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sábado, 24 de diciembre de 2022

EL BALÓN DE LA DISCORDIA

 


El 18 de diciembre presenciamos un gran espectáculo: la final del mundial de fútbol. Confieso que desde el comienzo del torneo pensaba que Francia iba a llegar a la final y posiblemente Argentina o Brasil sería su contrincante. Argentina ganó en un juego extraordinario, y merecidamente. El equipo argentino ganó combinando en una nueva manera y moderna el jogo bonito con el que asombraba al mundo la selección brasileña en décadas pasadas. El equipo francés defendía gallardamente su territorio y logró algunos contragolpes. Su jugador estrella, un jugador fenomenal, metió los tres goles que le dieron el empate a Francia para llevar el juego a penales y un cuarto gol durante esa ronda. Mbappé ganó el balón de oro por ser el jugador que más goles metió durante la Copa, pero el equipo ganador no fue el suyo, Francia. El equipo que a duras penas ganó fue el que se apoyó y combinó con todos sus jugadores en todo el campo, y fue así que se llevó el Trofeo a los estantes de su casa en Argentina.

No quiero minimizar los esfuerzos fenomenales de Francia y su destreza en el campo, pero cualquiera viendo el juego, podía ver claramente que Argentina dominaba el terreno con su juego en equipo. Esa es una estrategia ganadora, pero insuficiente. El oponente no se doblega porque sí, y hay que mantener a toda costa la presión táctica. Recuerdo que en mi infancia, en mi colegio, en el equipo de futbol de la clase, habían (¿habíamos?) quienes querían ser la estrella del equipo, el que patea el gol de la victoria. Pasar el balón era desviar la atención y darle oportunidad a otro, cosa impensable. Esa era la estrategia de un equipo perdedor.

El 22 de diciembre vimos un desalentador espectáculo: miembros de la oposición en Venezuela haciendo un juego anti-estratégico para la campaña presidencial en ciernes. Ya está acordada una estrategia ganadora clara y a la vista para restaurar la democracia en Venezuela. Una estrategia incluso aprobada por la mayoría (incluyendo esos tres partidos) si no todos los opositores a la coalición político-militar que detenta el poder autocrático en Venezuela: el compromiso de apoyar un candidato único seleccionado mediante un proceso de primarias, y de lograr una participación electoral masiva.

Pero ese 22 de diciembre saltaron miembros de la oposición planteando desautorizar el interinato.  Proponen utilizar una autonombrada comisión delegada (Administrativa) de la Asamblea-2015 para ejercer un poder ejecutivo encargado. Muchas mentes legales, especialistas de derecho constitucional e incluso miembros eméritos de las dirigencias de los partidos planteando esa desautorización, han expuesto sus razones para declarar esta iniciativa un exabrupto jurídico, un acto anticonstitucional, una torpeza política y una acción arbitraria. Incluso agencias internacionales indican su aprehensión legal al respecto por la percepción de inconstitucionalidad de la propuesta. A todas luces parece un contrasentido.  Salvo que sea para tomar posesión del balón y querer meter el gol por su cuenta.

Es innegable que el gobierno de transición ha tenido dificultades administrativas y que incluso parece haber quienes aprovecharon la coyuntura para provecho propio acobijados por poca transparencia, como han hecho muchos de todos los colores por existir una gran corrupción estructural del estado que debe ser subsanada. Pero la responsabilidad directa no recae solamente sobre el presidente encargado, quien a duras penas puede establecer y controlar órganos administrativos sin la autorización de la Asamblea, por estar así establecido en el reglamente de transición (Art. 14 y 15). La defensa de los activos venezolanos en el exterior ha sido debilitada por la inacción de la Asamblea-2015. Ahora, en un afán de pretensión de debilitar o eliminar un posible contrincante de otro partido en las primarias, un cogollito grupúsculo de tres partidos con ambiciones cómplices pretende eliminar la mayor herramienta de presión que tiene la oposición para presionar al régimen a convocar elecciones. Quieren eliminar el mejor instrumento que tiene en este momento el país para canalizar la transición política y salir del régimen. Quieren ser la estrella del campeonato, pero un equipo dividido no se llevará el trofeo.

La Asamblea-2015, las elecciones para la gobernación de Barinas, incluso las elecciones robadas para la gobernación del Estado Bolívar y las presidenciales del 2013 demuestran que la manera más efectiva de combatir el fraude es mediante la participación ciudadana activa y masiva en las elecciones: hay que ganar con margen a prueba de fraude. El juego político en manos de esas cuatro personas que quieren ser candidato, pero que al parecer no les interesa restaurar la democracia, es el tipo de juego que suprime votos y reduce interés; el tipo de maniobra política por la cual 7 millones de venezolanos han tirado la toalla y salido del país: ven una condición irremediable.  Todas las redes sociales que llevan el pulso del ánimo de los venezolanos tanto en el país como en exterior están abrumadoramente de acuerdo en que se mantenga el interinato como organismo institucional que conduzca a la transición – a pesar de reconocer que han habido deficiencias administrativas. Expertos legales y políticos ratifican ese sentir de la ciudadanía. Pero el experto que más se ha entusiasmado con poner fin al interinato es uno que está claro en lo que significa para la continuidad o no del régimen: Jorge Rodríguez.

