Este ensayo/entrevista busca responder inquietudes
surgidas en la video-entrevista de Napoleón Bravo a Carlos J. Rangel sobre su
nuevo libro, MITOS DE NUESTRA HUMANIDAD: RELATOS DE SIEMPRE PARA HOY conducida
el 7 de diciembre, 2024. Estas preguntas le fueron planteadas a CJR en un chat
de WhatsApp, y son suficientemente interesantes como para compartirlas en este
blog.
Estimado Ofer:
Agradezco que te hayas tomado el tiempo para ver la
entrevista y enunciar preguntas que surgieron de la misma. No se ve en la
entrevista publicada en YouTube, pero Napoleón tuvo que editar parcialmente el
video puesto que se nos acabó el tiempo. Me dijo que esa era la primera vez que
le había ocurrido eso, que perdió la noción del tiempo por lo amplio y fascinante
de los temas discutidos. Igualmente, tuve una gran satisfacción participando en
esa entrevista. Mi nuevo libro tiene como objetivo generar este tipo de discusión
amplia acerca de la democracia liberal y ciertamente esta entrevista cumple con
ese objetivo.
Lamento no haberte dado respuesta más rápidamente,
pero tus preguntas tocan temas profundos que preferí ponderar con tiempo antes que
dar respuestas superficiales. Trato de responder tus inquietudes elaborando
algo sobre temas que he desarrollado anteriormente, con la esperanza que de
alguna manera sean satisfactorias. Para hacer la lectura más estructurada la divido por tema que genera la inquietud. He aquí mis respuestas:
En primer lugar, en el minuto 17:03 habla de
liderazgo populista y "la respuesta simple" es NO cuando se le
pregunta sobre ser capaz de alcanzar una posición de liderazgo nacional sin ser
populista.
La respuesta simple es “no” porque meritocracia y tecnocracia de por sí no movilizan votos. Personas con gran preparación y sentido de lo que moviliza a los segmentos de población necesarios para obtener una mayoría del voto popular son rara avis, si es que existen. El voto popular que logra las mayorías necesarias para triunfar generalmente no es un voto bien ponderado y se moviliza por la emoción más que la razón. Es un voto que, en la percepción del votante, rechaza al status quo que le niega oportunidades y bienestar. La fracción que emite votos deliberadamente ponderados por el candidato de su ideología preferida generalmente es entre 10% al 30%. En una elección entre dos partidos principales o por balotaje, eso significa que entre el 40 al 80% de los ciudadanos con derecho al voto no utilizarán criterios ponderados para emitir su voto. De esa gran masa de votantes (más cuando se aproxima a 80 que cuando se aproxima a 40) muchos son apáticos ante las alternativas presentadas en la elección y se abstienen de votar. Para energizar el voto de la masa electoral la herramienta más efectiva es el populismo y por eso toda opción ganadora tiene un componente de este. Las promesas de cambio del status quo hechas con cariz populista generalmente son efectivas, pero las promesas exageradas y evidentemente irrealizables también generan movilización electoral, aun cuando el votante sepa que son irrealizables. Este populismo extremo apela a la emoción de la identificación, es decir, le hace sentir al votante que el candidato entiende sus problemas y que si no los puede solucionar no es por ignorarlos, ni siquiera por decepcionarlos, sino por fuerzas ajenas (y esto es común en el discurso populista) que le adversan, por algún enemigo identificable, típicamente imaginario y expiatorio.
Todo político en contienda electoral tiene que incluir
entre su arsenal de campaña una dosis del populismo movilizador del voto para
sumar la mayoría ganadora a su favor. Cuando el candidato basa su campaña en
una promesa de futuro utópico o regreso al pasado glorioso que los enemigos de
la nación han truncado, es decir la campaña de la promesa milenaria y el
redentor que la hará cumplir, dicho candidato se acerca al populismo extremo;
un populismo que fácilmente puede caer en mando autoritario al convertir a los
opositores a su candidatura en enemigos de su mandato (y de la nación) en vez de
adversarios a sus políticas.
Usted ilustra el esquema de la pirámide y el
lugar óptimo para una democracia es estar en el centro de la pirámide. Jóvenes,
más idealistas, al que Usted le da el apodo de izquierdistas buscan
oportunidades en la base de la pirámide, mientras que los dueños de la
propiedad privada son menos idealistas, más conservadores, al que Usted le da
el apodo de derechistas en la cima, que buscan proteger sus pertenencias.
