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domingo, 10 de diciembre de 2017

DIÁSPORA vs. EXILIO vs. EMIGRACIÓN.

El término diáspora originalmente describe al pueblo judío, errante y sin patria durante miles de años. En el vocabulario moderno se utiliza para describir una gran población de emigrados de cualquier país, pero su acepción original de gente sin territorio, en búsqueda de una patria, genera una gran reflexión. Mucho se habla de la diáspora venezolana, los ya 3 millones de emigrados alrededor del mundo, una mezcla de refugiados económicos, políticos y culturales buscando vida en otras tierras. Pero la acepción diáspora de gente sin patria no aplica a la mayoría de este grupo de personas; estipulemos entonces exiliados para definirlos globalmente.
Los exiliados venezolanos sienten que sí tienen una patria, un territorio definido que frecuentemente asocian con hitos geográficos como el Ávila, la Gran Sabana, el Lago de Maracaibo, el Pico Bolívar, los Médanos de Coro o, incluso, el territorio en reclamación de la Guayana Esequiba. La patria perdida es la que ofrecía una percepción de oportunidad y desarrollo, de seguridad y de familia, de confianza en que el futuro sería mejor que el presente. Una nación con promesa de futuro.

La condición económica.

La condición económica ha impulsado a muchos pueblos a la emigración. Famoso es el caso de Irlanda, que generó una gran emigración hacia los EE.UU. a mediados del siglo XIX. La colonia irlandesa en los EE.UU. mantuvo raíces con su madre patria y el resentimiento contra los causantes de la Gran Muerte, razón originaria de la emigración (los ingleses), financiando eventualmente terrorismo en Irlanda del Norte. La emigración de italianos, españoles y portugueses hacia Venezuela a mediados del siglo pasado se origina en las condiciones económicas de sus respectivos países de origen al finalizar la segunda guerra mundial. Las oleadas de inmigrantes legales e ilegales hacia los EE.UU. desde México, Centroamérica y el caribe son fundamentalmente originadas por la condición económica. En todos estos casos, el denominador común es el emigrante como desplazado económico en su país de origen, típicamente joven y frecuentemente enviando remesas de vuelta a su familia, aliviando de esa manera la situación económica de los que allí quedaron.
Desde el año 2012, con cifras debatibles de origen[1], el PIB de Venezuela ha disminuido notablemente. Son dieciséis trimestres del 2012 al 2016 en disminución, y se estima que el 2017 también será menor que el 2016. La definición económica de recesión es dos trimestres consecutivos con disminución del PIB. No hay definición similar para depresión económica, pero veinte trimestres consecutivos fácilmente puede categorizarse como tal. Es aquí que se rompe la promesa de futuro.
La solución que pretende el régimen a la crisis económica es extraordinariamente utópica y contradictoria a toda lógica económica real. Mientras espera en el “Dios proveerá” con su esperanza de que aumente el precio del petróleo, el colapso de la producción y la liquidación de activos presentes y futuros hunde al país aún más. No habrá repunte posible en los precios del petróleo que compense la destrucción de la capacidad productiva de PDVSA.
La política monetaria está eliminando el bolívar como medio de transacción y el régimen está sustituyéndolo por transacciones con el Carnet de la Patria, cumpliendo así uno de los objetivos de las propuestas de Dieterich Steffan[2] (y Marx): eliminar el dinero. Con su reciente propuesta de la cripto-moneda “petro”, el régimen demuestra su desconocimiento de la base liberal del auge de dichas monedas, la independencia y autonomía de las mismas de autoridad central y, por supuesto, la propia constitución que prohíbe enajenar los recursos naturales el país. Pero lo cierto es que la propuesta del “petro” no es la creación de una cripto-moneda gubernamental (un contrasentido conceptual) sino un paso más hacia la eliminación del dinero en manos de individuos para transformar las transacciones en un intercambio digital controlado por el gobierno. Un corolario del Carnet de la Patria.
El empeño enfermizo de persistir y profundizar políticas económicas y sociales que arrojan irrevocablemente los mismos resultados de miseria cada vez mayor es clínicamente irracional. Las consecuencias sobre el país impactan todos los sectores sociales y han llevado de fuga de cerebros a crisis humanitaria regional. La ONG Cáritas reportó[3] en septiembre de 2017 un nivel de crisis en la desnutrición infantil en el país. Las inferencias del informe arrojan amenaza de muerte inminente por desnutrición a 300.000 niños menores de 5 años, y un grave deterioro en el desarrollo físico y cognitivo futuro en todos los niños en Venezuela.  En la perversión más grave de la culpabilidad escurrida por el régimen, madres han sido enjuiciadas después de llevar a sus hijos a clínicas en condiciones de desnutrición grave y muerte, acusadas de abuso a menores. Las muertes diarias y las taras físicas y mentales a largo plazo debido a desnutrición y escasez de medicinas son imputables directamente al régimen y su represión económica.

La condición política.

La represión política es brutal y se manifiesta en el gran número de presos políticos encarcelados en rotación o con orden de presentación y libertad condicional; y los asesinados. Contra las protestas cívicas, herramienta fundamental del pueblo soberano en regímenes democráticos, la dictadura lanza medidas desproporcionales, utilizando armas de guerra, fuerzas milicianas y alimentando el sectarismo. Esta represión ha llevado a innumerables personas a abandonar el país, algunos escapando, otros antes de ser obligados o apresados.
El exilio político puede ser voluntario o forzado. Es notorio el caso histórico de Jóvito Villalba, líder del partido ganador de las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1952 y expulsado del país por el dictador Marcos Pérez Jiménez a los pocos días de esa victoria. Muchos dirigentes políticos e intelectuales públicos no han sido forzados a un avión o un barco, o evadido alcabalas hasta la frontera; simplemente se han ido a tierras extranjeras a practicar su oficio u otro nuevo, con la esperanza de que si cambia la condición del país, podrán retornar a contribuir a su desarrollo.
En contraste con el exilio económico, el exilio político se caracteriza por ser más activista. En este grupo se encuentran los llamados “guerreros del teclado”, tanto en el territorio como en el extranjero, exacerbando y alentando posiciones maniqueas. La capacidad de influencia de éstos en el país es limitada, debido a las limitaciones de difusión inherentes a los medios electrónicos y el control de la información por el régimen. A su conveniencia, el régimen utiliza opiniones de estos “guerreros” para argumentar y proponer medidas represivas, tales como la “Ley contra el Odio”, y tomar medidas de represión judicial, apresando y soltando para someter al terror la libre expresión de ideas.
Este grupo además incluye activistas de alto perfil con pasado político y enfrentados al régimen. Entre éstos se incluye todo el espectro, desde chavistas-en-desgracia hasta representantes del llamado neo-liberalismo: el pluralismo esperado de una democracia. Los más destacados (en todo ese espectro) han hecho meritorias campañas internacionales que han logrado el objetivo de desenmascarar al régimen como una tiranía corrupta, basada en fraudes electorales y asociado con elementos criminales transnacionales. Todos aportan.
Como porcentaje sobre los emigrados, el número de exiliados políticos de alto perfil no es alto, pero su influencia sobre el gran exilio es grande. Han apropiado un liderazgo considerable y, en caso de haber una transición democrática en Venezuela, estos deberán ser incluidos en la misma para aportar credibilidad a dicha transición y crear incentivos al retorno del exilio para gran cantidad de compatriotas.