Todavía hay tiempo de que este nuevo golpe contra la constitución y la república, porque así se deriva de la opinión de los expertos en la materia, no ocurra. Si hay capacidad de reflexión durante las fechas navideñas, esperemos que aunque sea uno de los artífices de este golpe recapacite y busque reagrupar  la estrategia ganadora que restaure la democracia en Venezuela; convertir ese jogo sucio en un jogo bonito. Esa, a fin de cuentas, es la meta, el objetivo, y el verdadero gol de la victoria en este proceso. Las contiendas democráticas vendrán después.


jueves, 9 de noviembre de 2017

DEMOCRACIA EN VENEZUELA - ¿CÓMO LOGRAR EL OBJETIVO DESEADO? (UN ENFOQUE ESTRATÉGICO)


El régimen encabezado por Nicolás Maduro se fortalece a medida que destruye el proceso electoral y la representatividad pluralista en el país. El modelo social y económico del régimen hunde cada vez más al país en miseria y no parece haber salida. La oposición demócrata se debilita y busca alternativas para restaurar al país con el objetivo simple de cualquier demócrata: crear las condiciones para que existan democracia y libertad, bases de la prosperidad y el bienestar.
En un momento se pensó que era posible obtener el cambio y las condiciones haciendo una coalición electoral opositora y enfrentando al oficialismo en contienda directa. El régimen se endurece ante la debilidad de la voluntad del compromiso ciudadano de votar, y esa vía está arrinconada en un callejón sin salida debido a las argucias y manipulaciones del mismo régimen. Aun así la vía electoral no debe descartarse por completo.
Hay quien está esperando que algún sector de las Fuerzas Armadas se harte del desastre económico, administrativo y fiscal de un régimen secuestrado por delincuentes, y que de alguna manera ponga orden.  Esta vía es un callejón sin destino conocido. Tanto adeptos al modelo y legado del “Comandante Eterno” como algunos que puedan permanecer en el seno castrense opuestos a dicho legado pudiesen hacer intentos que difícilmente lograrán sacudir al régimen en el poder, dado su apoyo externo por el régimen cubano. Aun así no debe descartarse la necesidad del apoyo de sectores en las FF.AA. durante el proceso de restauración de las condiciones democráticas del país.
Unos últimos suponen que una posible intervención extranjera de corte militar, sea como “operación quirúrgica” o sea como un “cuerpo multinacional de cascos azules” pudiese lograr el cambio de condición necesario. Una intervención de este tipo se puede saber cuándo comienza, pero no cuando termina y es un camino incierto y volátil. Aun así no debe descartarse el apoyo de los aliados internacionales que reconocen a la democracia plena como fundamental para la libertad.
El primer enfoque, el enfoque electoral, es el más cercano al objetivo de crear, preservar y fortalecer la democracia. La MUD como agrupación electoral con el objetivo de retar al oficialismo tuvo su momento y razón de ser. Las energías opositoras eran suficientemente fuertes como para suponer que una oposición unida derrotaría a la coalición oficialista en las urnas y eso efectivamente sucedió. Las elecciones del 2013 que llevaron al poder a Maduro fueron ganadas por la oposición, como ha sido admitido por personas cercanas a dicha elección. El fraude electoral derrotó al candidato de la MUD, y cuando hacía falta no se utilizaron las otras armas de la democracia y la sociedad civil: protesta popular, denuncia de la prensa, apoyo de ONGs independientes y aliados internacionales, etc., por fallas del liderazgo opositor.
Los resultados de las elecciones parlamentarias del 2015 fueron tan abrumadoramente en contra del oficialismo que reflejan el verdadero sentimiento del país en relación con la gestión de gobierno. El resultado fue tan contundente que sobrepasó la posibilidad de fraude que existe cuando los márgenes son menores al 5% del electorado. Dos lecciones de estos comicios son importantes: que la participación electoral masiva es posible e importante, y que las entropías intrínsecas a la coalición electoral de la MUD no son conducentes a una gestión efectiva. El fracaso en la gestión de la Asamblea Nacional  para imponer el estado democrático es directamente atribuible a esa entropía.
Como he definido en otro lugar, los partidos son agrupaciones de personas con ideología compartida con el objetivo de llegar o de influenciar al poder. Las diferencias ideológicas entre partidos eventualmente desintegrarán una coalición opositora como la MUD, tal y como ocurrió. Un grave error de percepción tanto de dirigentes dentro de la MUD como del electorado, comentaristas y observadores es haber considerado a la MUD como un partido político y querer operar o tener expectativas de que se comportara como tal. La coalición electoral de la MUD no agrupa personas con ideología compartida, agrupa partidos con el objetivo de crear condiciones para una contienda electoral democrática y, dentro de esos partidos, individuos con ambiciones personales pragmáticas. El problema es que en dicha agrupación algunos suponían un grado de observancia y obediencia política de sus miembros que no es realista. Aun cuando se hicieran primarias para escoger un candidato único de oposición, es probable que hubiese opositores que no votarían por dicho candidato en la elección general por muchas razones, y todas relacionadas con el amplio espectro ideológico de los partidos políticos que contiene la oposición.
Las elecciones regionales del 15 de octubre resaltaron las debilidades estructurales de este enfoque y su caducidad. Tanto por el endurecimiento del régimen y sus destrezas en perpetrar manipulación y fraude electoral como por el fraccionamiento natural de la coalición electoral opositora, hay que llegar a la conclusión que la vía electoral planteada como contienda entre una agrupación oficialista y una agrupación opositora está cerrada. Eso no significa que la vía democrática está cerrada.
Si se ven las cifras de participación del electorado, puede verse que los grupos aglutinados por el oficialismo nunca han superado mucho más del 33% del registro electoral en todas las elecciones desde las de 1998. Ante esa realidad numérica, en caso de persistir por la vía electoral, sería más efectivo competir separadamente, enfocarse en aumentar la participación electoral, y gobernar coordinadamente, es decir un nuevo “pacto de Punto Fijo”. Pero esto solo podrá ocurrir en caso de tener contiendas electorales imparciales, para lo cual las condiciones no existen en la actualidad.
