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miércoles, 18 de octubre de 2017

¿FRAUDE, ABSTENCIÓN O DEMOCRACIA?

No me arrepiento de haber estado de acuerdo con ir a votar. Los resultados son los esperados: fraudulentos. El fraude es público y notorio y ni siquiera hacen falta las actas de las mesas de votación para demostrarlo. Las cifras son las siguientes, según el CNE:
  •  Registro Electoral Permanente: 18.082.006 (100%)
  • Votos emitidos: 10.930.165 (60,54% de votos emitidos, es decir 39,46% de abstención)
  • Votos a favor de candidato oficialistas ganadores: 5.754.154 (52.64% de votos / 31,82% del REP)
  • Votos a favor de candidatos no-oficialistas: 5.095.545 (46.62% de votos / 28,11% del REP)

Los reportes de testigos en la calle hacen pensar que hubo más concurrencia que tanto para las elecciones de la ANC como para las de la consulta del 16 de julio, pero es difícil saber la verdad. Esas elecciones recientes sirven de todas maneras para aproximar el sentimiento del electorado por lo cual, si fueran a creerse las cifras, tanto el oficialismo como la oposición deberían estar alrededor de los 7MM de votos en una elección con abstención “normal”. La última elección nacional (AN 2015) le dio 7,7MM a la coalición opositora, mientras que la coalición oficialista obtuvo 5,6MM de votos.

Con estas cifras a la mano, es difícil creer que de 7,7MM para la AN2015 y 7,5MM para el referendo consultivo 2017, el voto opositor bajase a 5,5MM. La tendencia “irreversible” de la oposición ha sido en el sentido contrario. En elecciones nacionales ha subido, según datos oficiales, de 6,6MM (Presidenciales 2012), a 7,4MM (Presidenciales 2013) hasta 7,7MM (AN2015); en cambio para la oposición ha sido el contrario, 8,2MM (presidenciales 2012), 7,6MM (Presidenciales 2013) y 5,6MM (AN 2015). La condición del país no ha cambiado para bien, como para premiar a sus gobernantes con un cambio de apoyo popular en el voto, y las tendencias lo señalan.

Pero al existir la trampa/mito de la abstención esos “ausentes” pueden manipularse. Primero, hay que asegurarse de que existan. Por eso la campaña oficialista a favor de la abstención de la oposición. Me he pronunciado sobre este tema anteriormente y no vale la pena debatirlo mucho, pero creo que las razones de los líderes opositores que en una primera instancia acogieron la posición abstencionista son válidas y no se las critico en absoluto. El oficialismo vio en ese llamado, sin embargo, una oportunidad que no dejo escapar y promovió activamente esa posición.

La fuerza con la que la oposición votante respondió, sorprendió al oficialismo y por ello tuvo que recurrir a compra de votos, cambios en reglas, boletas mal diseñadas y cambios en centros de votación, e incluso intimidación directa para confundir, desalentar e impedir el voto opositor. Hace falta un “pool” de votos no contabilizables para poder hacer la trampa. Para eso usaron abstencionistas y nulos. Según el Consejo Nacional Electoral, los votos obtenidos por el oficialismo representan el 31,82% del registro electoral y los votos emitidos en contra de los “candidatos del pueblo” (como los calificaba el mismo CNE) fue 28,18%. Los analistas y expertos en cuestiones de fraude electoral han determinado que es difícil detectar fraude en diferencias menores o alrededor del 5%. En este caso la diferencia fue de 3,64% en el registro electoral. La diferencia en votos emitidos fue 6,03%.

Sin lugar a dudas hubo fraude. Ni siquiera hacen falta las actas para saber que la elección fue una burla a lo que representan elecciones bajo una democracia. Pero eso se sabía que iba a ocurrir, eso no es sorpresa. A mi juicio debía votarse para demostrar contundentemente el fraude y ejercer entonces toda la presión nacional e internacional en contra del régimen; para eso si hacen falta las actas.  Las declaraciones de Maria Corina Machado en su rueda de prensa cabalgan sobre esta realidad, y es lo que debe hacer toda la tolda opositora. Ante el fraude anunciado (o esperado) lo que la MUD y todo opositor tenía que tener era una estrategia para fortalecer la democracia—y debilitar la dictadura. Lo que se esperaba del liderazgo opositor y no se le ha visto hacer fuertemente es lo siguiente:
  • Defender físicamente el voto – testigos nacionales e internacionales abundantes y con capacidad de documentación.
  • Defender la integridad del voto – mantener la cadena de custodia de las actas y copia pública de las mismas.
  • Denunciar claramente y con pruebas irregularidades en los dos primeros puntos e introducir recursos legales en tribunales y organismos internacionales (para lo cual debían haberse contactado con dichos tribunales y organismos previamente).
  •  Publicar las actas de mesa válidas en caso de ganar alguna gobernación con documentación del proceso de voto y custodia, y retar a los candidatos oficialistas ganadores a que hagan lo mismo.
  • Rechazar la juramentación ante la ANC y juramentar ante sus representados, así sea en alguna plaza pública de la capital del estado respectivo.

