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sábado, 28 de diciembre de 2024

NECESIDAD DEL POPULISMO EN DEMOCRACIA Y OTROS TEMAS

Este ensayo/entrevista busca responder inquietudes surgidas en la video-entrevista de Napoleón Bravo a Carlos J. Rangel sobre su nuevo libro, MITOS DE NUESTRA HUMANIDAD: RELATOS DE SIEMPRE PARA HOY conducida el 7 de diciembre, 2024. Estas preguntas le fueron planteadas a CJR en un chat de WhatsApp, y son suficientemente interesantes como para compartirlas en este blog.

La entrevista en BRAVO24

Estimado Ofer:

Agradezco que te hayas tomado el tiempo para ver la entrevista y enunciar preguntas que surgieron de la misma. No se ve en la entrevista publicada en YouTube, pero Napoleón tuvo que editar parcialmente el video puesto que se nos acabó el tiempo. Me dijo que esa era la primera vez que le había ocurrido eso, que perdió la noción del tiempo por lo amplio y fascinante de los temas discutidos. Igualmente, tuve una gran satisfacción participando en esa entrevista. Mi nuevo libro tiene como objetivo generar este tipo de discusión amplia acerca de la democracia liberal y ciertamente esta entrevista cumple con ese objetivo.

Lamento no haberte dado respuesta más rápidamente, pero tus preguntas tocan temas profundos que preferí ponderar con tiempo antes que dar respuestas superficiales. Trato de responder tus inquietudes elaborando algo sobre temas que he desarrollado anteriormente, con la esperanza que de alguna manera sean satisfactorias. Para hacer la lectura más estructurada la divido por tema que genera la inquietud. He aquí mis respuestas:

En primer lugar, en el minuto 17:03 habla de liderazgo populista y "la respuesta simple" es NO cuando se le pregunta sobre ser capaz de alcanzar una posición de liderazgo nacional sin ser populista.


La respuesta simple es “no” porque meritocracia y tecnocracia de por sí no movilizan votos. Personas con gran preparación y sentido de lo que moviliza a los segmentos de población necesarios para obtener una mayoría del voto popular son rara avis, si es que existen. El voto popular que logra las mayorías necesarias para triunfar generalmente no es un voto bien ponderado y se moviliza por la emoción más que la razón. Es un voto que, en la percepción del votante, rechaza al status quo que le niega oportunidades y bienestar. La fracción que emite votos deliberadamente ponderados por el candidato de su ideología preferida generalmente es entre 10% al 30%. En una elección entre dos partidos principales o por balotaje, eso significa que entre el 40 al 80% de los ciudadanos con derecho al voto no utilizarán criterios ponderados para emitir su voto. De esa gran masa de votantes (más cuando se aproxima a 80 que cuando se aproxima a 40) muchos son apáticos ante las alternativas presentadas en la elección y se abstienen de votar. Para energizar el voto de la masa electoral la herramienta más efectiva es el populismo y por eso toda opción ganadora tiene un componente de este. Las promesas de cambio del status quo hechas con cariz populista generalmente son efectivas, pero las promesas exageradas y evidentemente irrealizables también generan movilización electoral, aun cuando el votante sepa que son irrealizables. Este populismo extremo apela a la emoción de la identificación, es decir, le hace sentir al votante que el candidato entiende sus problemas y que si no los puede solucionar no es por ignorarlos, ni siquiera por decepcionarlos, sino por fuerzas ajenas (y esto es común en el discurso populista) que le adversan, por algún enemigo identificable, típicamente imaginario y expiatorio.  

Todo político en contienda electoral tiene que incluir entre su arsenal de campaña una dosis del populismo movilizador del voto para sumar la mayoría ganadora a su favor. Cuando el candidato basa su campaña en una promesa de futuro utópico o regreso al pasado glorioso que los enemigos de la nación han truncado, es decir la campaña de la promesa milenaria y el redentor que la hará cumplir, dicho candidato se acerca al populismo extremo; un populismo que fácilmente puede caer en mando autoritario al convertir a los opositores a su candidatura en enemigos de su mandato (y de la nación) en vez de adversarios a sus políticas.

Usted ilustra el esquema de la pirámide y el lugar óptimo para una democracia es estar en el centro de la pirámide. Jóvenes, más idealistas, al que Usted le da el apodo de izquierdistas buscan oportunidades en la base de la pirámide, mientras que los dueños de la propiedad privada son menos idealistas, más conservadores, al que Usted le da el apodo de derechistas en la cima, que buscan proteger sus pertenencias.