Democracia es una condición en la cual la ciudadanía participa en el gobierno. Esta participación se manifiesta mediante elecciones, mediante protestas, en agrupaciones civiles de interés focalizado (federaciones, sindicatos, asociaciones, organizaciones, iglesias) y por supuesto con prensa tanto libre como clandestina. Las elecciones en este momento en Venezuela han sido apropiadas/secuestradas por el régimen. Las otras armas de la democracia se mantienen vigentes. Para recuperar la plena democracia en Venezuela hay que recuperar las elecciones libres e imparciales y ese debe ser el objetivo tanto de la aplicación de las otras armas de la democracia como de los otros dos enfoques mencionados al principio. Una vez recuperadas las elecciones, entonces podrán debatirse las ideologías y sus variantes entre sí, incluyendo social democracia, democracia cristiana, liberalismo, e incluso el comunismo en su ropaje chavista demócrata.
El segundo enfoque, un levantamiento militar, se basa sobre la ilusión de que el poder militar es el árbitro final de la democracia en el país. Esto tiene raíces en varias líneas culturales y de pensamiento, pero todas derivan de la añoranza paternalista por el liderazgo fuerte y de la asociación mental (por demás lógica) de las armas con el poder. La ciudadanía y el poder civil no pueden claudicar ante esta ilusión. El alto riesgo que implica dejar en manos de unos pocos ambiciosos (armados) los destinos del país nunca ha tenido resultados positivos—ni en Venezuela ni en ningún otro país del mundo. Los proponentes de este enfoque dan por sentado que salir del régimen por cualquier vía es esencial, pero no se les puede hacer un llamado a “los militares” para que tumben al gobierno sin un resultado planificado y con un sentido estratégico. Es probable que existan militares ambiciosos que piensan que el legado de Chávez está siendo traicionado y que ellos pueden poner mano dura para proteger dicho legado. Eso sería un desastre para las verdaderas aspiraciones democráticas del país.
Las Fuerzas Armadas se han convertido en un gran pulpo multipropósito. Su injerencia en el sector civil es agigantada y creciente, profundizando el objetivo de Chávez de establecer un gobierno “cívico-militar,” modelado bajo el mismo tipo de estructura existente en Cuba. Esto ha resultado que Venezuela fácilmente tenga el mayor número de generales per cápita a nivel mundial (salvo, quizás, Cuba). Esto—al mismo tiempo que hace pensar que existe un gran poderío militar—es una gran debilidad.
El sector militar con mando efectivo de tropas en Venezuela es proporcionalmente menor que en un gobierno civil. El sector civil democrático debe tomar la iniciativa de cambiar el poder y buscar alianzas con el sector militar con mando de tropas. El cambio democrático tiene que surgir del sector civil, y algunos sectores militares aliarse al movimiento. No debe ser lo contrario, puesto que esa vía es conducente a una nueva represión totalitaria. Es decir, no se descarta la necesidad de una alianza con algún sector militar opuesto al régimen, pero esta alianza debe ser iniciativa civil, demócrata y liderada por dichos demócratas civiles, no al revés. Los militares se deben sumar a la inercia positiva de un movimiento que busca restaurar las condiciones de democracia, tal y como ha sucedido históricamente en toda transición hacia una democracia exitosa, puesto que esta será la única manera de defenderse de la represión brutal que surgirá del régimen ante la posibilidad de enfrentarse a su final.
Por último el tercer enfoque, el de intervencionismo militar extranjero debe ser discutido. Hay quienes piensan que dado que la vía electoral está trancada y que “los militares del país están vendidos al régimen”, no hay opción posible salvo una intervención militar extranjera que “cure el cáncer” que aflige al país; que no hay solución interna posible. El argumento a favor de esta opción postula que el liderazgo político en el país es inefectivo y nunca podrá salir del régimen. Esta opción es una variante del segundo enfoque, salvo que descarta la posibilidad que los militares en el país tomen acción en contra del régimen, y por ello solicitan su equivalente extranjero.
Suponer que esta medida desesperada de alguna manera pueda resultar en un resultado positivo para el país, es una falacia. Una intervención de este tipo fraccionaría aún más el país entre enemigos acérrimos, y precipitaría una verdadera guerra entre “nacionalistas”, “patriotas”, “independentistas”, “defensores”, y cualquier otro auto-nombrado que se sienta con derecho a opinar mediante un fusil, saliendo a la calle. Adicionalmente, los intereses geopolíticos de Cuba, Rusia y China harían del conflicto uno excesivamente cruento y largo. Este es un escenario que tendría una fecha de inicio con acciones concretas y ciertas, pero una fecha final totalmente desconocida con resultados inciertos. Para los proponentes de esta opción una consecuencia certera sería la eliminación de cualquier semblanza o personaje del liderazgo de la oposición política actual, sea por descrédito o físicamente.
El apoyo internacional para el cambio del régimen en Venezuela es esencial y dicho apoyo ha presionado de manera efectiva hasta ahora. Las sanciones individuales y corporativas están cercando al régimen. El reconocimiento a la Asamblea Nacional y al Tribunal Supremo en exilio –y el desconocimiento a la Asamblea Nacional Constituyente—son de gran ayuda para lograr una transición política; la comunidad está a la espera de un nuevo Consejo Nacional Electoral. 
No se podrá salir del régimen sin lograr un acuerdo con el régimen cubano y en eso la comunidad internacional es fundamental. No se podrá salir del régimen (lamentablemente) sin obtener un lugar al cual dirigentes del régimen puedan “escaparse”, para lo cual transacciones internacionales hacen falta. No se puede recuperar la economía del país, enfrentarse al problema de la deuda, ni obtener la ayuda humanitaria necesaria sin la comunidad internacional. No se podrá convocar elecciones percibidas como imparciales sin colaboración internacional. Esos son los enlaces, acciones y apoyos que hacen falta construir, no una intervención militar internacional que acrecentaría el caos y la destrucción.
El objetivo es crear las condiciones para que existan democracia y libertad. La combinación estratégica de los tres enfoques discutidos es necesaria para crear estas condiciones. Cada uno es una pieza del rompecabezas que debe ser armado por el cuerpo civil democrático del país. Sin este trio de acciones coordinadas estratégicamente, el régimen se mantendrá por el futuro previsible y el país caerá en mayor miseria, esa miseria que no permite otra acción sino las de la supervivencia del día a día.

