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sábado, 28 de diciembre de 2024

NECESIDAD DEL POPULISMO EN DEMOCRACIA Y OTROS TEMAS

Este ensayo/entrevista busca responder inquietudes surgidas en la video-entrevista de Napoleón Bravo a Carlos J. Rangel sobre su nuevo libro, MITOS DE NUESTRA HUMANIDAD: RELATOS DE SIEMPRE PARA HOY conducida el 7 de diciembre, 2024. Estas preguntas le fueron planteadas a CJR en un chat de WhatsApp, y son suficientemente interesantes como para compartirlas en este blog.

La entrevista en BRAVO24

Estimado Ofer:

Agradezco que te hayas tomado el tiempo para ver la entrevista y enunciar preguntas que surgieron de la misma. No se ve en la entrevista publicada en YouTube, pero Napoleón tuvo que editar parcialmente el video puesto que se nos acabó el tiempo. Me dijo que esa era la primera vez que le había ocurrido eso, que perdió la noción del tiempo por lo amplio y fascinante de los temas discutidos. Igualmente, tuve una gran satisfacción participando en esa entrevista. Mi nuevo libro tiene como objetivo generar este tipo de discusión amplia acerca de la democracia liberal y ciertamente esta entrevista cumple con ese objetivo.

Lamento no haberte dado respuesta más rápidamente, pero tus preguntas tocan temas profundos que preferí ponderar con tiempo antes que dar respuestas superficiales. Trato de responder tus inquietudes elaborando algo sobre temas que he desarrollado anteriormente, con la esperanza que de alguna manera sean satisfactorias. Para hacer la lectura más estructurada la divido por tema que genera la inquietud. He aquí mis respuestas:

En primer lugar, en el minuto 17:03 habla de liderazgo populista y "la respuesta simple" es NO cuando se le pregunta sobre ser capaz de alcanzar una posición de liderazgo nacional sin ser populista.


La respuesta simple es “no” porque meritocracia y tecnocracia de por sí no movilizan votos. Personas con gran preparación y sentido de lo que moviliza a los segmentos de población necesarios para obtener una mayoría del voto popular son rara avis, si es que existen. El voto popular que logra las mayorías necesarias para triunfar generalmente no es un voto bien ponderado y se moviliza por la emoción más que la razón. Es un voto que, en la percepción del votante, rechaza al status quo que le niega oportunidades y bienestar. La fracción que emite votos deliberadamente ponderados por el candidato de su ideología preferida generalmente es entre 10% al 30%. En una elección entre dos partidos principales o por balotaje, eso significa que entre el 40 al 80% de los ciudadanos con derecho al voto no utilizarán criterios ponderados para emitir su voto. De esa gran masa de votantes (más cuando se aproxima a 80 que cuando se aproxima a 40) muchos son apáticos ante las alternativas presentadas en la elección y se abstienen de votar. Para energizar el voto de la masa electoral la herramienta más efectiva es el populismo y por eso toda opción ganadora tiene un componente de este. Las promesas de cambio del status quo hechas con cariz populista generalmente son efectivas, pero las promesas exageradas y evidentemente irrealizables también generan movilización electoral, aun cuando el votante sepa que son irrealizables. Este populismo extremo apela a la emoción de la identificación, es decir, le hace sentir al votante que el candidato entiende sus problemas y que si no los puede solucionar no es por ignorarlos, ni siquiera por decepcionarlos, sino por fuerzas ajenas (y esto es común en el discurso populista) que le adversan, por algún enemigo identificable, típicamente imaginario y expiatorio.  

Todo político en contienda electoral tiene que incluir entre su arsenal de campaña una dosis del populismo movilizador del voto para sumar la mayoría ganadora a su favor. Cuando el candidato basa su campaña en una promesa de futuro utópico o regreso al pasado glorioso que los enemigos de la nación han truncado, es decir la campaña de la promesa milenaria y el redentor que la hará cumplir, dicho candidato se acerca al populismo extremo; un populismo que fácilmente puede caer en mando autoritario al convertir a los opositores a su candidatura en enemigos de su mandato (y de la nación) en vez de adversarios a sus políticas.

Usted ilustra el esquema de la pirámide y el lugar óptimo para una democracia es estar en el centro de la pirámide. Jóvenes, más idealistas, al que Usted le da el apodo de izquierdistas buscan oportunidades en la base de la pirámide, mientras que los dueños de la propiedad privada son menos idealistas, más conservadores, al que Usted le da el apodo de derechistas en la cima, que buscan proteger sus pertenencias.