En una entrevista como la realizada es difícil
explicar la complejidad de la economía social en términos sencillos. El número
de variables excede tres, lo que Daniel Patrick Moynihan definía como un problema
super complejo (tres variables es un modelo complejo, según DPM). Si mal no recuerdo, Napoleón me preguntó acerca de la validez
de los términos derecha e izquierda, a lo cual respondí que francamente hoy en día
se usan más como epítetos que como definición de ideología. Esta pregunta surge
de una parte del libro en donde argumento que los derechos de oportunidad son
los que caen bajo el manto del llamado izquierdismo y los derechos de propiedad
bajo el llamado derechismo. Debido a que la naturaleza de la humanidad es
definida por sus etapas de infancia, juventud, madurez y vejez, es observable
la correlación entre jóvenes buscando oportunidades y mayores protegiendo sus
activos acumulados, sean tradiciones, morales o monetarios. La interpretación que
usted aparentemente sugiere es que yo dije que los viejos son derechistas y los
jóvenes izquierdistas. Eso se parece a lo que quise decir, pero no lo es exactamente.
Aquellos que ofrecen proteger y ampliar las oportunidades para el desarrollo individual
son acogidos por los que desean tener nuevas oportunidades o piensan que se las
han quitado, sean jóvenes o no. Generalmente la demografía en busca de
oportunidades es mayoritariamente joven, y en Latinoamérica la pirámide etaria
tiene una amplia base, por lo tanto ese mensaje de oportunidad, el clásicamente
izquierdista, reverbera en este continente. Pero el triangulo de Hayek al cual
yo me refería es otra dimensión de variables. Él coloca en cada vórtice conservadores,
progresistas y liberales (identificándose a sí mismo como liberal). Su tesis
era que los conservadores y los progresistas quieren mejorar la sociedad obligándola
a adoptar sus dogmas, sean conservadores o progresistas, mientras que los
liberales consideran que forzar dogmas de comportamiento social o económico obstaculiza
el desarrollo del bienestar individual y. por ende, el colectivo (esencialmente
el mismo paradigma de la mano invisible de Adam Smith). Los extremos del dogma progresista
y el conservador se ilustran con las autocracias sostenidas en la Unión Soviética
y con la Inquisición Medieval. La crítica que se le hace a este modelo de Hayek
es que en el extremo liberal se desarrolla el anarquismo el cual, creando un vacío
de poder, es vulnerable a otras autocracias dogmáticas. Era este triangulo al
cual me refería en la entrevista, no la pirámide etaria. Este es el triángulo en
cuyo centro se encuentra la democracia, siempre en pugna hacia cualquiera de
los extremos, y generando el caos creativo y renovación que produce el mayor
bienestar social.
¿Qué piensa de ese esquema piramidal del que
habla en el contexto de una república, no de una democracia, y de un líder
populista de derecha que ha alcanzado la cima del poder en ese escenario? ¿Cómo
terminaría esa película?
Hoy día se habla mucho acerca de la diferencia entre república y democracia suponiendo, o insinuando, un valor superior en la manera de gobernar de una sobre la otra. Si buscamos la diferencia esencial, nos encontramos con ideales cuasi platónicos que definen una como un sistema institucional en donde los poderes del estado se ejercen con representantes del poder soberano (los ciudadanos) escogidos mediante el voto, con pesos y contrapeso que defienden las instituciones, y con el gobierno basado sobre leyes establecidas y precedente institucional. La democracia pura, es decir directa (como ha sugerido Elon Musk instituir en sus colonias en Marte) no tiene esa institucionalidad, precedente y legado, y fácilmente puede caer en la llamada “tiranía de las mayorías” con plebiscitos a diestra y siniestra – mob rule. Estipulando entonces que una republica es mejor manera de gobernar (y difícil de mantener) que una democracia pura (imposible de mantener), pasemos a la cuestión del líder populista.
