apegada a la ley, afectando la igualdad de condiciones, el equilibrio y la transparencia del proceso. Defender el voto no es cosa fácil.

Elecciones no definen democracia. Por supuesto, si no hay elecciones no hay democracia, pero que haya elecciones no significa que haya democracia. Casos ampliamente conocidos son el Iraq de Hussein, el Irán de los Ayatolás o la Corea del Norte de los Kim (la "República Democrática Popular de Corea"). Recientemente me encontré con cuatro características que conforman una democracia, de acuerdo con el Dr. Gerardo L. Munck: elecciones competitivas, elecciones participativas, ejercicio de poder representando a las mayorías, y libertades políticas. Estas características combinan proceso con condiciones, arrojando un resultado: democracia.  Mi propia lista de cuatro características, enumeradas en un discurso en el 2018, está más enfocada sobre condiciones que procesos: los gobernados tienen capacidad de decidir, opinar e influenciar sobre la manera en que son gobernados; la capacidad de decisión e influencia del ciudadano se ejerce mediante elecciones, libertad de expresión y asamblea; el estado de derecho es intrínseco a la democracia; y límites al poder y multiplicidad de intereses crean fortaleza democrática. Todo esto significa que para derrotar al régimen no basta con tener elecciones, apenas una parte de lo que es una democracia.

Lamentablemente, para crear las condiciones que restauren la democracia en Venezuela las instituciones encargadas de velar por los intereses democráticos del país, tanto el TSJ, demostrado ampliamente en Barinas, como el CNE, están entramoyadas con el régimen. Hacer elecciones bajo la tutela del CNE, calificado por el Centro Carter como manipulable por presiones políticas del gobierno y un organismo claramente dependiente en su totalidad del régimen, arrojará los mismos resultados que tuvieron en México durante 80 años con un organismo electoral dependiente del régimen: hegemonía partidista única, con sucesión presidencial a dedo. Liberar el proceso de esa tutela e influencia del régimen es difícil, sin embargo (1) hay que intentarlo y (2) hay que buscar una solución alterna basada en testigos de toda índole antes, durante y después del proceso con una mecánica electoral transparente, auditable y no manipulable. Para lograr este objetivo la presión internacional es fundamental. Esta presión es la que puede aproximarse a obligar un proceso y mecanismo electoral distanciado del CNE, traducible en confianza por el electorado, como lo indican numerosas encuestas al respecto.

En 1986, el “Poder del Pueblo” en Filipinas culminó en una gran marcha de más de un millón de ciudadanos, en rebelión contra la ley marcial del dictador, y obligó la salida de Ferdinand Marcos, después de 23 años de dictadura. Marcos se caracterizó por robo y peculado descarado en un país con creciente pobreza, y la tortura y ejecución de opositores encarcelando familias enteras para erradicar su oposición, verdadera e imaginaria.  En Polonia un período de creciente movilización popular durante diez años, a veces clandestina, a veces abierta, culmina en protestas masivas en 1988 que obligan al régimen a convocar elecciones (calificadas de “parcialmente libres” por inhabilitación de partidos y candidatos) en 1989. En estas elecciones el movimiento Solidaridad triunfa de manera contundente. Esta victoria electoral es un hito histórico en la caída del comunismo a nivel mundial.

Kluivert Roa, asesinado durante protestas
 contra el régimen, 24 de febrero, 2015.
La condición  democrática de libertad de asamblea -la protesta- se manifiesta en grandes movimientos como estos en muchos países, resultando en procesos que restauran democracias. Estas protestas y la participación en procesos electorales también reflejan la voz y el voto de los caídos, que no olvidamos, bajo un regimen que busca reprimir las condiciones de democracia. No desestimemos tampoco la importancia de los medios de comunicación en estas voces, incluyendo los clandestinos. Los comunicados mimeografiados a principios de enero de 1958 en Venezuela fueron instrumento clave en la movilización de la rebelión popular que tumbó al dictador Perez Jiménez para instalar una democracia con las cuatro condiciones en el país.

El argumento de la solución de fuerza, el quiebre constitucional con un “gendarme necesario”, es una ilusión. Pensar que este tipo de solución para el dilema democrático en Venezuela sería aceptable tanto a nivel nacional como internacional es afín a la idea que tenía Putin de que Ucrania sería fácil de invadir. Se sabe cuándo empieza, pero no cómo termina. Suponer que este tipo de solución tiene consecuencias negativas, pero que su resultado neto es positivo es un despeñadero que ha llevado muchos al infierno.