sábado, 7 de octubre de 2017

ELECCIONES, CIUDADANOS Y DEMOCRACIA

Estaba equivocado. Resulta que la propaganda del régimen también me había obnubilado a mí; me había hecho obviar datos históricos; me había hecho pensar, hasta creer, que la gran mayoría de los venezolanos habían estado a favor de Chávez y su plan a principios de su gestión. Eso resulta que es mentira, y a partir de esa mentira se fabricó una gran patraña de falsedades y mecanismos para taparla.
En 1998 un poco más de tres millones y medio de venezolanos votaron a favor del movimiento Quinta República y Chávez resultó electo presidente. La cifra exacta es 3.673.685 de votos. Desde el primer momento se dijo que esa había sido una gran victoria y el mayor número de votantes por un presidente en la historia. Mentira número uno: en 1988 el número de votos a favor de Carlos Andrés Pérez fue 3.868.843 y, cinco años antes de eso, Jaime Lusinchi había recabado 3.773.731 votos.
Pero, ¡el porcentaje de votantes fue el mayor de la historia! Mentira número dos: A pesar de haber recibido el 56.20% de los votos emitidos, Chávez obtuvo el 33.36% de los votos de las personas inscritas en el registro electoral. Solamente un tercio de los votantes estaban a favor de la promesa de Chávez. La participación del electorado en esas elecciones fue de apenas 63.45%, la más baja en la historia del país salvo la inmediatamente anterior en la cual resultó ganador Rafael Caldera, en el sumidero de la república chiripera. En comparación, por ejemplo, 40% del electorado votó por Luis Herrera (quien ganó con una pluralidad de 46.64% de los votos), 49.77% por Jaime Lusinchi (con una mayoría de 56.72% de votos a favor), y 43.32% para Carlos Andrés Pérez (con 52.89% de los votos a su favor).
Pero, pero… la constituyente de 1999 tuvo un abrumador apoyo popular ¡el pueblo quería cambio! Mentira número tres: el proceso que ratificó la nueva constitución se caracterizó por mantener un nivel de aprobación nuevamente cercano a un tercio del electorado. El fundamento sobre el cual se basa la nueva, la “quinta república”, es decir la constitución de 1999, fue rechazado por la gran mayoría del país. Las cifras oficiales son: para la convocatoria, 62.40% de abstención, 7.5% de los electores en contra, y casi 5% de votos nulos—un rechazo mayor del 70%; para elegir los asambleístas de la constituyente, abstención 65.7%, a favor de los representantes del gobierno bolivariano, 30.42% del electorado, el resto del de los votos dividido entre nulos y opositores; y, finalmente, para aprobar la nueva constitución el voto registró 56% de abstención. El porcentaje del electorado que aprobó dicha constitución fue nuevamente menos de un tercio: 30.18%.
Hay un detalle fácil de perder de vista en estas cifras sobre la constitución del 1999. La coalición bolivariana obtuvo el 65.8% de los votos y la oposición el 22.3%. Sin embargo, los representantes de la coalición obtuvieron el 95% de los puestos en la constituyente, debido a que el proceso había sido reglamentado por el gobierno bolivariano de manera unilateral.  Es decir, con 30.42% del electorado votando a su favor, obtuvieron el 95% de los puestos en la asamblea.
Este patrón de manipulación del proceso se ha mantenido y exacerbado hasta el día de hoy. Quiero hacer un punto histórico adicional antes de hablar del 15 de octubre. Una vez ratificada la constitución del ’99 hubo necesidad de convocar nuevas elecciones presidenciales. En esas Chávez obtuvo el 59.76% casi sesenta por ciento de los votos emitidos. Pero nuevamente, el porcentaje del electorado a su favor fue, por decirlo de manera coloquial—escuálido: El 32% del registro electoral votó por Hugo Chávez Frías en las elecciones del año 2000.
Esas elecciones tempranas le indicaron al régimen totalitario en ciernes que tenía que hacer algo al respecto. Lo primero fue, por supuesto, difundir las falsedades mencionadas, pregonando que la gran mayoría del país estaba a su favor. Lo segundo fue influenciar directamente el proceso electoral mediante dos maneras de manipularlo.
Primera manera, el registro electoral: Entre el año 2000 al 2006 el registro aumentó de 11 millones a 15 millones, y entre el 2006 al 2012 de 15 a 18 millones. Aumentos sin precedentes históricos, y por ende sospechosos.
Segunda manera, el mecanismo electoral: Nuevas máquinas, nuevos procesos, nuevos métodos fueron incorporados en un proceso poco transparente y aparentemente con asesorías por técnicos experimentados de origen cubano y de la vieja Stasi en Alemania Oriental. La falta de transparencia de este proceso de adquisición e instalación de equipos y software lo hace sospechoso.
Aun así, el régimen perdió las elecciones para la reforma constituyente del año 2007, lo que demuestra que el voto ciudadano hace diferencia. Lamentablemente y debido al llamado a la abstención a las elecciones parlamentarias del 2005, las reformas rechazadas por el electorado soberano fueron implementadas en reglamento de leyes, siendo una de las más nocivas el reglamento ley de las FANB, que ahora podrían tener absoluta injerencia en todas las actividades económicas del país. Así se cumplió la aspiración de Chávez de “unión cívico-militar”— el mismo modelo de élite económica que su mentor político, Fidel Castro, había implementado en Cuba.
