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sábado, 12 de septiembre de 2015

Vida y Muerte de un País

El luto duele y perdura. Cuando un ser querido se va siempre queda la huella, profunda y viva, lista para aflorar en el momento menos esperado y herirnos nuevamente con el dolor de su partida. En el esquema clásico de la psicóloga Elisabeth Kübler-Ross encontramos una interpretación que nos permite aclarar los sentimientos que tenemos muchos venezolanos sobre la triste situación que se vive en nuestra patria. Las fases de luto y muerte que ella cataloga son: Negación, enojo, negociación, depresión y aceptación. Aceptación del resultado final.

Aun cuando Kübler-Ross establece que no necesariamente estas etapas o fases siguen un orden preestablecido, y a veces se repiten, el consenso general es que esa es la secuencia en la que el luto por un ser querido o la aceptación de su destino de un desahuciado ocurre. Veamos cómo aplica en Venezuela.

En una primera instancia, en el período 1992 a 1998...





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ESTE ENSAYO Y OTROS ESTÁN DISPONIBLES EN SU TOTALIDAD EN
LA VENEZUELA IMPOSIBLE: 

1 comentario:

  1. Acerca de tu ensayo, Carlos, tengo que admitir que estoy en el primer paso todavía: NEGACIÓN.
    Toda esta situación: inverosímil; prepostera, no lo puedo creer todavía. Que todo esto haya pasado en mi país. El país en el que crecí, y me volví consciente. Una Caracas linda, sana, una vida en el interior del país fresca y con futuro.... El bello país que nunca pensé había dejado para siempre cuando me fui a los 17 anos.
    Muchas veces visitando, claro, pero cuando de estudiante, pensando que por fin volvería algún día, y cuando de profesional joven, pensando que tenia que avanzar en mi carrera un poco mas, para poder volver con las nuevas y valiosas experiencias de una vez por todas y compartirlas en mi país, mientras me arraigara de nuevo; y a la larga, empezando a echar raíz en el extranjero, casi sin darme cuenta, y consecuentemente, casándome en el extranjero. Este, de su manera el ultimo paso de una lenta despedida.
    Y en parte he allí la explicación de mi negación. Resulta que yo tuve la buena fortuna de estar en el extranjero la mayoría del tiempo (primero durante las grandes orgías de lujo de los 80 y luego para los capítulos chavistas), permitiendo mi memoria a mantener una imagen intacta de lo que Caracas y Venezuela habían sido y debían ser. Y por eso niego creer que ya no existe como yo la recuerdo. Sitios cambian, claro. Pero esto es demasiado. Demasiado, demasiado demasiado. Y sin embargo sé que es cierto.

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