La condición cultural

Un sector del exilio se define por su sentido de alienación social y cultural que ha desarrollado por los cambios ocurridos en su patria de origen. La condición de creciente “pureza” ideológica totalitaria en Venezuela contrasta con la de una sociedad que permite florecer e intercambiar diversidad de iniciativas, ideas y opiniones abiertamente, condición conducente a la creatividad intelectual, artística y empresarial— y característica fundamental del liberalismo.
Ese coartar de la creatividad aliena individuos y los impulsa a buscar oportunidades en otros países. Este impulso es el que los hace crear vida y patria lejos de su tierra y eventualmente perder por esa alienación la patria de origen, convertidos en verdaderos miembros de una diáspora, gente en búsqueda de una nueva patria. Aquella patria que conocieron ya no existe y aun cuando visiten el territorio, el país en el que nacieron y crecieron ya no existe más, ya no tienen hogar allí –o al menos así lo perciben.
Pero sí tienen raíces. El profesional que se va a buscar fortuna en otras tierras no es exclusivo de regímenes totalitarios y las anécdotas son tantas que las hay hasta en la Biblia. Cuando el talento y la iniciativa personal impulsan al individuo a buscar otros territorios para desplegar sus capacidades esto no significa que abandona sus raíces. La diferencia entre el hijo pródigo y el exilado ocurre cuando el deterioro en la tierra natal es tal que le resulta imposible regresar y mantener las oportunidades, carrera y vida hecha en aquella tierra lejana. En ese momento, el ido pasa a ser sobreviviente y, para muchos del territorio, fugado.
El síndrome del sobreviviente puede generar gran sentimiento de culpa entre los exiliados. En las redes sociales son cuestionados cuando comparten felicidades pasajeras o éxitos materiales. En el lado negativo, esto puede conducir a una radicalización entre algunos miembros de este grupo, manifestado en exilios pasados como el irlandés y el cubano, apoyando materialmente a grupos de oposición violenta al gobierno. En el lado positivo, algunos miembros individual o conjuntamente toman acciones de ayuda y apoyo material y logístico para aliviar índices de escasez alimentaria, sanitaria y educativa en el país.
  


El dolor de exilio (redux)

“Se va acercando al diez por ciento la población venezolana que vive en el exilio, en muchos casos familias encabezadas o incluyendo profesionales,  universitarios y técnicos de alto nivel. Un verdadero desangre de cerebros. Un despilfarro de recursos que no es cuantificable y es mucho mayor que esos miles de millones embolsillados en el bochinche de la corrupción. Una pérdida para el país tanto por la inversión educativa en esos cerebros como por su potencial de aporte a la productividad futura del país
Los exilados sobreviven. Algunos ejercen su profesión original, otros pasaron de ingenieros diseñadores a técnicos de mantenimiento, de veterinarios a vendedores, de ejecutivos a panaderos. Todos enriquecen su entorno culturalmente y prosperan en ambientes que favorecen el esfuerzo bien intencionado del que quiere trabajar para ganarse la vida de manera honesta. Todos haciendo nueva patria en tierra extranjera, todos añorando la vieja patria y la familia perdida.”

Esas palabras escritas a principios del 2015, bajo el mismo aparte que titula este, se incluyen en el libro “La Venezuela imposible” y se mantienen más vigentes que nunca. Se acelera el exilio, voluntario y forzado, de una población con voluntades, metas y opiniones diversas, pero unidas en el dolor de ver su patria de origen sumida en la miseria. Cada miembro del exilio se pregunta permanentemente a sí mismo, “¿qué puedo hacer?” para aliviar de alguna manera esa miseria, que siente directamente con sus familiares y colectivamente con el país. Los venezolanos que se mantienen en el territorio pueden responder esa pregunta manteniendo los brazos abiertos a ese gran activo acumulado alrededor del planeta.
 Carlos J. Rangel - autor de "La Venezuela imposible".



[1] Para una discusión sobre el PIB medido bajo el chavismo, véase “La Venezuela imposible”, ensayo 10.
[2] Heinz Dieterich Steffan: “El Socialismo del  S. XXI”.
[3] Boletín CARITAS Abril-Agosto 2017: “Monitoreo de la situación nutricional en niños menores de 5 años”. 

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martes, 14 de noviembre de 2017

EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LAS NACIONES UNIDAS Y EL CASO VENEZUELA

Dos perspectivas acerca de la reunión informal del consejo de seguridad de las NNUU acerca de la situación en Venezuela:
  1. El cuidadoso lenguaje diplomático y las posiciones soberanas de las naciones hacen de este tipo de reunión una serie de ponencias sin mayor consecuencia—es decir es una habladera y pérdida de tiempo, con discursos llenos de dignidad pero vacíos de mensaje. Una ocasión para que los diplomáticos luzcan su habilidad para perder tiempo.
  2. Esta reunión establece precedente legal internacional para coordinar un canal humanitario, al destacar la perentoria y urgente crisis de salud y alimentación en el territorio, para coordinar acciones del sector financiero y de capitales, y para una posible intervención directa internacional contra la criminalidad de un gobierno vinculado con el narcotráfico, su creciente peligro como fuente desestabilizadora en la región, y la creciente violencia fratricida en el país.
Cuando un territorio ha sido apoderado por un grupo criminal con vinculaciones internacionales que desestabilizan una región más allá de sus fronteras, no es injerencia en la soberanía de dicho territorio que se discuta dicha situación en un foro internacional para sentar precedentes legales ante las posibles evoluciones de la situación. Esto es lo que ha ocurrido en esta reunión. Es decir, "perspectiva 2" es la acertada.
Hay medidas de presión internacional que en coordinación con acciones internas pueden llevar a la salida de los criminales al mando del país. Sólo entonces, al expulsar a dichos criminales, se podrá ir al diálogo verdadero y constructivo entre las partes políticas del país, dialogo que todos los representantes diplomáticos presentes en la reunión de las NNUU consideran pieza clave para lograr que el país salga de la crisis que lo mantiene en sus garras y que apoyan siempre y cuando sea un "legítimo diálogo".
Esta convocatoria por parte de algunos miembros del Consejo de Seguridad para discutir la situación venezolana ha sentado el precedente para justificar la coordinación y preparación de mecanismos de ayuda humanitaria y financiera internacional, al igual que para intervenir directamente de manera multilateral en caso de que llegue a ser inevitablemente necesario para detener violencia política originada por los criminales en el poder. La ausencia y silencio cómplice de parte de cuatro miembros del Consejo (Rusia, China, Bolivia y Egipto) y los que se amparan bajo falsos llamados de no intervención y soberanía, los hace practicantes de lo que Luis Almagro denuncia como una perversión del realpolitik: "inmoralpolitik".