Escoger entre un Pinochet y un Castro inaceptables indica la necesidad de una tercera opción, puesto que en la geopolítica actual ninguna de estas dos es admisible. Si, por ejemplo, un equivalente a Pinochet llegase al poder en Venezuela, con su mismo tipo de tácticas y objetivos, de inmediato sería un nuevo paria internacional, objeto de sanciones, ICC, y demás, al igual que lo es Maduro, el equivalente de Castro, en este momento. A los que sueñan con esta solución hay que ponerlos en la misma categoría de los que soñaban que una intervención militar extranjera sería efectiva: ilusos. La tercera opción es mantener e incrementar la lucha por aproximarse a las condiciones de democracia que permitan canalizar el rechazo masivo al régimen mediante procesos democráticos, aceptables para la sociedad de naciones y conducentes a la reconciliación interna. Intentar lo contrario es inestabilidad y violencia permanente.

Sin las condiciones de democracia, los procesos democráticos son ejercicios sin valor e inútiles. Ni las elecciones ni la representatividad política (y su ejercicio del poder) son legítimas. La condición fundamental que ningún régimen puede evitar es el rechazo ciudadano a una autoridad represiva arbitraria cuya finalidad es mantenerse en el poder y enriquecerse. Las armas principales contra dicha represión son la protesta masiva, el rechazo por y a través de cualquier medio de comunicación, y la participación ciudadana. Las elecciones como instrumento y proceso validan las condiciones democráticas. Aunque cada país hace su propia historia, ésta nos señala que las elecciones deben instrumentarse lo más independientemente posible del régimen autoritario en el poder para convocar masivamente a la oposición y asentar una victoria a prueba de fraude. Es cierto, con elecciones no sale Maduro; pero con democracia, sí. 


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lunes, 2 de enero de 2023

ENERO: MES DE LA DEMOCRACIA

El 23 de enero de1958 marca el inicio de la segunda era democrática en Venezuela, era cuyo ocaso comienza en 1992, pero vira decididamente hacia el autoritarismo militar tras los eventos de abril del 2002. El 23 de enero del 2019 se estableció el experimento constitucional del interinato, con el propósito de destacar la usurpación ilegítima del poder del estado e intentar instrumentar una vía hacia la restauración democrática. También a principios de enero, pero esta vez el 15, en 2018, el régimen autocrático ejecutó vilmente a unos jóvenes expolicías y exmilitares que habían depuesto sus armas para entregarse a la mal llamada justicia del régimen. En aquel momento, aquel día, mi reacción escrita el 23 de enero, fue la siguiente:

“A pesar de entenderlo, estoy en desacuerdo con el lema “ellos no se rindieron…”, por confundir la verdad de los hechos. Ellos sí se rindieron ante las fuerzas del “orden” que venían por ellos. Por supuesto no se rindieron en sus ideales y sueños de libertad, pero sí ante los que los asediaban para apresarlos. Ellos se rindieron, pero los sicarios que venían por ellos tenían órdenes de no aceptar dicha rendición. Ellos se rindieron físicamente, a sabiendas que lo que les esperaba era tortura y sevicia por no rendirse moralmente. Pero sus asesinos no aceptaron esa rendición.

Estos jóvenes son héroes y enturbiar su heroísmo con confusiones no los enaltece. Ellos murieron con honor, creyendo en Venezuela y su lucha por la libertad tanto que hacían un llamado a todos a unirse con ellos y, al final, un llamado por las redes sociales para que la inmolación que veían por venir no fuese en vano.

Ellos fueron traicionados por un régimen terrorista que no tiene ningún interés en el estado de derecho ni las apariencias del mismo. Ellos lucharon por una Venezuela mejor, por un diálogo mejor, por una conciencia mejor de lo que representa ser ciudadano.”


Pero Oscar Pérez no fue ni el primero ni el último de una larga lista de víctimas en el seno de las fuerzas militares y policiales que han tomado conciencia acerca de lo que representa el régimen “cívico-militar”. Ese parapeto que Chávez soñaba imponer sobre la república desde que lo concibiera en 1992 con su panfleto “¿Y cómo salir de este laberinto?”.