Hasta ahora el único que parece estar tratando de demostrar de manera activa el fraude en el conteo es Andrés Velásquez, en el estado Bolívar, por tener en su poder (según dice) las actas electorales auténticas. Según el CNE faltan tres actas y según el mismo CNE Velásquez perdió por 1.471 votos (0,26%).

Las elecciones en sí no importan, y espero que ni se les ocurra a los candidatos opositores ganadores juramentarse ante la ANC, por muchas razones entre ellas que, bajo el concepto de federación, su juramento corresponde hacerlo ante el Consejo Legislativo de sus respectivos estados, es decir, dicho juramento sería anticonstitucional y debemos suponer que, aun en su delirio, la ANC no está por encima de la constitución vigente.

Pero las confusiones, falta de criterio y “unidad” en la Mesa de Unidad demuestran que francamente no parece existir pensamiento estratégico a largo plazo en esa coalición oposicionista. Luis Almagro ya había redactado su respuesta ante las elecciones tanto en español como en inglés; Maria Corina Machado evidentemente estaba preparada con su discurso. ¿Cómo es posible que ante un fraude anunciado, telegrafiado y previsible no existiese una respuesta ya lista, coherente y unida por la dirigencia de la Mesa de Unidad Democrática? La recaudación de pruebas era lo más importante, pruebas visuales, documentales e irrefutables para presentar ante organismos a todo nivel la ilegitimidad tanto de la elección como de su organismo rector, el CNE. Ese era mi pensar, mi razón para apoyar el voto, un sentido estratégico del proceso, pero la falla de liderazgo en este aspecto es abismal.

Vamos a estar claros: el llamado a la abstención no caló. Siempre equivocado y siempre contradictorio, el dictador afirma que estas elecciones históricamente fueron las más concurridas. No hay que buscar mucho para saber que miente, tanto porcentualmente como en números absolutos. Las regionales de 2008 con un REP de 16.8MM tuvo una votación de 11MM para una participación de 65,61%. Las cifras en las del 2017 son REP 18MM, votos 10.9MM y participación 60,54%. Pero, suponiendo que ese 5% de diferencia hubiese sido un 80% opositor (una aproximación de Pareto), aun así los resultados finales serían 5.818.825 votos opositores contra 5.934.974 oficialistas. El problema no fue la abstención, fue el fraude.

Un punto más y final sobre este resultado. La coalición opositora de la MUD no parece estar clara en sus objetivos, y eso confunde al electorado. La coalición la componen un número de partidos con diversos programas de gobierno, piensa uno, supone uno. Pero el objetivo original de la MUD no es gobernar, es cambiar el modelo electoral—salir del régimen dictatorial y competir en democracia abierta. Es por eso que el PSUV y el oficialismo tienen una cierta ventaja estructural: están proponiendo y prometiendo gobernar, mientras que el mensaje percibido por el electorado acerca de la MUD es que quiere anarquizar: destruir el gobierno, “salir del régimen y después veremos”. Se le pide al electorado un salto al vacío, que acepten un futuro de incertidumbre. Por supuesto que muchos viven en un presente certero de miseria e inseguridad, pero el dicho que para muchos aplica es “más vale malo conocido que bueno por conocer”.  


Para el burócrata estatal, el buhonero, el ruletero, mata-tigres y el de a pie, le hace falta que le propongan algo que vaya más allá de elecciones y protestas. ¿Cómo se van a crear empleos verdaderos? ¿Cómo se va a fortalecer la pequeña y gran empresa privada? ¿Cuál es el plan de abrir los canales humanitarios? ¿Cómo se va a estabilizar la moneda y la inflación? No hay varita mágica y eso se le tiene que decir al electorado, pero también hay que presentar un plan realista con objetivos concretos. Hay que argumentar por un nuevo consenso de lo que es el país, una hegemonía ideológica que descarte la existente. Eso es lo que han hecho movimientos opositores exitosos contra dictaduras que eventualmente han desarrollado democracias. Lo contrario es venderle promesas vacías a un pueblo percibido por sus líderes como incapaces de aceptar la cruda realidad; y Venezuela ya ha tenido suficientes líderes de ese tipo.

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