The situation in Venezuela - Security Council Arria formula…
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jueves, 9 de noviembre de 2017

DEMOCRACIA EN VENEZUELA - ¿CÓMO LOGRAR EL OBJETIVO DESEADO? (UN ENFOQUE ESTRATÉGICO)


El régimen encabezado por Nicolás Maduro se fortalece a medida que destruye el proceso electoral y la representatividad pluralista en el país. El modelo social y económico del régimen hunde cada vez más al país en miseria y no parece haber salida. La oposición demócrata se debilita y busca alternativas para restaurar al país con el objetivo simple de cualquier demócrata: crear las condiciones para que existan democracia y libertad, bases de la prosperidad y el bienestar.
En un momento se pensó que era posible obtener el cambio y las condiciones haciendo una coalición electoral opositora y enfrentando al oficialismo en contienda directa. El régimen se endurece ante la debilidad de la voluntad del compromiso ciudadano de votar, y esa vía está arrinconada en un callejón sin salida debido a las argucias y manipulaciones del mismo régimen. Aun así la vía electoral no debe descartarse por completo.
Hay quien está esperando que algún sector de las Fuerzas Armadas se harte del desastre económico, administrativo y fiscal de un régimen secuestrado por delincuentes, y que de alguna manera ponga orden.  Esta vía es un callejón sin destino conocido. Tanto adeptos al modelo y legado del “Comandante Eterno” como algunos que puedan permanecer en el seno castrense opuestos a dicho legado pudiesen hacer intentos que difícilmente lograrán sacudir al régimen en el poder, dado su apoyo externo por el régimen cubano. Aun así no debe descartarse la necesidad del apoyo de sectores en las FF.AA. durante el proceso de restauración de las condiciones democráticas del país.
Unos últimos suponen que una posible intervención extranjera de corte militar, sea como “operación quirúrgica” o sea como un “cuerpo multinacional de cascos azules” pudiese lograr el cambio de condición necesario. Una intervención de este tipo se puede saber cuándo comienza, pero no cuando termina y es un camino incierto y volátil. Aun así no debe descartarse el apoyo de los aliados internacionales que reconocen a la democracia plena como fundamental para la libertad.
El primer enfoque, el enfoque electoral, es el más cercano al objetivo de crear, preservar y fortalecer la democracia. La MUD como agrupación electoral con el objetivo de retar al oficialismo tuvo su momento y razón de ser. Las energías opositoras eran suficientemente fuertes como para suponer que una oposición unida derrotaría a la coalición oficialista en las urnas y eso efectivamente sucedió. Las elecciones del 2013 que llevaron al poder a Maduro fueron ganadas por la oposición, como ha sido admitido por personas cercanas a dicha elección. El fraude electoral derrotó al candidato de la MUD, y cuando hacía falta no se utilizaron las otras armas de la democracia y la sociedad civil: protesta popular, denuncia de la prensa, apoyo de ONGs independientes y aliados internacionales, etc., por fallas del liderazgo opositor.
Los resultados de las elecciones parlamentarias del 2015 fueron tan abrumadoramente en contra del oficialismo que reflejan el verdadero sentimiento del país en relación con la gestión de gobierno. El resultado fue tan contundente que sobrepasó la posibilidad de fraude que existe cuando los márgenes son menores al 5% del electorado. Dos lecciones de estos comicios son importantes: que la participación electoral masiva es posible e importante, y que las entropías intrínsecas a la coalición electoral de la MUD no son conducentes a una gestión efectiva. El fracaso en la gestión de la Asamblea Nacional  para imponer el estado democrático es directamente atribuible a esa entropía.
Como he definido en otro lugar, los partidos son agrupaciones de personas con ideología compartida con el objetivo de llegar o de influenciar al poder. Las diferencias ideológicas entre partidos eventualmente desintegrarán una coalición opositora como la MUD, tal y como ocurrió. Un grave error de percepción tanto de dirigentes dentro de la MUD como del electorado, comentaristas y observadores es haber considerado a la MUD como un partido político y querer operar o tener expectativas de que se comportara como tal. La coalición electoral de la MUD no agrupa personas con ideología compartida, agrupa partidos con el objetivo de crear condiciones para una contienda electoral democrática y, dentro de esos partidos, individuos con ambiciones personales pragmáticas. El problema es que en dicha agrupación algunos suponían un grado de observancia y obediencia política de sus miembros que no es realista. Aun cuando se hicieran primarias para escoger un candidato único de oposición, es probable que hubiese opositores que no votarían por dicho candidato en la elección general por muchas razones, y todas relacionadas con el amplio espectro ideológico de los partidos políticos que contiene la oposición.
Las elecciones regionales del 15 de octubre resaltaron las debilidades estructurales de este enfoque y su caducidad. Tanto por el endurecimiento del régimen y sus destrezas en perpetrar manipulación y fraude electoral como por el fraccionamiento natural de la coalición electoral opositora, hay que llegar a la conclusión que la vía electoral planteada como contienda entre una agrupación oficialista y una agrupación opositora está cerrada. Eso no significa que la vía democrática está cerrada.
Si se ven las cifras de participación del electorado, puede verse que los grupos aglutinados por el oficialismo nunca han superado mucho más del 33% del registro electoral en todas las elecciones desde las de 1998. Ante esa realidad numérica, en caso de persistir por la vía electoral, sería más efectivo competir separadamente, enfocarse en aumentar la participación electoral, y gobernar coordinadamente, es decir un nuevo “pacto de Punto Fijo”. Pero esto solo podrá ocurrir en caso de tener contiendas electorales imparciales, para lo cual las condiciones no existen en la actualidad.
Democracia es una condición en la cual la ciudadanía participa en el gobierno. Esta participación se manifiesta mediante elecciones, mediante protestas, en agrupaciones civiles de interés focalizado (federaciones, sindicatos, asociaciones, organizaciones, iglesias) y por supuesto con prensa tanto libre como clandestina. Las elecciones en este momento en Venezuela han sido apropiadas/secuestradas por el régimen. Las otras armas de la democracia se mantienen vigentes. Para recuperar la plena democracia en Venezuela hay que recuperar las elecciones libres e imparciales y ese debe ser el objetivo tanto de la aplicación de las otras armas de la democracia como de los otros dos enfoques mencionados al principio. Una vez recuperadas las elecciones, entonces podrán debatirse las ideologías y sus variantes entre sí, incluyendo social democracia, democracia cristiana, liberalismo, e incluso el comunismo en su ropaje chavista demócrata.
El segundo enfoque, un levantamiento militar, se basa sobre la ilusión de que el poder militar es el árbitro final de la democracia en el país. Esto tiene raíces en varias líneas culturales y de pensamiento, pero todas derivan de la añoranza paternalista por el liderazgo fuerte y de la asociación mental (por demás lógica) de las armas con el poder. La ciudadanía y el poder civil no pueden claudicar ante esta ilusión. El alto riesgo que implica dejar en manos de unos pocos ambiciosos (armados) los destinos del país nunca ha tenido resultados positivos—ni en Venezuela ni en ningún otro país del mundo. Los proponentes de este enfoque dan por sentado que salir del régimen por cualquier vía es esencial, pero no se les puede hacer un llamado a “los militares” para que tumben al gobierno sin un resultado planificado y con un sentido estratégico. Es probable que existan militares ambiciosos que piensan que el legado de Chávez está siendo traicionado y que ellos pueden poner mano dura para proteger dicho legado. Eso sería un desastre para las verdaderas aspiraciones democráticas del país.
Las Fuerzas Armadas se han convertido en un gran pulpo multipropósito. Su injerencia en el sector civil es agigantada y creciente, profundizando el objetivo de Chávez de establecer un gobierno “cívico-militar,” modelado bajo el mismo tipo de estructura existente en Cuba. Esto ha resultado que Venezuela fácilmente tenga el mayor número de generales per cápita a nivel mundial (salvo, quizás, Cuba). Esto—al mismo tiempo que hace pensar que existe un gran poderío militar—es una gran debilidad.
El sector militar con mando efectivo de tropas en Venezuela es proporcionalmente menor que en un gobierno civil. El sector civil democrático debe tomar la iniciativa de cambiar el poder y buscar alianzas con el sector militar con mando de tropas. El cambio democrático tiene que surgir del sector civil, y algunos sectores militares aliarse al movimiento. No debe ser lo contrario, puesto que esa vía es conducente a una nueva represión totalitaria. Es decir, no se descarta la necesidad de una alianza con algún sector militar opuesto al régimen, pero esta alianza debe ser iniciativa civil, demócrata y liderada por dichos demócratas civiles, no al revés. Los militares se deben sumar a la inercia positiva de un movimiento que busca restaurar las condiciones de democracia, tal y como ha sucedido históricamente en toda transición hacia una democracia exitosa, puesto que esta será la única manera de defenderse de la represión brutal que surgirá del régimen ante la posibilidad de enfrentarse a su final.
Por último el tercer enfoque, el de intervencionismo militar extranjero debe ser discutido. Hay quienes piensan que dado que la vía electoral está trancada y que “los militares del país están vendidos al régimen”, no hay opción posible salvo una intervención militar extranjera que “cure el cáncer” que aflige al país; que no hay solución interna posible. El argumento a favor de esta opción postula que el liderazgo político en el país es inefectivo y nunca podrá salir del régimen. Esta opción es una variante del segundo enfoque, salvo que descarta la posibilidad que los militares en el país tomen acción en contra del régimen, y por ello solicitan su equivalente extranjero.
Suponer que esta medida desesperada de alguna manera pueda resultar en un resultado positivo para el país, es una falacia. Una intervención de este tipo fraccionaría aún más el país entre enemigos acérrimos, y precipitaría una verdadera guerra entre “nacionalistas”, “patriotas”, “independentistas”, “defensores”, y cualquier otro auto-nombrado que se sienta con derecho a opinar mediante un fusil, saliendo a la calle. Adicionalmente, los intereses geopolíticos de Cuba, Rusia y China harían del conflicto uno excesivamente cruento y largo. Este es un escenario que tendría una fecha de inicio con acciones concretas y ciertas, pero una fecha final totalmente desconocida con resultados inciertos. Para los proponentes de esta opción una consecuencia certera sería la eliminación de cualquier semblanza o personaje del liderazgo de la oposición política actual, sea por descrédito o físicamente.
El apoyo internacional para el cambio del régimen en Venezuela es esencial y dicho apoyo ha presionado de manera efectiva hasta ahora. Las sanciones individuales y corporativas están cercando al régimen. El reconocimiento a la Asamblea Nacional y al Tribunal Supremo en exilio –y el desconocimiento a la Asamblea Nacional Constituyente—son de gran ayuda para lograr una transición política; la comunidad está a la espera de un nuevo Consejo Nacional Electoral. 
No se podrá salir del régimen sin lograr un acuerdo con el régimen cubano y en eso la comunidad internacional es fundamental. No se podrá salir del régimen (lamentablemente) sin obtener un lugar al cual dirigentes del régimen puedan “escaparse”, para lo cual transacciones internacionales hacen falta. No se puede recuperar la economía del país, enfrentarse al problema de la deuda, ni obtener la ayuda humanitaria necesaria sin la comunidad internacional. No se podrá convocar elecciones percibidas como imparciales sin colaboración internacional. Esos son los enlaces, acciones y apoyos que hacen falta construir, no una intervención militar internacional que acrecentaría el caos y la destrucción.
El objetivo es crear las condiciones para que existan democracia y libertad. La combinación estratégica de los tres enfoques discutidos es necesaria para crear estas condiciones. Cada uno es una pieza del rompecabezas que debe ser armado por el cuerpo civil democrático del país. Sin este trio de acciones coordinadas estratégicamente, el régimen se mantendrá por el futuro previsible y el país caerá en mayor miseria, esa miseria que no permite otra acción sino las de la supervivencia del día a día.