Las tácticas de intimidación (por ej., lista Gascón), y los fraudes evidentes (por ej., 2013) no han derrotado al espíritu cívico del pueblo venezolano. El régimen en obvia ignorancia cívica quiere hacerle creer una nueva mentira al pueblo y al mundo: que la democracia es contar votos. El voto del 30 de julio para elegir a la asamblea constituyente demuestra eso. El régimen quería demostrar que podía tener más votos que los del referendo consultivo del 16 de julio. La democracia no es contar votos. La democracia es una coalición de ciudadanos que utilizan mecanismos y herramientas para tener voz en sus destinos. Esas herramientas incluyen el voto, la protesta, el debate, las agrupaciones de la sociedad civil, la libertad de prensa, y la oposición viva, entre otras.
El voto del 30 de julio desenmascaró al régimen, comenzando por la supuesta gran participación. Se contradice el régimen al publicar un nivel de participación poco mayor del 40% y decir que fue la mayoría de votantes los que acudieron a las urnas. Ese registro electoral inflado artificialmente y con quien sabe que argucias del mismo régimen indica una abstención cercana al 60% del electorado. El mismo equipo técnico que había certificado resultados en elecciones anteriores entre el 2005 al 2015 dice que sus máquinas fueron manipuladas para aumentar el nivel de votos contados como emitidos. Esta vez ni siquiera se hizo la simulación de permitir testigos de mesa opositores o internacionales. Esta fue una farsa electoral, digna de cualquier régimen totalitario y dictatorial; y al igual que en ese tipo de régimen, los resultados fueron 100% a favor del oficialismo. No importaban los candidatos postulados, todos eran oficialistas.
Eso sin contar que la misma convocatoria a la constituyente está viciada constitucionalmente. El soberano (el pueblo) es el que decide convocar a una constituyente, no el mandatario de turno. El mandatario está autorizado a llamar a un plebiscito a ver si el pueblo convoca una constituyente, pero no está autorizado a convocarla. Sólo después de ser convocada es que se eligen los asambleístas. Nicolás Maduro lo que ha hecho es apropiarse de la soberanía de la república, es decir se ha declarado a sí mismo el soberano—un claro dictador.
Ahora esa misma Asamblea Constituyente írrita llama a elecciones para las gobernaciones de estado. Esas elecciones son organizadas por el organismo electoral denunciado por su mismo proveedor de equipos como manipulador y declarado como ilegítimo en el referéndum consultivo del 16 de julio.
Ante esta coyuntura, la posición abstencionista tiene lógica y es consecuente. No por eso sin embargo es a mi juicio la posición correcta a tomar ante estas elecciones venideras. Como se observa en la historia electoral descrita arriba, ha sido el abstencionismo y la apatía lo que estructuralmente le ha dado al régimen las armas para apoderarse del país e implementar una agenda y programa con el apoyo de apenas un tercio de la población. Las veces que la voz ciudadana se ha hecho escuchar (2007, 2015) el régimen ha tenido que recurrir a maniobras anticonstitucionales, ilegales o en contra de la voluntad popular para afianzarse en el poder. Si se hace una evaluación utilitaria de lo que le conviene al régimen, a éste le conviene la posición abstencionista opositora. Esta posición es la que le quita la voz al elector. Es mi opinión que no debemos dejar que el gobierno le quite la voz al pueblo.
Las elecciones del 15 de octubre de 2017 están viciadas de origen, forma y probablemente de resultado. No por ello debemos permitir que el régimen tenga la vía fácil hacia un mayor totalitarismo. La voz ciudadana nunca calla, más bien se fortalece cuando se moviliza, sea en protestas callejeras, en agrupaciones y asambleas cívicas o en urnas electorales. Como dije anteriormente, la democracia no es sólo contar votos, es formar ciudadanos-- activos, respondones, furiosos, contestatarios, comprometidos, indisciplinados, creativos, independientes. Eso incluye a los abstencionistas en voz alta, quienes reclaman una mejor democracia. Los abstencionistas en voz alta son demócratas comprometidos. Los que permitan que la inercia, el silencio, la frustración paralizante y la apatía dominen su intención de voto son los que más daño le hacen a la democracia. El régimen no quiere ciudadanos, quiere ovejas calladas. No se le debe otorgar al régimen del dictador su deseo.
Carlos J. Rangel, analista y escritor. Su libro más reciente es “La Venezuela imposible: Crónicas y reflexiones sobre democracia y libertad”.

viernes, 6 de enero de 2017

Manifiesto por Venezuela

Hace casi sesenta años, una generación de venezolanos se manifestó en contra de un gobierno que coartaba participación, limitaba oportunidad y detentaba las herramientas del poder con aras a mantenerse en el mismo. Esta generación originaria contaba con líderes e intelectuales provenientes de múltiples sectores; que habían sido perseguidos y asediadados; forzados a la clandestinidad o al exilio por decreto o por principio; con venezolanos de larga data, de generación reciente y de adoptivos.