En una entrevista como la realizada es difícil explicar la complejidad de la economía social en términos sencillos. El número de variables excede tres, lo que Daniel Patrick Moynihan definía como un problema super complejo (tres variables es un modelo complejo, según DPM). Si mal no recuerdo, Napoleón me preguntó acerca de la validez de los términos derecha e izquierda, a lo cual respondí que francamente hoy en día se usan más como epítetos que como definición de ideología. Esta pregunta surge de una parte del libro en donde argumento que los derechos de oportunidad son los que caen bajo el manto del llamado izquierdismo y los derechos de propiedad bajo el llamado derechismo. Debido a que la naturaleza de la humanidad es definida por sus etapas de infancia, juventud, madurez y vejez, es observable la correlación entre jóvenes buscando oportunidades y mayores protegiendo sus activos acumulados, sean tradiciones, morales o monetarios. La interpretación que usted aparentemente sugiere es que yo dije que los viejos son derechistas y los jóvenes izquierdistas. Eso se parece a lo que quise decir, pero no lo es exactamente. Aquellos que ofrecen proteger y ampliar las oportunidades para el desarrollo individual son acogidos por los que desean tener nuevas oportunidades o piensan que se las han quitado, sean jóvenes o no. Generalmente la demografía en busca de oportunidades es mayoritariamente joven, y en Latinoamérica la pirámide etaria tiene una amplia base, por lo tanto ese mensaje de oportunidad, el clásicamente izquierdista, reverbera en este continente. Pero el triangulo de Hayek al cual yo me refería es otra dimensión de variables. Él coloca en cada vórtice conservadores, progresistas y liberales (identificándose a sí mismo como liberal). Su tesis era que los conservadores y los progresistas quieren mejorar la sociedad obligándola a adoptar sus dogmas, sean conservadores o progresistas, mientras que los liberales consideran que forzar dogmas de comportamiento social o económico obstaculiza el desarrollo del bienestar individual y. por ende, el colectivo (esencialmente el mismo paradigma de la mano invisible de Adam Smith). Los extremos del dogma progresista y el conservador se ilustran con las autocracias sostenidas en la Unión Soviética y con la Inquisición Medieval. La crítica que se le hace a este modelo de Hayek es que en el extremo liberal se desarrolla el anarquismo el cual, creando un vacío de poder, es vulnerable a otras autocracias dogmáticas. Era este triangulo al cual me refería en la entrevista, no la pirámide etaria. Este es el triángulo en cuyo centro se encuentra la democracia, siempre en pugna hacia cualquiera de los extremos, y generando el caos creativo y renovación que produce el mayor bienestar social.

¿Qué piensa de ese esquema piramidal del que habla en el contexto de una república, no de una democracia, y de un líder populista de derecha que ha alcanzado la cima del poder en ese escenario? ¿Cómo terminaría esa película?

Hoy día se habla mucho acerca de la diferencia entre república y democracia suponiendo, o insinuando, un valor superior en la manera de gobernar de una sobre la otra. Si buscamos la diferencia esencial, nos encontramos con ideales cuasi platónicos que definen una como un sistema institucional en donde los poderes del estado se ejercen con representantes del poder soberano (los ciudadanos) escogidos mediante el voto, con pesos y contrapeso que defienden las instituciones, y con el gobierno basado sobre leyes establecidas y precedente institucional. La democracia pura, es decir directa (como ha sugerido Elon Musk instituir en sus colonias en Marte) no tiene esa institucionalidad, precedente y legado, y fácilmente puede caer en la llamada “tiranía de las mayorías” con plebiscitos a diestra y siniestra – mob rule. Estipulando entonces que una republica es mejor manera de gobernar (y difícil de mantener) que una democracia pura (imposible de mantener), pasemos a la cuestión del líder populista.