martes, 31 de octubre de 2017

LA INTERVENCIÓN

Ante el desespero por la dureza de la dictadura enquistada en el poder, hay cada vez más llamados a una intervención militar internacional en Venezuela. Los llamados suenan razonables: la asimetría en el poder de fuego, el gobierno usurpado por delincuentes sanguinarios, la ocupación por agentes extranjeros de la peor calaña—cubanos, sirios, iraníes, etc., y la destrucción existente generalizada con necesidad de soluciones inmediatas y contundentes.
Los escenarios varían desde una operación quirúrgica, liderada por una élite táctica (se menciona algo como la operación Bin Laden, por el Seal Six Team de los EE.UU., pero ejecutando algo similar a la eliminación coreografiada de los rivales de Michael Corleone en “El Padrino”); algo un poco más amplio, como un ataque por drones a los centros del poder del régimen; o una intervención/invasión  multinacional compuesta por fuerzas latinoamericanas, europeas y, mayoritariamente, de los EE.UU.
No solamente son poco realistas todos estos escenarios por muchas razones, pero aun en el supuesto negado de que pudiesen ocurrir, se sabría cómo comienzan, pero no como terminan. Se presenta el ejemplo del caso de Panamá como el de una intervención limitada y exitosa, sin tomar en cuenta las grandes diferencias tanto de la geopolítica actual como de la logística territorial y militar. La situación en Venezuela es mucho más parecida a la del Irak de Hussein, que al Panamá de Noriega. 
Venezuela es una pieza geopolítica de gran importancia que ha sido ignorada por su gran vecino del norte—que a fin de cuentas considera a Latinoamérica como un patio trasero que no se va a mudar. Es cierto, hay grandes desaciertos históricos en las relaciones multilaterales del continente y eso ha traído como consecuencia lo que está ocurriendo en Venezuela sin lugar a duda. Pero pensar que como un Deus ex Machina una intervención militar liderada por ese buen vecino va a resolver los problemas del país es una quimera. Los intereses chinos, rusos y de Cuba son demasiado profundos para suponer que estas potencias y aquel país se quedarán quietos, sentados y apacibles ante dicha intervención.
Y eso sin contar con el hecho de que dicha intervención produciría un clivaje ideológico de tal magnitud que la oposición política desaparecería y solo habría bandas armadas, “nacionalistas” e “independentistas” (o alguna otra etiqueta convenientemente patriótica), acusándose mutuamente de traición a la patria y justificando así asesinatos en masa—guerra civil.
Aquellos que hacen el desesperado llamado de intervencionismo militar caen en la misma tradición que ha llevado el país a estar como está. Buscan un gran salvador, un elegido que de alguna manera vaya matando canallas con su cañón del futuro. Un escenario fotogénico, noticioso, de satisfacción inmediata, pero que arrojaría al país a un caos profundo y lleno de incertidumbres.
La vía para una transición de cambio a la democracia, no pasa por la intervención militar. No pasa ni siquiera por la rebelión militar. Pasa por la rebelión popular, una rebelión a la que se unan los militares, a la que se una la comunidad internacional. Una rebelión popular que exija democracia y que practique democracia. Mientras no se logre convencer al pueblo a tener democracia, mientras no se convenza al pueblo que el futuro está en sus propias manos y no en "el ungido" (nacional o foráneo), se mantendrá este u otro régimen parecido en el país.