Algunos de estos originarios habían participado en el primer experimento democrático de la segunda mitad de la década de los ‘40 y reconocieron los errores de ese período, tratando de corregirlos y ser más incluyentes en este nuevo intento democrático. Todos ellos veían en el país un gran potencial de futuro al alcance de la mano y aquel gobierno de turno, transformado en régimen de dictadura, mantenía los rezagos del personalismo haciendista del pasado. Al sacudirse de ese régimen, y ante la oportunidad de reconstruir las bases de la república los principios liberales de estos originarios incluyeron:

  •         Protección de la dignidad humana
  •         Igualdad de oportunidad
  •         Igualdad ante la ley
  •         Respeto a las minorías
  •         Libertad de expresión tanto en voz como en voto
  •         Derecho a la propiedad individual

Estos principios parten del derecho universal a la libertad, derecho fundamental adquirido por todo ser humano nacido en esta tierra. Estos principios fueron base de constitución, gobierno e ideología de la hoy llamada “Cuarta República.” Como todo principio idealista, fueron metas a lograr, a perseguir y por luchar. Su implementación incluyó la supeditación de las fuerzas armadas a la sociedad civil (incluyendo separación en forma e institución de las FF. AA. del mundo político), la representación proporcional de las minorías políticas, la no reelección inmediata, y la Independencia del poder judicial, entre otras.

Los años sesenta fueron un período de transición con atentados contra esa promesa de futuro tanto por agentes externos, títeres de la guerra fría, como por agentes internos con ambiciones de poder, reforma unipersonal y costumbres caudillescas. Ante estos embates, los originarios tomaron atajos institucionales y debilitaron sus principios base, infringiendo libertades y derechos, alienando minorías, suspendiendo garantías a conveniencia, y alimentando demagogias y populismos tanto a su favor como en su contra, llevando eventualmente a una crisis de madurez política.

Sin madurez política no existe desarrollo posible. La madurez política consiste en proteger los principios universales sobre los cuales se basa el Estado. El desarrollo consiste en estructurar un sistema que permita al individuo maximizar su potencial posible ajustado a esos principios y a los derechos humanos y sociales del hombre. El deber primordial del Estado es defender dicho sistema y crear las condiciones que permitan oportunidades para ese desarrollo individual, semilla del desarrollo nacional.

Hemos visto lo que la falta de madurez política nos ha traído. Líderes políticos aprovechando su posición, otorgada de buena fe por el pueblo elector, traicionaron los principios de defender el estado de derecho y de crear condiciones de oportunidad individual. De esta manera la nación fue llevada a las condiciones en las que se encuentra hoy, tres generaciones después del inicio de aquel experimento democrático original.

El gobierno de Venezuela a principios del S. XXI, nuevamente transformado en régimen de dictadura, ha traicionado al país y su potencial. Las causales de dicha traición son arrogancia, sectarismo y ambición de perpetuidad en el poder. La traición se manifiesta con el sufrimiento y daño causado a la nación mediante acciones directas e intencionales, entre las cuales se pueden enumerar las siguientes:

  • Ha infligido destrucción de bienes patrimoniales de la nación, tanto naturales como humanos.
  • Se ha burlado de la defensa de los derechos humanos y sociales de todos los venezolanos, incluyendo vida, libertad, salud, trabajo y educación.
  • Ha pervertido la democracia representativa, distorsionado el sistema electoral y desconociendo la voluntad popular tanto de resultados como de intención.
  • Ha causado el empobrecimiento brutal de la población, insistiendo en la aplicación de un modelo asfixiante de toda iniciativa que no esté bajo el control estricto del estado mediante usurpación, regulación excesiva o amenaza directa.
  • Ha abdicado la soberanía a naciones extranjeras tanto en los recursos del país como en su defensa, haciendo negocios, tratados, hipotecas y acuerdos secretos con naciones y entidades extranjeras.
  • Ha supeditado el poder civil al poder militar, denigrando el rol de ambos en la conformación de un Estado centrado en la libertad del ciudadano como condición básica.
  • Ha obstruido la administración de justicia y la legalidad, interfiriendo repetidamente en la independencia judicial con el fin de reprimir oposición legítima a sus políticas.
  • Ha protegido y facilitado prácticas corruptas y criminales de sus miembros, adeptos y acólitos, contribuyendo activamente al colapso del contrato social basado en el respeto a la ley, la propiedad y la vida.
  • En afán de hipertrofia cancerígena ha debilitado, intervenido, socavado, sustituido, callado  o atacado organismos e instituciones independientes de la sociedad civil tales como sindicatos, cámaras de comercio, asociaciones vecinales o educativas, la iglesia, colegios y gremios profesionales, la prensa y otros que canalizan y amplifican la voz ciudadana ante el gobierno.
  • Ha sembrado y exacerbado odios fratricidas entre el pueblo venezolano dividiendo y debilitando el gentilicio nacional.
  • Ha esquivado la responsabilidad de defender la integridad física de la nación al desistir, por conveniencia política de una nación extranjera, a la negociación legítima del diferendo territorial del Esequibo.