En una entrevista como la realizada es difícil explicar la complejidad de la economía social en términos sencillos. El número de variables excede tres, lo que Daniel Patrick Moynihan definía como un problema super complejo (tres variables es un modelo complejo, según DPM). Si mal no recuerdo, Napoleón me preguntó acerca de la validez de los términos derecha e izquierda, a lo cual respondí que francamente hoy en día se usan más como epítetos que como definición de ideología. Esta pregunta surge de una parte del libro en donde argumento que los derechos de oportunidad son los que caen bajo el manto del llamado izquierdismo y los derechos de propiedad bajo el llamado derechismo. Debido a que la naturaleza de la humanidad es definida por sus etapas de infancia, juventud, madurez y vejez, es observable la correlación entre jóvenes buscando oportunidades y mayores protegiendo sus activos acumulados, sean tradiciones, morales o monetarios. La interpretación que usted aparentemente sugiere es que yo dije que los viejos son derechistas y los jóvenes izquierdistas. Eso se parece a lo que quise decir, pero no lo es exactamente. Aquellos que ofrecen proteger y ampliar las oportunidades para el desarrollo individual son acogidos por los que desean tener nuevas oportunidades o piensan que se las han quitado, sean jóvenes o no. Generalmente la demografía en busca de oportunidades es mayoritariamente joven, y en Latinoamérica la pirámide etaria tiene una amplia base, por lo tanto ese mensaje de oportunidad, el clásicamente izquierdista, reverbera en este continente. Pero el triangulo de Hayek al cual yo me refería es otra dimensión de variables. Él coloca en cada vórtice conservadores, progresistas y liberales (identificándose a sí mismo como liberal). Su tesis era que los conservadores y los progresistas quieren mejorar la sociedad obligándola a adoptar sus dogmas, sean conservadores o progresistas, mientras que los liberales consideran que forzar dogmas de comportamiento social o económico obstaculiza el desarrollo del bienestar individual y. por ende, el colectivo (esencialmente el mismo paradigma de la mano invisible de Adam Smith). Los extremos del dogma progresista y el conservador se ilustran con las autocracias sostenidas en la Unión Soviética y con la Inquisición Medieval. La crítica que se le hace a este modelo de Hayek es que en el extremo liberal se desarrolla el anarquismo el cual, creando un vacío de poder, es vulnerable a otras autocracias dogmáticas. Era este triangulo al cual me refería en la entrevista, no la pirámide etaria. Este es el triángulo en cuyo centro se encuentra la democracia, siempre en pugna hacia cualquiera de los extremos, y generando el caos creativo y renovación que produce el mayor bienestar social.

¿Qué piensa de ese esquema piramidal del que habla en el contexto de una república, no de una democracia, y de un líder populista de derecha que ha alcanzado la cima del poder en ese escenario? ¿Cómo terminaría esa película?

Hoy día se habla mucho acerca de la diferencia entre república y democracia suponiendo, o insinuando, un valor superior en la manera de gobernar de una sobre la otra. Si buscamos la diferencia esencial, nos encontramos con ideales cuasi platónicos que definen una como un sistema institucional en donde los poderes del estado se ejercen con representantes del poder soberano (los ciudadanos) escogidos mediante el voto, con pesos y contrapeso que defienden las instituciones, y con el gobierno basado sobre leyes establecidas y precedente institucional. La democracia pura, es decir directa (como ha sugerido Elon Musk instituir en sus colonias en Marte) no tiene esa institucionalidad, precedente y legado, y fácilmente puede caer en la llamada “tiranía de las mayorías” con plebiscitos a diestra y siniestra – mob rule. Estipulando entonces que una republica es mejor manera de gobernar (y difícil de mantener) que una democracia pura (imposible de mantener), pasemos a la cuestión del líder populista.

El líder populista, sea que diga que protege los derechos de propiedad o los derechos de oportunidad, combinado con tendencias conservadoras o progresistas (los liberales rara vez son populistas, llegan al poder por el hartazgo del soberano con los otros vértices del triángulo de Hayek – caso Milei o MCM), tiene dos opciones una vez que llega al poder: romper la institucionalidad republicana para mantenerse en el poder, o someterse al juicio de los votantes de una república con fuertes instituciones. Por eso, y porque -como argumentaba anteriormente- todo candidato para llegar al poder debe tener algo de populista, la democracia institucional con alternabilidad y rotación de ideologías (el caos creativo que genera bienestar social), siempre está en peligro. Recae sobre el soberano, los ciudadanos de la nación, elegir a representantes que defiendan a las instituciones (siempre perfectibles) en vez de aquellos que trasparentemente buscarán mantenerse en el poder eternamente. Cabe mencionar en este momento la referencia hecha durante la entrevista al “Poder Moral” al que aludía Simón Bolívar, una serie de escribas independientes que registran la actuación moral, o no, de los representantes en los otros poderes de una nación. Es decir, la prensa libre e independiente.

Finalmente, pensar que la película termina es no darse cuenta de que el proceso de gobierno y el avance social y económico es un proceso interminable, inacabable, sin fin y perfectible cuyo modus operandi es el probar, errar, corregir. La naturaleza humana prefiere el orden predecible (terminar la película) a la incertidumbre caótica (el interminable valle de lágrimas), pero es en ese caos, en esa destrucción creativa de la cual hablaba Schumpeter refiriéndose al capitalismo, allí es que existe la innovación y el avance en todos los aspectos sociales y económicos de una sociedad. Estancarse es morir. La película no acaba.