La semilla de esa rebelión comienza con la formación ciudadana. No es fotogénico, no es para posturas televisivas o ratings inmediatos, pero es la manera de construir democracia.  Las herramientas de la democracia incluyen la organización civil, protesta cívica, panfletos clandestinos, grafitos, movilización empresarial y obrera, denuncia de elecciones fraudulentas y huelgas... Se hizo en Polonia, en las Filipinas de Ferdinand Marcos, se hizo en Chile, en Uruguay, en México, en Suráfrica… y en Venezuela, cuando Marcos Pérez Jiménez tuvo que huir ante una rebelión popular, sin intervencionismos extranjeros, poco después del fraude del plebiscito del '57. Se dirá, “pero no todos esos países viven en democracia ahora”. Puede ser cierto, pero es que la democracia es frágil y hay que defenderla siempre. Es posible salir del régimen de dictadura, pero el futuro democrático de Venezuela está en manos de los propios venezolanos.

miércoles, 18 de octubre de 2017

¿FRAUDE, ABSTENCIÓN O DEMOCRACIA?

No me arrepiento de haber estado de acuerdo con ir a votar. Los resultados son los esperados: fraudulentos. El fraude es público y notorio y ni siquiera hacen falta las actas de las mesas de votación para demostrarlo. Las cifras son las siguientes, según el CNE:
  •  Registro Electoral Permanente: 18.082.006 (100%)
  • Votos emitidos: 10.930.165 (60,54% de votos emitidos, es decir 39,46% de abstención)
  • Votos a favor de candidato oficialistas ganadores: 5.754.154 (52.64% de votos / 31,82% del REP)
  • Votos a favor de candidatos no-oficialistas: 5.095.545 (46.62% de votos / 28,11% del REP)

Los reportes de testigos en la calle hacen pensar que hubo más concurrencia que tanto para las elecciones de la ANC como para las de la consulta del 16 de julio, pero es difícil saber la verdad. Esas elecciones recientes sirven de todas maneras para aproximar el sentimiento del electorado por lo cual, si fueran a creerse las cifras, tanto el oficialismo como la oposición deberían estar alrededor de los 7MM de votos en una elección con abstención “normal”. La última elección nacional (AN 2015) le dio 7,7MM a la coalición opositora, mientras que la coalición oficialista obtuvo 5,6MM de votos.

Con estas cifras a la mano, es difícil creer que de 7,7MM para la AN2015 y 7,5MM para el referendo consultivo 2017, el voto opositor bajase a 5,5MM. La tendencia “irreversible” de la oposición ha sido en el sentido contrario. En elecciones nacionales ha subido, según datos oficiales, de 6,6MM (Presidenciales 2012), a 7,4MM (Presidenciales 2013) hasta 7,7MM (AN2015); en cambio para la oposición ha sido el contrario, 8,2MM (presidenciales 2012), 7,6MM (Presidenciales 2013) y 5,6MM (AN 2015). La condición del país no ha cambiado para bien, como para premiar a sus gobernantes con un cambio de apoyo popular en el voto, y las tendencias lo señalan.

Pero al existir la trampa/mito de la abstención esos “ausentes” pueden manipularse. Primero, hay que asegurarse de que existan. Por eso la campaña oficialista a favor de la abstención de la oposición. Me he pronunciado sobre este tema anteriormente y no vale la pena debatirlo mucho, pero creo que las razones de los líderes opositores que en una primera instancia acogieron la posición abstencionista son válidas y no se las critico en absoluto. El oficialismo vio en ese llamado, sin embargo, una oportunidad que no dejo escapar y promovió activamente esa posición.

La fuerza con la que la oposición votante respondió, sorprendió al oficialismo y por ello tuvo que recurrir a compra de votos, cambios en reglas, boletas mal diseñadas y cambios en centros de votación, e incluso intimidación directa para confundir, desalentar e impedir el voto opositor. Hace falta un “pool” de votos no contabilizables para poder hacer la trampa. Para eso usaron abstencionistas y nulos. Según el Consejo Nacional Electoral, los votos obtenidos por el oficialismo representan el 31,82% del registro electoral y los votos emitidos en contra de los “candidatos del pueblo” (como los calificaba el mismo CNE) fue 28,18%. Los analistas y expertos en cuestiones de fraude electoral han determinado que es difícil detectar fraude en diferencias menores o alrededor del 5%. En este caso la diferencia fue de 3,64% en el registro electoral. La diferencia en votos emitidos fue 6,03%.

Sin lugar a dudas hubo fraude. Ni siquiera hacen falta las actas para saber que la elección fue una burla a lo que representan elecciones bajo una democracia. Pero eso se sabía que iba a ocurrir, eso no es sorpresa. A mi juicio debía votarse para demostrar contundentemente el fraude y ejercer entonces toda la presión nacional e internacional en contra del régimen; para eso si hacen falta las actas.  Las declaraciones de Maria Corina Machado en su rueda de prensa cabalgan sobre esta realidad, y es lo que debe hacer toda la tolda opositora. Ante el fraude anunciado (o esperado) lo que la MUD y todo opositor tenía que tener era una estrategia para fortalecer la democracia—y debilitar la dictadura. Lo que se esperaba del liderazgo opositor y no se le ha visto hacer fuertemente es lo siguiente:
  • Defender físicamente el voto – testigos nacionales e internacionales abundantes y con capacidad de documentación.
  • Defender la integridad del voto – mantener la cadena de custodia de las actas y copia pública de las mismas.
  • Denunciar claramente y con pruebas irregularidades en los dos primeros puntos e introducir recursos legales en tribunales y organismos internacionales (para lo cual debían haberse contactado con dichos tribunales y organismos previamente).
  •  Publicar las actas de mesa válidas en caso de ganar alguna gobernación con documentación del proceso de voto y custodia, y retar a los candidatos oficialistas ganadores a que hagan lo mismo.
  • Rechazar la juramentación ante la ANC y juramentar ante sus representados, así sea en alguna plaza pública de la capital del estado respectivo.