El líder populista, sea que diga que protege los derechos de propiedad o los derechos de oportunidad, combinado con tendencias conservadoras o progresistas (los liberales rara vez son populistas, llegan al poder por el hartazgo del soberano con los otros vértices del triángulo de Hayek – caso Milei o MCM), tiene dos opciones una vez que llega al poder: romper la institucionalidad republicana para mantenerse en el poder, o someterse al juicio de los votantes de una república con fuertes instituciones. Por eso, y porque -como argumentaba anteriormente- todo candidato para llegar al poder debe tener algo de populista, la democracia institucional con alternabilidad y rotación de ideologías (el caos creativo que genera bienestar social), siempre está en peligro. Recae sobre el soberano, los ciudadanos de la nación, elegir a representantes que defiendan a las instituciones (siempre perfectibles) en vez de aquellos que trasparentemente buscarán mantenerse en el poder eternamente. Cabe mencionar en este momento la referencia hecha durante la entrevista al “Poder Moral” al que aludía Simón Bolívar, una serie de escribas independientes que registran la actuación moral, o no, de los representantes en los otros poderes de una nación. Es decir, la prensa libre e independiente.

Finalmente, pensar que la película termina es no darse cuenta de que el proceso de gobierno y el avance social y económico es un proceso interminable, inacabable, sin fin y perfectible cuyo modus operandi es el probar, errar, corregir. La naturaleza humana prefiere el orden predecible (terminar la película) a la incertidumbre caótica (el interminable valle de lágrimas), pero es en ese caos, en esa destrucción creativa de la cual hablaba Schumpeter refiriéndose al capitalismo, allí es que existe la innovación y el avance en todos los aspectos sociales y económicos de una sociedad. Estancarse es morir. La película no acaba.

En segundo lugar, en el minuto 26:43 usted habla de que China ha hecho cambios y difiere sustancialmente de otras naciones comunistas en su manejo de la economía, aunque concluye que no va bien.

Si uno considera el buen gobierno, la planificación económica central o las fuertes inversiones en educación e infraestructura como medio para alcanzar un fin, entonces el modelo chino es uno de los más eficaces de la historia de la humanidad. A pesar de su liderazgo tiránico, el modelo chino tuvo como resultado la extracción de la mayor parte de su población de la pobreza extrema - al menos la mitad de su población, es decir, 800 millones de personas - a una fuerte clase media y una clase rica sustancial en un período de tiempo muy, muy corto: ¿sería el modelo chino uno de los mejores modelos del mundo? ¿Sería un buen modelo de gobierno o una buena política económica? ¿Es sostenible?

Menos tiránicas pero similarmente efectivas son las historias de Taiwán, Corea del Sur, Singapur y otros Tigres Asiáticos, aunque todos ellos tuvieron, en su momento, un liderazgo autocrático que los llevó a donde están ahora.

El “modelo chino” es atractivo y hace algún tiempo yo también lo encontraba seductor. Los resultados evidentes de mejora en el bienestar social efectivamente lo hacen digno de estudio profundo y sinceramente no he hecho ese estudio, pero si estoy familiarizado con la idea. El presidente chino, Xi Jinping, está convencido de que la hegemonía de los modelos sociales y económicos de occidente durante los últimos 200 años son un paréntesis histórico en la supremacía china sobre el mundo, y está haciendo su parte para restaurar esa supremacía. No es único en esa visión, puesto que ya hace unos cuarenta años un alto dirigente chino, Chou En-Lai respondió al preguntársele que opinaba acerca de la revolución francesa y respondió que era demasiado pronto para llegar a conclusiones. Esa perspectiva histórica de los lideres chinos se manifiesta hoy día en el expansionismo económico que ha mantenido durante los últimos diez años (abiertamente), y con la bienvenida de muchos receptores de ese expansionismo por suponer que “el modelo chino” puede ayudar al bienestar propio de su país.

No debemos dejar de recordar que China sufrió bajo el régimen del PCC de Mao una de las peores hambrunas del mundo en los años 60 del siglo pasado. Esto, en combinación con la purga de la revolución cultural y la caída del muro de Berlín creó las condiciones para el cambio del modelo de uno autocrático-comunista a uno autocrático-capitalista, esencialmente promovido por Deng Xiao Ping, el primer presidente chino que visitara a los EE.UU. Las instituciones creadas por el PCC se mantuvieron y mantienen, pero ante la desintegración de la Unión Soviética, y el temor a la recaída en la disfuncionalidad económica que causó la hambruna, la apertura a occidente fue inevitable.  La incorporación de China a la economía mundial comienza con su designación como MFN condicional en los años 80, y así comienza el despegue económico.  Es su aceptación del modelo occidental de desarrollo lo que le permite modernizarse.

