El 21 de noviembre de 2024, El Club de la Libertad, en Corrientes, Argentina, invitó a Carlos J. Rangel a hablar acerca de Venezuela, su estado actual y su futuro. Este es el discurso / ponencia de Rangel en el evento.
Gracias a
todos los presentes, damas y caballeros, por participar en este foro, un evento
enfocado sobre el futuro y potencial de nuestras economías. Economías que
enfrentan gran incertidumbre ante las tensiones por el cambio. Cambio desde un mundo
esencialmente unipolar hacia uno en donde las potencias se disputan activamente
los centros del poder económico y político. Esas tensiones, que parecen
contradictoriamente aislacionistas e imperialistas simultáneamente, crean
aperturas aprovechables, incluso para una situación como la que vive mi país,
Venezuela. La oposición venezolana le agradece mucho a Argentina su
solidaridad con la causa y el albergue a nuestros compatriotas. Muchas gracias.
Quiero agradecer especialmente al Club de la Libertad y a su presidente,
Alberto Medina Méndez, por utilizar estos eventos para mantener viva la causa
de la libertad en Venezuela, y por su invitación a que yo compartiese por
algunos minutos con ustedes mis reflexiones sobre el presente y el mañana en
Venezuela.
El 28 de
julio de 2024 fue una fecha trascendental para Venezuela. Puede esperarse incluso
que en algún futuro posible, y manteniendo esa costumbre común de nuestros
países, alguna avenida, plaza o barriada sea nombrada con esa fecha; la fecha que
definitivamente evidenció el anhelo indiscutible de los ciudadanos venezolanos
de terminar el experimento chavista.
La propuesta chavista era cambiar las estructuras económicas y sociales del país para lograr igualdad y justicia social administrada mediante un fuerte gobierno central. Bajo esa propuesta, el gobierno central asumía el control sobre los recursos naturales y activos fijos del país, y la administración de su explotación. La propuesta se basaba sobre la premisa de que Venezuela era un país rico, rico en minerales básicos necesarios para la economía mundial. Con los amplios recursos financieros obtenidos por ese control, el gobierno podría satisfacer las necesidades de todos los venezolanos. Esa fue la promesa de Chávez.
Hay muchas
razones por las cuales ese experimento resultó en un gran fracaso. Pero la
razón fundamental es debido a su contradicción interna: lograr orden, igualdad
y justicia mediante el control central y absoluto de la sociedad y la economía.
Ese control eventualmente y necesariamente será autoritario, y es imposible
lograr igualdad y justica bajo esas condiciones. No solo Venezuela ha vivido la
tragedia generada por esa contradicción conceptual. Cuba, por no mencionar
otros, es otro gran ejemplo en nuestro hemisferio de autoritarismos de
izquierda con fantasías de utopías. Por supuesto la Unión Soviética, Corea del
Norte y China Comunista son ejemplos notorios en el mundo.
Sin embargo,
no debemos descartar ese otro vértice ideológico cuyos resultados igualmente
resultan en fracaso: el autoritarismo de derecha. Fracaso de otra índole, pero
en la misma familia. Las contradicciones estructurales de esta otra propuesta
autoritaria también estancan a la sociedad enquistando oligarquías, sean
civiles o militares. Esto lo hemos visto en el pasado de Latinoamérica y el
Caribe: en el Paraguay de Stroessner, la Nicaragua de Somoza, el Haití de Papa
Doc, hasta en el México de Porfirio Díaz a principios del siglo pasado, cuando Civilización y Barbarie se confundían fácilmente; y alrededor del mundo con el
Irak de Hussein, el Irán del Chá, y tantos otros ejemplos frecuentemente
citados por la izquierda y que ustedes han oído. Hoy día incluso estamos
viendo lo que podemos calificar de autoritarismo de derecha en países como
Rusia y la China actual, con creciente desigualdad, tiranía y economías en
descenso estructural, buscando su rescate mediante la expansión imperialista.