Hasta ahora el único que parece estar tratando de demostrar de manera activa el fraude en el conteo es Andrés Velásquez, en el estado Bolívar, por tener en su poder (según dice) las actas electorales auténticas. Según el CNE faltan tres actas y según el mismo CNE Velásquez perdió por 1.471 votos (0,26%).

Las elecciones en sí no importan, y espero que ni se les ocurra a los candidatos opositores ganadores juramentarse ante la ANC, por muchas razones entre ellas que, bajo el concepto de federación, su juramento corresponde hacerlo ante el Consejo Legislativo de sus respectivos estados, es decir, dicho juramento sería anticonstitucional y debemos suponer que, aun en su delirio, la ANC no está por encima de la constitución vigente.

Pero las confusiones, falta de criterio y “unidad” en la Mesa de Unidad demuestran que francamente no parece existir pensamiento estratégico a largo plazo en esa coalición oposicionista. Luis Almagro ya había redactado su respuesta ante las elecciones tanto en español como en inglés; Maria Corina Machado evidentemente estaba preparada con su discurso. ¿Cómo es posible que ante un fraude anunciado, telegrafiado y previsible no existiese una respuesta ya lista, coherente y unida por la dirigencia de la Mesa de Unidad Democrática? La recaudación de pruebas era lo más importante, pruebas visuales, documentales e irrefutables para presentar ante organismos a todo nivel la ilegitimidad tanto de la elección como de su organismo rector, el CNE. Ese era mi pensar, mi razón para apoyar el voto, un sentido estratégico del proceso, pero la falla de liderazgo en este aspecto es abismal.

Vamos a estar claros: el llamado a la abstención no caló. Siempre equivocado y siempre contradictorio, el dictador afirma que estas elecciones históricamente fueron las más concurridas. No hay que buscar mucho para saber que miente, tanto porcentualmente como en números absolutos. Las regionales de 2008 con un REP de 16.8MM tuvo una votación de 11MM para una participación de 65,61%. Las cifras en las del 2017 son REP 18MM, votos 10.9MM y participación 60,54%. Pero, suponiendo que ese 5% de diferencia hubiese sido un 80% opositor (una aproximación de Pareto), aun así los resultados finales serían 5.818.825 votos opositores contra 5.934.974 oficialistas. El problema no fue la abstención, fue el fraude.

Un punto más y final sobre este resultado. La coalición opositora de la MUD no parece estar clara en sus objetivos, y eso confunde al electorado. La coalición la componen un número de partidos con diversos programas de gobierno, piensa uno, supone uno. Pero el objetivo original de la MUD no es gobernar, es cambiar el modelo electoral—salir del régimen dictatorial y competir en democracia abierta. Es por eso que el PSUV y el oficialismo tienen una cierta ventaja estructural: están proponiendo y prometiendo gobernar, mientras que el mensaje percibido por el electorado acerca de la MUD es que quiere anarquizar: destruir el gobierno, “salir del régimen y después veremos”. Se le pide al electorado un salto al vacío, que acepten un futuro de incertidumbre. Por supuesto que muchos viven en un presente certero de miseria e inseguridad, pero el dicho que para muchos aplica es “más vale malo conocido que bueno por conocer”.  


Para el burócrata estatal, el buhonero, el ruletero, mata-tigres y el de a pie, le hace falta que le propongan algo que vaya más allá de elecciones y protestas. ¿Cómo se van a crear empleos verdaderos? ¿Cómo se va a fortalecer la pequeña y gran empresa privada? ¿Cuál es el plan de abrir los canales humanitarios? ¿Cómo se va a estabilizar la moneda y la inflación? No hay varita mágica y eso se le tiene que decir al electorado, pero también hay que presentar un plan realista con objetivos concretos. Hay que argumentar por un nuevo consenso de lo que es el país, una hegemonía ideológica que descarte la existente. Eso es lo que han hecho movimientos opositores exitosos contra dictaduras que eventualmente han desarrollado democracias. Lo contrario es venderle promesas vacías a un pueblo percibido por sus líderes como incapaces de aceptar la cruda realidad; y Venezuela ya ha tenido suficientes líderes de ese tipo.