En segundo lugar, en el minuto 26:43 usted habla de que China ha hecho cambios y difiere sustancialmente de otras naciones comunistas en su manejo de la economía, aunque concluye que no va bien.

Si uno considera el buen gobierno, la planificación económica central o las fuertes inversiones en educación e infraestructura como medio para alcanzar un fin, entonces el modelo chino es uno de los más eficaces de la historia de la humanidad. A pesar de su liderazgo tiránico, el modelo chino tuvo como resultado la extracción de la mayor parte de su población de la pobreza extrema - al menos la mitad de su población, es decir, 800 millones de personas - a una fuerte clase media y una clase rica sustancial en un período de tiempo muy, muy corto: ¿sería el modelo chino uno de los mejores modelos del mundo? ¿Sería un buen modelo de gobierno o una buena política económica? ¿Es sostenible?

Menos tiránicas pero similarmente efectivas son las historias de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y otros Tigres Asiáticos, aunque todos ellos tuvieron, en su momento, un liderazgo autocrático que los llevó a donde están ahora.

El “modelo chino” es atractivo y hace algún tiempo yo también lo encontraba seductor. Los resultados evidentes de mejora en el bienestar social efectivamente lo hacen digno de estudio profundo y sinceramente no he hecho ese estudio, pero si estoy familiarizado con la idea. El presidente chino, Xi Jinping, está convencido de que la hegemonía de los modelos sociales y económicos de occidente durante los últimos 200 años son un paréntesis histórico en la supremacía china sobre el mundo, y está haciendo su parte para restaurar esa supremacía. No es único en esa visión, puesto que ya hace unos cuarenta años un alto dirigente chino, Chou En-Lai respondió al preguntársele que opinaba acerca de la revolución francesa y respondió que era demasiado pronto para llegar a conclusiones. Esa perspectiva histórica de los lideres chinos se manifiesta hoy día en el expansionismo económico que ha mantenido durante los últimos diez años (abiertamente), y con la bienvenida de muchos receptores de ese expansionismo por suponer que “el modelo chino” puede ayudar al bienestar propio de su país.

No debemos dejar de recordar que China sufrió bajo el régimen del PCC de Mao una de las peores hambrunas del mundo en los años 60 del siglo pasado. Esto, en combinación con la purga de la revolución cultural y la caída del muro de Berlín creó las condiciones para el cambio del modelo de uno autocrático-comunista a uno autocrático-capitalista, esencialmente promovido por Deng Xiao Ping, el primer presidente chino que visitara a los EE.UU. Las instituciones creadas por el PCC se mantuvieron y mantienen, pero ante la desintegración de la Unión Soviética, y el temor a la recaída en la disfuncionalidad económica que causó la hambruna, la apertura a occidente fue inevitable.  La incorporación de China a la economía mundial comienza con su designación como MFN condicional en los años 80, y así comienza el despegue económico.  Es su aceptación del modelo occidental de desarrollo lo que le permite modernizarse.

Ese modelo aceptado tiene sus condicionantes. El occidente celebra la casi infinita mano de obra barata que ofrece China y se dedica a invertir construyendo fábricas de todo tipo. Occidente también ve con ojos ambiciosos el potencial de un enorme mercado consumidor, fácil presa de las baratijas brillantes que ofrece– o así pensaban muchos.  Pero el liderazgo chino ve la apertura de otra manera, utilizando espionaje industrial y simple copia, comienza a producir sus propis clones de los productos occidentales e impone barreras formidables a la penetración del mercado chino por las empresas occidentales. Al mismo tiempo conduce un gran programa de capacitación técnica y administrativa, becando a decenas si no cientos de miles de jóvenes leales a estudiar en las mejores universidades de occidente. Todos estos factores que permiten el despegue económico chino son irrepetibles en cualquier otro país que pretenda emularlo, comenzando por el tamaño del mercado interno, salvo India, que no parece tener planes hegemónicos mundiales, y también ha logrado un cierto despegue económico bajo una forma de democracia perfectible. El engaño de la ilusión del modelo chino que vende ese país, es tentador para países pobres y con liderazgo autocrático, puesto que ven su posibilidad de mantener el poder, pero despegar económicamente. Eso es una ilusión; el caso de China es único, su despegue se inicia al aceptar las ideas de desarrollo y economía occidentales, y su autoengaño acerca del bienestar producido por la economía dirigida y la sociedad estratificada comienza a derrumbarse. Las ciudades fantasmas, despobladas y en desuso son apenas un signo evidente y superficial de la enorme corrupción e ineficiencias generadas por “el modelo chino”. Los vaivenes de su mercado de valores manipulado han destruido fortunas. La supercomputadora del mercado libre es imposible de controlar de manera eficiente y la mano invisible castigará esas ineficiencias. A largo plazo (y recordemos lo que el corto plazo es para los chinos) su modelo económico no es sostenible. La planificación central, el monopolio estatal, y el adoctrinamiento de la población a favor de un modelo de castas determinadas por la lealtad al partido (La India tiene un problema similar) no es sostenible.