Al igual que las de izquierda, las élites dirigentes de derecha pretenden
mantener sus privilegios eternamente, viviendo esa fantasía de Voltaire de que
viven en el mejor de los mundos posibles, y que todo cambio es innecesario,
indeseable y peligroso.
Esto ocurre
por igual tanto en los autoritarismos de derecha como en los de izquierda.
Ambos han creado un mundo para sus élites con privilegios basados en rentas
monopólicas, sean del estado o de los oligarcas, acumulando poder y activos. Un
mundo que quieren mantener, conservar a toda costa; es decir son conservadores.
Todo mandato autoritario es conservador, viven en su mejor mundo posible y no
quieren que cambie. Venezuela tiene un gobierno conservador, al igual que Cuba.
Irán, Hungría, Rusia y China. Son variaciones de la combinación mandato
autoritario / capitalismo, o mandato autoritario / comunismo. Combinaciones
destinadas al fracaso económico, social, conducentes a gran descontento popular
con la consecuente represión totalitaria. Represión que va desde la pasiva
mediante fraudes electorales y control de medios, hasta las activas con
milicias, prisión, tortura y muerte.
Hayek nos
instruye para entender mejor esta dicotomía derecha / izquierda en su “Postdata
a Fundamentos de la Libertad”. Hayek denuncia tanto a la extrema derecha como a
la extrema izquierda por ser ideologías que buscan suprimir la individualidad
para asumir el control de la sociedad. Ese control se basa en el supuesto de que
el bienestar colectivo es mejor entendido por su élite de ideólogos que por un
individuo cualquiera en búsqueda de su bienestar propio; que ciertos elementos,
anhelos o “perversiones” de esa individualidad es mejor controlarlos en aras
del bienestar colectivo. Por eso, esos ideólogos de derecha o de izquierda
proponen leyes, reglamentos y acciones que coartan la libertad. Esa intelligentsia
de izquierda o de derecha pontifica que ella es la que mejor sabe lo que es
mejor para cada quien en aras del bienestar social.
Todos esos
son experimentos destinados al fracaso y al rechazo, como lo demostró Venezuela
el 28 de julio. Ese día la ciudadanía venezolana dijo “ya basta”. Dijo que el
experimento chavista, ni nada que se le parezca, no solucionaba la desigualdad,
ni mejoraba la vida, ni ofrecía futuro; dijo que el experimento chavista
quebraba familias y generaba miseria; dijo, utilizando la poderosa voz del voto
democrático de cada uno, que la élite chavista no merecía su confianza ni merecía gobernar.
El 28 de julio, los ciudadanos venezolanos optaron por ese concepto difuso de
“libertad”, uno de esos conceptos que a veces uno no sabe qué es exactamente,
pero que si sabe cuándo no la tiene.
Anteriormente
he tenido la temeridad de definir la libertad como la condición bajo la cual un
ser humano tiene la oportunidad de desarrollar su pleno potencial como tal. Un
gobierno que busca controlar a cada individuo para obligarlo a aportar su
esfuerzo y mente al modelo que dicho gobierno prescribe como ideal, no es un
gobierno apegado a la libertad. Contra eso, y a sabiendas que la opción era un
salto al vacío, que ese voto sería el comienzo de un proceso de restauración
que no sería fácil, los ciudadanos votaron masivamente y con alegría por
Edmundo González Urrutia, quien simboliza y unifica el anhelo de libertad del pueblo
venezolano. Venezuela optó por democracia y libertad. La oportunidad de hacer
mejor vida.
La dicotomía democracia
/ autocracia existe desde hace siglos, y cuando el anhelo democrático ha prevalecido,
la humanidad ha prosperado, ha progresado. El afán de superación individual es una
sublimación del instinto natural de supervivencia, y se manifiesta en emociones
como la codicia y la ambición las cuales, de por sí, no son malas, como diría
Gordon Gekko en “Wall Street”. O mejor, como argumentaría durante aquel momento
del despertar liberal del S. XVIII Adam Smith: cuando existen las condiciones
para que cada individuo busque, persiga, trabaje por su mejora personal, toda la
sociedad mejora. Es decir, el capitalismo es un mecanismo eficiente que utiliza
la libertad para mejorar la sociedad como un todo. El capitalismo se contrapone al mercantilismo,
cuyas diferencias esenciales son que el primero se basa en la creación de la riqueza,
el otro en la acumulación de la riqueza. El comunismo es la manifestación
moderna de la mentalidad mercantilista, enfocado en la distribución de lo que para
su modelo es un recurso limitado, la riqueza, la cual extrae como renta, sea de
la naturaleza o de la sociedad, hasta agotarla.