sábado, 7 de octubre de 2017

ELECCIONES, CIUDADANOS Y DEMOCRACIA

Estaba equivocado. Resulta que la propaganda del régimen también me había obnubilado a mí; me había hecho obviar datos históricos; me había hecho pensar, hasta creer, que la gran mayoría de los venezolanos habían estado a favor de Chávez y su plan a principios de su gestión. Eso resulta que es mentira, y a partir de esa mentira se fabricó una gran patraña de falsedades y mecanismos para taparla.
En 1998 un poco más de tres millones y medio de venezolanos votaron a favor del movimiento Quinta República y Chávez resultó electo presidente. La cifra exacta es 3.673.685 de votos. Desde el primer momento se dijo que esa había sido una gran victoria y el mayor número de votantes por un presidente en la historia. Mentira número uno: en 1988 el número de votos a favor de Carlos Andrés Pérez fue 3.868.843 y, cinco años antes de eso, Jaime Lusinchi había recabado 3.773.731 votos.
Pero, ¡el porcentaje de votantes fue el mayor de la historia! Mentira número dos: A pesar de haber recibido el 56.20% de los votos emitidos, Chávez obtuvo el 33.36% de los votos de las personas inscritas en el registro electoral. Solamente un tercio de los votantes estaban a favor de la promesa de Chávez. La participación del electorado en esas elecciones fue de apenas 63.45%, la más baja en la historia del país salvo la inmediatamente anterior en la cual resultó ganador Rafael Caldera, en el sumidero de la república chiripera. En comparación, por ejemplo, 40% del electorado votó por Luis Herrera (quien ganó con una pluralidad de 46.64% de los votos), 49.77% por Jaime Lusinchi (con una mayoría de 56.72% de votos a favor), y 43.32% para Carlos Andrés Pérez (con 52.89% de los votos a su favor).
Pero, pero… la constituyente de 1999 tuvo un abrumador apoyo popular ¡el pueblo quería cambio! Mentira número tres: el proceso que ratificó la nueva constitución se caracterizó por mantener un nivel de aprobación nuevamente cercano a un tercio del electorado. El fundamento sobre el cual se basa la nueva, la “quinta república”, es decir la constitución de 1999, fue rechazado por la gran mayoría del país. Las cifras oficiales son: para la convocatoria, 62.40% de abstención, 7.5% de los electores en contra, y casi 5% de votos nulos—un rechazo mayor del 70%; para elegir los asambleístas de la constituyente, abstención 65.7%, a favor de los representantes del gobierno bolivariano, 30.42% del electorado, el resto del de los votos dividido entre nulos y opositores; y, finalmente, para aprobar la nueva constitución el voto registró 56% de abstención. El porcentaje del electorado que aprobó dicha constitución fue nuevamente menos de un tercio: 30.18%.
Hay un detalle fácil de perder de vista en estas cifras sobre la constitución del 1999. La coalición bolivariana obtuvo el 65.8% de los votos y la oposición el 22.3%. Sin embargo, los representantes de la coalición obtuvieron el 95% de los puestos en la constituyente, debido a que el proceso había sido reglamentado por el gobierno bolivariano de manera unilateral.  Es decir, con 30.42% del electorado votando a su favor, obtuvieron el 95% de los puestos en la asamblea.
Este patrón de manipulación del proceso se ha mantenido y exacerbado hasta el día de hoy. Quiero hacer un punto histórico adicional antes de hablar del 15 de octubre. Una vez ratificada la constitución del ’99 hubo necesidad de convocar nuevas elecciones presidenciales. En esas Chávez obtuvo el 59.76% casi sesenta por ciento de los votos emitidos. Pero nuevamente, el porcentaje del electorado a su favor fue, por decirlo de manera coloquial—escuálido: El 32% del registro electoral votó por Hugo Chávez Frías en las elecciones del año 2000.
Esas elecciones tempranas le indicaron al régimen totalitario en ciernes que tenía que hacer algo al respecto. Lo primero fue, por supuesto, difundir las falsedades mencionadas, pregonando que la gran mayoría del país estaba a su favor. Lo segundo fue influenciar directamente el proceso electoral mediante dos maneras de manipularlo.
Primera manera, el registro electoral: Entre el año 2000 al 2006 el registro aumentó de 11 millones a 15 millones, y entre el 2006 al 2012 de 15 a 18 millones. Aumentos sin precedentes históricos, y por ende sospechosos.
Segunda manera, el mecanismo electoral: Nuevas máquinas, nuevos procesos, nuevos métodos fueron incorporados en un proceso poco transparente y aparentemente con asesorías por técnicos experimentados de origen cubano y de la vieja Stasi en Alemania Oriental. La falta de transparencia de este proceso de adquisición e instalación de equipos y software lo hace sospechoso.
Aun así, el régimen perdió las elecciones para la reforma constituyente del año 2007, lo que demuestra que el voto ciudadano hace diferencia. Lamentablemente y debido al llamado a la abstención a las elecciones parlamentarias del 2005, las reformas rechazadas por el electorado soberano fueron implementadas en reglamento de leyes, siendo una de las más nocivas el reglamento ley de las FANB, que ahora podrían tener absoluta injerencia en todas las actividades económicas del país. Así se cumplió la aspiración de Chávez de “unión cívico-militar”— el mismo modelo de élite económica que su mentor político, Fidel Castro, había implementado en Cuba.
Las tácticas de intimidación (por ej., lista Gascón), y los fraudes evidentes (por ej., 2013) no han derrotado al espíritu cívico del pueblo venezolano. El régimen en obvia ignorancia cívica quiere hacerle creer una nueva mentira al pueblo y al mundo: que la democracia es contar votos. El voto del 30 de julio para elegir a la asamblea constituyente demuestra eso. El régimen quería demostrar que podía tener más votos que los del referendo consultivo del 16 de julio. La democracia no es contar votos. La democracia es una coalición de ciudadanos que utilizan mecanismos y herramientas para tener voz en sus destinos. Esas herramientas incluyen el voto, la protesta, el debate, las agrupaciones de la sociedad civil, la libertad de prensa, y la oposición viva, entre otras.
El voto del 30 de julio desenmascaró al régimen, comenzando por la supuesta gran participación. Se contradice el régimen al publicar un nivel de participación poco mayor del 40% y decir que fue la mayoría de votantes los que acudieron a las urnas. Ese registro electoral inflado artificialmente y con quien sabe que argucias del mismo régimen indica una abstención cercana al 60% del electorado. El mismo equipo técnico que había certificado resultados en elecciones anteriores entre el 2005 al 2015 dice que sus máquinas fueron manipuladas para aumentar el nivel de votos contados como emitidos. Esta vez ni siquiera se hizo la simulación de permitir testigos de mesa opositores o internacionales. Esta fue una farsa electoral, digna de cualquier régimen totalitario y dictatorial; y al igual que en ese tipo de régimen, los resultados fueron 100% a favor del oficialismo. No importaban los candidatos postulados, todos eran oficialistas.
Eso sin contar que la misma convocatoria a la constituyente está viciada constitucionalmente. El soberano (el pueblo) es el que decide convocar a una constituyente, no el mandatario de turno. El mandatario está autorizado a llamar a un plebiscito a ver si el pueblo convoca una constituyente, pero no está autorizado a convocarla. Sólo después de ser convocada es que se eligen los asambleístas. Nicolás Maduro lo que ha hecho es apropiarse de la soberanía de la república, es decir se ha declarado a sí mismo el soberano—un claro dictador.
Ahora esa misma Asamblea Constituyente írrita llama a elecciones para las gobernaciones de estado. Esas elecciones son organizadas por el organismo electoral denunciado por su mismo proveedor de equipos como manipulador y declarado como ilegítimo en el referéndum consultivo del 16 de julio.
Ante esta coyuntura, la posición abstencionista tiene lógica y es consecuente. No por eso sin embargo es a mi juicio la posición correcta a tomar ante estas elecciones venideras. Como se observa en la historia electoral descrita arriba, ha sido el abstencionismo y la apatía lo que estructuralmente le ha dado al régimen las armas para apoderarse del país e implementar una agenda y programa con el apoyo de apenas un tercio de la población. Las veces que la voz ciudadana se ha hecho escuchar (2007, 2015) el régimen ha tenido que recurrir a maniobras anticonstitucionales, ilegales o en contra de la voluntad popular para afianzarse en el poder. Si se hace una evaluación utilitaria de lo que le conviene al régimen, a éste le conviene la posición abstencionista opositora. Esta posición es la que le quita la voz al elector. Es mi opinión que no debemos dejar que el gobierno le quite la voz al pueblo.
Las elecciones del 15 de octubre de 2017 están viciadas de origen, forma y probablemente de resultado. No por ello debemos permitir que el régimen tenga la vía fácil hacia un mayor totalitarismo. La voz ciudadana nunca calla, más bien se fortalece cuando se moviliza, sea en protestas callejeras, en agrupaciones y asambleas cívicas o en urnas electorales. Como dije anteriormente, la democracia no es sólo contar votos, es formar ciudadanos-- activos, respondones, furiosos, contestatarios, comprometidos, indisciplinados, creativos, independientes. Eso incluye a los abstencionistas en voz alta, quienes reclaman una mejor democracia. Los abstencionistas en voz alta son demócratas comprometidos. Los que permitan que la inercia, el silencio, la frustración paralizante y la apatía dominen su intención de voto son los que más daño le hacen a la democracia. El régimen no quiere ciudadanos, quiere ovejas calladas. No se le debe otorgar al régimen del dictador su deseo.
Carlos J. Rangel, analista y escritor. Su libro más reciente es “La Venezuela imposible: Crónicas y reflexiones sobre democracia y libertad”.

viernes, 6 de enero de 2017

Manifiesto por Venezuela

Hace casi sesenta años, una generación de venezolanos se manifestó en contra de un gobierno que coartaba participación, limitaba oportunidad y detentaba las herramientas del poder con aras a mantenerse en el mismo. Esta generación originaria contaba con líderes e intelectuales provenientes de múltiples sectores; que habían sido perseguidos y asediadados; forzados a la clandestinidad o al exilio por decreto o por principio; con venezolanos de larga data, de generación reciente y de adoptivos.