Ese modelo aceptado tiene sus condicionantes. El occidente celebra la casi infinita mano de obra barata que ofrece China y se dedica a invertir construyendo fábricas de todo tipo. Occidente también ve con ojos ambiciosos el potencial de un enorme mercado consumidor, fácil presa de las baratijas brillantes que ofrece– o así pensaban muchos.  Pero el liderazgo chino ve la apertura de otra manera, utilizando espionaje industrial y simple copia, comienza a producir sus propis clones de los productos occidentales e impone barreras formidables a la penetración del mercado chino por las empresas occidentales. Al mismo tiempo conduce un gran programa de capacitación técnica y administrativa, becando a decenas si no cientos de miles de jóvenes leales a estudiar en las mejores universidades de occidente. Todos estos factores que permiten el despegue económico chino son irrepetibles en cualquier otro país que pretenda emularlo, comenzando por el tamaño del mercado interno, salvo India, que no parece tener planes hegemónicos mundiales, y también ha logrado un cierto despegue económico bajo una forma de democracia perfectible. El engaño de la ilusión del modelo chino que vende ese país, es tentador para países pobres y con liderazgo autocrático, puesto que ven su posibilidad de mantener el poder, pero despegar económicamente. Eso es una ilusión; el caso de China es único, su despegue se inicia al aceptar las ideas de desarrollo y economía occidentales, y su autoengaño acerca del bienestar producido por la economía dirigida y la sociedad estratificada comienza a derrumbarse. Las ciudades fantasmas, despobladas y en desuso son apenas un signo evidente y superficial de la enorme corrupción e ineficiencias generadas por “el modelo chino”. Los vaivenes de su mercado de valores manipulado han destruido fortunas. La supercomputadora del mercado libre es imposible de controlar de manera eficiente y la mano invisible castigará esas ineficiencias. A largo plazo (y recordemos lo que el corto plazo es para los chinos) su modelo económico no es sostenible. La planificación central, el monopolio estatal, y el adoctrinamiento de la población a favor de un modelo de castas determinadas por la lealtad al partido (La India tiene un problema similar) no es sostenible.

¿Qué piensa sobre la aplicación de esas políticas inicialmente autocráticas – en conjunto – a los países latinoamericanos y específicamente a la Venezuela post-chavismo? ¿Sería posible, seria cultural, ética de trabajo, caudillismo, religión?

Nuevamente, reitero, el modelo chino es malentendido, y esa mala interpretación es generada por la misma China mediante propaganda que hace pensar que es un modelo alterno al modelo de libre mercado y democracia.  Muchas naciones, con la excepción casi explicable (pero no es el momento) de los EE.UU., tienen su origen como nación-estado con un régimen autocrático estableciendo el monopolio de la violencia dentro de sus territorios. En el caso venezolano, Juan Vicente Gómez es el que unifica a Venezuela como estado-nación. Esa es una etapa superada, pero es posible que en un escenario post-chavista sea necesario nuevamente unificar el país mediate ciertas tácticas generalmente indeseables, violentas y cuasi autocráticas. Existen otros escenarios de reconciliación que no nos regresan a los tiempos de la Lucha Armada, mucho menos a los inicios el S. XX y Gómez. Recuperar el monopolio de la violencia puede lograrse bajo un régimen democrático, sin necesidad de tácticas autocráticas exageradas. Podemos ver el ejemplo de Polonia o África del Sur y. posiblemente, veremos algo que aprender en la Siria post-Assad. Ciertamente espero que haya lecciones aprendidas del fracaso de la no-reconciliación en el caso del Irak post-Saddam.

No me gusta especialmente citar o recordar a Bolívar, por su asociación a la excesiva e hipócrita referencia que tantos hacen de él, pero él lo tenía claro: la creación de republicas aéreas que no contemplen la realidad cultural, la ética de trabajo, la fascinación con el caudillismo, y la relación con la religión de los habitantes de nuestro país, está condenada al fracaso. No hay modelo chino, o estadounidense o europeo que valga. El modelo que debemos seguir es el modelo venezolano, y este todavía está por cuajar. Es un modelo con sus raíces en los cuarenta años de democracia perfectible que vivimos, los años que nos demostraron el verdadero potencial de Venezuela.

Espero que haya logrado responder de alguna manera las inquietudes generadas por la entrevista y que amablemente me hiciste.

Un gran saludo,

CJR

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Carlos J. Rangel
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Libros de Carlos J. Rangel:



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