Estas causas enumeradas bastan para inculpar al régimen de usurpadores que manejan los destinos de la nación de traición a los principios fundamentales que conforman un estado y un país, y la protección y defensa de sus pobladores. Ante esa traición, es legítima la invocación de defensa implícita en el artículo 350 de la Constitución vigente de la nación:

“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”

Hay venezolanos en el territorio y en el extranjero dispuestos a ser fieles a esa lucha. Dispuestos a poner en práctica ideales para construir un futuro posible que necesita reconocer el pasado y utilizar el presente; que necesita reconocer que construir un país es un proceso permanente, no una meta lograda; que necesita de todos los venezolanos, permitiendo que sea cada uno el que construya su parte del país.

El régimen de usurpadores ha traicionado lo que significa ser gobierno y será juzgado como tal. Los colaboradores desde la oposición facilitando el subdesarrollo político serán llamados a justificar su responsabilidad. La República de Venezuela ha sido, es y será siempre una sola y los principios universales que rigen estados bajo preceptos de justicia, respeto a los derechos y democracia prevalecerán cuando el pueblo unido reclame y ponga a usurpadores y colaboradores en su lugar de la historia. Así será.

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ESTE ENSAYO Y OTROS ESTÁN DISPONIBLES EN SU TOTALIDAD EN
LA VENEZUELA IMPOSIBLE: 


miércoles, 23 de noviembre de 2016

Un Proyecto de Libro - La Venezuela Imposible.


La Venezuela Imposible: Introducción


Quien hubiese dicho en vana ilusión que la democracia es la forma natural de gobernar los pueblos está equivocado. La historia contradice esa afirmación. En seis mil años de historia civilizada, la democracia apenas tiene segundos efímeros de existencia. Grandes obras, grandes monumentos, grandes aportes a la civilización fueron hechos por, bajo y en nombre de tiranos que sometían a sus pueblos, algunos de manera benevolente, la mayoría de manera represiva, combinando en diversas ponderaciones el poder económico, militar y religioso en una figura o élite autocrática.

El experimento democrático moderno iniciado a mediados del S. XVIII tiene su mejor ejemplo contemporáneo en Los Estados Unidos, cuyo documento originario fundamental es su Declaración de Independencia de 1776. Este documento es un argumento a favor de la representatividad, en contra del régimen autoritario, e incluye famosamente el enunciado de los “derechos inalienables y autoevidentes de todo ser humano": vida, libertad y procura de felicidad. La revolución francesa poco después, en 1789, tiene una variación sutil pero importante sobre los derechos humanos bajo el lema, “libertad, igualdad, fraternidad”. Son enfoques distintos que conducirán por distintos caminos el desarrollo político de las naciones.

No tan casualmente, este hervidero de ideas políticas y revolucionarias ocurre en medio de un período que incluye la publicación de ese tomo que cambió fundamentalmente la manera de pensar acerca de la economía: La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith, publicado en 1776. Dos ideas claves surgen de este libro: la riqueza se crea mediante la transacción económica, y el ser humano en procura de su interés propio genera bienestar social. La riqueza de las naciones antes de este libro se calculaba de manera mercantilista: cuánto oro, piedras preciosas o bienes acumulados tenía un país. A partir de ese libro se va a medir la riqueza por la suma del número de transacciones económicas: lo que hoy llamamos el Producto Nacional Bruto. La segunda idea propone que la individualidad, el interés propio no es una condición antisocial, de huraños, de egoístas. Propone este concepto despojarse del sentido comunal colectivo como medio para favorecer el bienestar social. Postula que si cada quien mejora su propia condición por su propio esfuerzo, la comunidad en general mejora. Una idea radical contraria al paternalismo de estado benevolente o totalitario prevaleciente en su época.

En 1859 ocurre otro golpe de timón al pensamiento mundial, con un tomo que cambió en sus bases la manera de pensar acerca del universo: El Origen de las Especies. Este tomo es una afrenta directa a la concepción de un mundo creado por origen divino de manera perfecta y estática.  La intelligentsia, ya escéptica del mandato divino de sus dirigentes, tiene nuevas municiones para argumentar acerca del desarrollo político de la sociedad. Cambio y extinción son naturales y comunes en el universo, ergo existe la posibilidad de una mejor sociedad. La pregunta es, ¿cómo llegar a ella? Once años antes, ya se había publicado un panfleto sugiriendo una respuesta: El Manifiesto Comunista. Según este documento, la sociedad avanza de manera inexorable desde un estado pre-capitalista, al capitalista, socialista y finalmente al comunista.

Las utopías sociales descritas en el Manifiesto Comunista...



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lunes, 8 de febrero de 2016

La Encrucijada del Desarrollo

La premisa socialista es que el mercado se puede diseñar y controlar de manera inteligente para maximizar el beneficio a la población—y que el libre mercado no puede lograr ese objetivo. A esto se le suma la idea popular en Venezuela de que este es un país rico, fabulosamente rico, por poseer las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo. Lamentablemente hasta que el liderazgo—y la población—no reconozca que la riqueza nacional no está bajo el suelo sino en la gente que lo camina se mantendrá la ilusión de que lo que hay que hacer es distribuir la riqueza y que los gobiernos sólo fracasan cuando fallan en esa distribución.  Durante los últimos cincuenta años esta premisa e idea son las que han impulsado el nocivo modelo económico acogido por el liderazgo político venezolano y han resultado en la crisis económica en la cual se encuentra ahora el país.