¿Qué piensa sobre la aplicación de esas políticas inicialmente autocráticas – en conjunto – a los países latinoamericanos y específicamente a la Venezuela post-chavismo? ¿Sería posible, seria cultural, ética de trabajo, caudillismo, religión?

Nuevamente, reitero, el modelo chino es malentendido, y esa mala interpretación es generada por la misma China mediante propaganda que hace pensar que es un modelo alterno al modelo de libre mercado y democracia.  Muchas naciones, con la excepción casi explicable (pero no es el momento) de los EE.UU., tienen su origen como nación-estado con un régimen autocrático estableciendo el monopolio de la violencia dentro de sus territorios. En el caso venezolano, Juan Vicente Gómez es el que unifica a Venezuela como estado-nación. Esa es una etapa superada, pero es posible que en un escenario post-chavista sea necesario nuevamente unificar el país mediate ciertas tácticas generalmente indeseables, violentas y cuasi autocráticas. Existen otros escenarios de reconciliación que no nos regresan a los tiempos de la Lucha Armada, mucho menos a los inicios el S. XX y Gómez. Recuperar el monopolio de la violencia puede lograrse bajo un régimen democrático, sin necesidad de tácticas autocráticas exageradas. Podemos ver el ejemplo de Polonia o África del Sur y. posiblemente, veremos algo que aprender en la Siria post-Assad. Ciertamente espero que haya lecciones aprendidas del fracaso de la no-reconciliación en el caso del Irak post-Saddam.

No me gusta especialmente citar o recordar a Bolívar, por su asociación a la excesiva e hipócrita referencia que tantos hacen de él, pero él lo tenía claro: la creación de republicas aéreas que no contemplen la realidad cultural, la ética de trabajo, la fascinación con el caudillismo, y la relación con la religión de los habitantes de nuestro país, está condenada al fracaso. No hay modelo chino, o estadounidense o europeo que valga. El modelo que debemos seguir es el modelo venezolano, y este todavía está por cuajar. Es un modelo con sus raíces en los cuarenta años de democracia perfectible que vivimos, los años que nos demostraron el verdadero potencial de Venezuela.

Espero que haya logrado responder de alguna manera las inquietudes generadas por la entrevista y que amablemente me hiciste.

Un gran saludo,

CJR

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Carlos J. Rangel
twitter: @CarlosJRangel1
threads: cjrangel712

Libros de Carlos J. Rangel:



lunes, 9 de enero de 2023

ESTRUCTURAS DE CORRUPCIÓN: LA POBREZA DE LAS NACIONES

Entre los temas que surgen con frecuencia en las pugnas políticas de Latinoamérica está el tema de la corrupción. El vocablo ¡corrupto! se lanza como improperio por opositores de todo bando para descalificar a rivales o atacar instituciones. Es un término que por su uso constante y ubicuo se ha devaluado como una vil moneda sin respaldo. Esa devaluación y ubicuidad es precisamente lo que hace difícil combatir a fondo esta lacra económica que corroe las instituciones y la moral de los ciudadanos. La corrupción existe. La corrupción empobrece al país. Recursos son desviados a bolsillos que inmisericorde e indiferentemente permiten el empobrecimiento de la condición y productividad general, creando desigualdad injustificable y miseria creciente. La corrupción no es un delito sin víctimas.

Para entender la corrupción es posible que nos ayude una premisa básica del capitalismo: cada quien tiene interés propio en mejorar su condición de vida. En su esencia esta no es una característica perniciosa y es más bien una sublimación de una condición animal básica: el instinto de supervivencia. Este instinto ha sido canalizado para el bien de la sociedad bajo reglas de convivencia a sabiendas que, y según Hobbes, sin estas reglas sociales y un Leviatán que las imponga, la vida es brusca, brutal y corta. 

Se puede argumentar que con esas reglas (leyes) el interés propio se convierte en un motor de crecimiento dinámico para la sociedad, creando riqueza y satisfacción para todos sus miembros y, por supuesto, desigualdad. Igualmente, se puede argumentar que esa desigualdad material es un estímulo para la creación de mayor riqueza, cuando se combina con la igualdad de oportunidad, impulsando el trabajo, la creatividad y la renovación. Nuevamente el estado tiene un papel en la creación de esta igualdad de oportunidad, empezando por un sistema de seguridad y justicia que protege al individuo, a los contratos y a la propiedad privada, fortaleciendo sistemas para distribuir la mejora individual (educación y salud), y estimulando el desarrollo de infraestructura.

El propio Adam Smith reconoce en su tratado sobre la riqueza de las naciones que debe haber un coto a la capacidad de un individuo para acaparar el mercado, es decir, que el interés propio como creador de riqueza puede llegar a distorsionar el mercado si se le permite a un individuo o un pequeño grupo de individuos distorsionar las fuerzas del mercado. Esto es válido tanto para los monopolios oligarcas como para los monopolios del estado. Toda fuerza monopólica que distorsiona al mercado va en detrimento de la mejora y la creación de la riqueza de la nación.