El líder populista, sea que diga que protege los derechos de
propiedad o los derechos de oportunidad, combinado con tendencias conservadoras
o progresistas (los liberales rara vez son populistas, llegan al poder por el
hartazgo del soberano con los otros vértices del triángulo de Hayek – caso Milei
o MCM), tiene dos opciones una vez que llega al poder: romper la
institucionalidad republicana para mantenerse en el poder, o someterse al
juicio de los votantes de una república con fuertes instituciones. Por eso, y
porque -como argumentaba anteriormente- todo candidato para llegar al poder debe
tener algo de populista, la democracia institucional con alternabilidad y rotación
de ideologías (el caos creativo que genera bienestar social), siempre está en
peligro. Recae sobre el soberano, los ciudadanos de la nación, elegir a representantes
que defiendan a las instituciones (siempre perfectibles) en vez de aquellos que trasparentemente
buscarán mantenerse en el poder eternamente. Cabe mencionar en este momento la referencia hecha durante la entrevista al “Poder Moral” al que aludía Simón Bolívar, una
serie de escribas independientes que registran la actuación moral, o no, de los
representantes en los otros poderes de una nación. Es decir, la prensa libre e
independiente.
Finalmente, pensar que la película termina es no darse cuenta de que el proceso de gobierno y el avance social y económico es un proceso interminable, inacabable, sin fin y perfectible cuyo modus operandi es el probar, errar, corregir. La naturaleza humana prefiere el orden predecible (terminar la película) a la incertidumbre caótica (el interminable valle de lágrimas), pero es en ese caos, en esa destrucción creativa de la cual hablaba Schumpeter refiriéndose al capitalismo, allí es que existe la innovación y el avance en todos los aspectos sociales y económicos de una sociedad. Estancarse es morir. La película no acaba.
En segundo lugar, en el minuto 26:43 usted habla
de que China ha hecho cambios y difiere sustancialmente de otras naciones
comunistas en su manejo de la economía, aunque concluye que no va bien.
Si uno considera el buen gobierno, la
planificación económica central o las fuertes inversiones en educación e
infraestructura como medio para alcanzar un fin, entonces el modelo chino es
uno de los más eficaces de la historia de la humanidad. A pesar de su liderazgo
tiránico, el modelo chino tuvo como resultado la extracción de la mayor parte
de su población de la pobreza extrema - al menos la mitad de su población, es
decir, 800 millones de personas - a una fuerte clase media y una clase rica
sustancial en un período de tiempo muy, muy corto: ¿sería el modelo chino uno
de los mejores modelos del mundo? ¿Sería un buen modelo de gobierno o una buena
política económica? ¿Es sostenible?
Menos tiránicas pero similarmente efectivas son
las historias de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y otros Tigres Asiáticos,
aunque todos ellos tuvieron, en su momento, un liderazgo autocrático que los
llevó a donde están ahora.
El “modelo chino” es atractivo y hace algún tiempo yo también
lo encontraba seductor. Los resultados evidentes de mejora en el bienestar social
efectivamente lo hacen digno de estudio profundo y sinceramente no he hecho ese
estudio, pero si estoy familiarizado con la idea. El presidente chino, Xi
Jinping, está convencido de que la hegemonía de los modelos sociales y económicos
de occidente durante los últimos 200 años son un paréntesis histórico en la supremacía
china sobre el mundo, y está haciendo su parte para restaurar esa supremacía.
No es único en esa visión, puesto que ya hace unos cuarenta años un alto
dirigente chino, Chou En-Lai respondió al preguntársele que opinaba acerca de
la revolución francesa y respondió que era demasiado pronto para llegar a
conclusiones. Esa perspectiva histórica de los lideres chinos se manifiesta hoy
día en el expansionismo económico que ha mantenido durante los últimos diez años
(abiertamente), y con la bienvenida de muchos receptores de ese expansionismo
por suponer que “el modelo chino” puede ayudar al bienestar propio de su país.
No debemos dejar de recordar que China sufrió bajo el régimen
del PCC de Mao una de las peores hambrunas del mundo en los años 60 del siglo pasado.
Esto, en combinación con la purga de la revolución cultural y la caída del muro
de Berlín creó las condiciones para el cambio del modelo de uno autocrático-comunista
a uno autocrático-capitalista, esencialmente promovido por Deng Xiao Ping, el primer presidente chino que visitara a los EE.UU. Las
instituciones creadas por el PCC se mantuvieron y mantienen, pero ante la desintegración
de la Unión Soviética, y el temor a la recaída en la disfuncionalidad económica
que causó la hambruna, la apertura a occidente fue inevitable. La incorporación de China a la economía mundial
comienza con su designación como MFN condicional en los años 80, y así comienza
el despegue económico. Es su aceptación del
modelo occidental de desarrollo lo que le permite modernizarse.