Sociedades
que han experimentado con esa idea de la distribución de la riqueza como base
fundamental para generar bienestar social han fracasado en esa meta, y algunas
ahora experimentan con lo que se puede describir como mandato autoritario con
capitalismo; Rusia, China, Hungría, e incluso, con tanteos y asomos, en
Venezuela. En Cuba han habido innumerables “procesos de apertura” permitiendo
microempresas y otros experimentos.
Pero bajo
regímenes autoritarios, estos intentos proto-capitalistas están destinados al
fracaso, solo refuerzan al régimen. He definido recientemente al mandato
autoritario como aquel en donde los seres humanos sobreviven y prosperan dependiendo
de los caprichos oportunistas de un régimen cuyo centro ideológico es el
derecho legítimo de concentrar el máximo poder en su líder. Dicho con el
viejo refrán popular, tal vez revelando alguna simpatía de nuestras culturas por
el mandato autoritario: “el que a buen árbol se arrima, buena sombra lo
cobija”. Pregúntenle a Jack Ma, el fundador de Ali Baba, que tal funciona
eso.
Depender del
capricho oportunista, de la sombra reconfortante, de un líder autoritario, aun cuando
dicho líder haga aperturas hacia el capitalismo, es una propuesta peligrosa
para cualquier individuo. Más aun, es ineficiente para una sociedad e insostenible
a largo plazo.
Es esa
combinación de democracia con capitalismo la que genera riqueza, y tiene la capacidad
de renovación y regeneración que con mayor efectividad y eficiencia incrementa
el llamado bienestar social. La propuesta ganadora en las elecciones
presidenciales de Venezuela, la aceptada por más de tres cuartas partes de los
que pudieron votar, fue democracia con capitalismo, la combinación que ha
generado la mayor prosperidad de las naciones y el mundo desde su surgimiento
en el S. XVIII.
En
conversaciones y comunicaciones con ciertas personas del liderazgo opositor mucho
antes y después del 28 de julio, estábamos claros de que las elecciones
presidenciales, aun siendo clave, no eran sino un paso, una etapa más en la
restauración de la democracia en Venezuela, al igual que lo había sido el 22 de
octubre del año pasado, el día en que las primarias opositoras ratificaron la
dirigencia indiscutible de Maria Corina Machado como su líder. Desde hace más
de dos años ya habíamos planteado la necesidad de obtener la prueba en las
mesas electorales de la victoria de la oposición democrática en las elecciones
presidenciales. Esta estrategia, implementada tácticamente con los “comanditos”
recabando evidencias, ha demostrado fehacientemente, ante cualquier persona u
organismo independiente, que Edmundo González Urrutia es el presidente legítimamente
electo de Venezuela. Desde la noche del 28
tengo la costumbre de revisar periódicamente la página web del Consejo Nacional
Electoral, del CNE. Aquel día la página se cayó alrededor de las 8PM, si
recuerdo bien. El régimen culpó a la oposición de hacer un jaqueo que había
tumbado la página. Esa excusa, o revela una ineptidud abismal por el equipo
técnico del CNE, y sus aliados internacionales, o es una mentira más grande que
cualquier nariz imaginable de Pinocho puesto que hasta el día de hoy, casi
cuatro meses después, sigue caída esa página.