Definamos y estipulemos lo queremos decir por crisis económica: es la situación en la cual se han perdido las condiciones para satisfacer las necesidades básicas de la gran mayoría de la población. Para entender el deterioro de estas condiciones en Venezuela hay que reconocer fallas estructurales en tres grandes mercados de transacción entrelazados: el mercado laboral, el mercado de bienes y servicios, y el mercado cambiario. A pesar del gran esfuerzo por los gobiernos para imbuir estos mercados con el “diseño socialista” las leyes del mercado son tan inexorables como la ley de gravedad y las consecuencias se ven en resultados claramente identificables por conceptos de libre mercado: incentivos perversos, crowding del capital, interés propio de los actores, ineficiencia de monopolios y, por supuesto, límites en la eficacia de gestión de gobierno.

El Mercado Laboral


La crisis se manifiesta dentro del mercado laboral en la gran incertidumbre, dificultad y riesgo que significa ser partícipe en este mercado. La demanda...



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lunes, 30 de noviembre de 2015

Alfa y Omega del Socialismo del S. XXI


El único verdadero aporte a la discusión sobre socialismo, marxismo y capitalismo que aportó Heinz Dieterich Steffan fue crear una frase que hacía creer que un viejo y anticuado modelo podía ser renovado bajo un nuevo lema; algo así como decir “Ese Socialismo sí Refresca”: el Socialismo del S. XXI. Su libro es una serie de conceptos trillados, mitos mal concebidos e ideas mal fundamentadas que pocos leyeron y menos analizaron. Pero sobre ese lema, ese slogan de juventud y supuesto cambio de ideas—cuyos resultados históricos estaban a ojos vista—sobre ese fundamento de barro resbaladizo en 1999 se echaron las bases, el Alfa del gobierno y cambio social de Venezuela. Y ahora llegamos aquí, a las consecuencias.
El comunismo (estadio superior del socialismo) y el capitalismo ven la interacción fundamental de intercambio entre partes –la transacción—de manera muy distinta.  En el modelo comunista, la transacción es un evento suma cero es decir, una de las dos partes resulta favorecida sobre la otra—la riqueza (el bienestar) se distribuye: una parte pierde y la otra gana. El modelo capitalista postula que la transacción es un intercambio y satisfacción de necesidades—la riqueza (el bienestar) se crea y ambas partes ganan.

He aquí la falla fundamental del socialismo como modelo y su atractivo particular especialmente para una sociedad rentista. Si la riqueza... 


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martes, 20 de octubre de 2015

Breve Reseña - En Nombre de los Pobres (los Multiplicamos)


Marcha del Bravo Pueblo
En su incomparable estilo, ese que tiene el cálido tono de una conversación en la cocina de su casa, Ángela Zago ha escrito un recuento de la larga jornada que los venezolanos comenzaron a padecer desde la llegada al poder de Hugo Chávez. Es una travesía emocional que comienza con sueños y termina en pesadillas.
Al igual que muchos en su momento, Ángela proyectó sus deseos de una sociedad más justa, menos corrupta, y con mayores oportunidades para los desposeídos en las ilusiones y espejismos que vendía Hugo Chávez. Zago minimiza su poder de influencia como formadora de opinión, pero su trayectoria la llevó a ser constituyente y partícipe en la elaboración de la constitución de 1999. Su trabajo de investigación anterior publicado con el nombre de “la Rebelión de los Ángeles” la congració con ese lobo en piel de oveja que resultó Chávez y que ella desenmascara en este nuevo libro. Por esta relación con los más altos círculos del poder, Zago se convierte en testigo de excepción de los hechos y nos lleva de la mano desde la victoria de Chávez hasta los eventos de Abril del 2002. A lo largo de este camino vemos la verdadera personalidad de Chávez revelada capa tras capa, desde su hipocresía en lo personal, pasando por su desprecio manipulador de las clases sociales por las cuales supuestamente aboga, hasta su cobardía comprable al verse contra la pared.

El 11 de Abril del 2002 la sociedad civil de Venezuela...


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sábado, 6 de junio de 2015

Cuando las Mayorías Pierden.

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La fecha no está anunciada aún, pero aparte de la muy verdadera posibilidad de fraude, hay razones estructurales por las cuales hay gran probabilidad de que el chavismo mantenga el control de la Asamblea Nacional en las elecciones venideras. Datanálisis arroja que alrededor del ochenta por ciento del universo votante en Venezuela se opone al gobierno de Nicolás Maduro. Esto haría pensar que las elecciones parlamentarias serán arrasadas por la oposición. Sin embargo, estar contra Maduro no es necesariamente ser antichavista.   Los opositores al chavismo, sumados a los opositores de Maduro suman gran mayoría pero no necesariamente eso hará que la Asamblea Nacional electa este año sea antichavista.

El Universo electoral se puede dividir en cuatro grandes grupos: Chavistas pro-maduro, Chavistas anti-maduro, Antichavistas pro-MUD, y Antichavistas anti-MUD. Los grupos chavistas...




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VENEZUELA HOY Y SU NUEVO MAÑANA

 El 21 de noviembre de 2024, El Club de la Libertad, en Corrientes, Argentina, invit ó  a Carlos J. Rangel a hablar acerca de Venezuela, su ...