Cuando el gobierno se convierte en un instrumento de las élites monopólicas (sean de oligarcas o del mismo estado) para la dominación de los ciudadanos, el estado de derecho que mantiene a raya aquel pre-estado Hobbesiano se debilita y el mejor negocio, la manera de prosperar, es ser amigo del gobierno. Es la condición en la cual las leyes se aplican a los enemigos y se ignoran para los amigos. Un estado estructurado de esta manera no tiene interés en crear igualdad de oportunidad puesto que esta es la base para el cambio de las élites, la búsqueda de la felicidad Jeffersoniana, y la creación destructiva de Schumpeter; es decir, la renovación de la sociedad y de la economía. Por supuesto que élites enquistadas en el poder no tienen ningún interés en ser renovadas, desplegando todo su poder en ejercicio del básico instinto de supervivencia. 

Siendo así las cosas, una sociedad rentista-mercantilista combinada con unas élites enquistadas sin interés de renovación, es casi inevitable el crecimiento del estado en un pulpo burocrático gigante. Si es un gran negocio ser amigo del estado, mejor negocio todavía es ser el estado. En un círculo vicioso de amiguismos y componendas, se construye una inevitable, creciente y simbiótica estructura de corrupción.

Si el modelo de estado y sociedad se basa sobre la transferencia de riqueza rentista en vez de la creación de riqueza, la corrupción es inevitable, y todo el mundo espera y supone que ocurra. Esto trae como consecuencia tres cuasi-paradojas políticas observables con frecuencia en muchos países latinoamericanos:

·        La inevitabilidad de la corrupción, y la expectativa de que cualquier persona en funciones del gobierno es corrupta, genera una especie de dilema de prisionero para los funcionarios públicos. Siempre serán corruptos en la opinión pública aun sin pruebas ni demostración, por lo cual, algunos caen en la racionalización de “si no lo hago yo, lo hace el otro, el siguiente o el de más allá.” Cualquier funcionario no sabe a ciencia cierta si su colega es corrupto o no, pero los dos serán igual e invariablemente presuntos corruptos.  La paradoja es que aun si no lo son el sistema los incentiva a serlo, y siempre serán acusados de serlo.

·        No importa si los funcionarios son corruptos con tal de que repartan riqueza, o al menos la promesa de riqueza y bienestar. De allí vienen sentimientos como los reflejados en frases como “roba, pero hace obra”, justificativo común para muchos dictadores de derecha, o “con hambre y desempleo, con Chávez me resteo” o similares para populistas como Chávez que en campaña electoral decía regalar viviendas a la gente, cuando en realidad era un papel con una promesa (mayormente incumplida) de que les seria concedida una vivienda en un futuro. Se estima que la fortuna personal de Hugo Chávez cuando murió superaba los US$500 millones, aunque hay quienes las estiman muy superior. Se acepta “el buen patrón” que cuida a sus esclavos, haciendo ganancias corruptas a expensas del erario público cuando reparte gratuitamente condiciones mínimas de subsistencia como, por ejemplo, “bolsas CLAP”. La paradoja es que la corrupción no es mala si se reparten sus frutos (o si se promete su repartición).

·        Todo político opositor siempre acusa a todo político en el gobierno de corrupto, aun cuando exista rotación de liderazgo y partido. No hacen falta pruebas basta la denuncia por lo cual, cuando se obtienen pruebas, éstas son ignoradas o denunciadas como falsas y/o interesadas. La paradoja es que la corrupción pierde valor como denuncia política.

En una sociedad con estructuras de corrupción establecidas en su sistema de gobierno, el valor moral de la misma sociedad también se corrompe. En el caso de Venezuela, es paradigmático el uso de tasas de cambio preferenciales utilizadas por funcionarios de gobierno para comprar bonos de la deuda a dólar preferencial y cobrar intereses (y revender los bonos) a dólar libre. Pero al mismo tiempo las tasas para estudiantes, para turistas, y para el ciudadano de a pie permitieron el gran desfalco de las reservas del país, convirtiendo a la clase media en cómplice del arbitraje cambiario que lo hizo posible. Hasta el día de hoy la degradación moral que representó esa estructura corrupta creada por el gobierno chavista afecta el sentido del bien y el mal en el país, justificándose con la excusa de la “viveza criolla” y que “si no lo hubiese hecho yo, lo hubiese hecho mi cuñado”. 

Hay gente corrupta. Hay funcionarios que abusan de sus cargos extorsionando -no existe mejor palabra que describa su conducta- a entidades del sector privado, o incluso otras entidades públicas para provecho de su bolsillo. Estas personas aprovechan las estructuras de corrupción creadas y la debilidad del estado de derecho para cobrar desde una pequeña “multa” en efectivo o hasta hacerse multimillonarios. Combatir la corrupción no es únicamente poner preso a estos corruptos, hay que desmantelar también las estructuras que crean la oportunidad para estas personas a conducirse de manera corrupta de manera impune y hasta celebrada por la sociedad, la cual a veces se ha calificado como “sociedad de cómplices”, donde cada uno espera que le llegue su turno para repartirse el botín que promete el estado empresarial. Un estado empresarial donde no hay verdaderos accionistas o dolientes de los resultados de la empresa, solo un sistema conducente a la depredación de sus activos.