Algunos de estos originarios habían participado en el primer experimento democrático de la segunda mitad de la década de los ‘40 y reconocieron los errores de ese período, tratando de corregirlos y ser más incluyentes en este nuevo intento democrático. Todos ellos veían en el país un gran potencial de futuro al alcance de la mano y aquel gobierno de turno, transformado en régimen de dictadura, mantenía los rezagos del personalismo haciendista del pasado. Al sacudirse de ese régimen, y ante la oportunidad de reconstruir las bases de la república los principios liberales de estos originarios incluyeron:

  •         Protección de la dignidad humana
  •         Igualdad de oportunidad
  •         Igualdad ante la ley
  •         Respeto a las minorías
  •         Libertad de expresión tanto en voz como en voto
  •         Derecho a la propiedad individual

Estos principios parten del derecho universal a la libertad, derecho fundamental adquirido por todo ser humano nacido en esta tierra. Estos principios fueron base de constitución, gobierno e ideología de la hoy llamada “Cuarta República.” Como todo principio idealista, fueron metas a lograr, a perseguir y por luchar. Su implementación incluyó la supeditación de las fuerzas armadas a la sociedad civil (incluyendo separación en forma e institución de las FF. AA. del mundo político), la representación proporcional de las minorías políticas, la no reelección inmediata, y la Independencia del poder judicial, entre otras.

Los años sesenta fueron un período de transición con atentados contra esa promesa de futuro tanto por agentes externos, títeres de la guerra fría, como por agentes internos con ambiciones de poder, reforma unipersonal y costumbres caudillescas. Ante estos embates, los originarios tomaron atajos institucionales y debilitaron sus principios base, infringiendo libertades y derechos, alienando minorías, suspendiendo garantías a conveniencia, y alimentando demagogias y populismos tanto a su favor como en su contra, llevando eventualmente a una crisis de madurez política.

Sin madurez política no existe desarrollo posible. La madurez política consiste en proteger los principios universales sobre los cuales se basa el Estado. El desarrollo consiste en estructurar un sistema que permita al individuo maximizar su potencial posible ajustado a esos principios y a los derechos humanos y sociales del hombre. El deber primordial del Estado es defender dicho sistema y crear las condiciones que permitan oportunidades para ese desarrollo individual, semilla del desarrollo nacional.

Hemos visto lo que la falta de madurez política nos ha traído. Líderes políticos aprovechando su posición, otorgada de buena fe por el pueblo elector, traicionaron los principios de defender el estado de derecho y de crear condiciones de oportunidad individual. De esta manera la nación fue llevada a las condiciones en las que se encuentra hoy, tres generaciones después del inicio de aquel experimento democrático original.

El gobierno de Venezuela a principios del S. XXI, nuevamente transformado en régimen de dictadura, ha traicionado al país y su potencial. Las causales de dicha traición son arrogancia, sectarismo y ambición de perpetuidad en el poder. La traición se manifiesta con el sufrimiento y daño causado a la nación mediante acciones directas e intencionales, entre las cuales se pueden enumerar las siguientes:

  • Ha infligido destrucción de bienes patrimoniales de la nación, tanto naturales como humanos.
  • Se ha burlado de la defensa de los derechos humanos y sociales de todos los venezolanos, incluyendo vida, libertad, salud, trabajo y educación.
  • Ha pervertido la democracia representativa, distorsionado el sistema electoral y desconociendo la voluntad popular tanto de resultados como de intención.
  • Ha causado el empobrecimiento brutal de la población, insistiendo en la aplicación de un modelo asfixiante de toda iniciativa que no esté bajo el control estricto del estado mediante usurpación, regulación excesiva o amenaza directa.
  • Ha abdicado la soberanía a naciones extranjeras tanto en los recursos del país como en su defensa, haciendo negocios, tratados, hipotecas y acuerdos secretos con naciones y entidades extranjeras.
  • Ha supeditado el poder civil al poder militar, denigrando el rol de ambos en la conformación de un Estado centrado en la libertad del ciudadano como condición básica.
  • Ha obstruido la administración de justicia y la legalidad, interfiriendo repetidamente en la independencia judicial con el fin de reprimir oposición legítima a sus políticas.
  • Ha protegido y facilitado prácticas corruptas y criminales de sus miembros, adeptos y acólitos, contribuyendo activamente al colapso del contrato social basado en el respeto a la ley, la propiedad y la vida.
  • En afán de hipertrofia cancerígena ha debilitado, intervenido, socavado, sustituido, callado  o atacado organismos e instituciones independientes de la sociedad civil tales como sindicatos, cámaras de comercio, asociaciones vecinales o educativas, la iglesia, colegios y gremios profesionales, la prensa y otros que canalizan y amplifican la voz ciudadana ante el gobierno.
  • Ha sembrado y exacerbado odios fratricidas entre el pueblo venezolano dividiendo y debilitando el gentilicio nacional.
  • Ha esquivado la responsabilidad de defender la integridad física de la nación al desistir, por conveniencia política de una nación extranjera, a la negociación legítima del diferendo territorial del Esequibo.

Estas causas enumeradas bastan para inculpar al régimen de usurpadores que manejan los destinos de la nación de traición a los principios fundamentales que conforman un estado y un país, y la protección y defensa de sus pobladores. Ante esa traición, es legítima la invocación de defensa implícita en el artículo 350 de la Constitución vigente de la nación:

“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos.”

Hay venezolanos en el territorio y en el extranjero dispuestos a ser fieles a esa lucha. Dispuestos a poner en práctica ideales para construir un futuro posible que necesita reconocer el pasado y utilizar el presente; que necesita reconocer que construir un país es un proceso permanente, no una meta lograda; que necesita de todos los venezolanos, permitiendo que sea cada uno el que construya su parte del país.

El régimen de usurpadores ha traicionado lo que significa ser gobierno y será juzgado como tal. Los colaboradores desde la oposición facilitando el subdesarrollo político serán llamados a justificar su responsabilidad. La República de Venezuela ha sido, es y será siempre una sola y los principios universales que rigen estados bajo preceptos de justicia, respeto a los derechos y democracia prevalecerán cuando el pueblo unido reclame y ponga a usurpadores y colaboradores en su lugar de la historia. Así será.

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ESTE ENSAYO Y OTROS ESTÁN DISPONIBLES EN SU TOTALIDAD EN
LA VENEZUELA IMPOSIBLE: 


NECESIDAD DEL POPULISMO EN DEMOCRACIA Y OTROS TEMAS

Este ensayo/entrevista busca responder inquietudes surgidas en la video-entrevista de Napoleón Bravo a Carlos J. Rangel sobre su nuevo libro...