Ese modelo aceptado tiene sus condicionantes. El
occidente celebra la casi infinita mano de obra barata que ofrece China y se
dedica a invertir construyendo fábricas de todo tipo. Occidente también ve con
ojos ambiciosos el potencial de un enorme mercado consumidor, fácil presa de
las baratijas brillantes que ofrece– o así pensaban muchos. Pero el liderazgo chino ve la apertura de otra
manera, utilizando espionaje industrial y simple copia, comienza a producir sus
propis clones de los productos occidentales e impone barreras formidables a la penetración
del mercado chino por las empresas occidentales. Al mismo tiempo conduce un
gran programa de capacitación técnica y administrativa, becando a decenas si no
cientos de miles de jóvenes leales a estudiar en las mejores universidades de
occidente. Todos estos factores que permiten el despegue económico chino son
irrepetibles en cualquier otro país que pretenda emularlo, comenzando por el tamaño
del mercado interno, salvo India, que no parece tener planes hegemónicos mundiales,
y también ha logrado un cierto despegue económico bajo una forma de democracia perfectible.
El engaño de la ilusión del modelo chino que vende ese país, es tentador para países
pobres y con liderazgo autocrático, puesto que ven su posibilidad de mantener el
poder, pero despegar económicamente. Eso es una ilusión; el caso de China es único,
su despegue se inicia al aceptar las ideas de desarrollo y economía occidentales,
y su autoengaño acerca del bienestar producido por la economía dirigida y la
sociedad estratificada comienza a derrumbarse. Las ciudades fantasmas,
despobladas y en desuso son apenas un signo evidente y superficial de la enorme
corrupción e ineficiencias generadas por “el modelo chino”. Los vaivenes de su
mercado de valores manipulado han destruido fortunas. La supercomputadora del
mercado libre es imposible de controlar de manera eficiente y la mano invisible
castigará esas ineficiencias. A largo plazo (y recordemos lo que el corto plazo
es para los chinos) su modelo económico no es sostenible. La planificación central,
el monopolio estatal, y el adoctrinamiento de la población a favor de un modelo
de castas determinadas por la lealtad al partido (La India tiene un problema
similar) no es sostenible.
¿Qué piensa sobre la aplicación de esas políticas
inicialmente autocráticas – en conjunto – a los países latinoamericanos y
específicamente a la Venezuela post-chavismo? ¿Sería posible, seria cultural,
ética de trabajo, caudillismo, religión?
Nuevamente, reitero, el modelo chino es malentendido,
y esa mala interpretación es generada por la misma China mediante propaganda que
hace pensar que es un modelo alterno al modelo de libre mercado y democracia. Muchas naciones, con la excepción casi explicable
(pero no es el momento) de los EE.UU., tienen su origen como nación-estado con
un régimen autocrático estableciendo el monopolio de la violencia dentro de sus
territorios. En el caso venezolano, Juan Vicente Gómez es el que unifica a
Venezuela como estado-nación. Esa es una etapa superada, pero es posible que en
un escenario post-chavista sea necesario nuevamente unificar el país mediate
ciertas tácticas generalmente indeseables, violentas y cuasi autocráticas. Existen
otros escenarios de reconciliación que no nos regresan a los tiempos de la
Lucha Armada, mucho menos a los inicios el S. XX y Gómez. Recuperar el monopolio
de la violencia puede lograrse bajo un régimen democrático, sin necesidad de tácticas
autocráticas exageradas. Podemos ver el ejemplo de Polonia o África del Sur y.
posiblemente, veremos algo que aprender en la Siria post-Assad. Ciertamente espero que haya lecciones aprendidas del fracaso de la no-reconciliación en el caso del Irak post-Saddam.
No me gusta especialmente citar o recordar a Bolívar,
por su asociación a la excesiva e hipócrita referencia que tantos hacen de él, pero
él lo tenía claro: la creación de republicas aéreas que no contemplen la realidad
cultural, la ética de trabajo, la fascinación con el caudillismo, y la relación
con la religión de los habitantes de nuestro país, está condenada al fracaso.
No hay modelo chino, o estadounidense o europeo que valga. El modelo que
debemos seguir es el modelo venezolano, y este todavía está por cuajar. Es un modelo
con sus raíces en los cuarenta años de democracia perfectible que vivimos, los años
que nos demostraron el verdadero potencial de Venezuela.
Espero que haya logrado responder de
alguna manera las inquietudes generadas por la entrevista y que amablemente me
hiciste.
Un gran saludo,
CJR
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