Actualmente hay entre 150 a 200 o hasta más miembros activos y “retirados” de las fuerzas armadas y policiales presos en mazmorras del régimen por oponerse y objetar la corrupción y las violaciones a los derechos de los venezolanos. Hay cientos, si no miles de efectivos desde raso al alto mando y retirados viviendo en el exilio como opositores a las acciones de sus antiguos compañeros, comandantes y altos funcionarios del régimen que van en contra de los mejores intereses de la nación. Son patriotas en contra de la corrupción, el narcotráfico y la guerrilla, y a favor de los derechos humanos y constitucionales de sus conciudadanos.  En las cárceles languidecen y mueren estos patriotas opuestos a la arbitrariedad y violencia contra nuestro país perpetrada por el régimen encabezado por un usurpador que tiene precio a su cabeza en el mundo de la justicia internacional.

Estos representantes de las fuerzas del orden público y defensa nacional opuestos al régimen incluyen desde el fallecido General Raul Isaías Baduel, pasando por el comisario Iván Simonovis forzado al exilio, hasta un soldado raso cuyo nombre se identifica solamente como Rafael y que, junto con su destacamento, negó acatar la orden de disparar contra manifestantes civiles en 2017. A Rafael no le quedó otra opción sino desertar y finalmente huir, atravesando las selvas del Darién hasta llegar a los Estados Unidos, buscando libertad y medios para sostener a su mamá, esposa e hija, que viven por ahora humildemente en una casita en los Andes. Rafael cree en la libertad y en los ideales de justicia y convivencia en Venezuela, pero sabe que bajo este régimen usurpador no existen ni existirán.

Y esa es una gran traición. Esa es LA gran traición de Hugo Chávez. Porque Hugo Chávez llegó al poder prometiendo justicia y paz social; prometiendo acabar con la corrupción; prometiendo un futuro mejor, un mar de felicidad, para Venezuela. La lista de altos jefes militares y oficiales que lo apoyaron primero y que luego se dieron cuenta de su traición es larga, y sus nombres están entre las listas de presos, sometidos, exilados y muertos que sigue acumulando el régimen como trofeos de caza. La lista de soldados rasos, de ciudadanos que se incorporaron a las fuerzas armadas y del orden público porque quieren proteger a la soberanía del país, a sus compatriotas y a la constitución, pero que se dieron cuenta de que el régimen hace todo lo contrario, también es larga, y sus nombres se incluyen ahora entre los desertores, los presos y las listas negras de los autócratas criminales en el poder y sus cómplices en las filas.

Hugo Chávez manchó el honor de las fuerzas armadas de Venezuela. Hugo Chávez engañó a sus compañeros y traicionó sus promesas de reivindicación social, aprovechando la naturaleza desordenada y caótica de toda democracia, para prometer un orden y control que supuestamente sería mejor para el futuro de Venezuela. Señores, estamos viviendo ese futuro que nos trajo el chavismo. Su mar de felicidad resultó ser un océano de miserias. El futuro prometido lo busca una quinta parte de los venezolanos en otras tierras. La dependencia de Venezuela a un régimen imperialista extranjero es tal, que es prioridad enviarles a ellos la gasolina que se necesita en el país. 

Existen y existieron venezolanos seducidos por la promesa del orden y justicia social chavista, incluso dentro de las filas militares del país; venezolanos de bien que verdaderamente quieren lo mejor para su país y están comprometidos con Venezuela. Para esos venezolanos el mensaje desde la oposición está claro. El modelo chavista no está simplemente desviado; no es un modelo que necesita mejores chavistas; no es un modelo traicionado por los criminales en el poder. La verdad es otra: el modelo chavista es un modelo que está fundamentalmente errado; es una estructura que, no importa quien esté al tope de la pirámide, siempre caerá en la corrupción masiva, las alianzas criminales y la represión; es un modelo equivocado para Venezuela o cualquier país que aspira crear oportunidad y riqueza para sus ciudadanos bajo una condición de libertad.

La alternativa a la situación que existe en Venezuela no es un “chavista bueno”; la alternativa no es hacer lo mismo repetidamente esperando un resultado distinto. La alternativa es una democracia que permita e incentive la oportunidad, la generación de ideas y la renovación de liderazgos. Es cierto, la democracia es desordenada, es complicada, no todo el mundo se pone de acuerdo en todo y a veces hasta se da un tiro en el pie. La democracia es un caos creativo constante. Pero señores, y esta no es la primera vez que se dice, la democracia es el peor de los sistemas de gobierno, salvo todos los demás.

Carlos J. Rangel
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¿QUÉ ES LA OPOSICIÓN?

Desde que se implementaron las políticas de control y cambio social por el régimen de Chávez-Maduro en Venezuela, cerca de 40.000 personas h...