Ante esta situación de corrupción estructural, la manera de combatirla de manera efectiva es cambiar las estructuras.  Los incentivos en las llamadas “empresas del estado”, a falta de algún gerente excepcional (y, a la larga, sustituible), no son conducentes a eficiencias ni creación de riqueza y bienestar – todo lo contrario. Al desviarse el estado de sus razones fundamentales, resguardo de seguridad y fronteras, justicia equitativa y creación de condiciones para la oportunidad de los ciudadanos, se distorsiona, por no decir tulle, la capacidad creativa de la sociedad. El potencial de los recursos del país, sean naturales o humanos se limita a una extracción y repartición de rentas, con un inevitable crecimiento en el estancamiento y la desigualdad social. La limitación en el crecimiento de la riqueza y su acaparamiento por los mecanismos de corrupción crea gran descontento social, únicamente contenido mediante represión en aumento.

Cambiar las estructuras gubernamentales conducentes a la corrupción implica reducir el tamaño del estado. Implica privatizar funciones que no son inherentes a la función estado como, por ejemplo en Venezuela, las empresas del estado que se ocupan desde la distribución de alimentos hasta la hotelería, pasando por agricultura y comercio e incluyendo cerca de 150 empresas manufactureras. Incluso implica fortalecer las ONG y las organizaciones intermediarias para cubrir funciones sociales y humanitarias suministradas de manera más efectiva por estas. Pero la transformación del estado pulpo a un estado leopardo no es sencilla y tiene sus propias trampas de corrupción. El caso más visible de esto es la transformación de las empresas de la Unión Soviética en una serie de oligopolios otorgados a socios del antiguo régimen bajo un disfraz de privatización acelerada. 

La protección de los activos de la nación y la transferencia de recursos a nuevas empresas privadas de manera transparente es un gran reto jurídico, comercial y político, pero mantener las estructuras existentes que incentivan la corrupción solamente hará crecer la miseria, la desigualdad, las obras abandonadas y unos pocos bolsillos a la cabeza del régimen y los de sus amigos. Esa no es la via hacia la riqueza de una nación. 

CJR

Para otras reflexiones de Carlos J. Rangel sobre la corrupción véase la reseña del libro “LAS MUÑECAS DE LA CORONA”, por la periodista Ibéyise Pacheco.




viernes, 6 de enero de 2017

Manifiesto por Venezuela

Hace casi sesenta años, una generación de venezolanos se manifestó en contra de un gobierno que coartaba participación, limitaba oportunidad y detentaba las herramientas del poder con aras a mantenerse en el mismo. Esta generación originaria contaba con líderes e intelectuales provenientes de múltiples sectores; que habían sido perseguidos y asediadados; forzados a la clandestinidad o al exilio por decreto o por principio; con venezolanos de larga data, de generación reciente y de adoptivos.

Algunos de estos originarios habían participado en el primer experimento democrático de la segunda mitad de la década de los ‘40 y reconocieron los errores de ese período, tratando de corregirlos y ser más incluyentes en este nuevo intento democrático. Todos ellos veían en el país un gran potencial de futuro al alcance de la mano y aquel gobierno de turno, transformado en régimen de dictadura, mantenía los rezagos del personalismo haciendista del pasado. Al sacudirse de ese régimen, y ante la oportunidad de reconstruir las bases de la república los principios liberales de estos originarios incluyeron:

  •         Protección de la dignidad humana
  •         Igualdad de oportunidad
  •         Igualdad ante la ley
  •         Respeto a las minorías
  •         Libertad de expresión tanto en voz como en voto
  •         Derecho a la propiedad individual

Estos principios parten del derecho universal a la libertad, derecho fundamental adquirido por todo ser humano nacido en esta tierra. Estos principios fueron base de constitución, gobierno e ideología de la hoy llamada “Cuarta República.” Como todo principio idealista, fueron metas a lograr, a perseguir y por luchar. Su implementación incluyó la supeditación de las fuerzas armadas a la sociedad civil (incluyendo separación en forma e institución de las FF. AA. del mundo político), la representación proporcional de las minorías políticas, la no reelección inmediata, y la Independencia del poder judicial, entre otras.

Los años sesenta fueron un período de transición con atentados contra esa promesa de futuro tanto por agentes externos, títeres de la guerra fría, como por agentes internos con ambiciones de poder, reforma unipersonal y costumbres caudillescas. Ante estos embates, los originarios tomaron atajos institucionales y debilitaron sus principios base, infringiendo libertades y derechos, alienando minorías, suspendiendo garantías a conveniencia, y alimentando demagogias y populismos tanto a su favor como en su contra, llevando eventualmente a una crisis de madurez política.