La estrategia
para llegar hasta el final se mantiene en pie. Todas las piezas están donde
deben estar y están encajando como deben encajar. El régimen ha reaccionado a
la revelada desnudez de su descarado fraude con el desespero y temor de una
bestia acorralada, lanzando gruñidos, zarpazos y dentelladas. Sus 200 presos
políticos de costumbre, por coincidencia el mismo número que mantenía el tirano
Rosas, los ha multiplicado por diez. Actualmente en las cárceles, mazmorras, y
sótanos ocultos de la tiranía hay alrededor de 2000 personas detenidas con
cargos espurios de incitación al odio, a la violencia y al terrorismo, cargos
levantados por alzar su voz defendiendo la soberanía popular manifestada el 28
de julio. A esos 2000 se le suman centenares, miles de personas atemorizadas,
refugiadas, exiladas por la persecución del régimen, por estar “en la lista”;
persecución y prisión que ha resultado en muertes, escalando la violencia
criminal del régimen. Recordando a Winston Churchill, ante la lucha contra la
sanguinaria tiranía solo puede prometerse sangre, trabajo, lágrimas y sudor
hasta lograr la victoria, la libertad. Estos héroes venezolanos son héroes de
la libertad.
Por favor, un momento de
silencio para los caídos.
La comunidad
internacional ha sido pieza clave en debilitar y deslegitimar al régimen. El desconocimiento,
incluso por supuestos aliados vecinos, del resultado "oficial" de las elecciones
se mantiene como columna principal de la fuerza opositora; los homenajes y
reconocimientos internacionales a la líder opositora fortalecen su posición
como tal; la diplomacia experta del presidente electo en países y organismos
internacionales acorralan cada vez más a las élites de la tiranía. No voy a decir en este foro que hay
negociaciones en curso con algunos miembros de esas élites tiranas. No lo voy a
decir. Las elecciones presidenciales en
los EE.UU. hace unas semanas aclaran vías en esas negociaciones que no están
ocurriendo con algunos miembros del régimen; esos que ven con anhelo alguna
playa distante y tranquila, con familiares y amigos cercanos a su lado, lejos
de hogueras, horcas y muchedumbres enardecidas. Aquellos dentro de las élites
del régimen que no ven esa negociación, que no está ocurriendo, es probable que pronto
se percaten de que rechazaron una oferta que no podían rechazar. Porque ya
están del lado equivocado de la historia.
Esquilo, hace unos dos mil quinientos años, nos decía: “es enfermedad que
llega con toda tiranía, la de no confiar en amigos”. Sabemos por qué.
La historia
nos ha demostrado que la combinación democracia / capitalismo es la combinación
que genera mayor prosperidad. La historia nos ha enseñado también que la
democracia es un torbellino de ideas permanente, un agitar creativo indetenible,
un ir y venir circular de propuestas, riñas entre lideres con opiniones contradictorias;
una apariencia de caos constante, con contiendas electorales donde los
vencedores se creen dueños de la razón, la verdad y el mundo, y los perdedores se
rasgan las vestiduras y se halan los cabellos -- hasta la próxima elección.
Ante el caos
y la incertidumbre permanente de la democracia la ilusión del mandato autoritario
que promete orden y certeza es tentadora. Todo aquel que dice o escribe que la
democracia está en peligro tiene razón, siempre. Pero la democracia vale la
pena; la historia nos ha enseñado que es ella en combinación con la libertad la
que genera paz y prosperidad en las naciones, y por eso vale la pena luchar por
ella. Todo esto nos hace recordar nuevamente a Churchill, quien calificaba a la
democracia como el peor de los sistemas de gobierno, salvo todos los demás.
Las élites del régimen venezolano, esas élites conservadoras, mercantilistas, monopólicas, tiránicas que pretenden aferrarse al poder y someter al país están del lado equivocado de la historia. Su visión de su mejor mundo posible se derrumba y algunos todavía le hacen caso cándidamente al bla bla bla del profesor Pangloss, todos los profesores Pangloss en sus medios. Pronto despertarán en el nuevo mañana de Venezuela, el nuevo mañana; porque la historia también nos ha lo enseñado: tiranías eternas no son.
Muchas gracias.
VIDEO DE LA PRESENTACION EN LA CONFERENCIA:
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