Sin madurez política no existe desarrollo posible. La madurez política consiste en proteger los principios universales sobre los cuales se basa el Estado. El desarrollo consiste en estructurar un sistema que permita al individuo maximizar su potencial posible ajustado a esos principios y a los derechos humanos y sociales del hombre. El deber primordial del Estado es defender dicho sistema y crear las condiciones que permitan oportunidades para ese desarrollo individual, semilla del desarrollo nacional.

Hemos visto lo que la falta de madurez política nos ha traído. Líderes políticos aprovechando su posición, otorgada de buena fe por el pueblo elector, traicionaron los principios de defender el estado de derecho y de crear condiciones de oportunidad individual. De esta manera la nación fue llevada a las condiciones en las que se encuentra hoy, tres generaciones después del inicio de aquel experimento democrático original.

El gobierno de Venezuela a principios del S. XXI, nuevamente transformado en régimen de dictadura, ha traicionado al país y su potencial. Las causales de dicha traición son arrogancia, sectarismo y ambición de perpetuidad en el poder. La traición se manifiesta con el sufrimiento y daño causado a la nación mediante acciones directas e intencionales, entre las cuales se pueden enumerar las siguientes:

  • Ha infligido destrucción de bienes patrimoniales de la nación, tanto naturales como humanos.
  • Se ha burlado de la defensa de los derechos humanos y sociales de todos los venezolanos, incluyendo vida, libertad, salud, trabajo y educación.
  • Ha pervertido la democracia representativa, distorsionado el sistema electoral y desconociendo la voluntad popular tanto de resultados como de intención.
  • Ha causado el empobrecimiento brutal de la población, insistiendo en la aplicación de un modelo asfixiante de toda iniciativa que no esté bajo el control estricto del estado mediante usurpación, regulación excesiva o amenaza directa.
  • Ha abdicado la soberanía a naciones extranjeras tanto en los recursos del país como en su defensa, haciendo negocios, tratados, hipotecas y acuerdos secretos con naciones y entidades extranjeras.
  • Ha supeditado el poder civil al poder militar, denigrando el rol de ambos en la conformación de un Estado centrado en la libertad del ciudadano como condición básica.
  • Ha obstruido la administración de justicia y la legalidad, interfiriendo repetidamente en la independencia judicial con el fin de reprimir oposición legítima a sus políticas.
  • Ha protegido y facilitado prácticas corruptas y criminales de sus miembros, adeptos y acólitos, contribuyendo activamente al colapso del contrato social basado en el respeto a la ley, la propiedad y la vida.
  • En afán de hipertrofia cancerígena ha debilitado, intervenido, socavado, sustituido, callado  o atacado organismos e instituciones independientes de la sociedad civil tales como sindicatos, cámaras de comercio, asociaciones vecinales o educativas, la iglesia, colegios y gremios profesionales, la prensa y otros que canalizan y amplifican la voz ciudadana ante el gobierno.
  • Ha sembrado y exacerbado odios fratricidas entre el pueblo venezolano dividiendo y debilitando el gentilicio nacional.
  • Ha esquivado la responsabilidad de defender la integridad física de la nación al desistir, por conveniencia política de una nación extranjera, a la negociación legítima del diferendo territorial del Esequibo.

Estas causas enumeradas bastan para inculpar al régimen de usurpadores que manejan los destinos de la nación de traición a los principios fundamentales que conforman un estado y un país, y la protección y defensa de sus pobladores. Ante esa traición, es legítima la invocación de defensa implícita en el artículo 350 de la Constitución vigente de la nación:

“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”

Hay venezolanos en el territorio y en el extranjero dispuestos a ser fieles a esa lucha. Dispuestos a poner en práctica ideales para construir un futuro posible que necesita reconocer el pasado y utilizar el presente; que necesita reconocer que construir un país es un proceso permanente, no una meta lograda; que necesita de todos los venezolanos, permitiendo que sea cada uno el que construya su parte del país.

El régimen de usurpadores ha traicionado lo que significa ser gobierno y será juzgado como tal. Los colaboradores desde la oposición facilitando el subdesarrollo político serán llamados a justificar su responsabilidad. La República de Venezuela ha sido, es y será siempre una sola y los principios universales que rigen estados bajo preceptos de justicia, respeto a los derechos y democracia prevalecerán cuando el pueblo unido reclame y ponga a usurpadores y colaboradores en su lugar de la historia. Así será.

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ESTE ENSAYO Y OTROS ESTÁN DISPONIBLES EN SU TOTALIDAD EN
LA VENEZUELA IMPOSIBLE: 


miércoles, 23 de noviembre de 2016

Un Proyecto de Libro - La Venezuela Imposible.


La Venezuela Imposible: Introducción


Quien hubiese dicho en vana ilusión que la democracia es la forma natural de gobernar los pueblos está equivocado. La historia contradice esa afirmación. En seis mil años de historia civilizada, la democracia apenas tiene segundos efímeros de existencia. Grandes obras, grandes monumentos, grandes aportes a la civilización fueron hechos por, bajo y en nombre de tiranos que sometían a sus pueblos, algunos de manera benevolente, la mayoría de manera represiva, combinando en diversas ponderaciones el poder económico, militar y religioso en una figura o élite autocrática.

El experimento democrático moderno iniciado a mediados del S. XVIII tiene su mejor ejemplo contemporáneo en Los Estados Unidos, cuyo documento originario fundamental es su Declaración de Independencia de 1776. Este documento es un argumento a favor de la representatividad, en contra del régimen autoritario, e incluye famosamente el enunciado de los “derechos inalienables y autoevidentes de todo ser humano": vida, libertad y procura de felicidad. La revolución francesa poco después, en 1789, tiene una variación sutil pero importante sobre los derechos humanos bajo el lema, “libertad, igualdad, fraternidad”. Son enfoques distintos que conducirán por distintos caminos el desarrollo político de las naciones.

No tan casualmente, este hervidero de ideas políticas y revolucionarias ocurre en medio de un período que incluye la publicación de ese tomo que cambió fundamentalmente la manera de pensar acerca de la economía: La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith, publicado en 1776. Dos ideas claves surgen de este libro: la riqueza se crea mediante la transacción económica, y el ser humano en procura de su interés propio genera bienestar social. La riqueza de las naciones antes de este libro se calculaba de manera mercantilista: cuánto oro, piedras preciosas o bienes acumulados tenía un país. A partir de ese libro se va a medir la riqueza por la suma del número de transacciones económicas: lo que hoy llamamos el Producto Nacional Bruto. La segunda idea propone que la individualidad, el interés propio no es una condición antisocial, de huraños, de egoístas. Propone este concepto despojarse del sentido comunal colectivo como medio para favorecer el bienestar social. Postula que si cada quien mejora su propia condición por su propio esfuerzo, la comunidad en general mejora. Una idea radical contraria al paternalismo de estado benevolente o totalitario prevaleciente en su época.

En 1859 ocurre otro golpe de timón al pensamiento mundial, con un tomo que cambió en sus bases la manera de pensar acerca del universo: El Origen de las Especies. Este tomo es una afrenta directa a la concepción de un mundo creado por origen divino de manera perfecta y estática.  La intelligentsia, ya escéptica del mandato divino de sus dirigentes, tiene nuevas municiones para argumentar acerca del desarrollo político de la sociedad. Cambio y extinción son naturales y comunes en el universo, ergo existe la posibilidad de una mejor sociedad. La pregunta es, ¿cómo llegar a ella? Once años antes, ya se había publicado un panfleto sugiriendo una respuesta: El Manifiesto Comunista. Según este documento, la sociedad avanza de manera inexorable desde un estado pre-capitalista, al capitalista, socialista y finalmente al comunista.

Las utopías sociales descritas en el Manifiesto Comunista...



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miércoles, 17 de agosto de 2016

Populismo, o la Ceguera Colectiva que Conduce los Pueblos al Abismo.

Abdicando Gobierno: Cuando las Instituciones Fallan
Es famosa la descripción que diese Winston Churchill de la democracia como el peor de todos los sistemas de gobierno salvo todos los demás. La democracia, se ha argumentado, lleva dentro de sí las semillas de su eventual destrucción al permitir en su seno, por definición, voces y facciones que se oponen a ella. Y es que con la democracia sucede que el derecho al voto universal es considerado el desiderátum—y sí lo es; pero sin lugar a dudas ese voto universal es capturado ocasionalmente por líderes que escuchan voces de un público insatisfecho dentro del sistema. Voces que se hacen eco en esos líderes que usan las libertades del sistema democrático para aprovechar las emociones surgidas de insatisfacciones heterogéneas, y a veces contradictorias, y aglutinan un movimiento político en contra del frío razonamiento pragmático que ofrecen los líderes tradicionales. Un movimiento popular con la intención de reescribir instituciones políticas y sociales existentes fuera de las fórmulas y soluciones trilladas difundidas por las élites y la intelectualidad del status quo.  Un movimiento que se describe usualmente como populismo.

El ciudadano común tiene muchas cosas en mente: su familia, su trabajo, su jardín. El ciudadano común tiene muchas ocupaciones y prefiere dedicarse más a ellas que a la función de gobierno. El ciudadano común quiere tener la confianza y satisfacción de que su gobierno es conducido por personas que protegen sus intereses en la mejor medida posible. Esas son las condiciones del contrato político que el ciudadano, el pueblo exige de su gobierno e instituciones. Cuando los dirigentes públicos rompen ese contrato, esa confianza, surge la insatisfacción y se siembra la semilla del populismo.


Como condición adicional, el populismo florece no sólo cuando la insatisfacción es generalizada, sino cuando las instituciones existentes—políticas, económicas, sociales y mediáticas ignoran dicha insatisfacción o no ofrecen un mensaje claro acerca de cómo responder a ella—es decir fallan en su rol. Los síntomas de instituciones que fallan incluyen:



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NECESIDAD DEL POPULISMO EN DEMOCRACIA Y OTROS TEMAS

Este ensayo/entrevista busca responder inquietudes surgidas en la video-entrevista de Napoleón Bravo a Carlos J. Rangel sobre su nuevo libro...